lunes, 31 de agosto de 2020

Crítica: VIAJE A LA INTIMIDAD


Un encuentro invisible y visible

Imaginemos que estamos en el Campo de Marte o en el parque El Olivar. Tú y yo no nos conocemos, pero entablamos una conversación. Tú escuchas mi historia, yo escucho tu historia. Tú me cuentas aquello que te motiva decirme; y yo, también. Luego, en el transcurso de esta interacción, conectamos tú y yo. Dadas las circunstancias nos podemos expresar rápidamente sin ningún intermediario. Pero ahora, nuestro interlocutor está en otro lugar y sus ojos se convierten en el lente del dispositivo que usamos para comunicarnos. Pues su cuerpo o el nuestro pueden tornarse peligrosos si estamos en convivio. Dadas las actuales circunstancias, ¿podremos crear la ilusión de que el otro está realmente frente a nosotros y conectar de la misma forma? Esta fue una de las preguntas que se planteó Sebastián Bellina, estudiante de artes escénicas en la UPC, para realizar su proyecto escénico Viaje a la intimidad. Dicho trabajo es una creación en la que participan su familia y él. Además, lo trasmitió desde su casa a través de la plataforma Zoom.

Viaje a la intimidad es un lugar para generar espacios de conexión con el otro. Esta se funda en dos momentos claves para dicho objetivo.

La interacción invisible

Sebastián nos dice que le enviáramos un correo para poder acceder a su espectáculo. Él responde nuestra petición del email con “algunas cositas más”.  Resulta que ha enviado una fotografía de él y la información básica de la representación teatral. Además, nos remite cierta información sobre nosotros mismos.

En su mensaje, intenta crear un espacio de interacción. Pues la información pública -porque está en redes sociales- que tiene de nosotros lo usa para entablar una conversación invisible entre él y el espectador. Por ejemplo, si te dedicas al teatro y tienes una foto con algún grupo teatral, él te enviaba esa misma foto comentándote que también se dedica al teatro y que en ese mismo grupo conoció a su actual pareja. Así, a partir de la observación virtual del otro, transforma una relación tipo actor – espectador a una de persona – persona. En otras palabras, se presenta como él, sin ningún personaje ni alguna etiqueta que diga que es el actor.

Este primer acercamiento con el público es fundamental para generar una conexión con este. Pues el lazo con la otra persona se crea a partir del reconocimiento de aquello que nos identifica. Y en este caso, a partir de una fotografía o alguna publicación en cualquier red social, el artista se identificó con el otro.

La interacción visible

La segunda parte de la interacción empieza a las 17 horas del día domingo. Sebastián presenta varias escenas en la que nos cuenta abiertamente un poco de él. Cada una versa sobre un aspecto particular de su vida.  Es decir, trata de llevar al espectador por un viaje en la que el paisaje es la intimidad del artista. Los momentos de cada escena presentan una temática en particular. En una escena hablaba sobre su relación con sus abuelitos; en otra, sobre su primer encuentro sexual, por ejemplo.

Al término de cada escena, llevaba al público al plano real. El espectador, luego de haber visto una parte de su historia, tenía la posibilidad de comentar algo que haya resonado en él. En ese momento, se generaba la ansiada conexión entre todos. No solo entre Sebastián y el espectador que contaba alguna experiencia análoga al del artista. Pues todos eran parte de un mismo testimonio y dicha aseveración partía de algo verdadero. Así, el creador pudo lograr abrir el corazón de cada espectador y generar espacios para que cada uno cuente una parte de su historia.

Por otro lado, los agentes actuantes del proyecto escénico presentaban los mismos roles que en la cotidianidad de sus vidas. Además, contaban momentos que les había sucedido realmente. Pero cuando mencionaban algunas frases de los parlamentos no parecía orgánico. Sin embargo, su historia fue verosímil. Pues Sebastián creó la atmósfera de su obra momentos antes de la función. En otras palabras, el espectador ya sabía que el artista contaría una pequeña parte de su biografía y los agentes actuantes serían miembros de su familia.

En resumen, Viaje a la intimidad no es solo un texto escrito y llevado al hecho teatral. Es un espacio para revivir y contar momentos alegres o tristes de nuestra existencia, además de conectar y empatizar con el otro.

Elio Rodríguez

31 de agosto de 2020

sábado, 29 de agosto de 2020

Crítica URÓBOROS


El ciclo interminable de las relaciones humanas

Las relaciones humanas constituyen una fuente inacabable de inspiración para las artes. En un contexto tan especialmente crítico como el que estamos viviendo, se hace necesario reflexionar sobre la naturaleza de los vínculos que nos han unido alguna vez con otra persona. Un ejemplo de ello es Uróboros, obra escrita y dirigida por Verony Centeno, con las actuaciones de Sandra Mendoza y Ed Salcedo. Una pareja comparte el vídeo-diario de su relación, desde que inició hasta que el ciclo terminó para volver a empezar.

El ciclo eterno de vínculos  humanos es lo que Sami y Rick, personajes de la obra, dieron a conocer en este montaje virtual. La representación constituyó una recopilación de momentos importantes dentro de la relación amorosa de los personajes. Esto se logró gracias a grabaciones y representaciones en vivo por parte de los actores, lo cual le dio una sensación cinematográfica al montaje. Los encuadres de las cámaras fueron pensados de manera especial para cada situación: por momentos podíamos ver el espacio personal de cada personaje, como también podía tratarse de un enfoque solo a los labios de los actores. Estos cambios generaban un mayor impacto – intencional desde la dirección – en las escenas respectivas. El manejo de la cámara, además del uso de distintas tonalidades en la iluminación,  resultó ser un recurso muy importante y detalladamente diseñado en esta representación, dando como resultado un montaje dinámico y atractivo visualmente.

La construcción de los personajes estuvo llena de detalles desde  el primer momento. El espectador podía ver el espacio de cada personaje a través de la cámara y encontrar objetos o texturas que encajaban perfectamente con lo que se iba conociendo tanto de Sami como de Rick. El texto fue interiorizado por parte de ambos actores, logrando así una sensación de cotidianeidad a lo largo de la obra. Se debe destacar el nivel de conexión logrado por parte de Mendoza y Salcedo a lo largo de la obra, además del hecho de tener mucha precisión en los cambios de escenas, encendidos y apagados de cámara y audio.

¿Cómo evolucionan las relaciones humanas? Una de las preguntas que me dejó esta representación. Esta obra, lejos de hablar del inicio hermoso y el final triste de una relación, resalta la naturaleza del ciclo eterno que implica este tipo de situaciones. Cada experiencia, como la de Sami y Rick, definitivamente deja muchas enseñanzas a quienes involucró en su momento. Si bien las relaciones van y vienen, somos nosotros los que no dejamos de aprender con cada experiencia y con cada persona con la que nos vamos cruzando. El ciclo se repite, pero nosotros, los seres humanos,  nunca dejamos de evolucionar.

