Llevar a las tablas la controvertida y truculenta película La pasión de Cristo de Mel Gibson es, sin lugar a dudas, una riesgosa empresa que podía resultar o abrumadoramente magnífica o mortalmente fallida. O la una o lo otra. El actor Martin Abrisqueta se embarcó en este proyecto como director y los resultados obtenidos inclinan la balanza, lamentablemente, hacia la segunda opción. Si bien existen algunos aciertos aislados, como ciertas imágenes de gran belleza y algunas sinceras actuaciones, en conjunto la puesta en escena se torna densa y aburrida.
¿Cómo montar una obra en donde el factor sorpresa es nulo? Si es que existe alguien que haya vivido todo este tiempo bajo una piedra, la historia de Jesús y sus últimos días es sabida por todos. Entonces, el objetivo de la puesta en escena debió recaer en cómo contar esta historia mil veces contada con creatividad, que lamentablemente se reduce a la presencia de dos actores interpretando a Jesús, y uno de ellos, de color. Pero a estas alturas, ni siquiera ese detalle resulta original. Y lo que es peor, no existe en la propuesta escénica nada que justifique esta doble interpretación, salvo la de conseguir escenas en paralelo dentro del montaje con el mismo personaje.
Las actuaciones son irregulares, mezclando diversos estilos que no logran unidad. Un enérgico Igor Calvo destaca nítidamente como Anas; Jacquelin Chuquillanqui e Ysela Castañeda aportan dignidad a los roles de María y María Magdalena, respectivamente; Oliver García es sincero y preciso como Longinos; y Gustavo Cerrón como Pedro resulta excesivamente melodramático. Américo Zúñiga, Josse Fernández y Miguel Medina poco pueden hacer por sobresalir en medio del desorden generalizado que reina en la puesta. Tal vez lo mejor de la cinta de Mel Gibson haya sido la presencia andrógina y misteriosa del Diablo, que aquí es encargada a una joven actriz con vestido rojo carente de presencia escénica que pasa completamente inadvertida.
Una mención aparte merece la caracterización de Jesús, que debe ser necesariamente interpretado (no veo otra forma posible) con gran energía y carisma, como en el caso de Marcos Zunino en “Jesucristo Superstar”. Interpretado frecuente e infundadamente como una especie de extraterrestre, aburrido y anodino, en esta “Pasión de Cristo” Jhon Narváez puede acertar en su construcción física, pero cae irremediablemente en el cliché del peor de los Jesús de las películas en Viernes Santo.
El teatro Julieta (tan cómodo para el público como incómodo para el actor), ofrece espacio suficiente que no es aprovechado como se debería para recrear todos los espacios y lugares que la historia propone. A pesar de estos graves defectos, se nota un evidente trabajo y entrega por parte de los realizadores y actores, pero que no logran formar una obra sólida y disfrutable. Esta "Pasión de Cristo" necesita aún más tiempo de afianzamiento y reordenamiento para poder ser apreciada en toda su valía.
Sergio Velarde
no apoyo tu opinion , porque a mi parecer estuvo buena , aunque con algunas cosas por mejorar , pero si estubo buena como te digo , no por ende este año tambien habra una nueva temporada de esta obra teatral ..
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