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viernes, 28 de octubre de 2011

Crítica: NAVAJA EN LA CARNE

Una mirada a nuestras miserias

Plinio Marcos es un autor brasilero que se caracteriza por retratar las miserias de los parias de la sociedad, sin dejar de exponer con sutileza sus sentimientos y sus motivaciones. En Perdidos en una noche sucia (acaso su obra más representada en nuestro país y que encontró su montaje ideal, obviamente, en el dirigido por Jerry Galarreta), Marcos expone la tirante relación de dos delincuentes que luchan a muerte por un par de zapatos que podrían rescatarlos de su dura realidad. La crudeza del intercambio verbal de los personajes resulta siempre lo más destacable del drama. Actualmente se viene presentando en la AAA, con la producción de Pasión Mystica Teatro, Navaja en la carne, otra mirada del autor a un puñado de personajes que habitan en zonas marginales y su desesperanzadora vida, de la cual aparentemente no pueden ni quieren escapar.

La pieza Navaja en la carne (escrita en 1967, pero que aún posee contundente actualidad) nos traslada a una sucia habitación en la que conviven una cansada y recorrida prostituta con su abusivo proxeneta; la convivencia es atroz, pero ambos parecen estar conformes con su miserable estilo de vida; especialemente ella, quien es sometida a una terrible agresión física y sicológica por parte de él. La desaparición de un dinero dentro del cuarto trae a escena al homosexual encargado de la limpieza, quien saca a relucir la sordidez de la pareja, que termina en un brutal duelo verbal. Los diálogos, de fuerte carga erótica y contenido vulgar, son contundentes y recrean el insoportable ambiente en el que los personajes se encuentren inmersos.

El ahora director José Medina (antes actor de reparto en todos los montajes de Pasión Mystica Teatro) propone un sencillo y directo montaje, con mínimos cambios de luz y efectos de sonido, privilegiando la acertada construcción de los personajes marginales que participan en la historia. Javier Quevedo convence como el bravucón protagonista, especialmente en su ensañamiento con la prostituta; y Santiago Moreno se luce como el divertido homosexual, cuando intenta seducir al matón. Mención especial para Jacqui Chuquillanqui, quien hace creíble la desesperanza de su otoñal prostituta, así como su absurda decisión de someterse día a día al lado del hombre que más la humilla. Y es que Chuquillanqui es creíble y se mueve con igual solvencia en drama y comedia. Navaja en la carne de Plinio Marcos es un modesto pero contundente retrato de las miserias del ser humano.

Sergio Velarde
29 de octubre de 2011

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