Amable y recatada comedia
Cinco excéntricas señoras setentonas, todas de personalidades muy dispares y muy preocupadas por los peligros que acechan en esta época, se reúnen en casa de la mayor de ellas para celebrarle su cumpleaños. Sumado a este hecho, el que las viejas sean representadas por actores, pues la hilaridad estaba prácticamente asegurada. Sin embargo, esta nueva aventura teatral de la Asociación Cultural Entre Cajas titulada Añejas y ..., dirigida por el incansable Oswaldo Bravo y estrenada en el Teatro Auditorio Miraflores, no consigue a plenitud lo que el planteamiento inicial prometía, que incluía la advertencia que este espectáculo era dirigido exclusivamente para adultos, conformándose sólo con ser una simpática comedia, pero ingenua y contenida en su ejecución.
Existe un descuido en las caracterizaciones (especialmente en el personaje de Carlos Orbegozo), pues ninguna de estas supuestas ancianas aparenta la edad que dicen tener. Además, la falta de un verdadero conflicto sí se hace notar y hay largas secuencias en la que la acción sólo es sostenida por una sucesión de gags, que si bien son simpáticos, no aportan nada significativo a la historia. La inseguridad ciudadana, que pretende ser la coartada creíble de la puesta en escena, no cuaja del todo, especialmente cuando las señoras le dan tamaña importancia al sonido del timbre de la puerta. La supuesta paranoia de las señoras no es creíble y pronto queda relegada a un segundo plano. La tardía llegada del personaje de Mario Soldevilla le da a la obra su esperado y necesario antagonista, pero su desarrollo dramático es muy limitado, aunque efectivo.
La dirección de Oswaldo Bravo consigue buenas actuaciones del elenco en general, especialmente Paco Varela (además, autor del guión) y Nico Ames. Mención especial para Adolfo Geldres, quien consigue arrancar sonrisas con un personaje mudo y que sí alcanza, por momentos, los niveles de picardía, acidez y doble sentido que se anticipaban desde el inicio. Añejas y … se convierte entonces, en una amable comedia, en un espectáculo recatado y contenido; disfrutable sí, pero que se queda a medio camino de las verdaderas posibilidades que su elenco y publicidad prometían.
Sergio Velarde
26 de mayo de 2012
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sábado, 26 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
Crítica: CANDILEJAS
Homenaje al genio
Candilejas (Limelight, 1952) es recordada no sólo como la última película que produjo el genial Charles Chaplin en Estados Unidos, sino también como una de las más agridulces que filmó su autor. Divertidísima y dramática en su particular manera, y con una antológica banda sonora, Candilejas se convirtió en un efectivo retrato autobiográfico de su autor (su protagonista Calvero es un artista olvidado que intenta volver a los escenarios, en medio de una tierna historia de amor) y confirmó a Chaplin como un genio imperecedero y un clásico inimitable. Adaptar Candilejas para el teatro constituía todo un riesgo, pues el montaje debía respetar el descomunal original, pero tenía la responsabilidad de encontrar su propia personalidad. Pues Ariel Varela, autodenominado artista intersexual, que regresa a los escenarios luego de varios años de ausencia, asume el riesgo con resultados muy dispares, pero que finalmente hacen visible y hasta recomendable, su propuesta.
Varela, que adapta, dirige y actúa (igual que Chaplin) esta versión peruana de Candilejas, yerra justamente al situar la acción en nuestro país, pues no sólo este detalle resulta totalmente intrascendente, sino que no aporta nada a la historia. Mantener la universalidad de la obra hubiera resultado más efectivo, descartando así ese panel rojiblanco, que resulta inútil en escena. Acaso el resto de la escenografía aparente ser en extremo austera y desordenada, como una manera de establecer la pobreza de los personajes, pero un toque de estilización no le haría mal. Todo el primer acto podría condensarse aún más, pues resulta demasiado largo y cansino. Las escenas de los tres señores comentando el destino de Calvero tomando cerveza, deben revisarse urgentemente, pues lucen como simples insertos para preparar los números musicales del protagonista. El segundo acto es superior, pues se presentan tres momentos muy puntuales, que bien valen la visión de este montaje: la sorpresa de la muda; el número artístico de Calvero y comparsas, en estricto muting; y el desgarrador final, calcado del original, pero totalmente efectivo y contundente.
