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sábado, 28 de noviembre de 2009
Crítica: UN BUSTO AL CUERPO
Siliconas en el tapete
¿Una hora escuchando a tres mujeres discutiendo sobre si deben ponerse siliconas o no? ¿Podría un tema tan trillado como éste sostener la acción dramática de una puesta en escena? Pues el estreno de “Un busto al cuerpo” en la acogedora sala de Teatro Racional parece confirmarlo. A pesar de los problemas con la dirección artística del montaje (comenzó el proceso Ina Mayushin y lo completó Sergio Paris), el texto del español Ernesto Caballero tiene el suficiente interés como para convertirlo en un vehículo de lucimiento para las tres actrices participantes: Ana Pfeiffer, Angelita Velásquez y Mónica Madueño, en logradas actuaciones, cada una en su estilo.
Una conductora de radio que aspira a entrar en la televisión (Pfeiffer), decide operarse los pechos para mejorar su figura. Su mejor amiga, una profesora universitaria (Velásquez) no aprueba semejante acción, pero sí lo hace su hija (Madueño) quien finalmente cae rendida ante el placer existente en modelar su cuerpo a su antojo. Si bien la acción demora un poco en arrancar, las primeras escenas sirven para presentarnos a los personajes y plantear los objetivos que busca el montaje: satirizar sobre la obsesión de las mujeres por su aspecto físico, llegando incluso a la transgresión de sus propios cuerpos y la “aparente” facilidad de lograrlo, gracias a los avances en la cirugía estética.
La puesta en escena es limpia, ordenada y funcional, con una escenografía compuesta por cajas de madera, que hacen las veces de sillas y mesas, y que contienen los elementos que utilizan las actrices. Las escenas avanzan con ritmo seguro y la repetitiva música nunca llega a cansar. Se percibe un gran trabajo y esfuerzo por parte de las actrices, especialmente Velásquez, quien se luce en la escena del comedor con algunos tragos de más. “Un busto al cuerpo” funciona como una hilarante comedia, aparentemente frívola y ligera, pero no carente de reflexión sobre los peligros físicos y sicológicos que implica la transformación de nuestra propia imagen.
Sergio Velarde
28 de noviembre de 2009
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