Perseverancia sobre excesiva confianza
Sumándole puntos a la supuesta teoría de existir un mayor
cuidado en las recientes producciones dirigidas al público infantil en general,
llega Caracolito a la Sala ENSAD, tercera apuesta familiar de la Asociación
Cultural Winaray, escrita y dirigida por Cristian Lévano, responsable de
interesantes montajes como Francisco (2010) o El misterioso asesinato de You Payaso (2011). La primera apuesta infantil del colectivo, Un trébol mágico
(2013), fue la simpática historia de dos reyes egoístas que descuidaban a sus
respectivos reinos por hacerse de un trozo de tierra en el que habitaba la
plantita en cuestión. Con algunos tropiezos en el año de su estreno, que
recaían en ciertos detalles en los vestuarios y en la música en vivo, la pieza se
reestrenó este año con mejores resultados. Los mismos que tiene la puesta en
escena de Caracolito, que deja entrever un talento especial en Lévano para
escribir y dirigir textos con mensaje para los más pequeños.
Basada en la celebérrima fábula de La liebre y la tortuga, como
lo fue también la divertida Fiesta en el bosque (2016) de Ismael Contreras,
Caracolito (Jorge Antonio Bazalar) es un amable molusco con ansias de
superación, que desea llegar a la cima de una montaña. En el camino se topará
con un tigre engreído (Joel Calderón) y una coneja parlanchina (Nuria
Alessandra Mayor Bardales), que lo meterán en muchas dificultadas, seriamente agravadas
por la presencia de una hambrienta serpiente (Berenicce Fernández) en las
inmediaciones. El previsible enfrentamiento final, durante la carrera de velocidad
entre el caracol y la serpiente, deja la consabida lección de superación; sin
embargo, Lévano se las ingenia para incluir detalles muy pertinentes sobre la
amistad y hasta el actual estado de nuestra niñez y adolescencia.
Las actuaciones, por parte de un elenco proveniente de las
canteras de la ENSAD, mantienen un predecible estilo interpretativo muy parejo,
destacando en todo caso, los divertidos y enérgicos Calderón y Mayor. El
vestuario luce muy original, como también podría serlo la escenografía. El
mensaje de superación, con la perseverancia por encima de la excesiva
confianza, llega sin tropiezos a los niños, dentro de un montaje muy fluido.
Acaso algunas referencias muy localistas e innecesarias puedan revisarse. Eso sí,
el incluir canciones en vivo constituye, sin duda, un valioso aporte que
debería ser obligatorio para toda puesta infantil que se jacte de ser musical. Caracolito
es ciertamente un paso adelante dentro de las apuestas para toda la familia producidas
por el colectivo Winaray, y dentro del terreno del teatro infantil en general.
Sergio Velarde
1° de marzo de 2017
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