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sábado, 19 de septiembre de 2009

Crítica: PUNTO CIEGO


Nada es lo que parece  

¿Cuándo se puede afirmar que una obra es trascendente? Acaso cuando el espectador siente que empieza una nueva vida luego de su visionado, acaso cuando el drama aborda temas sustanciales y “de fondo” que incumben a toda la raza humana, o acaso cuando al caer el telón resulta imposible retirar de la retina todo lo que hemos presenciado. El hecho es que el tema de las llamadas obras “trascendentales” abarca demasiados aspectos que aceptan múltiples interpretaciones. Y traigo este concepto a colación, luego de apreciar el nuevo montaje de Teatro Racional titulado “Punto ciego”, escrito por Claudia Sacha y dirigido por Carlos Acosta.

Las comparaciones resultan odiosas, es cierto, pero no puedo dejar de comentar que luego de ver la obra en cuestión, me sentí exactamente igual que al término de la función de "Solo dime la verdad", estrenada el año pasado en el CAFAE, escrita por Daniel Dillon y dirigida por el mismo Acosta. Esto fue lo que pensé: “La obra está bien actuada, bien escrita, bien dirigida, entretenida… pero, ¿y qué más?” ¿Es que acaso una obra teatral, para ser considerada “buena”, debe remecer al espectador y hacerlo reflexionar exhaustivamente sobre el aspecto que aborde? Personalmente, opino que no. Cada obra teatral, desde la dramaturgia hasta la dirección, deben estar encaminadas hacia un objetivo claro. Y si sólo se busca entretener, pues se trata de un objetivo muy respetable, que por cierto, muy pocas obras logran cumplir a cabalidad. Y “Punto ciego”, definitivamente, lo logra. Tanto Dillon como Sacha son dramaturgos contemporáneos, que buscan retratar, cada uno a su manera, nuestra turbia realidad desde lo cotidiano.

“Punto ciego” nos sitúa en la apartada morada de Agustín, un invidente que convive con su hermana Micaela y su enfermero Ernesto. En un inicio, la relación entre Agustín y la guapa Micaela resulta perturbadora, pero luego nos daremos cuenta que nada es lo que parece. Envueltos en la realidad en un perverso juego sexual, Agustín y Micaela tratarán de hacer participar en éste al noble personaje de Ernesto. La obra pudo haber seguido otros derroteros si Ernesto entraba de lleno en el juego, pero su negativa frustra un conflicto mayor y por ende, un final mucho más inquietante del que presenciamos.

Carlos Mesta, en el papel de Agustín, alcanza los momentos dramáticos con bastante fluidez, pero su invidente aún no resulta del todo creíble. Inclusive, conforme avanzaba esta trama de mentiras, podía suponerse que no se encontraba ciego en realidad. Sorprende la madurez de Nidia Bermejo en el papel de Micaela, quien resulta provocadora y sensual en las primeras escenas, para luego no desentonar en su transformación en la última parte. Tal vez este complejo papel estaba destinado a una actriz mayor, pero Bermejo lo asume sin tacha. A Tommy Párraga, como el enfermero Ernesto, no se le puede exigir más en un papel menor, que lo ejecuta con precisión y discretamente.

“Punto ciego” podría no tener una profunda trascendencia en los espectadores, pero sí que es un digno montaje, con ciertas fallas técnicas propias de cualquier estreno, pero que no ensombrecen los logros alcanzados por sus artífices, como por ejemplo el eficiente aprovechamiento del espacio que ofrece Teatro Racional.

Sergio Velarde
19 de septiembre de 2009

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