domingo, 31 de julio de 2022

Crítica: LIMA, DÉJAME QUE TE CUENTE


Es tiempo de cuentos

En primer lugar, se tiene que mencionar que lo más resaltante de la noche fue la originalidad del montaje. Mientras miraba la obra pensé que esta era una adaptación de alguna de las famosas tradiciones de Ricardo Palma o de algún otro literato poco conocido del siglo XIX; sin embargo, quedé totalmente anonadado al enterarme, luego de hacer una investigación en redes sociales, que Lima, déjame que te cuente es una creación original de la productora Tiempo de Cuentos, dirigido por Yeniffer Díaz. Estoy convencido que capturar la atención del público fue su mayor logro y esto fue gracias a la mistura de tres expresiones artísticas que raramente coinciden: el teatro, la narración oral y la música. De hecho, minutos antes que empiece la función, se escuchaba que, tras el telón, los actores realizaban ejercicios de trabajo vocal.

El montaje también me hizo reflexionar sobre lo desconectado que se encuentra muchas veces el teatro limeño de otras expresiones artísticas, como por ejemplo el canto y la música, de una manera profesional. Esto lo menciono con absoluto respeto a otras producciones, en donde un espectador tiene que hacer un gran esfuerzo por entender las historias y dejarse absorber por el contexto que nos propone la música que lo acompaña. Tengo conocimientos básicos de teoría musical y trabajo vocal, pero confieso que la calidad vista en este montaje, al menos desde el punto de vista musical, no es muy frecuente verlo en el teatro limeño. Quiero decir que, por ejemplo, un egresado de la Universidad Nacional de Música (Ex Conservatorio Nacional), como Hans Meléndez, guitarrista principal de la obra, criticaría de manera nada complaciente muchos montajes teatrales limeños, solo por la poca o el nulo énfasis en la calidad de la música en vivo.

Por otro lado, es de felicitar el trabajo de Díaz como la narradora de la historia. La pasión que pone durante las diferentes escenas llegó a capturar la atención del público de manera original y divertida. La tesitura y la cadencia de su voz nos llevaban imaginariamente a una Lima en donde el chisme, la codicia y la arrogancia era la normalidad. Fue interesante el diálogo con el público; este se hizo de una manera muy profesional, sin llegar a invadir el espacio privado de los asistentes. Hay montajes en los cuales la intervención del público no es respetada y se les exige una participación para nada democrática y, en la mayoría de las veces, los pone en una situación incómoda. Este no fue el caso.

Adicionalmente, fue resaltante la calidad de los materiales de los vestuarios. Estos eran realmente coloridos y atractivos. Hasta cierto punto llegué a pensar que eran originales. Sin embargo, el vestuario de los actores correspondía al de habitantes de la Lima virreinal, mas no del año 1850. En los inicios de la República, la moda y las costumbres culinarias eran muy diferentes y esto lo pueden leer en los tomos de Historia de la República de Jorge Basadre. Me apasiona mucho la historia y tengo amigos historiadores, y por esa razón puedo mencionar esa inconsistencia. Aun así, este pequeño error histórico no opaca en nada el excelente producto artístico de la función.

Desde el punto de vista escénico, todos los actores destacaron y ninguno opacó al otro, pero particularmente resaltó Alessandra Rojas (Julia), pues interpretó a la pregonera, un personaje secundario y con máscara; y al mismo tiempo, a la protagonista. Nunca había visto algo así en un montaje, pero realmente me impresionó esa capacidad. Juan de los Santos (José Antonio) llegó a conmoverme mucho como el protagonista de esta historia tan trágica. Su papel fue limpio y con mucha presencia escénica. Meléndez y su guitarra hicieron que la noche pareciera un concierto del recordado Zambo Cavero. Muchas gracias por hacernos recordar a este entrañable artista nacional.

Finalmente, quiero felicitar al equipo de Tiempo de Cuentos por regalar al público este montaje. También por elegir un lugar tan poco convencional como una librería. Dicho sea de paso, El Virrey no cerró su atención al público durante la función y algunos transeúntes se quedaban mirando la obra desde la ventana muy confundidos. Esto fue, sin duda, un interesante detalle. Felicitaciones a todos.

Enrique Pacheco

31 de julio de 2022

viernes, 29 de julio de 2022

Crítica: EL GRAN FUEGO


Nación dividida

Casi diez años después de conmovernos con una de sus obras más logradas, El Dragón de Oro (2011) de Roland Schimmelpfennig, el colectivo Ópalo Teatro vuelve a presentarnos otra magistral puesta en escena del mismo autor, en conjunto con el Goethe-Institut Perú. El gran fuego no solo es otro acierto sobre las tablas, sino que su historia se hace absolutamente pertinente en un país como el nuestro, totalmente fragmentado y polarizado en todos los niveles. Un puente y dos pueblos divididos por un río que va aumentando su caudal se convierten en la metáfora perfecta de cualquier nación, incluida por supuesto la nuestra, incapaz de avanzar y desarrollarse por la necedad de sus habitantes en no ser empáticos los unos con los otros.

Fiorella Díaz y el director adjunto Jorge Villanueva arman este espectáculo coral con sensibilidad, oficio y criterio. Al igual que en El Dragón de Oro, el escenario del Instituto Goethe recibe a los espectadores en sus laterales, para luego aparecer los actores y escenificar esta parábola épica sobre las diferencias aparentemente irreconciliables entre dos sociedades y su incapacidad para resolverlas. Las magníficas secuencias, coreografiadas con el apoyo de telas y musicalizadas en vivo por Magali Luque, aprovechan todo el lirismo del texto de Schimmelpfennig y la versatilidad histriónica y corporal del elenco para interpretar sus múltiples personajes.

Son Karina Jordán, Carlos Victoria, Anaí Padilla, Irene Eyzaguirre, Gabriel Baltuano y el mismo Villanueva los encargados de darles voces y cuerpos a los protagonistas de este poema épico ambientado en la Europa del siglo XIX, pero que mantiene aún dolorosa vigencia. Acaso la escena más conseguida sea la que le da título al montaje, en la que los actores derrochan energía y precisión en su cometido. El gran fuego es otro triunfo escénico del colectivo Ópalo, uno que debe servir como reflexión acerca de la empatía y la tolerancia que debemos practicar como habitantes de una misma región, con el único propósito del bien común.

Sergio Velarde

29 de julio de 2022

jueves, 28 de julio de 2022

Crítica: HERMANAS


Desencuentros fraternales

Clausura del amor (2016) del dramaturgo francés Pascal Rambert fue uno de aquellos montajes teatrales de cuestionables resultados escénicos, pero que no pasan para nada desapercibidos. Se podrá argumentar sobre ciertas irregularidades en su puesta en escena, compuesta por dos monólogos; no obstante, nadie discutía la sobresaliente calidad de sus intérpretes, quienes asumieron los roles de una pareja en sus últimos momentos de relación. En esta oportunidad, el premiado Rambert asume la dirección de su propio texto, titulado simplemente Hermanas, consiguiendo un espectáculo evidentemente superior a la citada puesta anterior y estrenado en nuestro país con singular éxito, gracias al ICPNA en coproducción con el colectivo Laberinto XXI.