Stefany Olivos

29 de agosto de 2020

viernes, 28 de agosto de 2020

Crítica: ENTER, EL DESAFÍO FINAL


Nuestro niño interior

Una de las no pocas ventajas de esta virtualidad actual, que parece que llegó para quedarse por buen tiempo, es la inmejorable posibilidad de acercarnos, desde nuestros hogares, al trabajo interpretativo que se viene realizando en otras latitudes. Las colaboraciones entre creadores escénicos de varios países ya se estrenaron o se encuentran en marcha, y nuestros espectáculos virtuales vienen agregando en sus notas de prensa los diferentes horarios de emisión, para poder así ser apreciados en cualquier rincón del mundo. Y además, la oportunidad de ver espectáculos internacionales también está presente. Una de estas gratísimas sorpresas de hace algunas semanas fue la temporada de Consorcio, espectáculo argentino del colectivo SPI: Salas PanInmersivas. Sin embargo, las propuestas familiares también forman parte del repertorio de esta agrupación, dedicada a explorar las posibilidades virtuales dentro del formato teatral. Enter, el desafío final es el nombre de esta última apuesta y que tiene como resultado una hora de juego, diversión y emoción concentrada.

Se encienden cuatro ventanas en la pantalla y desde allí podemos ver a un cuarteto de personas adultas que se preparan para vivir juntos una aventura, pero comportándose como niños. Es justamente ahí, en el arranque del espectáculo, en el que el espectador debe tomar una decisión: ¿acaso son actores mayores de edad que pretenden convencernos que son niños?, ¿son adultos que han perdido la cordura debido al encierro y en su delirio se disponen a vivir una aventura virtual?, ¿debemos asumir la convención que son verdaderamente niños los que vemos en pantalla? A pesar de ser un detalle aparentemente importante, pues no parece serlo para los responsables de Enter, El desafío final, con dramaturgia producto de una creación colectiva del elenco y de su directora Flor Patiño. La sencilla historia, que involucra a una amenaza latente en la vida de estos simpáticos personajes que dejan salir su respectivo niño interior, le permite al elenco conseguir un desopilante despliegue de energía y creatividad.

A destacar la estética visual del espectáculo, desde la ambientación de cada una de las cuatro locaciones hasta la propuesta de maquillaje y vestuario, que no pretende esconder su recargada aparatosidad y sencilla funcionalidad. Excelente trabajo coral de Flor Orce, Constanza Scotto, Santiago Legón y Tomás Carreño, quienes componen personajes redondos y con una complicidad que traspasa la pantalla, aprovechando los recursos que tienen a la mano. Así como en Consorcio, el público también tiene la chance de participar con su voto en una importante decisión dentro de la historia. A destacar además el lenguaje inclusivo que los personajes no temen utilizar y un par de ingeniosas críticas metafóricas hacia nuestra actual sociedad (uno de los personajes alcanzará la libertad al salir del closet en donde se encuentra escondido, por ejemplo). Lúdica, enérgica, inteligente e hilarante, Enter, El desafío final es una valiente apuesta virtual de nuestro hermano país sudamericano, que juega a ganador con todos los elementos que cuenta y que nos permite como adultos deleitarnos con nuestro niño interior desde la actual virtualidad.

Sergio Velarde

28 de agosto de 2020

Crítica: LA HEBILLA DEL CINTURÓN y LAS CINCO PREGUNTAS ERÓTICAS


Elevando la temperatura

Los artistas escénicos siempre se las ingenian para salir adelante. ¡Qué lejanos parecen ahora aquellos tiempos en los que podíamos ver a los actores y actrices interpretando las historias de autores bajo las marcaciones de directores sobre un escenario dentro de un teatro! A los variados espectáculos virtuales en plataformas online y a las lecturas interpretadas con elencos internacionales, por ejemplo, se les suma ahora un puñado de relatos de corte erótico vía Zoom, solo para escucharlos, los fines de semana desde las 10:00 p. m. Un gran reto el que han asumido los creadores escénicos, desprovistos ahora también de los cuerpos visibles de los actores, con EROTIQUÉ – Relatos al oído, rescatando las olvidadas radionovelas y buscando elevar la temperatura de los oyentes en este frío invierno.

En términos generales, los dos primeros espectáculos auditivos colmaron las expectativas largamente. El erotismo, tan mal entendido, procesado y exhibido en ciertos medios de comunicación de nuestro país durante décadas, encuentra en este proyecto una salida digna, creativa y artística, con la complicidad de autores, directores y actores profesionales y comprometidos. Las voces de los intérpretes constituyen ahora la única herramienta para introducir al oyente al universo de cada relato. Las inflexiones, los silencios, los susurros, las respiraciones, los gemidos: todo vale para crear la atmósfera adecuada, pero esta vez solo en la mente del interlocutor. En estas dos primeras entregas de EROTIQUÉ – Relatos al oído se pudo apreciar un gran cuidado y tino para presentar el producto final.

Tanto La hebilla del cinturón como Las cinco preguntas eróticas, escritas y dirigidas por Ángela Mesa y Ricardo Morante, respectivamente, consiguen historias muy diferentes entre sí, con un componente erótico adecuado para cada una. En el primer relato, Amador Luna y Silvia Prieto le inyectan una generosa cuota de sensualidad a sus voces para hacer creíble la aparición carnal de la protagonista de una novela ante un desprevenido lector; y en la segunda, los divertidos Norka Ramírez y Renato Pantigozo van calentando el ambiente con cinco hilarantes interrogantes antes de su inevitable encuentro sexual. EROTIQUÉ – Relatos al oído promete seguir abrigándonos durante las frías noches limeñas del fin de semana, con próximos relatos de autores tan diversos como Herbert Corimanya, Desly Angulo, Christopher Cruzado y César de María, a través de un erotismo carente por completo de vulgaridad y 100% artístico por donde se le oiga.

Sergio Velarde

28 de agosto de 2020

jueves, 27 de agosto de 2020

Crítica: EL BAÚL DE LOS MALOS SUEÑOS - ENCERRADOS PARTE I


Perturbador encierro

¿Qué se esconde detrás de una relación desgastada? Una pareja que ha caído en la rutina es el punto de quiebre para develar una historia que aborda temas como el abuso y la violencia. Encerrados-Parte I está inspirada en la narrativa del escritor estadounidense Stephen King; este thriller psicológico es dirigido por Jeffry Rasmussen, quien trabajó la versión final de la obra junto a los protagonistas Lilian Schiappa-Pietra y Omar García López.

En este punto, cabe destacar que la pieza fue grabada en el Teatro Barranco, situación que ameritó la interacción de los actores, así como la presencia de los camarógrafos; por ello, se aclaró en el conversatorio posterior a la transmisión mediante la plataforma de Teleticket Play, que se tomaron las medidas de protección correspondientes frente a la situación que todos conocemos. Así, tomando en cuenta esta importante aclaración, la pertinencia de elegir un formato grabado, con los actores compartiendo el espacio en lugar de una transmisión en vivo, se valida en la medida que dicha decisión jugó a favor de la propuesta. Asimismo, en tiempos donde acudir a un teatro no es una posibilidad, se agradece el hecho de haber creado la atmósfera necesaria para que el público se envolviera en la historia.