Varela se rodea de su propia familia para su regreso al escenario: su madre (entrañable Elsye Villar), su hija (Gabriela Macchi), su hermana (Blanca Varela) y su actual pareja (Claudia Burga), quien interpreta a la joven bailarina enamorada de Calvero. Los musicales con voz en vivo (como debe y tiene que hacerse en el teatro) y las secuencias en mimo aportan al montaje; no así los discursos manipuladores sobre la importancia del teatro y la vigencia del arte en general, que no son necesarios pues el espectáculo en sí lo dice todo. Ariel Varela (por cierto, en una digna actuación) ha perpetrado con Candilejas un espectáculo sui generis, poco convencional, extremadamente austero, con personajes y cuadros aún por afinar, con demasiados altibajos en su desarrollo escénico, pero que finalmente se deja ver, pues es una pieza con garra y alma, y que nos regala algunos momentos notables, que sólo nos queda disfrutar con una sonrisa cómplice. Recomendable.
Sergio Velarde
20 de mayo de 2012
Candilejas (Limelight, 1952) es recordada no sólo como la última película que produjo el genial Charles Chaplin en Estados Unidos, sino también como una de las más agridulces que filmó su autor. Divertidísima y dramática en su particular manera, y con una antológica banda sonora, Candilejas se convirtió en un efectivo retrato autobiográfico de su autor (su protagonista Calvero es un artista olvidado que intenta volver a los escenarios, en medio de una tierna historia de amor) y confirmó a Chaplin como un genio imperecedero y un clásico inimitable. Adaptar Candilejas para el teatro constituía todo un riesgo, pues el montaje debía respetar el descomunal original, pero tenía la responsabilidad de encontrar su propia personalidad. Pues Ariel Varela, autodenominado artista intersexual, que regresa a los escenarios luego de varios años de ausencia, asume el riesgo con resultados muy dispares, pero que finalmente hacen visible y hasta recomendable, su propuesta.
Varela, que adapta, dirige y actúa (igual que Chaplin) esta versión peruana de Candilejas, yerra justamente al situar la acción en nuestro país, pues no sólo este detalle resulta totalmente intrascendente, sino que no aporta nada a la historia. Mantener la universalidad de la obra hubiera resultado más efectivo, descartando así ese panel rojiblanco, que resulta inútil en escena. Acaso el resto de la escenografía aparente ser en extremo austera y desordenada, como una manera de establecer la pobreza de los personajes, pero un toque de estilización no le haría mal. Todo el primer acto podría condensarse aún más, pues resulta demasiado largo y cansino. Las escenas de los tres señores comentando el destino de Calvero tomando cerveza, deben revisarse urgentemente, pues lucen como simples insertos para preparar los números musicales del protagonista. El segundo acto es superior, pues se presentan tres momentos muy puntuales, que bien valen la visión de este montaje: la sorpresa de la muda; el número artístico de Calvero y comparsas, en estricto muting; y el desgarrador final, calcado del original, pero totalmente efectivo y contundente.
Varela se rodea de su propia familia para su regreso al escenario: su madre (entrañable Elsye Villar), su hija (Gabriela Macchi), su hermana (Blanca Varela) y su actual pareja (Claudia Burga), quien interpreta a la joven bailarina enamorada de Calvero. Los musicales con voz en vivo (como debe y tiene que hacerse en el teatro) y las secuencias en mimo aportan al montaje; no así los discursos manipuladores sobre la importancia del teatro y la vigencia del arte en general, que no son necesarios pues el espectáculo en sí lo dice todo. Ariel Varela (por cierto, en una digna actuación) ha perpetrado con Candilejas un espectáculo sui generis, poco convencional, extremadamente austero, con personajes y cuadros aún por afinar, con demasiados altibajos en su desarrollo escénico, pero que finalmente se deja ver, pues es una pieza con garra y alma, y que nos regala algunos momentos notables, que sólo nos queda disfrutar con una sonrisa cómplice. Recomendable.