Dentro del Auditorio del Icpna de Miraflores, y así como ocurrió en Clausura del amor, el público es testigo del enfrentamiento sin cuartel entre dos personas unidas por poderosos lazos afectivos. En esta oportunidad, son dos hermanas, dos seres que pueden llegar a ser las amigas más cercanas o las más grandes enemigas. Su madre ha muerto y una de ellas no le avisó oportunamente a la otra. Las heridas sin cerrar, los recuerdos engañosos, el dolor y el miedo se hacen presentes en este altercado, que no da tregua al espectador. Lucía Caravedo y Denise Arregui lo dan el todo por el todo: la primera, como la intensa activista de derechos humanos; y la otra, como la conflictiva periodista. Ambas notables en sus respectivos papeles, cada una con una enorme cantidad de líneas que aprovechan en su totalidad.

La puesta en escena de Rambert llama la atención: el piso blanco colocado expresamente para la obra pareciera querer alejarse de la “teatralidad” de la caja negra y optar por un espectáculo más “realista”; no obstante, las botellas de agua colocadas estratégicamente para las actrices en el espacio lo estropean. Por otro lado, el detalle, ciertamente intrascendente, de llamarse las hermanas como las mismas actrices que las interpretan solo pareciera ser efectivo para ellas, en su afán de conseguir naturalidad. De ser así, la decisión está plenamente justificada, pues difícilmente Caravedo y Arregui podrán superar el nivel de intensidad y verdad conseguidos. Rambert ha creado con Hermanas un vehículo de lucimiento perfecto para dos actrices versátiles y comprometidas, dentro de una historia desgarradora, conmovedora y profundamente humana.

Sergio Velarde

28 de julio de 2022

martes, 26 de julio de 2022

Entrevista: DANIEL FLORES


“Necesitamos una retroalimentación entre director y actores.”

Una de las comedias más representativas de William Shakespeare es, sin duda, Sueño de una noche de verano. Una nueva versión se estrenará en el Teatro Mocha Graña, con la dirección de Daniel Flores y las actuaciones de un joven elenco. Justamente, Oficio Crítico conversó con el joven director, responsable de la nueva temporada de esta comedia universal, que continúa vigente en todos los teatros del mundo y que aborda el tema del amor y la pasión, mientras juega con lo real y lo fantástico.

A pesar de haber sido escrita allá por 1595, esta obra no ha perdido actualidad pues el tema del amor trasciende tiempo y espacio, narrado al incomparable estilo de este famoso y universal dramaturgo inglés. El elenco está conformado por Marjorie Malca, Mario Cortijo, Alejandra Arévalo, Miguel Seminario, Maylin Contreras, Klaus Herencia, Emmanuel Caffo, Alonso Cook y Erick  Kruger. La traducción y versión de la obra pertenece a Alonzo Aguilar.

Las entradas se encuentran disponibles en Joinnus o en boletería del teatro Mocha Graña el mismo día de cada función. El estreno será el viernes 5 de agosto a las 8:00 p. m.

Sergio Velarde

26 de julio de 2022

lunes, 25 de julio de 2022

Crítica: AS BAJO LA MANGA


Cuatro en uno

Marc Egea es uno de los dramaturgos españoles más populares, especialmente por sus textos destinados al Microteatro, un formato que tuvo una singular acogida en nuestro país, previo a la pandemia. Además, fue muy requerido en los tiempos virtuales, pues sus obras de corta duración se prestaban para diversos experimentos en línea, algunos ciertamente interesantes. Pues bien, Egea regresa nuevamente a los escenarios presenciales en este “renacer” teatral y por partida cuádruple: el director Víctor Manuel Sánchez viene presentando cuatro ingeniosas microobras del mencionado autor en un espectáculo titulado As bajo la manga, producido por Globo Rojo Producce y estrenado en el Teatro Esencia de Barranco.

Los encargados de interpretar todos los personajes del montaje son los jóvenes y prometedores actores Mellanie Elguera y Javier Deza, quienes con mucho carisma y aplomo sacan adelante las escenas. Iniciar con Una buena abogada puede que sea un enorme riesgo, ya que la truculenta trama que involucra a un depredador sexual y su enigmática defensora no deja lugar para el humor, el cual llegaría después con las siguientes secuencias y que acaso puede tardar en hacer efecto en el público. Es entonces Por favor la pieza clave, pues con este diálogo entre una mujer que acaba de ser asaltada y un altanero inspector nos muestra de lleno la corrupción que ha invadido (hace rato) todas las instituciones es que las risas van asomando tímidamente. Por su parte, Y punto, con los intentos de un ama de casa por dejar de fumar, y Sell it, con un enigmático cuadro pintarrajeado, funcionan muy bien entrando de lleno en la comicidad.

La decisión del director Sánchez de acompañar los cambios de escena con una voz en off con estadísticas de las tres primeras problemáticas (violación de menores, corrupción policial y perjuicios del tabaco) podría revisarse, ya que ralentiza el ritmo de las acciones. También la idea de interconectar estas cuatro historias independientes, de acuerdo al material publicitario, con las relaciones de poder puede resultar forzada. As bajo la manga sí vale por el sólido trabajo de los intérpretes, bien dirigidos, y por el talento de Egea para conseguir un ingenioso desarrollo de las historias que viene proponiendo.

Sergio Velarde

25 de julio de 2022

viernes, 22 de julio de 2022

Crítica: APUNTES AMERICANOS


¿Qué te identifica con tu patria y como artista al mismo tiempo?

En algún momento de mi vida, en una exploración teatral en mi formación, se me presentó aquella propuesta. Recuerdo haberla tomado con poca importancia. ¿Qué me generaba mi país? Tenía que mostrar ese sentir por medio de una performance de algunos minutos. ¿Cuál fue el resultado? Un trabajo vacío y flojo, no logré conectar con nada en particular; con el pasar de los años me llevé ese ejercicio en la mente. ¿Qué me conectaba con mi patria y con mi labor artística? Siempre me lo cuestioné. Como creo en las señales y que nada es casualidad, y en mi aporte actual, muchos años después, con la crítica teatral, me tocó ver una puesta que me hizo conectar con aquella pregunta perdida en los años.


Apuntes Americanos es una experiencia de cómo identificarte con la historia de tu país y apropiártela para elegir un mejor presente con ella, entenderla y así construir un mejor futuro; usando el cuerpo en diferentes dimensiones, totalmente subjetivo, surrealista, revolucionario. El cuerpo como herramienta total de conexión con aquella historia, con tonos de color tierra, con actores totalmente comprometidos (que valga el presente paréntesis, la mayoría no eran peruanos, pero a pesar de que la pieza hablaba del Perú, no era necesario que los actores lo fueran para sentirse mimetizados con su labor de artistas y con una identidad por una nación), los elementos precolombinos mínimos que tenían vida propia, medios audiovisuales, danza, teatro, consciencia colectiva y un espíritu para que el público sea el arqueólogo e historiador de lo que estaba ocurriendo.