De otro lado, se trabajó el suspenso con mucho acierto, pues en todo momento se podía percibir la tensión, el miedo y la intriga, el cual se logró tanto en la música, las luces, los cortes entre cada escena, así como en las interpretaciones. García López, en dualidad de roles, impregnó matices diferenciados a sus personajes, notándose por ejemplo, en el caso del padre de Natalia, el cinismo marcado y la capacidad de manipular. Por su parte, el esposo de Natalia mostraba como hilos conductores la dureza, la indiferencia y el egoísmo. En el lado opuesto, Schiappa-Pietra, en el papel de Natalia, expone a una mujer que lleva una carga emocional muy fuerte, pasando por la sumisión y la pasividad, hasta llegar al hartazgo y enfrentar la situación que vivió en su niñez y continúa viviendo en su matrimonio. Los actores supieron manejar con mucha sutileza las escenas violentas, revelando poco a poco las capas de cada personaje y manteniendo al mismo tiempo la tensión y pulsión entre ellos.

Encerrados-Parte I es una interesante historia que nos habla de un perturbador encierro, que gira en torno a un tema recurrente en nuestro día a día como lo es el abuso familiar; sin embargo, la esperanza de enfrentarlo y salir adelante pese a todo, podría ser la llave para escapar de él.

Maria Cristina Mory Cárdenas

27 de agosto de 2020

lunes, 24 de agosto de 2020

Crítica: ELLAS

Una vida de telefonista

Camerino Virtual está trayendo su tercera temporada titulada "Ellas", transmitida a través de la plataforma TEVI. Las actrices Nidia Bermejo, Daniela Feijoó, Paola Neyra, Natalia Salas y Liliana Trujillo protagonizan historias de mujeres, a lado de Ricardo Combi, Ramón García y Manu Rodríguez. Son cuatro las historias de mujeres, donde ellas enfrentan distintas problemáticas típicas de una sociedad con idiosincrasia machista.

¿Es mi vida?

Escrita por Jimena Ortiz de Zevallos, dirigida por Andrea Fernández e interpretada por Trujillo y Feijoó. Un ama de casa y una joven millenial entablan una forma casual de comunicación: a través de la pared que divide el departamento de cada una de ellas. Ambas saben de la existencia de la otra, pero jamás se han visto ni han tenido algún tipo de relación. Este tipo de escenario ha sido una forma original para solucionar la convención que iba a entablar toda la obra.

La construcción de los personajes fue clara, de modo que tanto la interpretación como la caracterización de ambas estuvieron llenas de detalles. La apropiación de los textos por parte de cada actriz denotó un trabajo interiorizado, lo que le dio a la representación una sensación cotidiana y empática. Tanto el vestuario como la caracterización del espacio fueron adecuados para presentar las diferencias entre cada personaje: el de Trujillo estaba en un cuarto tenue, con paredes sin ornamentos, con ropa en cerros para planchar; mientras que el de Feijoó denotaba la habitación de una adulta joven, mileniall, con más colores y elementos contemporáneos. Esta diferencia, al ojo del espectador, permite entender que ambas son de diferentes generaciones, pero que esto no es un impedimento para la verdadera razón por la que llegan a unirse. Es interesante cómo la obra va envolviendo al espectador en un escenario donde las diferencias de edad van teniendo cada vez menos importancia: sin importar esta, terminamos viendo a dos mujeres que se acompañan y apoyan una a la otra en una situación difícil. Ese nivel de empatía transmitida es definitivamente lo mejor que nos dejó aquella función virtual.

¿La telefonista?

Escrita por Gina Guerrero, dirigido por Norma Berrade e interpretada por Neyra y García. Una joven madre soltera, mientras cumple su trabajo en un call center en el área de reclamos de telefonía, recibe una llamada que le podría cambiar su situación actual. En primer lugar, esta es una historia llena de casualidades que pueden llegar a saturar al espectador. Si bien el escenario es interesante, llega un punto en el que se nota mucha imposición de información. En tan poco tiempo, tantos datos y tantas casualidades pueden llegar a confundir o a que el espectador lo crea muy imposible. Si bien las obras son elementos ficticios, considero que el trabajo de la dramaturgia debe ajustarse para que la información dada sea mejor adaptada y recibida.

Los personajes estuvieron bien constituidos, además de que la caracterización de los actores y del espacio vistos en la cámara nos daba mucha información sobre quiénes eran cada uno de ellos. La obra tuvo un ritmo interesante que captó desde el primer momento. Fue un trabajo genuino, que demostró que la virtualidad no es un impedimento para lograr conexión entre los personajes. La obra, al situarse en la pandemia, nos da un ejemplo de una situación que, aunque algo peculiar, podría ocurrir dado el distanciamiento y la cuarentena por la que aún estamos pasando. Como espectadora, terminé con una pregunta abierta: ¿qué situación extremas como las que acabo de ver podrían estar ocurriendo a lo largo de esta pandemia? Cada uno tiene su propia respuesta.

Stefany Olivos

24 de agosto de 2020

domingo, 23 de agosto de 2020

Entrevista: JULIANA REYES

“El trabajo corporal es un lenguaje.”

El colectivo Escena Contemporánea viene gestando diversas actividades culturales a través de los medios virtuales; entre ellas, un curso dictado por Juliana Reyes, artista colombiana con una vasta experiencia en dramaturgia y dirección, y que lleva por nombre Dramaturgia no verbal. “Este taller está dirigido a aquellos que están trabajando el aspecto corporal,” comenta Juliana desde Bogotá para Oficio Crítico. “Y que entiende que el trabajo corporal es un lenguaje.” Y es que muchas veces se piensa erróneamente que la danza al carecer de texto, carece también de dramaturgia. “El taller trata de cómo evidenciar que la dramaturgia no está totalmente ligada al texto dramático,” continúa. “El texto, aparte de significar un documento escrito que va a ser verbalizado, significa además tejido; y en esa medida, si no hay un tejido no hay espectáculo.” Se entiende entonces, que todo espectáculo tiene un tejido y que entre más conciencia se tenga de este tejido que tiene el texto, pues más herramientas tendrá el actor para utilizar. “El taller está enfocado a ver cómo el cuerpo tiene un lenguaje y como tal, también necesita una articulación para poder narrar, contar o mostrar aunque sea un estado del cuerpo.”

Ardua labor en Colombia

Este año, Juliana asumió la dirección artística de la compañía L'EXPLOSE Danza, tras el fallecimiento de su amigo y cómplice creativo Tino Fernández. Justamente, en un año en el que la crisis sanitaria viene afectando a todos los colectivos artísticos a nivel mundial. “Ha sido muy complejo, porque aquí ya llevamos cinco meses de cuarentena,” refiere sobre el sombrío panorama de tener las salas cerradas y toda la actividad creativa restringida al terreno virtual. “Lo que ha exigido no creo que solo una reinvención, es como poner todo lo que uno conoce en un formato distinto,” asegura. “Teníamos un seminario de formación y un montón de actividades, que hemos llevado al terreno meramente virtual; es un nuevo aprendizaje, porque hay una oferta gigantesca y compites ahora en internet.” Si antes el público tenía que ir a cada sala, pues ahora todo está en el mismo sitio, a través de una pantalla. “Hay que tener mucha inventiva, ver de qué manera poder vincular a los artistas y poner a la gente en contacto.” Sin embargo, Juliana sí reconoce que se están logrando aspectos positivos de toda esta situación. “Con esta pandemia nos ponemos a dialogar con gente de otros lugares y es curioso, porque ahora no podemos viajar, pero tenemos muchas más relaciones internacionales que antes; en el encierro, todos estamos a la misma distancia.”

