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lunes, 6 de julio de 2009
Crítica: COPENHAGUE
Drama intenso sobre mecánica cuántica y física atómica
“A todos les digo que, antes de entrar a ver esta obra, deben tomarse un buen café. Hay que verla descansado. Es una obra que reivindica el placer que hay en lo intelectual”, nos dijo la directora Marian Gubbins en una entrevista realizada por El Comercio, unos días antes de estrenar el premiado drama “COPENHAGUE” de Michael Frayn en La Plaza Isil. ¿Cómo habrían interpretado los virtuales asistentes a este espectáculo estos necesarios requisitos que exponía la propia directora? Quizá los menos reflexivos habrían optado por “perderse” una obra en la que no comprenderían nada y quedarse a dormir en casa. Lo cierto es que, sin prejuicios de por medio, esta pieza dramática ganadora del Premio Tony en la que tres personajes dialogan sobre la bomba nuclear en un escenario con sólo tres sillas durante 1 hora y 45 minutos, logra finalmente envolvernos en su atmósfera, siempre y cuando se hayan seguido estrictamente las instrucciones de la directora.
“COPENHAGUE” expone la compleja relación entre dos hombres de ciencia, una relación que puede ser ya sea fraternal, entre padre e hijo o entre maestro y pupilo, en medio de la Segunda Guerra Mundial. Y si bien es cierto, la política los divide y el lenguaje científico que emplean les sirve de salvavidas para continuar la charla, el tema central es el encuentro de dos seres humanos llenos de memorias, afectos y rechazos. Además, estos hombres no son dos científicos ordinarios: son el físico danés Niels Bohr (Alfonso Santistevan) y el matemático y físico alemán Werner Heisenberg (Gerardo García Frkovich) , cuyo trabajo fue fundamental para la creación de la bomba nuclear, estando ambos en diferentes bandos durante la guerra. Este encuentro se realizó en Copenhague y la conversación de la que somos testigos es sólo una especulación de lo que en realidad pudo suceder. En medio de ellos, la esposa de Bohr, Margrethe (Bertha Pancorvo) es el necesario nexo entre estos dos hombres muy competitivos entre sí, pero que en el fondo se admiran y quieren.
Muy al estilo de “A puerta cerrada” de Sartre, de entrada caemos en la cuenta que estamos ante una reunión de espectros, que teatralizarán esta conversación en varias oportunidades para encontrar respuestas a las interrogantes planteadas. Es cierto que la dilatada duración de la puesta en escena puede cansar al espectador poco acostumbrado a este estilo de teatro. Pero es en el fondo, buen teatro. Y una dramaturgia de alto nivel. “COPENHAGUE” es un drama intenso, denso y bien interpretado. Especialmente la notable Pancorvo, quien asume con gran solvencia y dignidad el rol que le llevó a Blair Brown ganar el Premio Tony 2000 a la mejor interpretación secundaria femenina. Sin duda, un buen espectáculo en cartelera.
Sergio Velarde
06 de julio de 2009
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