Es un puesta en escena que empieza en el patio de la Alianza Francesa, pero ya no era el patio, ya sentías cómo te transportaba a un espacio atemporal, donde eras testigo de la danza de imágenes en movimiento, que se entrelazan con la honestidad con la que sus actores entran en un ritual psicomágico, que te hace apreciar todas las posibilidades que tiene el cuerpo. Y donde, al fin, pude encontrar en mi propia experiencia que me vincula con mis raíces y mi historia. El arte te hace cerrar círculos y renacer; así como el poder de cuestionar todas las creencias y significados que heredamos de nuestras crianzas y caminos.


Manuel Trujillo

22 de julio de 2022

jueves, 21 de julio de 2022

Crítica: LA ENFERMEDAD DE LA JUVENTUD


A romper moldes

Existen dilemas en nuestra vida cotidiana de tal índole que parecen universales. Pues en el tiempo, la temprana adultez les llega a todos por igual. Con ello, sus relevantes complicaciones de un modo u otro considerables en el actuar. Por ejemplo, la percepción poco vislumbrada del amor, la capacidad de manipular, la autodestrucción, la depresión, entre muchas cosas que dan la impresión de formar parte de un melodrama adolescente; y sin embargo, puede ser el día a día de la lucha de un joven de los años 20 como de la época actual. La premisa propuesta es lo que manifiesta La enfermedad de la juventud de Ferdinand Brueckner, dirigida por Carlos Delgado Morris, con las interpretaciones de Carlos Cáceres, Camila Vinatea, Jorge Guerra Wiesse, Matilde León, Stefano Tosso, Steffany Hundskopf y Valquiria Huerta.

Dentro de la acción está un grupo de jóvenes estudiantes de la primera mitad del siglo XX vivenciando las complicadas relaciones humanas y a lo que ello conlleva. Vemos cómo una pareja de amigas se ve envuelta en un intenso, pero prohibido amorío para llenar una falta relevante de autoestima; mientras otra pareja inicia su romance a través de una traición; y por otro lado, a la más siniestra complicidad de un hombre perverso con una criada, a quien engatusa para prostituirse. Un amague de decisiones de personas inconscientes de las consecuencias son lo que hace atractivo e interesante el montaje. Su atrevimiento por mostrar de forma cruda y realista dichas situaciones tan reconocibles es el punto más sólido, en términos generales.

Los intérpretes, por su parte, logran buenos momentos en sus respectivos papeles. Hay buena escucha entre actores; son precisos en los movimientos (en la mayoría del tiempo) y en la construcción de imágenes dentro de las escenas. Cabe destacar algunos duetos que desarrollan con mayor versatilidad y cierta belleza la crueldad de las circunstancias, entre ellas encontramos a Tosso y a Huerta, por sus cambios tan naturales del cariño sincero a la manipulación; además, están Vinatea y León, las amigas y amantes que pueden desprender fácilmente dulzura y desprecio. No obstante, estas últimas también, debido al nivel de su carácter, caían en emociones o griteríos no bien manejados en lo álgido de sus intervenciones; mientras menos hacían, más funcional era su trabajo.

La dirección supo alinear bien a cada actor sin quitarle peso y estatus a otro. Los cuadros que creaban los cuerpos tenían buena concordancia con la estética del espacio bien amoblado. Aunque no quedaba muy claro el lenguaje que manejaban porque su histrionismo a veces era demasiado en comparación con las situaciones supuestamente realistas. Aun así, el conjunto de cambios de escena, de luces, de música y corporalidades nos mostraban inteligentemente la idea de la obra: la juventud es descontrolada.

Solo queda reflexionar sobre la necesidad de ver creaciones similares, con tintes grises y menos romantizados en la cartelera.

Christopher Cruzado

21 de julio de 2022

miércoles, 20 de julio de 2022

Crítica: CASA DE MUÑECAS


La pertinencia de un clásico  

Escrita por el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, Casa de muñecas, es, sin duda, un referente de la narrativa moderna. Ibsen, con certera pluma, exploró la complejidad de los seres humanos, destacando los poderosos y controversiales personajes femeninos de aquella época (s. XIX).

En esta ocasión, la Compañía de Arte Dramático trae a escena la historia de Nora, la abnegada y dulce esposa de Torvaldo Helmer, que ve en peligro la prosperidad que impera en su hogar, debido a un préstamo que el abogado Nils Krogstad le hizo tiempo atrás para salvar la vida de su marido, un hombre honesto y orgulloso. Al verse acorralada, Nora intentará en vano resolver el entredicho sin que Torvaldo lo sepa, pues al enterarse, lejos de ser un consuelo, él la humilla y le prohíbe estar cerca de sus hijos.     

Bajo la fina y acertada dirección de Edwar Reyes, con la asistencia de Flavia Goya, el diseño del escenario circular es bien aprovechado por los actores en cada escena, con contados elementos escenográficos, los cuales se complementan con la iluminación, el vestuario y la música. Mención aparte para las excelentes interpretaciones encabezadas por Lilian Schiappa-Pietra, quien pese a la fragilidad del personaje, nos conduce hacia una transformación potente y entrañable; la imponente y a la vez divertida presencia de Reynaldo Arenas, como el doctor Rank; Jorge Armas Ghersi, como el inquebrantable Torvaldo; Renato Medina-Vassallo en la piel de Krogstad, quien más que villano nos conmueve con el trasfondo de su historia; y Alejandra Campos, como Cristina, vital y precisa en sus intervenciones.

Casa de muñecas, en esta versión renovada y sutil que propone Reyes, nos revela la pertinencia de volver a los textos clásicos desde una perspectiva actual, para continuar revisándolos y cuestionando nuestros ‘roles’, muchas veces impuestos por tradiciones sociales, culturales y religiosas. Enhorabuena por la Compañía de Arte Dramático; la puesta sigue en temporada en la Asociación Cultural Campo Abierto. 

Maria Cristina Mory Cárdenas

20 de julio de 2022

lunes, 18 de julio de 2022

Crítica: MEMORIAS DEL PACIFICO


¿Transgresión histórica o experimentación dramatúrgica?

Luego de habernos regalado, en tiempos de reclusión obligatoria, algunas de las más potentes, histéricas y visualmente impresionantes puestas en escena virtuales basadas en la mitología griega, el dramaturgo y director Jorge Pecho se embarca en una insólita aventura presencial, una que involucra a nuestros Héroes Patrios y que bien podría hacer palidecer a los historiadores más puristas o aquellos que crean que los acontecimientos de nuestra historia son intocables. Por cierto, ¿habrá entonces alguna temática prohibida para la libre creación dramatúrgica? ¿Existirán personajes y hechos históricos que no deberían ser manipulados al antojo del creador? ¿Se habrá cruzado algún límite con la temporada de Memorias del Pacífico, escrita y dirigida por Pecho en el Teatro Esencia?