En Bogotá, Juliana viene realizando una importante labor cultural como, por ejemplo, la coordinación de Eventos Especiales del Festival Iberoamericano y la producción de las creaciones de la compañía que ahora dirige, así como la gestión de giras internacionales e importantes proyectos de intercambio creativo entre países. “Yo creo que Colombia es un país riquísimo en literatura,” afirma Juliana. “Hay una gran cantidad de escritores, porque también hay una gran cantidad de historias que contar.” Tanto Colombia como Perú son países que han sufrido (y vienen sufriendo aún) de mucha violencia. “Eso ha generado pues, una abundancia de escritores que aborden ese tema; y es esa efervescencia gigante la que estamos coordinando en un proyecto de dramaturgia, que reúne a cinco dramaturgos colombianos con otros cinco españoles, que se llama Cicatrizar.” El ambicioso proyecto viene siendo desarrollado por el padre de Juliana, el señor Carlos José Reyes y la dramaturga colombiana Carolina Vivas, en torno a la idea de cicatrizar, en su sentido más amplio, con el dramaturgo español José Sánchiz Sinisterra y su Nuevo Teatro Fronterizo. “La idea es tener esos diez textos – cinco colombianos y cinco españoles - para tener una noción de un conflicto; cuando comenzamos a buscar dramaturgos, nos dimos cuenta que hay mucha efervescencia en la literatura y en la creación; este país es muy rico en ese sentido.” Este proyecto en Colombia es apoyado por el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

La virtualidad en el arte

¿Es teatro o no todo lo que se está desarrollando en plena pandemia? “Pues yo creo que lo que conocemos como teatro es con una relación en directo,” opina Juliana, a quien el streaming no le ha terminado de convencer. “Creo que técnicamente todavía no se logra, son mejores los pregrabados que el en vivo; no está funcionando el internet todavía como uno quisiera y lo pregrabado da una sensación de estar técnicamente mucho más elaborado”. Realmente, lo que se está haciendo en resumidas cuentas es colocar todas las herramientas creativas en un terreno audiovisual y digital. “No sé si lo que estamos haciendo sea una forma de teatro, pero sí creo que al hacer lo que estamos haciendo de manera audiovisual, con un pensamiento teatral, estamos produciendo cosas distintas al cine o lo que la gente estaba acostumbrada a producir desde lo audiovisual.” Por ejemplo, la danza es una disciplina en la que se trabaja desde el cuerpo y exige, evidentemente, una mayor especificidad. “Podría ser una videodanza, pero también nacerán otras artes intermedias; considero que ahora las compañías que venimos trabajando tendremos que hacer un trabajo doble.”

Actualmente, pareciera que casi todo el repertorio virtual que se ofrece al público está compuesto por microobras. “Estamos presentando de todo, tenemos obras que están durando una hora, pero mantener conectado al público a un espectáculo por más de una hora es realmente difícil,” afirma Juliana. “Como que esta plataforma sí está cambiando un poco el tiempo, pues para mantener a alguien conectado con la obra por quince minutos se requiere un gran despliegue.” Es justo asegurar que el internet ha cambiado el tiempo y el espacio para estos nuevos espectáculos. No obstante, Juliana considera fascinantes todas las herramientas que se están generando por lo audiovisual. “Está surgiendo un nuevo lenguaje pero que no es teatro, creo que el teatro exige el “en vivo”, pero si está surgiendo un arte nuevo.” ¿Tendrá esta nueva forma virtual de hacer arte la oportunidad de sobrevivir cuando la pandemia termine? “Yo creo que sí, hay una facilidad que está produciendo el terreno virtual, pues por un lado está reduciendo un montón los costos de ciertos procesos que antes se tenía.” Hoy en día, se pueden planificar reuniones virtuales, sin necesidad de trasladarse por ciudades llenas de tráfico, reduciendo costos y tiempo. “Se están encontrando nuevas herramientas y nuevos vínculos también,” asegura Juliana. “Creo que sobrevivirá y también lo hará el teatro, que es como el gran aporreado de la historia y ha funcionado siempre a pesar de todos los golpes que ha sufrido; creo que ambos sobrevivirán.”

La importancia de la gestión cultural

Ni en Perú ni en Colombia se cuenta con escuelas que formen a gestores culturales, tan importantes para el desarrollo artístico en la sociedad. “Aquí nos hemos formado a golpes para así promover nuestro propio arte”, revela Juliana. “La mayoría de gestores que trabajan activamente en Colombia somos creadores que nos hemos tenido que autogestionar todo lo que hacemos.” Mientras estudiaba en España, Juliana trabajó en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral y en el Instituto Internacional de Teatro del Mediterráneo, lugares en donde aprendió la importancia de sacar adelante proyectos de diálogo intercultural. “Además, yo no soy bailarina; estudié Teatro gestual, pero no he sido nunca una persona muy física, sino más bien una persona muy mental”, confiesa. Ella fue responsable de toda la dramaturgia de las obras de L'EXPLOSE y considera que el cuerpo es en sí mismo la herramienta expresiva del actor.

Con más de veinticinco años de labor artística como gestora cultural, dramaturga y directora de teatro, Juliana se alista a presentar este curso gracias a la gestión de la productora Escena Contemporánea. “Considero que la gestión significa organización, en cómo hacer nuestros sueños realidad,” reflexiona. “Porque soñar es fácil a veces y a veces no, porque uno no tiene proyección a futuro.” Sin embargo, quien tiene las ganas de iniciar y concretar proyectos, los puede alcanzar, siempre y cuando tenga la capacidad de ser un soñador. “Sé lo difícil que es realizar los sueños, por eso creo que un gestor es aquel que hace realidad algo que no existe todavía,” concluye.

El curso denominado Dramaturgia no verbal a cargo de Juliana está dirigido a profesionales del sector cultural, artístico y público en general y se extenderá desde el 25 de agosto al 8 de septiembre, los martes y jueves de 6:00 a 8:00 p.m. Las consultas e inscripciones se pueden realizar al correo escena.contemporanea.lima@gmail.com.

Sergio Velarde

22 de agosto de 2020

sábado, 22 de agosto de 2020

Crítica: ELLAS

Sermones de Jedi 

“El apego está prohibido. La posesión está prohibida. La compasión, que yo definiría como amor incondicional, es fundamental para la vida de un Jedi. Entonces se podría decir que se nos alienta a amar.”

