Las caras de Juan Pablo Castel
El grupo de teatro argentino “La cuarta pared” nos ha visitado recientemente con una serie de montajes
originales bajo el brazo. Dentro de esta lista está El túnel, una adaptación
de la novela homónima de Ernesto Sábato dirigida por Guillermo Ale, donde el
actor Horacio Rafart encarna la voz de Juan Pablo Castel, el personaje principal y
narrador de ambas versiones de la obra de Sábato.
El montaje contó con una serie de elementos que,
visualmente, ayudaban a la construcción de imágenes que aportaban a la
narración: el uso de un vestido para referirse a María, la amante del
personaje; el uso de una máscara neutra echada en el piso para representar a
dicha mujer echada, entre otros. El conjunto de elementos escenográficos
permitían introducir al espectador en el mundo
de Juan Pablo Castel, quien desde el inicio se nos presenta como un personaje retorcido, cuya forma de
pensar meticulosa está representada en su manera de ver el arte al que se
dedica (pintor). Una de las tareas de este montaje, a mi parecer, es el poder
construir la imagen de María desde la perspectiva de Castel, un logro de la
obra. La interpretación de Rafart
estuvo a la altura: hubo una construcción específica de la corporalidad, pues
incluso con gestos como la forma de
mirar o de caminar podíamos conocer la personalidad de Juan Pablo. Por otro
lado, los momentos en los que el actor representaba a los personajes
secundarios (María, el marido ciego) estuvieron logrados, pues era interesante
ver cómo el actor cambiaba totalmente de corporalidad y de voz, recursos
suficientes para añadirle matices a la narración.
En cuanto a la línea dramática de esta adaptación, hay
muchos aspectos que tener en cuenta. En primer lugar, estamos hablando de una
novela convertida a teatro, por lo que hay muchos códigos que han sido
alterados. En el libro, la historia del personaje principal es contada por él
mismo y logra un efecto atractivo cuando vamos conociendo cada nueva
información que se va revelando. En el caso del montaje, el efecto sorpresa de
cada detalle de la historia de Castel se perdía por momentos: hubo fragmentos
del monólogo que se hacían largos de escuchar, incluso me atrevo a decir que
hubo algunos textos que, de acuerdo a lo que yo entendí como estructura de la
obra, podrían haber sido cortados. No se sintió que la historia fluía: algunas
pausas, unas más largas que otras, no contribuyeron a la representación de
manera positiva.
La reciente llegada a Lima de “La cuarta pared” con obras
como El túnel o Eran ellas… o yo, dentro del contexto político en el que nos
encontramos, es un regalo. Ambas obras tocan el tema del feminicidio sin asco y
desde perspectivas distintas y necesarias. Es rescatable que se hagan obras de
teatro donde se busque atacar los males sociales vigentes, con el fin de hacer
despertar la conciencia social. Gracias a “La cuarta pared” por mostrarnos sus
denuncias a través de su arte.
Stefany Olivos
19 de febrero de 2018
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