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sábado, 19 de marzo de 2011

Crítica: HISTORIA DE UN HOMBRE

Personalísimo trabajo de Daniel Dillon

Adaptada y dirigida en versión libre por el dramaturgo y director Daniel Dillon, Historia de un hombre, escrita por el español Borias Trauben, es un espectáculo teatral con dinámica de performance que explora con éxito nuestra eterna dificultad para generar lazos afectivos en medio de la miseria y de la crisis, a través de la historia de un joven soldado (Fito Valles) y su compleja relación con una vieja represiva (Angelita Velásquez) y una perturbada mujer (Patricia Biffi). La trama y el desarrollo de la historia queda relegada a un segundo plano, pues el director propone un marcado énfasis en la vida interior de estos golpeados personajes y en la oscura interacción entre ellos.

La performance, con un diseño de luces similar a la de su poco convencional adaptación de Roberto Zucco de hace algunos años, juega con las sombras, los silencios y los cuerpos de los actores, que impactan más que con los escasos textos que recitan. Algunos cuadros resultan inquietantes: la mujer buscando la muerte en una cubeta de agua, el hombre cediendo a la tentación de un cuerpo tentador y repulsivo a la vez, y la vieja quejándose del cuidado que le intenta brindar la mujer. Gisella Estrada, encargada de la producción y la operación de luces, y Pamela Bardález, encargada de la música en vivo, coexisten en este universo lúgubre y miserable, adecuado con escenografía y utilería sencilla y funcional.

Valles convence en su transición de niño a soldado herido y derrotado; Biffi logra el equilibrio exacto entre la locura, la tosquedad y la sexualidad en su personaje; y Velásquez se luce con una soberbia caracterización de una vieja amargada y desquiciada. Historia de un hombre se convierte entonces, en una experiencia netamente sensorial, rica en imágenes y sonidos: el agua chorreando dentro de una cubeta, la blusa manchada de sangre, la gutural risa de la vieja, la tos del hombre enfermo, el aluminio arrugado de la lámpara de mesa, la sombra de la jaula moviéndose alrededor de los personajes, las erráticas notas del cello, el parche en el ojo de la mujer y las constantes y dilatadas pausas, que cubren de densidad y sordidez a la puesta en escena. Un personalísimo trabajo de Daniel Dillon es el que ofrece el colectivo Sin Línea Espacio Teatral en el Galpón Espacio.

Sergio Velarde
19 de marzo de 2011