Anakin Skywalker, Star Wars, Episodio II – El ataque de los clones (2002)

En su tercera temporada, “Camerino Virtual” ha puesto en escena cuatro microobras virtuales apostando, esta vez, por la plataforma Te Vi. Bajo el título de “Ellas”, esta temporada aborda “cuatro historias de mujeres y las diversas problemáticas que pueden enfrentar”, según se lee en la nota de prensa de la agrupación. Dos de esas historias motivan estas líneas.

Sermones

Esta historia, de la autoría de Paris Pesantes, fue escrita para ser montada en un escenario real y vio la luz en el 2018 durante una temporada de Microteatro denominada “Por la iglesia”. En una versión adaptada, esta obra vuelve a ser montada, esta vez en el escenario virtual, bajo la dirección de Julia Thays y el trabajo actoral de Nidia Bermejo y Manu Rodriguez. Versa sobre una maestra de yoga que, a punto de dictar un taller a través de una plataforma virtual, es confrontada por uno de los asistentes, su hermano, un fanático religioso, que increpa a la maestra sobre su actual estilo de vida y le trae noticias de casa.

Como ya se ha dicho, el texto de Pesantes ha sido adaptado para interpretarse en una plataforma virtual. Es decir, la convención no es la de dos personajes que están frente a frente, interactuando en el mismo espacio. Más bien, estos se comunican a través de una videoconferencia. El punto de vista del espectador es el de uno de los asistentes al taller virtual de yoga, sorpresivamente interrumpido por esta discusión familiar. En una experiencia presencial, una situación incómoda prolongada como esta es medianamente creíble. Si el intruso se rehúsa a irse por las buenas y continúa incordiando en voz alta, el impase podría durar un buen rato. Sin embargo, esta misma situación pierde credibilidad si la trasladamos al entorno virtual. Si alguien no se comporta adecuadamente en una videoconferencia, el anfitrión puede sacar de la sesión al promotor del desorden. Muchas plataformas tienen habilitada esta función. Esto no es lo que sucede en esta versión de Sermones: después de la sorpresa inicial, y los primeros puyazos (ida y vuelta), la situación se prolongó tanto, que era inevitable no preguntarse por qué la instructora seguía permitiendo semejante intromisión. Fuera de que la misma dramaturgia propone que la constante increpación del hermano anteceda por una buena cantidad de minutos a una noticia que, por su relevancia, tendría que haber sido lo primero en ser anunciado. Sin embargo, no estamos aquí para dar nuestro parecer sobre lo que suponemos tendría que haber sucedido, sino sobre la propuesta del montaje. Siendo así, lo que vimos nos sugiere a dos personajes que gustan de tener público involuntario cuando sacan viejos trapos sucios al aire después de años de no verse, y estirar el conflicto todo lo que se pueda. Más crudamente, les gusta mecharse buen rato y en público, pudiendo evitarlo. Y a este público incidental -los alumnos que desde el inicio se ven conectados al taller de yoga y que permanecen allí hasta el desenlace- les vacila quedarse para ver la mecha ajena (qué rico es el chisme). Para la segunda mitad de la obra, y ya cuando se han trenzado lo suficiente, los personajes deciden que es momento de hablar de lo serio: las noticias de casa.  A partir de aquí, el conflicto va dejando de ser la gresca estridente del inicio, y se torna una discusión más sobria, honesta y creíble entre estos dos adultos. Nos quedamos con esta segunda parte, que fluye con naturalidad hasta el desenlace.

En cuanto al aspecto técnico, celebramos la pulcritud del montaje. La plataforma Te Vi y la banda ancha jugaron a favor del espectáculo y, salvo una pequeñísima interrupción del lado de Nidia Bermejo, la transmisión se llevó a cabo sin problemas. Esto se agradece especialmente en esta era virtual, en la que la permanente amenaza de desconexión siempre ronda. Y, cuando sucede, no se sabe de dónde viene o cuánto va a durar. Que la obra fluya sin incidentes permite al espectador volcarse en lo más importante: la historia que se cuenta. Además, parece que los actores han trabajado para minimizar el desfase que suele haber en diálogo. El manejo de los espacios y su simbología es interesante. El contraste entre el cubículo oscuro y reducido en el que se constriñe el hermano (¿es la cabina de un baño?) y la inmensa sala con espejos frontales en la que se desplaza grácil la maestra de yoga, nos habla del grado de libertad que esta propuesta le atribuye a sus personajes.

El trabajo actoral, en general, se mueve a partir de estereotipos, lo cual, en principio, sería perfectamente válido, de no ser porque su ejecución se torna monótona. En especial, durante la primera parte de la obra. Y sobre todo con el personaje que interpreta Manu Rodriguez. Su persistencia en la diatriba inflamada, los ojos abiertos hasta más no poder, la boca entreabierta, la articulación exagerada y la cercanía a la cámara llega a saturar y hasta a aburrir. El fanático religioso que nos plantea no es uno en particular, sino cualquiera que nos podamos imaginar en una versión caricaturizada. Contradictoriamente, es el personaje que dibuja el arco más grande e importante en esta historia. Aunque en menor medida, la maestra de yoga que Nidia Bermejo interpreta también se acerca peligrosamente a la exageración del estereotipo. Su excesiva particularización al pronunciar las palabras y estirar las vocales una y otra vez ralentiza el texto y llega a hostigarnos por momentos. A pesar de esto, y por el oficio que tiene la misma actriz, sí es posible distinguir rasgos de verosimilitud en la construcción de su personaje. A partir de que la historia llega a la revelación de la noticia inesperada, la estridencia en la dupla cede paulatinamente, y la verdad de la escena empieza a aflorar, haciéndose más interesante y disfrutable. Es como si el goce estético de la obra se produjera por contraste. Como si se nos invitara a apreciar el buen sabor de un plato muy bien preparado, después de obligarnos a comer una entrada exageradamente condimentada.


Jedi

Al igual que la obra anterior, Jedi, de Daniel Fernández, fue presentada en la temporada “Por orgullo (recargado)” de Microteatro, en el 2018. Esta versión de la obra, también dirigida por el dramaturgo, contó con la interpretación de Natalia Salas y Ricardo Combi. Nos cuenta la historia del conflicto entre Lady/Jedi, un varón que ha nacido en un cuerpo de mujer, y su padre, que se resiste a aceptar esta categórica afirmación. Por cierto, siendo “Ellas” el título de esta temporada, y tratando sobre las vicisitudes que enfrentan las mujeres, nos preguntamos si Lady/Jedi estaría de acuerdo en que su historia fuese incluida entre las que se cuentan.

Aunque adaptada para el espacio virtual, este montaje conserva la convención del espacio compartido por los dos personajes, dialogando y mirándose como si realmente estuvieran juntos. La interfaz provista por Te Vi para este propósito fue de gran utilidad, al disponer las sesiones de ambos actores de forma contigua. Con un fondo blanco y a una distancia similar de la cámara, parecían estar mirándose el uno al otro. Sólo miraban a la cámara para romper la cuarta pared y compartir las reflexiones de sus personajes con la audiencia. Ello contribuyó a la pulcritud del montaje, que prácticamente no tuvo inconvenientes de tipo técnico con la banda ancha. Sería conveniente, sí, que la producción buscara mejorar la calidad del micrófono que usa Ricardo Combi. El audio de su sesión contrastaba con el de Natalia Salas, que era muy superior.