Y es que siguiendo la línea de Titanomaquia: El Fin de los Dioses (2021), aparecen, en el escenario vacío, cuatro hermanos vistiendo a la usanza de la Sudamérica del siglo XIX y que son nada menos que una especie de “dioses” con la facultad de intervenir, disuadir, fomentar o frustrar los acontecimientos reales que sucedieron en nuestra región ¡en los tiempos de la Guerra del Pacífico! ¿Broma? ¿Burla? ¿Herejía? Lo cierto es que vemos y escuchamos al intenso Mathais (Renzo Torres), quien le brindará poderes especiales al Brujo de los Andes para ganar sus batallas; a la rebelde Ludus (Leonela Alarcón) llorar amargamente la trágica muerte de su amigo, el Caballero de los Mares; al racional Raxus (Álvaro Pajares) justificando el derramamiento de sangre y sufrimiento de cientos de personas; y a la calculadora Ethais (Quini Gómez), quien no permitirá que se concrete la alianza entre países hermanos.

La idea de Pecho es ambiciosa, pues repasa los principales acontecimientos de la Guerra con Chile, adjudicándoles las victorias y derrotas a las decisiones tomadas, muchas de ellas turbias y egoístas, por estos seres omniscientes. Interesante, eso sí, la premisa de convertirse la absoluta libertad de las naciones en un peligro inminente para ellas mismas y además, para la trascendencia de estos “dioses”, responsables directos del estallido de violencia. Puede que Memorias del Pacífico divida ciertamente al público espectador como lo ha hecho con la crítica. Sin embargo, la absoluta convicción y solemnidad del elenco al interpretar sus personajes (especialmente Gómez y Alarcón) permite al espectador promedio, aquel dispuesto a entrar en la convención, el disfrutar de la arriesgada y valiente propuesta que Pecho ha concebido desde el respeto y la libertad que como dramaturgo esgrime.

Sergio Velarde

18 de julio de 2022 

sábado, 16 de julio de 2022

Crítica: TRUCOS PARA VER EN LA OSCURIDAD


Bitácora pandémica de un estreno postergado

Uno de los referentes obligados del teatro testimonial en nuestro país es, sin duda, la dramaturga y directora Mariana de Althaus. Desde Criadero (2011), pasando por Padre nuestro (2013) y Pájaros en llamas (2017), hasta Teatro Inmune (en tiempos de aislamiento) (2020), De Althaus ha explorado con éxito historias reales, desde temas domésticos como las vicisitudes de la maternidad hasta la pérdida de familiares en accidentes aéreos, para exponerlas de manera estilizada y atinada sobre el escenario, incluso el virtual. El límite entre la ficción y la no ficción se desdibuja y es el público el que sale beneficiado, con espectáculos que tocan sus fibras más íntimas y sensibles, con mucho más contundencia que otras historias de autores ajenos. Es por ello que su última propuesta escénica, el unipersonal Trucos para ver en la oscuridad, cala hondo en el espectador, pues nadie puede permanecer indiferente hacia una realidad que nos ha tocado a todos por igual.

Y es que De Althaus se basa, para esta creación, en su propia experiencia profesional y personal antes, durante y después del confinamiento, en el que todos (absolutamente todos) nuestros propios proyectos fueron postergados, abortados o reinventados. Como cualquier otra persona, fue el miedo que sentimos todos, al ver nuestras vidas trastocadas ante la crisis sanitaria, el sentimiento que prevaleció, especialmente en los artistas. La autora y directora se vale del esmerado trabajo de la actriz que la interpreta (una magistral Alejandra Guerra que llena por completo el escenario vacío), para contar su propia historia con las páginas de su diario proyectadas en el foro. Esta trama de la obra postergada por pandemia, y que estamos presenciando en tiempo real, se encuentra hábilmente estructurada con hechos reales y concretos, así como con algunos (quién sabe cuántos) detalles reimaginados o exagerados, como aquellas supuestas funciones teatrales prohibidas, por ejemplo.

Trucos para ver en la oscuridad, autoficción metateatral con un inmejorable título metafórico, presentada por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, no solo resulta ser un sólido vehículo de catarsis tanto para la creadora, la actriz y el espectador, sino que se consolida como uno de los más inspirados y valiosos espectáculos teatrales en temporada y demuestra una vez más las enormes posibilidades del teatro testimonial como estrategia dramatúrgica para la creación de experiencias únicas en el espectador. Bien por De Althaus en su perseverancia por ofrecer propuestas escénicas que impacten en el público y que además, consigan una inmediata identificación.

Sergio Velarde

16 de julio de 2022

Crítica: ARTE


Críticas claras, amistades largas

Interactuar con otro puede ser de las prácticas más atractivas y lindas del ser humano, pero también puede ser complicada y llevarnos a cometer las peores decisiones de nuestras vidas. La relación amical no va lejos de esa idea. Tiende a manifestar tanta complejidad mantener una buena amistad como mantener una relación amorosa. Más aun si tratamos de guardar apariencias ante el inminente rompimiento de aquellos débiles lazos, ya monótonos e insoportables, del respeto y compresión hacia esa aparente alma amiga. Es así que la Asociación Cultural Cuerpos del Abismo nos trae una propuesta que explora la premisa antes mencionada mediante la divertida obra Arte de la dramaturga francesa Yasmina Reza, versión de Gonzalo Rodríguez Risco y bajo la dirección de Giovanni Vidori, presentado en el Teatro de Lucía.

Una pintura particular fue comprada por Sergio (Paco Solís Fúster), un amante del arte plástico, por una suma absurda de dinero; lo cual es duramente criticado por su mejor amigo Marc (Giovanni Vidori), un cínico historiador. Entonces para llegar a un consenso entra a escena Iván (Matías Spitzer), amigo de ambos, quien resulta el más amable, pero casi de manera trágica, clasemediero y poco culto del grupo. Todos los personajes perfectamente construidos en función de sus difíciles relaciones dentro de la narrativa, constituyendo un choque de diferencias sociales, ideológicas, económicas, solo por mencionar algunos aspectos. Esto es muy bien logrado en las actuaciones, cada uno con un estilo propio, en sintonía y ritmo entre los intérpretes.

Su trabajo demuestra de forma clara los problemas internos de los personajes frente a su debilitada confraternidad, creando momentos de mucha naturalidad en lo frágil, lo irónico e incluso lo crudo. Destacando, en especial, el manejo de los matices de Spitzer, ya que en sus textos largos hacia el público es cuando irradia una triste ternura al contar sus tragedias prematrimoniales y de trabajador mal asalariado.

Aquí lo que compone, a la vez que sintetiza el montaje, es la estética minimalista escogida por la dirección. El espacio brevemente acomodado por bancas o algunos objetos de utilería se llena al mostrar el cuadro básicamente en blanco, causa del conflicto principal y símbolo del postmodernismo cuestionado por sus conceptos intelectualoides, siendo el eje de los cuerpos de los actores en la mayor parte del tiempo que está en el escenario. Aunque no tenga que ver con la fragmentación de la amistad, su peso simbólico no es menos relevante.

