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domingo, 29 de marzo de 2015

Crítica: LIMA LABERINTO XXI

Las adaptaciones mal entendidas  

Precedida de cierta expectativa, se estrenó en nuestro circuito teatral comercial (según nota de prensa) una adaptación peruana de Madrid Laberinto XXI, dirigida y estrenada en el 2008 por el español Dario Facal y considerada en su momento como “una radiografía de la vida en las ciudades y sus contradicciones, a través de un espectáculo que profundiza en las posibilidades de la performatividad, para crear un collage de imágenes poéticas desde las que abordar problemas contemporáneos”. De acuerdo con esta definición, se desprenden varias conclusiones; entre ellas, que la obra podría tener el nombre de cualquier capital o ciudad iniciando el título y tendría la misma relevancia. Una posibilidad que resulta por demás discutible. Lucía Caravedo, gestora de Patria Producciones y actriz, vio la puesta en escena en Madrid y tomando una decisión completamente válida, logró traer obra y director a nuestra ciudad y estrenarla en complicidad con el Centro Cultural Británico. Sin embargo, lo idóneo hubiera sido estrenarla sin modificaciones en el título y montaje, ya que esta llamada adaptación “a la limeña”, justamente llamada Lima Laberinto XXI, no cumple las expectativas que la misma puesta en escena promete.

Luego de apreciar la entrevista de Facal concedida a Escuela de Espectadores AIBAL, se desprenden algunas conclusiones. Por ejemplo, que para el director la incoherencia es muy liberadora. Paradójicamente, esta frase sí resulta perfectamente coherente con el “incoherente” afiche promocional de la obra, pues en él los actores son retratados como una especie de robots o máquinas con sendos laberintos dentro de sus cráneos. Pero este concepto del “anti-afiche” acierta en gran medida, pues la obra es presentada a través de monólogos ejecutados por seis intérpretes, que nos cuentan (supuestamente) sus más profundas frustraciones y angustias, a modo de laberintos psicológicos, como el miedo a la soledad, al desamor, el culto al cuerpo o la necesidad de reconocimiento por parte de los propios actores. Pero todo el esfuerzo del elenco limeño de Lima Laberinto XXI cae en saco roto, pues resulta contradictorio con el prólogo, que consiste en un video repleto de imágenes de nuestra Lima: vemos en la proyección la pobreza, el caos vehicular, el desorden, la discriminación, la falta de oportunidades, las injusticias sociales y mil problemáticas más, que durante el montaje son apenas mencionadas o sugeridas. Lo visto después del video en el escenario (con los actores bañándose en perfume o engrapando sus ropas al suelo o tomándose unas cervezas), todo muy bien producido con atractivos elementos visuales, no es coherente con la premisa antes mencionada, rematado todo con un musical en inglés que acaso pueda representar solo los sentimientos de una minoría capitalina.

Lo más rescatable de esta puesta en escena, como ya se anotó anteriormente, es el trabajo del elenco: Lucía Caravedo, Dante del Águila, Gonzalo Molina, Anaí Padilla, Andrés Silva y Camila Zavala interpretan con tal naturalidad sus monólogos, que hasta parecen testimoniales, pero no lo son. Todas las palabras recitadas intachablemente le pertenecen al texto original. ¿Cuál es la adaptación a la realidad limeña, entonces? De acuerdo con las propias palabras del director, únicamente el cambio de unas cuantas marcas y palabras españolas por otras peruanas. Habría que preguntarse cuánto de nuestra ciudad conoce Facal y si durante su estancia por estos lares, llegó verdaderamente a empaparse de nuestra castigada urbe, para darse el lujo de afirmar que las problemáticas de Madrid y Lima son tan parecidas. A pesar de algunos innegables aciertos puntuales del montaje (más sensoriales que lógicos), especialmente gracias al talento de sus seis actores protagónicos que se entregan al máximo para darle veracidad a sus monólogos, Lima Laberinto XXI de Darío Facal es una puesta en escena que adolece de una posible y equivocada campaña publicitaria y además, que no cumple lo que promete, sin abarcar los problemas emblemáticos de nuestra ciudad, tan complicada y multicultural, limitándose a mostrarnos únicamente su lado más alienante. Facal afirma también que los espectadores no permanecerán indiferentes luego de ver su montaje, pues podrán salir ya sea contentos o enfadados. En ese punto, estamos completamente de acuerdo.

Sergio Velarde
29 de marzo de 2015

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