En cuanto a lo actoral, Salas y Combi encaran el reto con corrección. Ambos conocen su oficio lo suficiente como para desenvolverse ante una cámara con la realidad necesaria y, sobre todo, sin caer en una excesiva teatralidad. Agradecemos de todo corazón que así haya sido. El personaje que Salas ha construido es creíble en tanto se reconoce el conflicto de la búsqueda permanente y del dolor ante la incomprensión. Incluso ante la propia incomprensión de lo que está sucediéndole. En esta búsqueda (la de Salas y la de Lady/Jedi) se perciben atisbos del estereotipo del machito wannabe, pero es difícil distinguir si se trata de Salas o de su personaje en el ensayo-error de su propia afirmación. Por su parte, Combi nos ofrece un padre que es un pan de Dios. Todo dulzura con su Lady, incluso en los momentos de enfrentamiento y conflicto entre ambos. Hasta da pena verlo renegar. Con un personaje así, la oposición que ofrece es menos la del padre severo y opresivo y más la del papá al que se le va a romper el corazón. No sabemos cuán consciente haya sido la dirección en ello, pero esto cura a la obra del estereotipo del progenitor agresivo e intolerante ante el cambio que no ve venir. Quizás, por ello también, extrañamos en la construcción de Salas un tantín más de conmoción, de alma estrujada, de guerra interna al adivinar el tsunami emocional que samaqueará al padre. Fuera del trabajo actoral en referencia a la construcción de personajes, consideramos pertinente hablar del uso que se le da al sable jedi de juguete en la obra. Al igual que muchas armas, los sables o espadas son considerados símbolos fálicos. Como explica Marco Aurelio Denegri, “sabido es que las representaciones fálicas resguardan de daños y peligros y evitan las desgracias”. Esta es, justamente, la función que el sable cumple en esta obra: se le usa cuando se le augura a Lady/Jedi todo aquello a lo que se enfrentará. Como propuesta en el papel es muy interesante. Sin embargo, todo esto se diluye cuando vemos un sable de juguete de apariencia risible. Es obvio que no se puede usar un sable jedi de verdad, pero la opción que este montaje propone no parece ser la más adecuada.

Nos queda claro que estas dos historias abordan más de una temática, y que algunas de ellas son transversales. Desde nuestra modesta perspectiva, estas historias también nos hablan del amor. Del amor incondicional. De un amor consciente y activo que vence las barreras del propio prejuicio y se sobrepone a las heridas antiguas para intentar el reencuentro pleno, sin condiciones, entre dos personas. Este es el tipo de historia de amor que nos inspira y alienta a amar a ese “otro” que, siéndonos extraño, es el que está próximo a nosotros y nos necesita aún más cerca.

David Huamán

22 de agosto de 2020

viernes, 21 de agosto de 2020

Crítica: SALTO EN SEPIA

La virtualidad y el teatro del absurdo

A 31 años del fallecimiento de Samuel Beckett, un grupo de directores y actores forman parte de “Lo Lógico de lo Absurdo”, un evento teatral conformado por tres obras (Salto en sepia, Nacimiento y Fragmentos) que se transmitirán en distintas fechas, a través de la plataforma Zoom, como homenaje a este dramaturgo, novelista, crítico y poeta irlandés, quien fue una figura clave del llamado teatro del absurdo y como tal, uno de los escritores más influyentes de su tiempo.

En esta oportunidad hablaremos de Salto en sepia, la misma que fue adaptada y dirigida por Oscar Carrillo. Con un estilo muy particular aborda el teatro del absurdo, lo que hace interesante el desarrollo del texto. Los actores encargados de dar vida a esta adaptación fueron Jorge “Coco” Gutierrez (Morva) y Renato Pantigozo (Bertrand). La puesta en escena nos cuenta la historia de dos investigadores y un misterioso personaje (al que nunca vimos en escena) a punto de arrojarse por la ventana. La decisión que salte o no está siendo evaluada por estas dos personas, quienes están desarrollando un análisis minucioso de testimonios y documentos sobre la vida de este misterioso sujeto a fin de determinar su futuro, si vale la pena que continúe con su existencia o si es mejor que termine con su vida lanzándose desde algún piso hacia un supuesto suicidio.

Tanto Gutierrez como Pantigozo, a medida que va desarrollándose la obra, logran sumergirnos en el mundo de Morva y Bertrand. Lograron una interpretación clara y precisa, demostrando de esa manera que se metieron en la piel de cada uno de estos dos investigadores, además de transmitir entre ellos esa química y complicidad que se necesitaba tener en la historia, para evaluar un caso complicado o que puede parecer complejo en esta propuesta absurda, como suele ser ese tipo de teatro.

Gutierrez representó y combinó con mucha verdad los cambios de ánimo de Morva. Por momentos un tipo obsesionado con su trabajo, desesperado por buscar las pruebas contra este tercer sujeto y por otro, ese lado sensible, lleno de miedos y temores, buscando ese refugio y protección que necesitaba en su compañero, dándole una caracterización de voz muy certera a su personaje. Definitivamente muy buena actuación. Sin embargo, Pantigozo no se quedó atrás, su representación también fue clara y precisa, pues le daba ese lado opuesto a Morva. Bertrand era un tipo más frio, más práctico, que no se complicaba. Consiguieron transmitir de manera fantástica el juego entre ellos, manejando el género del absurdo sin complicación alguna, es decir, la complicidad entre ambos y los gestos se notó a lo largo de la historia, logrando a la perfección el equilibrio en cuanto a los personajes.

Por otro lado, se supo recrear muy bien algunos instantes, dando la sensación de que efectivamente ambos actores compartían el mismo espacio. Por ejemplo, cuando se pasaron un lápiz, o cuando se acercaba Morva a Bertrand, además de escucharse en todo momento, pues al ser un formato virtual, el mayor tiempo se está mirando a la cámara para dar la sensación de que miras a tu compañero, pero realmente no lo estás haciendo, por lo que debemos estar más atentos a lo que dice. En este caso lograron su objetivo sin dificultad y manejaron bien las miradas y los silencios.

En cuanto a la escenografía, una mesa con una ruma de papeles, propia de las personas que están revisando información complicada y para completar, una lámpara con una luz tenue hacía más misteriosa la historia, estos conformaban parte de los ambientes de estos investigadores en Salto en sepia. Fueron los elementos necesarios para dar vida a esta obra de formato corto que duró 30 minutos. Sin embargo, tuvo todos los ingredientes necesarios para cautivar al público que disfrutaba de esta puesta en escena. Resaltando la buena dirección, pues hubo drama, comedia y tragedia en esta propuesta que se enmarca en el denominado teatro del absurdo.