Pocos textos implican temas de esta índole de una forma tan creativa y profunda. No solo porque puede uno identificarse en los personajes, sino debido a su reclamo por la tan obvia deshumanización de nosotros -casi por completo individualistas, hipócritas o mediocres-, comprobando que muchas veces somos sociales, pero en automático, sin tacto ni cariño, mucho menos amor. Puede que sea de esas contadas puestas de la cartelera que tenga tanto sentir humano.

Christopher Cruzado

16 de julio de 2022

viernes, 15 de julio de 2022

Crítica: SOBRE LOBOS


Heridas por sanar

Ganadora de la primera edición del Programa de Dramaturgia Peruana Sala de Parto (2013), la pieza Sobre Lobos, escrita por Mariana Silva Y., regresa casi una década después al Teatro La Plaza. Se trata, sin duda, de unos de los textos más potentes de la mencionada edición y que mantiene sus fortalezas y vigencia intactas, gracias a una intensa puesta en escena, a cargo de la misma autora y Diego Gargurevich. La analogía con los lobos resulta muy pertinente, ya que los protagonistas llevan vidas solitarias, pero necesitan del acompañamiento afectivo de otras personas para salir adelante y así sanar las profundas heridas que los aquejan.

La trama involucra a tres personajes que vienen encontrando distintas maneras para recuperarse de sus particulares pérdidas: Gloria (formidable Liliana Trujillo), una exvedette retirada, debe alquilar una habitación de su destartalada casa para poder sobrevivir en tiempos de olvido; Julia (conmovedora Macla Yamada), una arisca correctora, se refugia en su soledad para escapar de una terrible experiencia vivida; y Fede (preciso Johan Escalante), un joven español recientemente separado, viene sobreponiéndose de la pérdida de su anhelado sueño familiar. La escenografía, funcional en la delimitación de los espacios, junto a los efectos de luces y sonido, están intachables y particularmente efectivas en las secuencias oníricas.

Sobre Lobos es ante todo una historia de personajes, y estos se encuentran magistralmente interpretados por el elenco. Acaso encontrar un paralelismo con los efectos del encierro provocado por la pandemia, especialmente en el personaje de Julia, y como se mencionó en una entrevista a la autora, pueda resultar algo forzado. Y es que la pieza es atemporal, pues las problemáticas que abarca, como la violencia contra la mujer, la discriminación y aquellas tradicionales ideas acerca de la maternidad y la familia, se encuentran lamentablemente en plena vigencia. Este reestreno tardío de la obra de Silva Y. se consolida como un espectáculo escénico impostergable y sin duda, uno de los mejores del año.

Sergio Velarde

15 de julio de 2022

miércoles, 13 de julio de 2022

Crítica: EL HUESO DEL HORIZONTE


El horizonte del pasado

En primer lugar, debo confesar que demoré en realizar esta crítica, pues quería darme un tiempo para leer a la autora Estela Luna y de verdad, estoy muy emocionado que la espera haya tenido sentido. La edición de la dramaturgia de esta autora está disponible parcialmente en la página web institucional de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático*.

El montaje me hizo reflexionar sobre dos aspectos. En primer lugar, el trabajo del dramaturgo es fundamental, pues tras él se esconden las emociones y sentimientos que se mostrarán en la obra. En ese sentido, los actores tienen una responsabilidad gigantesca al momento de realizar la lectura dramatizada, estudiar e interiorizar el contexto de la obra. Es altamente probable que el actor sea propicio o tenga cualidades que vayan más allá de su trabajo actoral. Me explico: si un actor no ha vivido una dictadura, pues debe al menos leer mucho sobre esta y tratar de empatizar con esta situación tan compleja. Al fin y al cabo, la actuación no es imitar, sino es fomentar la creación del personaje a partir del mismo trabajo físico del actor. ¿Puede un actor no leer? En segundo lugar, me hizo reflexionar lo poco que se representan los clásicos de dramaturgos peruanos contemporáneos en las salas teatrales actuales. Se presentan, pero no de la manera recurrente que uno podría esperar. Reconozco que Luna me era desconocida, pero luego de leerla esta semana, me apasiona. Creo que los dramaturgos de montajes de creación colectiva podrían recurrir a ellos mucho más a menudo. Luego de leer a Luna, confieso que me hubiese gustado vivir en los noventa, conocer su obra y de otras, como Sara Joffré. Mi generación fue diferente.  

Por otro lado, el montaje, bajo la dirección de Martín Velásquez, se puede resumir en una palabra: extrañeza. Para Luna, el nivel de construcción de una realidad teatral atravesaba problemáticas globales, históricas, ideológicas y cotidianas. Después de ver las actuaciones de Cynthia Bravo y Daniela Sosa del Río, me pareció ver más una comedia romántica que un cuestionamiento a las masculinidades tóxicas y estereotipos femeninos, en el contexto de una dictadura. Las escenas en las que el personaje de Sosa del Río hace referencia a las protestas sociales a fines de los noventa generaban una sensación de extrañeza; con toda honestidad, no sentía que su personaje, una profesora universitaria, realmente empatizara desde su ventana con los jóvenes que reclamaban el fin de un régimen déspota. La relación entre las protagonistas era muy amical y llegaba a ser, por momentos, cómica y atractiva al público, pero con poca reflexión sobre el contexto desde el cual partía la historia. En cambio, en el apartado estético la situación cambia: lo más destacable fue la iluminación, así como la escenografía muy realista. Me gustó particularmente que se cuidara los detalles de una habitación de los años noventa.

A pesar de que el mensaje no quedó del todo claro, solo por el hecho de que el montaje llegue a entretener, recomendaría la obra a todo el público.

Enrique Pacheco

13 de julio de 2022

* Estela Luna. Nueve obras de teatro sobre el inicio y fin del mundo. https://www.ensad.edu.pe/wp-content/uploads/2021/03/Estela-Luna-114-p.pdf

lunes, 11 de julio de 2022

Crítica: PRIMER FESTIVAL DE TEATRO INDEPENDIENTE DESAMORES


Las (des)variadas formas del amor

Teniendo como escenario la Asociación de Artistas Aficionados, se llevó a cabo el mes pasado y con inusitado éxito el Primer Festival de Teatro Independiente DesAmores, en el que se estrenaron cinco espectáculos teatrales que giraban en torno a este sentimiento tan contradictorio, inesperado y especial. Oficio Crítico alcanzó a ver cuatro de estas interesantes propuestas, las que reafirman el empeño y el riesgo asumido por sus creadores para alcanzar así el alto promedio de calidad que vienen ofreciendo los recientes espectáculos escénicos presenciales, en este nuevo renacer teatral luego del cierre de espacios por la crisis sanitaria.

La joven artista Mónica Talavera escribe y protagoniza La historia más bonita de amor, una obra que hábilmente revierte el tono “dulzón” del título para convertirse en una verdadera terapia en escena, en la que Mariana (Talavera) intentará recuperarse, a través de la experiencia teatral, de una dolorosa decepción amorosa. Para ello cuenta con un sólido elenco de amigos actores (Diego Salinas, Augusto Gutiérrez y Natalia Bonifaz), quienes interpretan al resto de personajes en la historia. El director Roberto Vigo le insufla energía y humor a una trama acaso algo dilatada en su número de secuencias, pero que depara muchos momentos sorprendentes, especialmente cuando la toxicidad en el personaje de Salinas se torna inquietante por momentos.

