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jueves, 5 de abril de 2012

Crítica: UN BUSTO AL CUERPO

¿Deformación o estilización del cuerpo?

Daniel Dillon es un director teatral que alcanza sus mayores logros con montajes extremos y libres de cualquier asomo de complacencia. Así lo fueron su intensa revisión del asesino Roberto Zucco (2006) de Bernard-Marie Koltès; su insólita puesta de Estudio en escena (2006) dentro del Festival de Teatro del ICPNA; e Historia de un hombre (2011), una personalísima (re)creación de la pieza de Borias Trauben en clave de performance. Un busto al cuerpo, en versión libre del original de Ernesto Caballero, estrenado de manera itinerante en el Centro Cultural CAFAE, es un montaje de escuela, como parte de las prácticas pre-profesionales de estudiantes de la ENSAD, y en donde Dillon pone a prueba a las actrices Yasmine Incháustegui, Lidia Mallqui, Angie Rodríguez y Roxana López para llevar a buen puerto el proyecto.

Una madre intelectual, una hija rebelde y una locutora radial con proyección televisiva, todas ellas llamadas Cristina, enfrentan de manera distinta el tema de la cirugía plástica. Lo trillado que puede parecer el tema es sabiamente presentado en escena con mucha ironía y humor negro. El discurso acerca de hasta dónde podemos llegar con la agresiva deformación o estilización (según sea el punto de vista) de nuestro propio cuerpo resulta interesante. La discusión de las Cristinas en la galería sobre el verdadero significado del cuadro con el piercing en el pezón es el mejor ejemplo de esta contraposición de conceptos. ¿Podemos transformar y mutilar nuestro propio cuerpo con total impunidad? ¿Acaso lo hacemos por libre elección o por presiones de la sociedad? ¿Afectamos a los demás con esta decisión? Preguntas que llevan a la reflexión al espectador, y que es finalmente, el leitmotiv de cualquier obra teatral.

Dillon logra sacar adelante una puesta en escena que corrige la sobreactuación y los problemas de dicción de las actrices con un montaje estilizado y fluido, con cambios de escena limpios y ordenados, y con la utilización del proyector multimedia para generar los diferentes espacios en los que se desarrolla la trama. De igual forma, todos los desnudos están plenamente justificados. Obviamente, la presencia de dos actrices para interpretar por turnos el papel de la hija se debe a motivos académicos, pero ese detalle no distrae mucho del mensaje que quiere mostrar el autor. Un busto al cuerpo no supera a su anterior montaje, estrenado en el 2009 en el Teatro Racional, pero es un respetable ejercicio escénico para estas cuatro intérpretes aún en proceso.

Sergio Velarde
05 de abril de 2012

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