Sergio Velarde
20 de mayo de 2012
jueves, 17 de mayo de 2012
Entrevista: EDER GUARDA
"El teatro independiente es más sincero, honesto y arriesgado"
¿Existen todavía por ahí desinformados que sostienen que no existe crítica teatral en nuestro país? Pues, de seguro, aún no conocen el blog El Escenario Imaginado, administrado por Eder Guarda, periodista egresado de San Marcos, y que confirma el innegable interés por los jóvenes en el ejercicio del oficio crítico. “Terminé mis estudios en el 2009 y empecé a trabajar en la sección cultural de Expreso”, recuerda Eder. “Fue entonces que comencé a ir al teatro para realizar notas y reportajes. Fue ese mi primer acercamiento con las artes escénicas”.
“Me gustó mucho el teatro”, afirma Eder, quien lo prefiere al cine o cualquier otro divertimento. “Se trata de una cuestión de cercanía pues percibo emociones distintas”. Poco a poco, y a raíz de las entrevistas que realizaba a actores y directores durante sus prácticas, disfrutaba cada vez más su rol de espectador. “Me fascinó conocer de cerca el fenómeno teatral”. En la actualidad, Eder trabaja en una revista empresarial llamada Casino. “Ahí me encargo de la sección cultural y cada vez que puedo hago una nota de actualidad teatral”.
¿Cómo surgió el blog El Escenario Imaginado? “Pues es una historia muy curiosa”, refiere el joven periodista sobre esta plataforma virtual creada en noviembre del 2010. “Fue algo espontáneo. Realizaba críticas, en ese entonces, de las obras del Festival de Teatro Peruano Norteamericano del ICPNA y cada vez que salía de alguna función iba formando una opinión en mi mente. Decidí que era hora de compartirlas, publicándolas en un blog”. Y el nombre del blog también tiene su historia. “Probé varios nombres: Tercera Llamada, Programa de mano y otros que ya estaban tomados”, recuerda. “Entonces fui a ver la obra Cacúmenes de Alejandro Alva en la AAA. Era una obra de teatro violenta y cruda cerca de un joven que se convierte en asesino por su dura realidad. A la salida del teatro una idea me rondaba: ¿Qué hubiera pasado si este joven hubiera vivido en otro escenario? ¿En un escenario imaginado por el mismo?” Nace así, formalmente, El Escenario Imaginado.
“Debo confesar que todavía no sé mucho sobre crítica teatral”, confiesa Eder. “Creo que soy más un espectador u observador teatral que un crítico, formalmente hablando”. Sin embargo, Eder no sólo ejerce la crítica teatral, sino que también es el editor de Crítica Teatral Sanmarquina, otro blog administrado por estudiantes universitarios, quienes inspirados por Sara Joffré, disertan sobre espectáculos del medio.
¿Cómo redacta Eder Guarda una crítica teatral? “Pues es un poco extraño. Siempre me daban pases dobles y casi nunca encontraba quién me acompañara. De regreso a casa, en el bus meditaba mucho sobre la obra y fue esa ‘soledad’ la que me motivó finalmente a escribir”. A veces, cuando la obra es muy densa, Eder lleva una libreta para anotar alguna frase o alguna emoción que le produce el montaje. “En realidad, no me es muy complicado escribir una crítica, pero prefiero redactarla con un estilo entretenido antes que muy académico. Me tomo, como máximo, dos días para publicarla luego de ver la obra. Ayuda mucho cuando estoy inspirado, lo que no ocurre muchas veces”, confiesa. “Lo tomo como un ejercicio mental, para formarte un ritmo de trabajo”.