De otro lado, dos autores dirigieron sus propios textos con sólidos resultados. Aldo Sánchez explora la insana mente de un guionista con una severa crisis de creatividad (Neshken Madueño) en Una mirada atrás; en medio de pesadillas y recuerdos cargados de un fuerte surrealismo, destaca la relación tan especial de este hombre con su madre (Ximena Arroyo). Y Joan Manuel Girón propone en Quiéreme un poquito más un convincente triángulo amoroso (Madueño, Talavera y Abril Cárdenas), en el que los personajes sufren encuentros y desencuentros afectivos en medio de temores, frustraciones y el permanente miedo al compromiso. Son dos propuestas escénicas que exploran, cada una a su manera, muchas de las posibilidades creativas alrededor de las relaciones afectivas.

Finalmente, la sorprendente Las niñas de Cárdenas inicia con la presentación de un colorido aquelarre y los distintos dones que poseen sus integrantes, en medio de un espacio y tiempo real-maravilloso; sin embargo, conforme afloran las personalidades y los oscuros secretos de cada una de estas brujas, los conflictos y sus escabrosas consecuencias no tardan en aparecer. La dirección de Girón consigue estética y fluidez durante todo el espectáculo y se evidencia un especial cuidado en algunas truculentas secuencias, muy bien manejadas. Excelente el trabajo en conjunto de Cárdenas, Arroyo, Bonifaz, Tania López y Camila Santo; así como el de la Cárdenas dramaturga, quien logra un pertinente paralelo con nuestra realidad y el estado de vulnerabilidad que sufren muchas mujeres en nuestro país. Este Primer Festival de Teatro Independiente DesAmores, con la producción ejecutiva de Ximena Aguilar y el apoyo de sus gestores, fue una valiosa oportunidad de conocer novedosas propuestas de jóvenes creadores y el gran talento que de seguro seguirán evidenciando en el futuro.

Sergio Velarde

11 de julio de 2022

viernes, 8 de julio de 2022

Crítica: GAY PLAY


Con orgullo y sin prejuicios  

Visiblemente emocionada, la directora Nella ‘Samoa’ Alvarez comentaba, en el escenario del Teatro Julieta al término de la última función, el gran desafío que significó el haber estrenado en la capital la pieza Gay Play, escrita y co-dirigida por Gonzalo Rodriguez Risco, ya que incluso el mismo nombre de la obra jugaba en contra al momento de conseguir financiamiento para su producción. Razón no le falta a Alvarez, ya que lamentablemente vivimos en una sociedad (aún) profundamente machista, tradicional (en el peor sentido de la palabra) y por supuesto, discriminadora. Es por ello que el excelente resultado presentado en escena no solo es una muestra más del muy buen nivel que exhibe la mayoría de las puestas presenciales en la actualidad, sino que constituye todo un acto de compromiso y resistencia que debe ser aplaudido, sin duda.

Estrenada hace 11 años en Estados Unidos y presentada por primera vez en nuestro país, Gay Play no ha perdido un ápice de pertinencia y vigencia. Dividida en dos partes bien definidas, primero conocemos y nos involucramos en la genuina amistad entre la superestrella de drag Didi Coquette (Gerson del Carpio) y el tímido Reynaldo (Brayan Pinto) en medio de coloridas música, canciones y coreografías ad hoc, para luego enterarnos que este último esconde un secreto que bien podría provocar una ruptura en su relación. Como toda puesta presencial de Samoa Producciones, los lenguajes cinematográfico y teatral se complementan de manera coherente y acertada, desde los créditos de inicio y final en la pantalla del foro, hasta el aprovechamiento de las escaleras y la puerta de ingreso para ciertas acciones.

En el apartado de las actuaciones, Del Carpio se luce con un personaje lleno de energía, vitalidad y sobre todo, humanidad. Por su parte, Pinto destaca por su versatilidad, es divertido y conmovedor de acuerdo a la ocasión. El acompañamiento permanente y virtual de las tres bailarinas y la aparición del stripper Fernando Villena suman al montaje. Esta (la primera de muchas, ojalá) temporada de Gay Play constituye todo un acierto en varios niveles: no solo se trata de un espectáculo estilizado y divertido, sino que llama a la oportuna reflexión en los espectadores acerca de una comunidad que necesita ser escuchada y visibilizada, con mucho orgullo y sin prejuicios.

Sergio Velarde

8 de julio de 2022

Crítica: HISTORIAS DE TINDER


Buscando amor en línea

Una de las aplicaciones de citas y encuentros más populares en el mundo es, sin duda, Tinder. Y de acuerdo a recientes estadísticas*, en mayo de este año se registraron más de 1,46 millones de descargas de esta aplicación en Latinoamérica. Y en el Perú, la cifra llegó a más de 77 mil. No es de extrañar entonces, la conveniencia de este servicio digital, ya que el acelerado ritmo de vida de un grueso de la población sexualmente activa prefiere las relaciones rápidas, prácticas y selectivas. Los riesgos (y muy serios) en su uso ciertamente existen; sin embargo, la productora de teatro independiente “Fátima Producciones” apuesta por explorar el lado más simpático e irónico de la mencionada aplicación en la comedia Historias de Tinder, presentada en el Teatro Mocha Graña.

Con contados y funcionales elementos escenográficos (como cuatro bastidores huecos simulando las pantallas de móviles), la trama sigue las idas y vueltas, en el mundo real y en el virtual, de cuatro jóvenes adultos en su infructuosa búsqueda de compañía, amor y/o sexo. Estos personajes, que entrarían en la categoría de “millennials”, presentan los típicos comportamientos en esta era digital hiperconectada, como el “frikismo”, la falta de compromiso, el culto al cuerpo, la frivolidad y la necesidad de guardar las apariencias. El Tinder hará que sus caminos se crucen con hilarantes consecuencias, ejecutadas con mucha fluidez y humor por los intérpretes. Bien manejado además, el espinoso tema de las falsas identidades en esta aplicación durante los encuentros en persona que se llegan a concretar.

El elenco conformado por Mario Soldevilla, Tabata Fernandez-Concha (encargada además de la producción, los diálogos y la dirección de actores), Chiara Bardales y Juan José Oviedo define muy bien a sus respectivos personajes. Muy divertidos además, los monólogos de Soldevilla y Fernández-Concha, quienes con mucho aplomo y carisma le confiesan al público sus propios miedos e inseguridades dentro de la ficción. Historias de Tinder cumple sobradamente las expectativas, convirtiéndose en una muy recomendable comedia que explora hábilmente los encuentros y desencuentros sentimentales de toda una generación, enfrentada a un mundo que avanza de manera acelerada en la era digital.

