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sábado, 25 de abril de 2015

Crítica: 1968 HISTORIAS EN SOUL

Logrado retrato de la utopía  

De acuerdo al director Mateo Chiarella, fueron el descubrimiento de los íconos musicales del movimiento soul norteamericano (entre ellos, Sam Cooke, Otis Redding y Marvin Gaye) y la necesidad de abordar asuntos utópicos, púbicos y privados, de nuestra realidad nacional a través del teatro musical, lo que lo motivó a escribir y dirigir 1968 Historias en soul, en el acogedor Teatro Ricardo Blume de Aranwa. Tres líneas argumentales que se unen en el escenario, luego del terrible atentado sufrido por Martin Luther King en Memphis en el año en cuestión, que sirven para diseccionar la vida de los jóvenes, en espacio y tiempo muy específicos de la convulsionada Norteamérica a finales de los sesenta. Enormes temas que son acaso imposibles de tratar a profundidad en un solo montaje teatral, como la llamada contracultura, con su generosa dosis de hippies celebrando el amor libre y el consumo de drogas; los movimientos por los derechos civiles, con el violento racismo hacia los negros, especialmente los que habitaban en el sur del país; así como el rechazo contra la Guerra de Vietnam, conflicto en el que fallecieron miles de soldados, que dejaron igual número de familias destruidas.

Aaron (Edson Dávila) es un granjero afroamericano que sueña con ser la nueva promesa de la música soul, a pesar de la reticencia de su esposa Betty (Laly Guimarey); Paul (Joaquín de Orbegozo) y Alicia (Emilia Drago) conforman una joven pareja en crisis, que viaja a lo largo del país para reflotar su tirante relación; y el trío de protestantes contra la guerra de Vietnam, Sanders (Miguel Álvarez), Larsson (Andrés Salas) y Gómez (Janncarlo Torrese) colapsa en medio de la represión por parte de las autoridades. Tres historias sobre utopías que fluyen de manera independiente y paralela hasta el crimen antes mencionado, como también ocurrió con otro montaje de Aranwa, En la Calle del Espíritu Santo (2013), curiosamente también dirigido por Chiarella. Cada personaje de 1968 Historias en soul está muy bien bosquejado y sus respectivas realidades retratadas sin mayor densidad, pero sí con bastante fidelidad al contexto original. El teatro circular es aprovechado también para darle fluidez a las secuencias, apoyados en pocos elementos y en un efectivo ensamble (Martín Velázquez y Santiago Suárez) que interpreta los personajes de apoyo.

El elenco está a la altura de las circunstancias, destacando nítidamente Salas en una vibrante actuación, así como también el carisma que le imprimen Dávila y Guimarey a sus personajes. Chiarella logra sus objetivos iniciales: traer a escena el sabor musical de aquella añorada época, apoyado por el intachable desempeño de sus actores, así como también retratar problemas sociales de índole universal, que habiendo pasado más de 40 años todavía persisten en la actualidad, especialmente en nuestro golpeado país, tan necio en hacernos creer que es incapaz de evolucionar. He ahí el principal triunfo de Chiarella: consigue retratar las utopías artística, social y política, de manera ligera pero en estado puro. 1968 Historias en soul es un espectáculo musical con los suficientes brillos y vigencia como para ser disfrutado por todo espectador.

Sergio Velarde
25 de abril de 2015

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