Sobre el teatro independiente, Eder asegura que “estas obras tienen propuestas más sinceras, honestas y arriesgadas. Uno debe darse un salto por esos teatros más alternativos. La calidad de esas obras no desmerecen para nada y el público lo sabe apreciar”, concluye. Sigan al periodista Eder Guarda en su blog El Escenario Imaginado, para comprobar que la crítica teatral limeña se encuentra en pleno ascenso. Le duela a quien le duela.
Sergio Velarde
17 de mayo de 2012
¿Existen todavía por ahí desinformados que sostienen que no existe crítica teatral en nuestro país? Pues, de seguro, aún no conocen el blog El Escenario Imaginado, administrado por Eder Guarda, periodista egresado de San Marcos, y que confirma el innegable interés por los jóvenes en el ejercicio del oficio crítico. “Terminé mis estudios en el 2009 y empecé a trabajar en la sección cultural de Expreso”, recuerda Eder. “Fue entonces que comencé a ir al teatro para realizar notas y reportajes. Fue ese mi primer acercamiento con las artes escénicas”.
“Me gustó mucho el teatro”, afirma Eder, quien lo prefiere al cine o cualquier otro divertimento. “Se trata de una cuestión de cercanía pues percibo emociones distintas”. Poco a poco, y a raíz de las entrevistas que realizaba a actores y directores durante sus prácticas, disfrutaba cada vez más su rol de espectador. “Me fascinó conocer de cerca el fenómeno teatral”. En la actualidad, Eder trabaja en una revista empresarial llamada Casino. “Ahí me encargo de la sección cultural y cada vez que puedo hago una nota de actualidad teatral”.
¿Cómo surgió el blog El Escenario Imaginado? “Pues es una historia muy curiosa”, refiere el joven periodista sobre esta plataforma virtual creada en noviembre del 2010. “Fue algo espontáneo. Realizaba críticas, en ese entonces, de las obras del Festival de Teatro Peruano Norteamericano del ICPNA y cada vez que salía de alguna función iba formando una opinión en mi mente. Decidí que era hora de compartirlas, publicándolas en un blog”. Y el nombre del blog también tiene su historia. “Probé varios nombres: Tercera Llamada, Programa de mano y otros que ya estaban tomados”, recuerda. “Entonces fui a ver la obra Cacúmenes de Alejandro Alva en la AAA. Era una obra de teatro violenta y cruda cerca de un joven que se convierte en asesino por su dura realidad. A la salida del teatro una idea me rondaba: ¿Qué hubiera pasado si este joven hubiera vivido en otro escenario? ¿En un escenario imaginado por el mismo?” Nace así, formalmente, El Escenario Imaginado.
“Debo confesar que todavía no sé mucho sobre crítica teatral”, confiesa Eder. “Creo que soy más un espectador u observador teatral que un crítico, formalmente hablando”. Sin embargo, Eder no sólo ejerce la crítica teatral, sino que también es el editor de Crítica Teatral Sanmarquina, otro blog administrado por estudiantes universitarios, quienes inspirados por Sara Joffré, disertan sobre espectáculos del medio.
¿Cómo redacta Eder Guarda una crítica teatral? “Pues es un poco extraño. Siempre me daban pases dobles y casi nunca encontraba quién me acompañara. De regreso a casa, en el bus meditaba mucho sobre la obra y fue esa ‘soledad’ la que me motivó finalmente a escribir”. A veces, cuando la obra es muy densa, Eder lleva una libreta para anotar alguna frase o alguna emoción que le produce el montaje. “En realidad, no me es muy complicado escribir una crítica, pero prefiero redactarla con un estilo entretenido antes que muy académico. Me tomo, como máximo, dos días para publicarla luego de ver la obra. Ayuda mucho cuando estoy inspirado, lo que no ocurre muchas veces”, confiesa. “Lo tomo como un ejercicio mental, para formarte un ritmo de trabajo”.
Sobre el teatro independiente, Eder asegura que “estas obras tienen propuestas más sinceras, honestas y arriesgadas. Uno debe darse un salto por esos teatros más alternativos. La calidad de esas obras no desmerecen para nada y el público lo sabe apreciar”, concluye. Sigan al periodista Eder Guarda en su blog El Escenario Imaginado, para comprobar que la crítica teatral limeña se encuentra en pleno ascenso. Le duela a quien le duela.