Sergio Velarde

8 de julio de 2022 

(*) https://es.statista.com/estadisticas/1191421/tinder-descargas-app-america-latina-pais

martes, 5 de julio de 2022

Crítica: EL COLLAR


Ataduras invisibles

LA IRA Producciones está presentando por una breve temporada El Collar, con la dramaturgia de Airam Galliani –quien forma parte del elenco- y bajo la sensible dirección de Carla Valdivia.

Así, el íntimo escenario de la Sala Auditorio del Teatro Británico nos presenta un llamativo diseño en tonos cálidos, que refleja el interior de una casa en la cual dos mujeres exteriorizan lo más profundo de sus pensamientos y emociones, en torno a una relación/convivencia de la que no pueden escapar. Completa la dupla Fiorella Luna, quien junto a Galliani se envuelven en una armoniosa y sentida interpretación, acompañada de los movimientos físicos muy cuidados que ejecutan las actrices, invitándonos como espectadores a entrar en la mente y corazón de una mujer, o de dos mujeres que se ven reflejadas una en la otra en las mañanas soleadas que tanto añoran al despertar.

El impecable trabajo de dirección de Valdivia se refleja en la congruencia entre el montaje y la lírica de la narrativa, que nos confronta con el collar como símbolo de esas ataduras invisibles, de las que muchas veces es difícil desprenderse. Un viaje hacia el interior representado también en los elementos más sencillos de la utilería, que son aprovechados para darle sentido a cada frase y silencio de la pieza teatral que muestra un estilo mayormente surrealista, lo cual se amalgama perfectamente con el certero texto de Galliani.

El Collar es una íntima puesta en escena que nos permite ver parte del universo interior femenino, relatado desde la honestidad, permitiéndonos cuestionar temas como el rol de las mujeres; la sensibilidad y fortaleza, dos fuerzas que se oponen pero que también pueden encontrarse; y la dependencia emocional, contraria a la libertad y autonomía que tanto nos cuesta conquistar como seres humanos.

Maria Cristina Mory Cárdenas

5 de julio de 2022

domingo, 3 de julio de 2022

Crítica: AGUA, EL MUSICAL


La vigencia del espíritu arguediano

La importancia del escritor y antropólogo andahuaylino José María Arguedas Altamirano (1911-1969) en nuestra cultura es capital e innegable. El abuso social que lamentablemente le tocó presenciar fue plasmado de manera brillante en su producción literaria, visibilizando así las complejidades de dos mundos (hasta ahora) antagónicos, el andino y el occidental, en medio de enormes brechas de desigualdad y discriminación social. Es por ello que llevar parte de su legado el teatro es una tarea plausible y encomiable. Es así que se presentó Agua, el musical, basado en el relato arguediano del mismo nombre escrito en 1935, pero que mantuvo una total vigencia en su temporada en el Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional.

Acaso lo más llamativo de la dramaturgia de Carlos Orbegozo sea el de haber cambiado el género de los héroes del texto original, convertidos ahora en Ernestina (Viviana Pereyra) y Panchita (Alejandra Egoavil); una arriesgada decisión que por cierto, no luce para nada forzada en estos tiempos de necesario empoderamiento femenino. Ambas mujeres se ven envueltas en una violenta lucha por tener acceso al agua potable en el poblado de San Juan, pues el preciado líquido elemento se les es restringido y negado por el inescrupuloso hacendado don Braulio (Paco Varela). La historia planteada se sigue con interés, los personajes se encuentran todos bien delineados y los escasos fallos en el apartado técnico no afectan en general al elenco en su desenvolvimiento coreográfico a cargo de Karlo Luyo, ni al disfrute de las excelentes letra y música de Luis Álvaro Félix.

Muy bueno el trabajo del ensamble en general, enérgico y carismático, con una mención especial para un conmovedor Diego Urcia, como don Inocencio. Por su parte, Varela se luce en su papel antagónico, así como también lo hacen Pereyra y Egoavil, ambas en inspiradas y entrañables interpretaciones. Agua, el musical, con la producción ejecutiva de Ricardo Cruz, la general de Félix y la dirección general de Luyo, se convierte en un sólido y recomendable musical, que lleva a la reflexión a los espectadores y a pesar de la libre adaptación realizada, mantiene vivo y de manera respetuosa el espíritu arguediano.

Sergio Velarde

3 de julio de 2022

Crítica: FÉMINAS


¿Cómo se sintió el proceso de la liberación femenina en el siglo XX?

Esta pregunta nos plantea la dramaturga cubana Julie de Grandy, a través de su pieza teatral Féminas, dirigida por Ramón García. Durante tres momentos específicos de la historia (principios de siglo, luego de la Segunda Guerra Mundial y la actualidad) nos van escenificando las diferentes perspectivas y pensamientos de una esposa y una amante, en cada una de estas tres épocas.

En un escenario minimalista apoyado por un proyector, que iba reflejando un fondo de acuerdo a cada escena que te hacía entrar dentro del tiempo y espacio adecuados para cada historia, somos testigos presenciales de cómo se relacionan a nivel de pensamientos, de costumbres y creencias dos mujeres en pugna de un hombre o quizá de la idea que tenían de acuerdo a la época de sus relaciones. No obstante, detrás de esto hay una lucha de poderes, de egos, de apariencias y de no perder posición ante una de ellas que se considera superior o se considera poseedora de la verdad por el título de esposa; no solo eso, sino que en un sentido más profundo, encontramos en cada época cómo la mujer, al salir de oscurantismo de ser propiedad del padre y marido, adquirir el derecho al voto y lograr respeto profesional dentro del mundo laboral, va también cambiando la forma en que se relacionan con otras mujeres y cómo se van vinculando cuando sienten que otra interviene en su espacio.

Las actrices logran con mucha convicción y energía transmitir en cada historia ese vínculo que van entretejiendo desde la honestidad y desde su propia relación como mujeres de acuerdo a su momento; siempre es bueno pensar que dentro de cada uno de nosotros hay diferentes versiones de nuestro propio ser, que la vida nos hace explorar según nuestras experiencias y vamos día a día conviviendo con nuestras propias inconsistencias y cuestionando creencias impuestas generación a generación. Siento que al aceptar estas versiones, podemos abrazarlas para empezar a soltar aquellas creencias que alguna vez nos ataron; estas mujeres van de alguna manera identificándose en la otra y nos puede dejar un mensaje de cuál es la verdadera solidaridad y empatía que precisa el otro, para mejorar en cada época la manera de cómo nos relacionamos.

Manuel Trujillo

3 de julio de 2022

sábado, 2 de julio de 2022

Crítica: ASÍ NOS VEMOS


Resistiré

Derecho, tac, tac, izquierdo, tac, tac, derecho, tac, tac, izquierdo, tac, tac… “Todo Universitaria, San Marcos, La Católica, habla, ¿vas?... sube, sube”. Derecho, tac, tac, izquierdo, tac, tac, derecho, tac, tac, izquierdo, tac, tac… “’pera, ‘pera… sube”. Despacio, despacio, no soy un objeto. “Listo… un asiento pal’ invidente, por favor, flaca, asiento reservado. Todo Universitaria…” Casos como estos ocurren a menudo en nuestra sociedad. Así surgió Así nos vemos, obra dirigida por Lucho Cáceres y producida por Teatro SinVERgüenza. Además, la acción se presenta de jueves a domingo en el Nuevo Teatro Julieta.