Milagros Guevara

21 de agosto de 2020

jueves, 20 de agosto de 2020

Crítica: LABERINTO DE MONSTRUOS

La interpretación traspasando fronteras

Es curioso que estos tiempos de lejanía traigan consigo distintas posibilidades de crear y unirnos a través de los medios tecnológicos. Ante la adversidad, han surgido varias propuestas para continuar disfrutando de las obras teatrales; en esta ocasión, Culturalia presenta su iniciativa TEATRO SIN FRONTERAS: lecturas dramatizadas, la cual propicia un interesante intercambio cultural entre actores, directores y claro, obras de teatro del ámbito nacional e internacional.

Para su segunda semana de edición, se eligió la obra Laberinto de monstruos, texto del dramaturgo peruano César de María, que nos traslada a julio de 1975, concretamente al barrio de Breña, donde cinco adolescentes viven una experiencia que cambiará el rumbo de sus vidas por siempre, al tomar un trabajo como los “monstruos” del laberinto de una feria itinerante. Las ansias por ganar más dinero los hará tomar decisiones cuyas consecuencias serán irreversibles.

Dirigida por el peruano Carlos Delgado Morris, la propuesta se emitió en un formato grabado, mediante la página web de Culturalia; un detalle que en este caso funcionó muy bien, ya que se pensó en una estructura ordenada que contenía una presentación al inicio, con algunas declaraciones de los actores y el director; la presentación de la lectura y un cierre también bastante claro. Vale decir que no se notó una gran diferencia con una presentación en vivo; además, el hecho de reducir inconvenientes como las fallas en el sonido, la señal, etc. se sortean de mejor forma. El reparto lo conformaron Alonso García (Perú), Javier Cascón (España), Jorge GarMalo (México), Mariano Jaimovich (Argentina), Natali Zegarra (Perú) y Jorge Armas (Perú), quienes lograron una química genuina como grupo, así como intervenciones individuales sólidas y llenas de energía. En plano medio frontal con un fondo claro, los actores vestidos de negro hicieron sus cambios utilizando algunos elementos extra que se aprovecharon correctamente. También se manejó con acierto el ritmo en toda la propuesta, siendo bastante precisas las entradas en los cambios de escena.

Laberinto de monstruos es un importante texto de César de María, que utiliza como excusa una época de nuestra historia para contar las anécdotas y los cambios propios de la adolescencia de un grupo de amigos. Una temática que trasciende y bien podría darse en la actualidad.

Finalmente, el proyecto TEATRO SIN FRONTERAS, sin duda, es una oportunidad valiosa para promover el entretenimiento y la diversidad de los proyectos que involucran al teatro, con nuevos lenguajes y formas de darle vida; demostrándonos que la interpretación permanece y funciona, incluso a distancia. De otro lado, es una oportunidad valiosa para fortalecer y enriquecer el trabajo actoral, haciendo posible el intercambio de las distintas perspectivas y formaciones entre los propios actores y directores; siendo un plus adicional el que podamos conocer nueva dramaturgia y seguir promocionando la nuestra.

Maria Cristina Mory Cárdenas

20 de agosto de 2020

Crítica: WOLF Y LUD, EXPERTOS CAMPAMENTISTAS

Acampando alegrías

Un breve montaje lleno de alegría, travesuras y diversión inteligente. Cintia Axt y Mariano Martínez son Lud y Wolf, respectivamente, unos niños exploradores acampando en un bosque. Los colores que adornaron el espacio fueron muy naturales, sin ser chocantes. El argumento del montaje fue entretenido, pues planteó una serie de situaciones particularmente hilarantes sobre la sobrevivencia en un campamento. El espectáculo fue diversión pura.

Lo más rescatable fue la narrativa, pues me hizo reflexionar de cómo muchas veces asociamos (sobre todo en Lima) al teatro para la infancia como una serie de convenciones absurdas y poco creíbles. Además de estilos de dicción y onomatopeyas que pueden resultar poco creíbles cuando en vez de generar empatía provocan risas de parte de los mismos niños. ¿El teatro para la infancia (salvo algunas excepciones) en Lima subestima a su público?

Este montaje transmitido por la plataforma Zoom nos enseñó que obras como las de los hermanos Grimm o similares pueden ser contadas de una manera más creativa. La compañía D' Zoquetes, el colectivo creado por Cintia y Mariano, es original y resalta por su apelación a la imaginación, la creatividad y la música en vivo (Wolf tocaba la guitarra, por ejemplo). Además, ambos investigan, crean y dirigen sus propios espectáculos.

Por otro lado, me pareció muy interesante que en esta “velada payasa” no hubiese la tradicional nariz roja del clown. La infancia nunca termina.

Enrique Pacheco

20 de agosto de 2020

Crítica: LA LECCIÓN

La lógica del absurdo

Luego de ver la versión virtual de La lección, clásico imperecedero de Eugène Ionesco, a cargo del joven actor y director José Elías con la producción de Le Troupé, nos quedan justamente, muchas lecciones que aprender y recordar. Acaso entrar en discusiones sobre por qué y para qué hacer Arte pueda resultar una empresa interminable y hasta estéril. Sin embargo, siempre es necesario dejar en claro, tanto para los creadores como para el público, si el colectivo en cuestión está realizando su espectáculo para satisfacer alguna necesidad artística o como simple medio de supervivencia económica. Y ambas alternativas son completamente válidas, pero sí indispensables de anunciar al presentar públicamente algún proyecto artístico, como el caso de esta adaptación de una de los textos más representativos del Teatro del Absurdo.

Debe entenderse además que este estilo de dramaturgia, con tramas redundantes y carentes de significado, encierra toda una propia lógica que se manifiesta en una profunda crítica hacia la sociedad, a través de delirantes pinceladas de sarcasmo. No puede significar, de ninguna manera, el “todo vale” o aquel anárquico “que el público saque sus propias conclusiones”. Cada colectivo teatral debería (sí, en condicional) encontrarle la lógica al absurdo. Desde aspectos aparentemente superfluos, como una razón comprensible para cambiarle el género a la alumna y a la criada originales, hasta encontrarle una justificación creíble a la adaptación de este clásico en estas épocas de crisis sanitaria.

Por otro lado, no debe olvidarse que toda ficción escénica debería ser una representación estilizada de la realidad, es decir, una pieza de Ionesco merecería un tratamiento estético acorde con el concepto original del autor. Así sea desde una plataforma virtual. No puede ser un documental o un proyecto testimonial. Los espacios de representación de una obra del absurdo, así como el vestuario y el maquillaje, hasta el estilo de actuación, deberían tener algún elemento o característica distintiva que tenga coherencia con el objetivo de sus creadores o adaptadores. Todas estas son lecciones que debemos (esta vez no en condicional) aprender y recordar, antes de animarnos a presentar cualquier tipo de espectáculo al público. De esta La lección en línea, solo resta destacar el esfuerzo y ganas del trío conformado por Elías, Yugar T. Glaston y Paul Chauca, de quienes esperamos nuevos proyectos artísticos, pero esta vez con las lecciones aprendidas.

