"Como director debo generarle problemas al actor"
Dos de los montajes más sólidos y entretenidos del año pasado fueron: La manzana prohibida de Gonzalo Rodríguez Risco y Lecciones de fe de Claudia Sacha. El común denominador de ambas puestas en escena radica en su director, Carlos Acosta, ganador del premio al Mejor Director del 2010 por El Oficio Crítico. “Yo egresé de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica (ETUC) como actor en el 87”, recuerda Carlos. “Tuve como profesores a Roberto Ángeles, José Enrique Mavila y Luis Peirano. Durante el proceso, tuvimos un Taller de Dirección con Jorge Chiarella, en el que dirigí partes de Las preciosas ridículas y fue una experiencia reveladora para mí, me atraía algo de la dirección teatral”.
Al concluir sus estudios, Carlos pasó a trabajar como actor con el grupo Brequeros, con Roberto Ángeles como director del grupo. “Teníamos un teatrín en la cuadra 10 de la Av. Arequipa y así comencé a experimentar; sabía que tenía que generar mis propios proyectos y no esperar a que me llamen”. Fue así que Carlos se "atrevió" a dirigir Las preciosas ridículas en dicho espacio, “con el atrevimiento normal que todo joven que empieza tiene, y que no debería perder nunca”, manifiesta. La puesta en escena fue todo un éxito, la temporada se prolongó por ocho semanas con llenos de sala y visitaron colegios y universidades. “Tuve como actores a Antonio Aguinaga y Fernando Vásquez. Con las ganancias de la obra pude recuperar el dinero que me prestó mi padre para realizar el proyecto. También recibí mucha ayuda de la AAA, que me alquiló el vestuario a bajo precio y los comentarios de maestros, compañeros y público fueron muy positivos”, asegura.
Dos de los montajes más sólidos y entretenidos del año pasado fueron: La manzana prohibida de Gonzalo Rodríguez Risco y Lecciones de fe de Claudia Sacha. El común denominador de ambas puestas en escena radica en su director, Carlos Acosta, ganador del premio al Mejor Director del 2010 por El Oficio Crítico. “Yo egresé de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica (ETUC) como actor en el 87”, recuerda Carlos. “Tuve como profesores a Roberto Ángeles, José Enrique Mavila y Luis Peirano. Durante el proceso, tuvimos un Taller de Dirección con Jorge Chiarella, en el que dirigí partes de Las preciosas ridículas y fue una experiencia reveladora para mí, me atraía algo de la dirección teatral”.
Al concluir sus estudios, Carlos pasó a trabajar como actor con el grupo Brequeros, con Roberto Ángeles como director del grupo. “Teníamos un teatrín en la cuadra 10 de la Av. Arequipa y así comencé a experimentar; sabía que tenía que generar mis propios proyectos y no esperar a que me llamen”. Fue así que Carlos se "atrevió" a dirigir Las preciosas ridículas en dicho espacio, “con el atrevimiento normal que todo joven que empieza tiene, y que no debería perder nunca”, manifiesta. La puesta en escena fue todo un éxito, la temporada se prolongó por ocho semanas con llenos de sala y visitaron colegios y universidades. “Tuve como actores a Antonio Aguinaga y Fernando Vásquez. Con las ganancias de la obra pude recuperar el dinero que me prestó mi padre para realizar el proyecto. También recibí mucha ayuda de la AAA, que me alquiló el vestuario a bajo precio y los comentarios de maestros, compañeros y público fueron muy positivos”, asegura.
La dirección teatral
Luego de Las preciosas ridículas, Carlos tomó conciencia de tomar la dirección teatral como una posibilidad de trabajo, ya que podía decir las cosas que le interesaban a través de sus montajes. “El teatro me fascina por el hecho de contar historias”, afirma. “Tomo la historia y la recreo sin traicionar al autor”. Pero inicialmente para Carlos todas las obras eran pesadillas en potencia, que había que solucionar no sólo como director, sino también como productor. “Resulta un grave problema dirigir y producir a la vez; como director pedía cosas, pero como productor no tenía como conseguirlas, era muy limitante creativamente”. Es ahí donde nace, como piensa Carlos, la famosa creatividad peruana o latina. “Nosotros sabemos cómo resolver problemas debido a la ausencia de recursos económicos”, asegura convencido. “La idea es resolverlos creativamente y que no parezca que no tenías otra opción”.
