Acaso podría afirmarse que este 2015 es el año de quiebre de David Carrillo:
no solo nos sorprendió gratamente en marzo con una puesta en escena atípica
dentro del repertorio de Plan 9 llamada Chico encuentra chica (thriller con
todas las de la ley y adaptada por Carrillo, como nunca, a nuestra realidad
peruana), sino que ahora nos entrega su primera comedia escrita, dirigida y
protagonizada por él mismo, titulada Lo que nos faltaba. Y esto era, justamente,
lo que nos faltaba ver en teatro para constatar, a plenitud, la feliz vocación de
Carrillo como artista escénico. Esta última obra representa una suerte de compendio de
todo su aprendizaje como director y ocasional actor de las muy estimables
comedias de las que se hizo cargo, algunas con mayor fortuna que otras, y que recoge hábilmente lo mejor de cada
una de estas puestas, en beneficio de un producto teatral logrado y altamente
recomendable.
Lo que nos faltaba, estrenada como siempre en el Teatro Larco, sigue el
camino trazado por otra notable pieza llamada Azul resplandor, en el sentido de
retratar las complicadas e insólitas etapas que sigue un ecléctico grupo de
artistas para llevar a escena un montaje teatral. Pero si en la citada obra de
Eduardo Adrianzén los personajes, hasta los de caricatura más gruesa, aparecían
rodeados por una finísima capa de lirismo, en Lo que nos faltaba aparecen
desprovistos de cualquier indicio de glamour. Los ensayos de la obra que
volverán progresivamente loco al director Manolo Saldívar (Carrillo), resultan
agobiantes, estresantes y por momentos, delirantes. Su crisis nerviosa, que va
peligrosamente in crescendo, afecta no solo la dirección de la última escena de
su obra, sino también a su esposa Andrea Fernández, a sus actores Carol
Hernández y Claudio Calmet, al productor José Antonio Buendía y a su asistente
Fito Bouroncle. Cada uno de ellos, con personalidades y angustias propias muy bien
bosquejadas, acompaña las vicisitudes de Manolo en su carrera contra el tiempo
para su estreno.
Se pueden reconocer en la puesta en escena, atisbos de prácticamente todo
el repertorio de Carrillo con Plan 9 que enriquecen la pieza, siendo el más
memorable de ellos el paralelo entre la última escena de la obra dentro de la
obra con la sentida conversación final entre el director y su esposa, que
remite a uno de los puntos más altos conseguidos en sincronía actoral dentro de
la notable Demasiado poco tiempo. Carrillo enfrenta con valentía su propia
crisis de los 40 con esta pieza, consiguiendo una de sus mejores actuaciones a
la fecha, bien secundado por su competente elenco, que tiene por separado
auténticos momentos de lucimiento. Lo que nos faltaba es una sólida comedia
dramática, divertidísima y reflexiva a la vez, con oportunos tintes meta-teatrales que confirma
a David Carrillo como uno de los artífices más interesantes de nuestro panorama
teatral local y que cerrará, sin duda, uno de los mejores años de la Asociación Cultural Plan 9.
Sergio Velarde
29 de setiembre de 2015