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martes, 31 de julio de 2012

Crítica: ATEMPERADOS


Colorido espectáculo con carta blanca

Difícil tarea la de reseñar un espectáculo como Atemperados. Y es que este montaje dirigido por Fidel Melquiades (creador escénico con formación en Yuyachkani) es ubicado por su director en la frontera de la pintura, la danza, el teatro y la performance. Sin embargo, creemos que es más lo segundo que otra cosa, ya que el par de actores que aparecen en el escenario utiliza únicamente su corporalidad y algunos elementos en el espacio para contarnos su historia. O tal vez, no; la coartada de la supuesta búsqueda de un lenguaje escénico para capturar la atención del espectador le da carta blanca a Atemperados para ser un espectáculo anárquico, en el que todo vale para generar sensaciones en el público. Y ése es un punto muy discutible, que puede desembocar en una inacabable polémica: ¿acaso todos las obras de teatro deben entenderse o transmitir una historia clara y comprensible? Pues, si Atemperados buscaba sólo llamar la atención del público durante su ejecución, entonces se convierte en un triunfo innegable; pero si acaso buscaba dejar algún mensaje al espectador a lo largo de su historia, pues la densa niebla que le imprime su director (materializada en el constante uso de la máquina de humo), impide cualquier intento de descifrar el porqué de la existencia de este montaje.

La base para la narrativa de la obra (según el programa de mano) recae en las diferentes texturas de los materiales de la pintura, pero este detalle nunca llega a ser explícito del todo. Salvando las distancias, un montaje similar como Hebras del grupo Cuer2, mucho más experimental y radical, con dos mudos actores en máscaras en el escenario vacío, lograban transmitir con absoluta claridad el mensaje de su puesta en escena. En el presente montaje, los actores Roger Sáenz y Anthony Mayo ejecutan su ritual escénico con absoluta convicción, pero sólo consiguen emociones y sensaciones aisladas en el espectador, ya que se hace imposible seguir la historia, si es que existe. Sólo quedan las impecables imágenes, pero carentes de subtexto. Acaso algunos cuadros, como el personaje frente a un gran lienzo en el que aparece el mar y los continuos saltos a través de los supuestos espejos, intentan dejar en claro que nos hallamos frente a un artista (o acaso dos, o padre e hijo, o n opciones) que explora su mundo interior. Las vendas manchadas de sangre que los intérpretes se retiran del cuerpo antes de quedar completamente desnudos, parecieran indican que las heridas sanan cuando el ser humano realiza una propia introspección. Acaso sea eso. Pero el resto del montaje se pierde en inconexas secuencias, cargadas y llamativas eso sí, pero de difícil entendimiento.

Sirva Atemperados para saludar la nueva sala que ofrece la Casa Cultural "Zumbayllu" a cargo de Miguel Cano, un espacio íntimo y muy aprovechable, que se convertirá con el tiempo en un concurrido centro cultural, ubicado en la Av. Universitaria 3450 Coop. El Olivar. Rechazamos, eso sí, la actitud del director Fidel Melquiades, quien demoró una hora entera el inicio de la función para supuestamente, esperar más público. La cita era a las 7:00 pm, pero la función recién inició pasadas las 8:00 pm. Y menciono “supuestamente”, pues nunca se le informó nada a aquellos que llegamos puntuales a la hora pactada. Finalizando, Atemperados es un espectáculo (o montaje escénico) que podría conmover más a los espectadores, si abandona la carta blanca esgrimida por su director, para cambiarla por lienzos coloridos entrelazados en una verdadera historia que contar. Por ahora, sólo queda el trabajo de dos estupendos intérpretes que lucen su destreza corporal en el escenario y nada más.

Sergio Velarde
31 de julio de 2012

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