Para Carlos es importante separar la Dirección de la Producción de una obra de teatro. “La primera vez que trabajé sólo como director fue cuando dirigí la obra Paralelos secantes de Juan Manuel Sánchez, para el Teatro Nacional”, rememora. “Me sentí director al fin, no tenía que preocuparme de nada, la productora Nany Díaz debía proveerme de todas mis necesidades”. Y es que para la obra, Carlos necesitaba una cama elástica cuadrada y la productora debía conseguirla. “Un día me comunicó que encontró una cama elástica pero redonda y eso traía otra significación, remitían a otras lecturas que yo no quería para el montaje. Al final, luego de mucho buscar, terminó consiguiéndome la cama cuadrada”.
“Mi trabajo como director es generarle problemas al actor”, afirma Carlos. “Sin problemas, el actor no se da la posibilidad de solucionarlos creativamente. Mientras más complejo proponga el problema dentro de la obra, haré que se encuentren soluciones cada vez más creativas”. Y así obviamente, las puestas en escena, con Carlos Acosta como director, se enriquecerán enormemente, para dar como resultado montajes limpios, coherentes y fluidos. Como lo fue, por ejemplo, Lecciones de fe, que se estrenó el año pasado en Teatro Racional. “Dirigir a Elvira (Dela Puente) y Haydeé (Cáceres) fue una experiencia increíble”, recuerda Carlos. “Tenía mucha expectativa por trabajar con ellas y descubrí que son dos seres humanos maravillosos, con una carga emocional enriquecedora”.
Para Carlos, cuando un director trabaja se le vienen conceptos a la mente y los propone a sus actores, pero ellos no lo saben de antemano. “Tu “arma” como director es que sólo tú sabes y lo planteas como un problema. A partir de generar el problema, vas encaminando a los actores hasta encontrar posibilidades de solución creativas. Al final, terminan siendo mejores de las que inicialmente te habías planteado”. Carlos recuerda que para Lecciones de fe, en la primera lectura ya estaba todo resuelto. “Les dije bromeando: Bueno, señoras, nos vemos una semana antes del estreno”.
La ENSAD, los talleres y su grupo
Carlos Acosta lleva 10 años como profesor de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENSAD) y asegura que en un inicio, sólo pensaba llevar un ciclo. “No veo como una desventaja ser profesor de la ENSAD; al entrar en la pedagogía uno sabe que acaparará todo tu tiempo y es por eso que dejé proyectos personales durante 8 años”. A pesar del desgaste evidente que un profesor recibe, especialmente uno de actuación, en el que los jóvenes colocan sus esperanzas y terminan siendo exigentes con él, la experiencia termina siendo invalorable. “Te nutres de los alumnos”, comenta Carlos. “Aprendes de los problemas que te plantean, es muy rico para tu crecimiento personal: aprendes de lo que aprehendes de ellos”.
“Hace poco me planteé la decisión de volver a generar mis propias propuestas artísticas, así como continuar con los talleres de actuación”. Para Carlos, el hecho de trabajar en la ENSAD no significa un problema con el dictado de talleres. “Un taller es más particular”, afirma. “La ENSAD te ofrece un trabajo mucho más integral”. La obra La manzana prohibida fue el resultado de su trabajo con el grupo Libre Palabra, del cual forma parte con Fiorella Díaz, Sergio Ota y Yuri Cárdenas. “Todos ellos fueron alumnos míos y les propuse tener un colectivo, con el cual podríamos decir lo que queríamos con absoluta libertad".
Los proyectos
“Quisiera que recuerden que también soy actor”, dice Carlos, quien actuó por última vez en Dos para el camino de César De María, al lado de Tatiana Espinoza (en la foto), una obra que Carlos también dirigió. “Quiero retomar la actuación y poder manifestarme en acción total”. Como director, Carlos necesita que sus actores “tengan confianza en la persona que los va a guiar; que sean intuitivos, que con un gesto sepan donde tienen que ir; y que tengan la mente dispuesta, abierta y libre”. Por otro lado, como actor desea que su director “escoja de mí lo mejor que él crea conveniente, como idea o imagen”.
Carlos se prepara para dirigir en abril De repente un beso, un texto de Eduardo Adrianzén, en Teatro Racional, cuya puesta en escena tendrá a tres jóvenes actores. “También tengo planeado continuar con mis talleres actorales y a mediados de año espero poder concretar una oferta para un proyecto en el que intervendré como actor”. Para Carlos es importante seguir aprendiendo de las experiencias que ofrece el teatro, así como crear vínculos con los seres humanos que participan en estos procesos creativos. “Es importante reconocernos como seres creativos y humanos. A veces un director es como un vendedor de ilusiones y así encuentras gente que quiere compartir esas experiencias contigo”, concluye.
Sergio Velarde
12 de enero de 2011
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