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domingo, 6 de julio de 2008
Crítica: EL ORQUESTADOR
Un ambiguo Orquestador: ¿ángel o demonio?
Cursando el último año en el Club de Teatro de Lima, Daniel Manchego actúa, escribe y dirige "El Orquestador", presentándose actualmente en su casa de estudios. El personaje central que le da el título a la obra es un inescrupuloso ser superior con oscuros poderes que busca cuestionar en los seres humanos su fe y su creencia en Dios, mediante la abrupta irrupción en sus vidas y en las decisiones trascendentales que éstos eligen seguir. Su ambigua naturaleza (pues por momentos parece sentir compasión por sus personajes–víctimas) será revelada al final de manera sorpresiva y algunos desenlaces de los conflictos terrenales quedarán inconclusos o con final abierto. Se trata pues de un interesante montaje que logra conjugar aquella creencia religiosa de la existencia de seres superiores con la frágil condición del ser humano, siempre preso de sus emociones e instintos más básicos.
Jessica (Romina Chávez) está a punto de casarse, pero se resiste a entregarse del todo a su novio Erasmo (Daniel Ochoa), pues aún siente amor por su primo desempleado Gabriel (Roberto Huamán). Verónica (Margarita Huanqui) y Mateo (Edisson Sánchez) afrontan graves problemas en su dilatado y aburrido matrimonio. Miguel (Víctor Ahumada) y Tony (Franz Azañero) no pueden reprimir sus instintos homosexuales con el riesgo de reprobar cursos en sus estudios. Personajes y situaciones comunes y silvestres, que son trastocados a su antojo por el Orquestador, una especie de titiritero que mueve los hilos (las vidas) de los personajes para su propia conveniencia. Así, por ejemplo, la romántica Jessica termina embarazada luego de entregarse a Miguel y Verónica encuentra un trágico final en manos de su esposo Mateo.
Una mención aparte merece el personaje central de la obra: el Orquestador, que es interpretado por el propio Manchego. Su primera aparición es efectiva, pero sus motivaciones iniciales no llegan a ser del todo claras, aunque sí intrigantes y sugerentes en cierta forma. Una vez que los demás personajes son presentados se acentúa el grueso contraste entre la existencia etérea de este "ángel caído" y las mundanas tribulaciones de hombres y mujeres demasiado estereotipados y lineales. Sin embargo, resulta un mérito que la constante presencia en escena del Orquestador no opaque el desarrollo de las diferentes historias que poco a poco ganan interés y que algunos conflictos tomen el suficiente vuelo para generar expectativa en el público.
Los esporádicos furcios, olvidos de letra, regular dicción y bajo volumen no empañan el trabajo en conjunto de un grupo de entusiastas actores aún en formación. A destacar algunos personajes como la divertida prostituta de Isabel Castañeda o el conflictuado desempleado de Roberto Huamán. Una correcta disposición escénica y un interesante diseño de luces le otorgan dignidad a la puesta. Esperamos en el futuro un nuevo trabajo de Forasteros y de su hombre-orquesta Daniel Manchego, de quien se espera una propuesta aún más precisa y coherente, que logre pulir las irregularidades y afinar los detalles propios de una ópera prima. Toque otra pieza pronto, maestro.
Sergio Velarde
06 de noviembre de 2005
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