Como todos los veranos se lleva a cabo en estos días el 10mo Festival de Teatro para Niños, organizado por el Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA) en su local de Jr. Cuzco en el Centro de Lima. Sirva este evento para reafirmar, de acuerdo a la variopinta oferta de espectáculos que se ofrece, el maltrecho estado en el que se encuentra nuestro teatro infantil, con una pobreza creativa realmente preocupante y que según la crítica Sara Joffré: “deberían salir todos de cartelera”. Pues salvo contadas y notables excepciones, muchas obras infantiles (pero ninguna del presente festival) se convierten en el gran “recurseo” para inescrupulosos productores, que con unos trapos de colores, un CD y un DVD de Walt Disney, perpetran montajes inexcusables en tiempo record, con el único de fin de llenar sus bolsillos.
Este año al menos, podemos encontrar en el Festival algunas sorpresas con dos curiosas adaptaciones: el relato Escándalo en Bohemia de Sir Arthur Conan Doyle, que acerca a los más pequeños a uno de los detectives más famosos de la literatura universal, Sherlock Holmes, a cargo del grupo Vodevil Producciones; y la película de dibujos animados Anastasia: un viaje tiempo atrás, llevada a escena por Kumdha Producciones. La dramaturgia peruana tiene aquí una oportunidad con La hermosa serpiente de César Vega Herrera y Producciones Casandra; y con La princesa y el dragón, dirigida por Diego Zamora y el grupo Contraelviento. Los cuentacuentos, tan de moda hoy en día, también están presentes con el grupo Más de Nosotros. El campeón absoluto del cruce de universos infantiles, Jorge Moncada, arremete con Princesas en Lazy Town, que reúne en un mismo escenario nada menos que a Stephany, Sportacus, Cenicienta, Blanca Nieves, la Sirenita, los ratones Mickey y Minnie, Pepe Grillo, un Hada, un Príncipe y hasta el malvado Yafar. Para todos los gustos y que nadie se queje. No podían estar ausentes los clásicos de siempre, aquellas historias que aparentemente nunca pasarán de moda: la veterana productora Vicky Paz y su Flautista de Hamelin, esta vez con música de Michael Jackson incluida (!); Sendar Producciones con Blanca Nieves y los Siete Enanos; y Pinocho de Alelí Teatro.
Justamente esta última obra es la que me toca reseñar: la historia del muñeco de madera convertido gracias al Hada Madrina en un niño de carne y hueso cuando aprende el valor de la verdad, es llevada a escena de la mano del director Alfredo Lévano, quien interpreta varios papeles en la puesta, entre ellos el Abuelo Gepetto. Con una mayor seguridad en la letra, necesarios ensayos técnicos y la recomendable inclusión de un actor más, el montaje en general podría levantar vuelo. Y si los niños prestan atención hasta el final es por el trabajo del carismático actor Cristian Lévano en el papel principal. Mención aparte la terrible educación teatral de los más pequeños, que es responsabilidad directa de padres y maestros: en plena función y a pesar de las recomendaciones, los niños tenían celulares encendidos; bebían gaseosas y comían golosinas; hablaban, cuando no gritaban, interrumpiendo el espectáculo; e invadían el escenario a vista y paciencia de sus acompañantes adultos, quienes o hablaban despreocupadamente al celular o intentaban silenciar sin éxito a sus pequeños menores de 4 años. La problemática del teatro infantil sigue siendo alarmante y es deber de los artistas intentar hacer algo para remediarlo.
Sergio Velarde
22 de febrero de 2011
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