Los mil y un planos de Super Popper
La especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas
de la Pontificia Universidad Católica del Perú nos está compartiendo en escena
el trabajo de los alumnos de 8vo ciclo en dos montajes diferentes: Super Popper
de César de María y La Cocina de Arnold Wesker, ambos montajes en el Centro
Cultural PUCP. Estas obras constituyen la finalización de la formación actoral
de cada uno de los participantes.
La primera obra en estrenar fue Super Popper, una propuesta
que demanda de un cuidado fino tanto en la propuesta actoral como en el
concepto de la puesta en escena. La obra del dramaturgo peruano tiene distintos
planos de lectura: las imágenes descritas en los textos, las situaciones que se
evocan entre los personajes, la construcción de los últimos, entre otros.
Debido a este "universo de planos" que la obra posee para comunicar,
exige también del espectador una sensibilidad activa. Al tratarse de una obra
fantástica, exige que desde el inicio se planteen códigos al espectador para
poder seguir la historia completa. En primer lugar, estamos hablando de un
manicomio de niños, donde cada loco ha vivido y ejerce actos de violencia que,
en el contexto de la obra, son normalizados. Se habla con total libertad de violaciones
sexuales, de sometimientos de poder, y situaciones parecidas a través de
construcciones verbales inigualables. Desde el inicio de la puesta en escena,
los textos fueron mi punto principal de atención debido al gran tejido de símiles
e imágenes que se utilizan para construir toda una crítica a problemáticas
sociales aún vigentes.
Niños locos que no son escuchados, que han cometido actos
aberrantes y que conviven con ello día a día. Ese es el escenario que Super
Popper nos presenta, donde la escenografía y la cantidad de cambios de escena
permitían viajar en los planos que la obra exige: la realidad, la
"realidad" de los niños y la realidad de Brunella. El ritmo de estos
cambios fue preciso gracias a los impecables cambios coreografiados entre
escenas. A pesar de ser una obra que exige construir toda una serie de
convenciones, hubo practicidad para solucionar estas necesidades: el uso de
andamios para jugar con los niveles de altura, plataformas rodantes, escaleras
con luces, etcétera, todo lo básico para que la obra se dé a entender. En el
caso de los personajes, estamos hablando de una obra llena de seres complejos por
donde se les vea. La esencia de cada uno de ellos estaba en cada texto que les
correspondía: el texto estaba tan rico de detalles que solo eran posibles dos
opciones: o los actores caían en
“recitar” en escena o demostraban un trabajo de texto minucioso. Debo
resaltar de manera positiva la construcción del personaje de Ansias (Ilda
Polo), Joe/Super Popper (Juan Piero Vidal), la Madre (Darill Silva) y el Mudo
(Marjorie Roca), pues logré ver en sus personajes una construcción llena de
matices y mucho trabajo físico de por medio, sobre todo en el trabajo del
texto, la parte más exigente de esta obra.
La representación en general estuvo pareja. Sin embargo,
como ya mencioné, algunos personajes se dieron más a notar por cualidades ya
mencionadas. Me hubiese gustado ver a un Aguja (Jorge Grazid) explorando su
liderazgo en la historia de otras maneras, a la Lengua (Andrea Valdivia) con
una corporalidad de ciega llevada más a fondo, a algunos personajes con más
acción en sus textos, etcétera. La obra es difícil de
sostener, y a mi parecer, se logró mantener gracias a un trabajo colectivo que
estuvo presente desde el inicio, como grupo tuvieron un buen balance y mucha
precisión en cuanto al ritmo de la obra. Super Popper es del tipo de obras a
las que no puedes analizar escena por escena: todo el conjunto avanza a la vez,
y en el caso de este montaje, logró darse a entender en todos los sentidos.
Stefany Olivos
24 de febrero de 2018
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