Sergio Velarde
17 de mayo de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
Crítica: MADRUGADA
Nuestras variopintas celebraciones y festejos
Resulta entendible que el estreno de Madrugada, presentado en el Museo de Arte de Lima por Viaexpresa colectivo teatral, haya generado una oportuna reflexión de Gabriela Javier Caballero en su blog El teatro sabe, acerca de la naturaleza misma del teatro, sobre su necesidad imperiosa de traducir la realidad, estilizándola. Escrita por Gilberto Nué y dirigida por Diego López, Madrugada toma de pretexto la esquemática y por demás, trillada historia de amor de una pareja a la que le urge reencontrarse, para escenificar con mucha pompa, gracia y brío, algunas de las diversas manifestaciones culturales que ofrece (y enriquece) nuestra ciudad. Y precisamente, este estilo pseudo-documental, apoyado con música en vivo, baile y proyección de video, justifica la posición de Caballero de no considerar a este montaje como un espectáculo teatral.
Curiosamente otra colega, Rosana López-Cubas en su blog Lima en escena, también indaga sobre la naturaleza misma de Madrugada: le pregunta a su director Diego López si estamos ante un musical. Ante la respuesta negativa, López afirma que su puesta en escena busca básicamente divertir. Y lo consigue en gran medida, gracias a la creatividad con la que pone en escena cada una de las representaciones festivas de la obra, desde un quinceañero hasta una fiesta rave, pasando por un cumpleaños, una pollada, un matrimonio o una “pera malograda”. Todos estos cuadros resultan entrañables, al igual que algunos divertidísimos personajes que intervienen, como la animadora infantil, la adorable quinceañera, los niños malcriados que odian a Barney, los pitucos de la discoteca o las “amixers”. Sin embargo, la coartada sentimental del imposible amor entre los cusqueños Lucinda y Cirilo, separados por la distancia y por la nueva vida de ella en la capital, está escrita de manera tan predecible y básica, que a duras penas es sostenida por los esfuerzos de los actores María del Carmen Sirvas y Edwin Vásquez.
La búsqueda de Lucinda, por parte de Cirilo y su amigo Wilson (Óscar Ugaz) resulta esquemática, cansina y repetitiva. Pasados los primeros cuadros entendemos que los insertos a manera de flashbacks (que nos muestran la última conversación entre los enamorados en la sierra) sólo sirven para que el resto del elenco prepare la siguiente escena. Pero Madrugada sí ofrece algo muy destacable: los pintorescos protagonistas de cada festejo, quienes cantan, bailan y se divierten con absoluta convicción, a pesar de lo estereotipado de sus roles. Ray Álvarez, Carla Arriola, Jorge Bardales, Carolina Cano, Pierina Carcelén, Natalia Cárdenas, Jeffrie Fuster, Carla Gonzales, Jaime Lozada, Marco Otoya, Diego Alonso Pérez y María Fernanda Valera están notables en cada uno de los variopintos personajes que les toca representar. Acaso se podría afirmar que Madrugada sí es un montaje teatral, pero que sólo vale como un inofensivo entretenimiento y nada más.
Sergio Velarde
14 de mayo de 2012
Resulta entendible que el estreno de Madrugada, presentado en el Museo de Arte de Lima por Viaexpresa colectivo teatral, haya generado una oportuna reflexión de Gabriela Javier Caballero en su blog El teatro sabe, acerca de la naturaleza misma del teatro, sobre su necesidad imperiosa de traducir la realidad, estilizándola. Escrita por Gilberto Nué y dirigida por Diego López, Madrugada toma de pretexto la esquemática y por demás, trillada historia de amor de una pareja a la que le urge reencontrarse, para escenificar con mucha pompa, gracia y brío, algunas de las diversas manifestaciones culturales que ofrece (y enriquece) nuestra ciudad. Y precisamente, este estilo pseudo-documental, apoyado con música en vivo, baile y proyección de video, justifica la posición de Caballero de no considerar a este montaje como un espectáculo teatral.
