viernes, 7 de agosto de 2020

Crítica: LA TRAMPA

La trampa en la comedia

Poco después de iniciar el aislamiento social, producto de la pandemia, hemos visto que varias productoras decidieran reinventarse a este nuevo formato, adaptando algunas historias que habían sido montadas de manera presencial a esta nueva modalidad de transmisión virtual. Es el caso de La trampa, producción de Liberteatro y Morris Zubiate, escrita y dirigida por Jonathan Oliveros. Esta obra ya había sido presentada antes en abril del 2018 en DaDA Teatro. En esta ocasión, se transmitió a través de la plataforma de YouTube. Una comedia donde el tema principal es la infidelidad. Con las actuaciones de Kukuli Morante como la Zharapita Jot (escrito de la misma manera que se proyectó en la pantalla), Katherina Sánchez en el personaje de Emilia y el mismo Oliveros, como Federico del Mazo.

Se dice que la hora es la hora, pero generalmente se suele esperar entre cinco a diez minutos para iniciar una obra. En el caso de La trampa, el público el día del estreno tuvo que esperar veinte minutos más, se podría entender si hubiese sido por alguna falla técnica o de señal, producto de la tecnología de la cual dependemos en esta nueva modalidad para seguir contando historias. Sin embargo, informaron a través de un mensaje que fue por petición de los espectadores, lo cual nos lleva a preguntarnos. ¿Es correcto que las personas que tomaron sus precauciones para estar puntuales tengan que esperar porque a otras se les hizo tarde o no midieron bien su tiempo?

La trampa cuenta la historia de La Zharapita Jot, una trabajadora sexual, que igual a todas las personas en esta situación, buscan reinventarse en tiempos de cuarentena y decide brindar sus servicios online, teniendo como principal consumidor a Federico del Mazo, un asiduo cliente, el mismo que es descubierto por su esposa, una ama de casa, católica y conservadora, dispuesta a defender su matrimonio, causando un enfrentamiento entre ambas mujeres.

En general, se podría decir que los diálogos resultaron elementales y superficiales, los personajes construidos con base en estereotipos. Sus personalidades son el resultado de una serie de clichés con los que popularmente se suele clasificar a las personas: la charapa caliente; el ama de casa conservadora y católica a la que todo le escandaliza, trabajado con una tonalidad de voz en particular, cantada al final de cada palabra del párrafo pronunciado, la misma que en algún momento llegó a saturar, por lo repetitivo que resultó.

Si bien es cierto el montaje resultó monótono en cuanto a texto, con una tendencia a caer en el chiste fácil, el doble sentido e insultos, cabe resaltar la capacidad actoral de Morante, quien a pesar de estereotipar a una persona de la selva, juega sin problema, dando la sensación de que disfrutaba al personaje que estaba interpretando. Cosa que no podríamos decir de Sánchez, pues su actuación resultó exagerada y poco cómica, pues como ya se dijo anteriormente, el recurso utilizado de la tonalidad de voz agotó por su reiteración. En el caso de Oliveros, se puede decir que fue la menos exagerada y caricaturesca de toda la puesta en escena.

Creo que el punto mejor logrado fue la parte audiovisual, se manejó de manera correcta. Las cámaras fueron colocadas en el lugar preciso. Los actores, desde sus espacios personales, frente a ellas, jugaban en la espacialidad, alejándose y acercándose sin problema, logrando que el público no se pierda ningún detalle en estos cuarenta minutos de duración. A nivel escenográfico, los ambientes utilizados, como el espacio ambientado para ser el consultorio de la trabajadora sexual y la cocina en el caso de la ama de casa, fueron ambientados de manera verdadera y aportaron positivamente al desarrollo de la obra.

Por otro lado, se proyectaban pantallas en simultaneo, lo cual hizo que funcione a la perfección el pasarse algunos objetos entre Emilia y el esposo, como la mascarilla al inicio de la obra o un cuchillo casi al finalizar, en ambos casos dieron la sensación de que estaban en el mismo lugar. Además de haber seleccionado los vestuarios correctos para cada actriz. Sin embargo, hay que tener cuidado en el uso de estos, ya que el personaje de Emilia, utilizó una peluca para proyectar más edad, pero por momentos parecía que se le iba a caer, percibiendo en aprietos a la actriz o el vestuario que utilizó Oliveros, una chompa a rayas blanco y negro, al ser tan llamativa, tomó mayor importancia que la propia escena.

Milagros Guevara

7 de agosto de 2020

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