Así nos vemos es la historia de un grupo de actores invidentes y baja visión, que esperan a su director en su reciente espacio Nuevo Teatro Julieta. A raíz de ese “tiempo perdido”, surgen varias cuestiones para el grupo, como son las siguientes: ¿Ahora que presentamos?, ¿somos actores?, ¿deberíamos actuar?, ¿quiénes somos?, ¿cómo llegamos aquí? Los parlamentos contaban la historia de cada uno. Eso fue un gran acierto, porque el espectador pudo conocer qué experiencias, motivos o sentido de vida existe detrás de cada integrante del elenco. Por otro lado, la obra contenía humor negro relacionado con la ceguedad. Dicho factor aumentó el ritmo de la ficción en cada escena.

La obra de Teatro SinVERgüenza presenta un estilo naturalista. Además, se encuentra formado por relatos testimoniales; en otras palabras, las historias presentadas tienen un origen real. En ese sentido, permitió conocer más sobre el entorno de una persona invidente: su rutina, experiencia y problemas cotidianos fueron reflejados hacia el espectador con el objetivo de concientizar y decir “Mírame, soy una persona igual que tú. La única diferencia es que yo no puedo ver. No me mires con indiferencia, pero tampoco con lástima. Mírame como te gustaría que te vean”.

Así nos vemos presenta una llamada a la acción de concientización o visibilización de una problemática. Sin embargo, termina con un cántico ritual acertado entre actores y espectadores. Así, transforma el call to action de concientizar a celebrar, que refuerza el mensaje de la obra. En otras palabras, la obra de Cáceres refleja los problemas de una persona invidente, pero también invita a superar cada dificultad y celebrar la vida.

En conclusión, Así nos vemos es una obra de carácter testimonial representado por personas invidentes y baja visión. La obra emociona, porque es fructífera en historias reales; además, termina con un cántico colectivo invitando al espectador para celebrar la vida y superar sus dificultades.

Elio Rodríguez

2 de julio de 2022

Crítica: EL CIERVO


Rituales sensoriales

Partiendo de elementos extraídos de nuestra riquísima cultura peruana, el colectivo escénico Angeldemonio lleva más de veinte años ofreciendo espectáculos multisensoriales propios y atípicos, aquellos que buscan sacudir al espectador con experiencias únicas y originales, valiéndose de la música, la danza y toda manifestación popular y festiva de nuestro país. “Me interesa el surrealismo, creo en la inteligencia emocional”, mencionaba su director Ricardo Delgado en entrevista con Oficio Crítico 2018. “Creo en la dramaturgia de la imagen y creo en un teatro o en un arte escénico originario nuestro, que ya existía antes de la conquista y posterior colonización”. Es así que llegó su último estreno en la Alianza Francesa, El Ciervo, proyecto creado a partir de la cultura tradicional y popular del norte del país, con el apoyo de UPC Cultural.

Esta creación colectiva, con la dirección escénica de Delgado, se centra en la recreación de rituales alrededor de la figura del ciervo, acaso uno de los animales más hermosos y misteriosos, uno que se encuentra vinculado estrechamente a muchas culturas ancestrales y además, con muy distintas interpretaciones, como símbolo de poder, de renovación (por sus cuernos), pero también de la infertilidad, del conocimiento y la prosperidad. El escenario se convierte entonces en un espacio para mostrar los resultados de una meticulosa exploración e investigación, por parte del colectivo, sobre varias manifestaciones culturales del departamento de Lambayeque, en una estilizada puesta en escena, magníficamente construida y sonorizada, rica en detalles y con un par de inquietantes secuencias, especialmente en las que participa la figura del ciervo, muy lograda estéticamente.

Siguiendo la tradición del colectivo Angeldemonio acerca del “estado del actor danzante”, los intérpretes Miriam Sernaqué, Guillermo Sandoval e Igor Moreno ejecutan impecablemente sus roles, especialmente en el aspecto corporal. Tal como lo mencionara Delgado, este investiga “las manifestaciones que existen, que es el teatro nuestro, el teatro que conocemos, el teatro originario”. El Ciervo, proyecto escénico ganador de los Estímulos Económicos para la Cultura 2021 del Ministerio de Cultura del Perú, fusiona con brillo la actuación, el lenguaje corporal, la danza, la música y la plástica, en medio de un hipnótico ritual performático que aprovecha de manera inmejorable nuestra riquísima cultura regional peruana.

Sergio Velarde

2 de julio de 2022

viernes, 1 de julio de 2022

Entrevista: CARLA VALDIVIA


“Es importante que como personas podamos encarar algo que nos sucede.”

A propósito del estreno de la obra El Collar, escrita por Airam Galliani, Oficio Crítico conversó con la directora del montaje, Carla Valdivia, quien dio algunos detalles acerca del proceso creativo del nuevo proyecto de LA IRA Producciones.

“Yo conocía a Airam de algunos talleres y trabajos que hemos hecho juntas, y ella me convocó para trabajar en esta obra, que en realidad empezó siendo un monólogo puramente hecho para una actriz. Pero fuimos conformando el grupo de trabajo y decidimos que una buena opción sería hacerlo con dos actrices, porque sentíamos que había cosas que podían retratarse en una historia que les podría suceder a dos mujeres distintas. Pero también pensábamos en que podía ser la representación de la mente de una sola mujer, es decir, el conflicto que hay en esta idea de tratar de salir de un lugar en el que no estás cómoda y no es posible. El proceso de ensayos duró cerca de tres a cuatro meses, donde estuvieron involucradas varias personas para formar el proyecto”.

Sobre la construcción del montaje, Carla nos refiere que “se trabajó sobre la idea de la superficialidad, de lo externo, y de cómo muchas veces las mujeres tenemos que vernos perfectas para ‘encajar en la sociedad’, en nuestras casas, o donde sea, y como esto se puede ir destruyendo para finalmente encontrar la verdad, que es simplemente la esencia de una misma, o cuando encontramos ese espacio para decir: ‘oye no quiero estar acá’. Jugamos con el espacio y los dos colores complementarios, que reflejan el encuentro entre estas dos mujeres, que pueden ser la misma, o pueden ser dos mujeres distintas que están atravesando un mismo proceso”.


Concluimos la entrevista con una invitación a ver esta breve temporada, que ya se estrenó esta semana en la Sala Auditorio del Teatro Británico. “Es una obra que toca un tema pertinente y actual, entonces es importante que como personas podamos encarar algo que nos sucede, que es cotidiano, y que es esta idea de que a veces, estamos en un lugar donde no nos sentimos cómodos y no somos capaces de salir de ahí. Quizás viendo la obra podamos motivarnos, conmovernos, emocionarnos, y de alguna manera intentar abordarlo desde un lugar en que podamos salir de ese espacio donde no estamos seguros o cómodos”.

Maria Cristina Mory Cárdenas

1º de julio de 2022