Curiosamente otra colega, Rosana López-Cubas en su blog Lima en escena, también indaga sobre la naturaleza misma de Madrugada: le pregunta a su director Diego López si estamos ante un musical. Ante la respuesta negativa, López afirma que su puesta en escena busca básicamente divertir. Y lo consigue en gran medida, gracias a la creatividad con la que pone en escena cada una de las representaciones festivas de la obra, desde un quinceañero hasta una fiesta rave, pasando por un cumpleaños, una pollada, un matrimonio o una “pera malograda”. Todos estos cuadros resultan entrañables, al igual que algunos divertidísimos personajes que intervienen, como la animadora infantil, la adorable quinceañera, los niños malcriados que odian a Barney, los pitucos de la discoteca o las “amixers”. Sin embargo, la coartada sentimental del imposible amor entre los cusqueños Lucinda y Cirilo, separados por la distancia y por la nueva vida de ella en la capital, está escrita de manera tan predecible y básica, que a duras penas es sostenida por los esfuerzos de los actores María del Carmen Sirvas y Edwin Vásquez.
La búsqueda de Lucinda, por parte de Cirilo y su amigo Wilson (Óscar Ugaz) resulta esquemática, cansina y repetitiva. Pasados los primeros cuadros entendemos que los insertos a manera de flashbacks (que nos muestran la última conversación entre los enamorados en la sierra) sólo sirven para que el resto del elenco prepare la siguiente escena. Pero Madrugada sí ofrece algo muy destacable: los pintorescos protagonistas de cada festejo, quienes cantan, bailan y se divierten con absoluta convicción, a pesar de lo estereotipado de sus roles. Ray Álvarez, Carla Arriola, Jorge Bardales, Carolina Cano, Pierina Carcelén, Natalia Cárdenas, Jeffrie Fuster, Carla Gonzales, Jaime Lozada, Marco Otoya, Diego Alonso Pérez y María Fernanda Valera están notables en cada uno de los variopintos personajes que les toca representar. Acaso se podría afirmar que Madrugada sí es un montaje teatral, pero que sólo vale como un inofensivo entretenimiento y nada más.
Sergio Velarde
14 de mayo de 2012
sábado, 12 de mayo de 2012
Crítica: IFIGENIA Y OTRAS HIJAS
Mitología griega en tiempos contemporáneos
Tomando las tragedias de Eurípides: Ifigenia en Áulide, Electra e Ifigenia en Táurde, el montaje de Ifigenia y otras hijas de Ellen McLaughlin, con la traducción de Alberto Isola, centra su atención en los personajes femeninos, a través de tres actos bien definidos, desde el sacrificio de Ifigenia (Claudia Tasso) en manos de su padre; pasando por la muerte de Clitemnestra (Elena Cabrera y Natalí Zegarra) por obra y gracia de sus propios hijos; hasta el trágico reencuentro de Ifigenia con su hermano Orestes (Fito Bustamante y Kenji Huerta) en una isla habitada por mujeres. También aparecen las otras hijas, Electra (Andrea Pajuelo y Gabriela Navarro) y Crisóstemis (Mariajosé Quiñones), en esta impecable temporada a cargo de los graduados de 8vo ciclo del curso de Actuación del TUC .
Tomando las tragedias de Eurípides: Ifigenia en Áulide, Electra e Ifigenia en Táurde, el montaje de Ifigenia y otras hijas de Ellen McLaughlin, con la traducción de Alberto Isola, centra su atención en los personajes femeninos, a través de tres actos bien definidos, desde el sacrificio de Ifigenia (Claudia Tasso) en manos de su padre; pasando por la muerte de Clitemnestra (Elena Cabrera y Natalí Zegarra) por obra y gracia de sus propios hijos; hasta el trágico reencuentro de Ifigenia con su hermano Orestes (Fito Bustamante y Kenji Huerta) en una isla habitada por mujeres. También aparecen las otras hijas, Electra (Andrea Pajuelo y Gabriela Navarro) y Crisóstemis (Mariajosé Quiñones), en esta impecable temporada a cargo de los graduados de 8vo ciclo del curso de Actuación del TUC .
Algunas escenas memorables que nos regala el montaje: la malvada Clitemnestra, ante la revelación de la muerte de su propio hijo, lamenta preocupada la muerte del caballo durante aquel enfrentamiento, ante la atónita mirada de Orestes. Y sin saber que se trata de su propio hijo, lo seduce con la intención de hacerlo ingresar a su hogar, para luego encontrar su (acaso) merecido final. Los encuentros entre los hermanos perdidos también resultan conmovedores. La caracterización de Electra puede resultar algo excesiva, mugrienta y convertida en un ser cuadrúpedo con una cadena en el cuello, contrastando con la opulencia de su madre, aunque es coherente con la propuesta del montaje.
La austera escenografía y el cuidado vestuario nos remiten a un escenario latinoamericano en época de dictadura de los años 50. El rol de la mujer en la sociedad, la sumisión y la obediencia, es puesto en tela de juicio, contrastándolo con el implacable deseo de venganza, como única solución para la tragedia acaecida. La autora estadounidense Ellen McLaughlin logra un entretenido compendio de hechos y personajes míticos, mientras que Katiuska Valencia consigue un apreciable trabajo en la dirección de actores, todos ellos en caracterizaciones muy cuidadas, en un montaje fluido y conmovedor. Ifigenia y otras hijas constituye un excelente montaje de graduación de la Promoción 2011 del TUC, presentándose actualmente en Centro Cultural El Olivar de San Isidro.
Sergio Velarde
12 de mayo de 2012
sábado, 5 de mayo de 2012
Crítica: LA ORGÍA
La vigencia de Buenaventura
Dentro del ciclo de obras teatrales presentado por el Centro Cultural Británico
en sus diversos auditorios descentralizados, cabe resaltar la nueva puesta en
escena de La orgía, pieza capital de Enrique Buenaventura, que a través
del efectivo recurso de presentar teatro dentro del mismo teatro, consigue una
acertada crítica hacia el sistema. La ironía y el sarcasmo son elementos
cruciales para conseguir el efecto esperado con esta sencilla anécdota, en la
que los decadentes personajes que intervienen asumen diversas personalidades,
con el único propósito de sobrevivir en su implacable mundo.
Una excéntrica y harapienta mujer, luego de discutir con su hijo sordomudo,
planea realizar en su paupérrima vivienda, como todos los meses, una orgía en
compañía de otros mendigos y una enana, a quienes convence por unos cuantos
centavos y un poco de comida. Durante esta celebración, de fuertes tintes
brechtianos, la mujer recuerda aquellas épocas en las que pretendía ser una
aristocrática dama, mientras cada uno de los convidados interpreta un papel
determinado en su fantasía. Al final de la estrafalaria comedia, repleta de un
feroz humor negro, la tragedia aparece con un contundente desenlace, que nos
hace reflexionar sobre las grandes coincidencias existentes entre el ritual
representado y nuestra propia realidad.
Buenas actuaciones del elenco, destacando el Mudo de Miguel Vergara y la Enana
de Katya Castro. El director Martín Medina consigue una muy digna reposición de
este clásico montaje, luego de la temporada dirigida por él mismo en el 2008 en
la AAA. Con elementos sencillos y estéticos a la vez, muy respetuosos con la
propuesta inicial, La orgía de Butaca teatro de grupo mantiene intacto
el mensaje del dramaturgo colombiano Enrique Buenaventura, quien representó
simbólicamente en este festín, desde su publicación en 1973, a nuestra golpeada
sociedad presa de la violencia y la pobreza. Sin duda, esta obra, la más
representada de su autor, constituye un ícono de la dramaturgia latinoamericana
y siempre resulta recomendable su visión cada vez que llega a escena.
Sergio Velarde
05 de mayo de 2012