Sergio Velarde

20 de agosto de 2020

domingo, 16 de agosto de 2020

Crítica: FUNCIÓN INTERRUMPIDA

La ventaja del contacto físico

Habitar el mismo espacio de tu pareja actoral en un espectáculo virtual se ha convertido ahora en un verdadero lujo. Eso pueden aseverarlo con total seguridad Valentina Zelada y Javier Deza, los jóvenes intérpretes de la microobra Función interrumpida, dentro de la temporada de Reconectando, proyecto escénico de la Asociación Cultural Kapchiy, a través de la plataforma Zoom. Ellos fueron los únicos, dentro del cuarteto de espectáculos presentados, que tuvieron la chance de interactuar en el mismo espacio. Acaso esa haya sido la principal fortaleza de esta atípica y surreal historia, en la que dos payasos se preparan para dar una nueva función, pero así como reza el título, esta nunca llega a suceder. Presentaciones alegóricas como esta deberían ser más frecuentes en nuestra cartelera virtual (como lo fue, por ejemplo, Desde la caverna), ya que escapan de la cada vez más trillada videollamada para ofrecer un producto novedoso.

Escrita por Paris Pesantes y dirigida por Renato Piaggio, asistimos a la enésima rutina de dos fantasmales payasos, quienes se preparan para dar una nueva función, pero reparamos al instante que no se encuentran en un escenario convencional. Con ecos de Ionesco y de Sartré en la dramaturgia, Función interrumpida llega a atrapar al espectador, gracias a la energía derrochada por Zelada y Deza, quienes ejecutan con mucho brío su performance, la cual se vuelve cada vez más funesta y atormentada conforme se vuelve repetitiva. Con algunas dificultades perfectibles en el audio, la puesta se enriquece con la conexión física que consiguen los actores, que acaso haya sido más complicada con un diálogo virtual desde espacios diferentes.

Asimismo, la apuesta escénica de Pesantes y Piaggio tiene una lectura adicional: no solo es la metáfora perfecta del abandono y del desinterés de las grandes mayorías por la actividad artística en general, sino que ahora esta es agravada por la crisis sanitaria actual, que obliga a los espectadores y creadores escénicos a entrar en territorios virtuales, para  muchos, desconocidos. Función interrumpida cumple con ser un entretenido y curioso espectáculo virtual; además, la dupla Zelada y Deza consigue una buena química actoral, facilitada por ese contacto físico y directo que los actores necesitan tener, en primer lugar, para cumplir su labor. Un contacto en vivo y en directo que muy pronto tendrán artistas y espectadores cuando esta crisis termine inevitablemente.

Sergio Velarde

16 de agosto de 2020

viernes, 14 de agosto de 2020

Crítica: DES-ENCUENTROS

La apuesta por contar historias

“No me preocupa entrar en debates sobre lo que es o no es teatro. (…) Ya sea en teatro presencial o virtual (pónganle el nombre que quieran), yo voy a seguir apostando por las temas que me mueven, sin distraerme de mi pasión por contar historias”, escribió Cristhian Palomino en su muro de Facebook, joven artista que escribió, dirigió, actuó y produjo Des-encuentros, espectáculo audiovisual que se encuentra disponible todavía en la página de Teleticket. Y no es incorrecto utilizar el tiempo pasado con respecto al trabajo realizado por Palomino, ya que Des-encuentros se desentiende por completo de sus raíces teatrales, en el sentido que no se transmite en vivo, pues se trata de un formato previamente grabado y editado. Las cinco historias que lo conforman son microobras estrenadas de manera presencial en los últimos años, y que se integran con cierta holgura en una variopinta antología, la que abarca numerosas temáticas, entre dramáticas y cómicas, cotidianas y surreales, pero que resumen en mayor o menor medida las emociones que encierra el ser humano.

Un nutrido elenco, que incluye a figuras de trayectoria como Sonia Oquendo, Amparo Brambilla, Haydee Cáceres y Pedro Olórtegui al lado de jóvenes valores como Cielo Torres, Santiago Suarez, Brando Gallesi, Raysa Ortiz y el mismo Palomino en doble papel, se encarga de darle vida a las cinco secuencias independientes con mucha entrega y carga emocional: un cadáver que vuelve a la vida para poner en aprietos a su mejor amigo; un jovencito que quiere comunicarse con su mascota muerta a través de una sospechosa vidente; un romance otoñal entre una pareja que se reencuentra virtualmente; una candidata a la presidencia que mantiene una tensa conversación con su hijo; y una dragqueen que debe tomar la decisión más difícil de su vida. Cada historia se sigue con interés y está correctamente interpretada, a pesar de ciertas irregularidades que se perciben en la adaptación a la virtualidad del material original creado para la escena.

Justamente allí radica la novedad en Des-encuentros, entrando ya al ámbito audiovisual. Acaso dejando de lado el recurso de la videollamada, se podría haber innovado con la cámara omnisciente para conseguir planos adicionales que enriquezcan el producto final, dándole un acabado cinematográfico, lo que muy en el fondo la propuesta de Palomino se convierte en realidad. Encomiable también el que este espectáculo, con el auspicio de UCAL Cultural y Cáritas Lima, busque apoyar a las poblaciones vulnerables afectadas por la pandemia. Sin entrar en mayores debates (ya que definitivamente no es teatro), Des-encuentros se convierte en un positivo vehículo creativo para Palomino para continuar con su indesmayable labor de contar historias.

Sergio Velarde

14 de agosto de 2020

miércoles, 12 de agosto de 2020

Crítica: PEQUEÑAS DOSIS

No todo es videollamadas

Estrenada el año pasado en la íntima Casa Winaray, con la producción de Sala de Ensayo Teatro, la puesta en escena de Pequeñas dosis, escrita por la dramaturga uruguaya nacionalizada argentina Adriana Genta, fue una intensa antología de obras cortas que auscultaba a su particular manera el alma humana, a través de tres historias independientes entre sí en las que siempre dos personajes se enfrentaban, cara a cara, a problemáticas quizás no tan convencionales, pero que escondían las profundas diferencias, heridas y frustraciones que siempre cargan los seres humanos. Con un efectivo elenco, el director Martín Medina (quien también asumió uno de los personajes) consiguió un discreto pero completo y disfrutable espectáculo. Ahora, en plena crisis sanitaria, Medina propuso un reestreno virtual de la obra, pero esta vez solo como director y con sus tres actores responsables de asumir un doble papel cada uno, para interpretar los mismos dramas desde sus respectivos hogares. La empresa fue sorprendentemente creíble, sin volcar su propuesta por entero al streamimg y que merecería, por supuesto, una reposición.

Como ya es sabido, la finada Genta escribió inicialmente siete obras cortas, para ser representadas por estudiantes de actuación como ejercicios escénicos. Sin embargo, la riqueza de los mencionados textos sirvió para que su producción dramatúrgica alcanzara nuevos vuelos. Medina eligió para su espectáculo solo tres de sus historias para representar: en Visita, una mujer debe revelar un terrible secreto a su esposo preso; en Clavo, la visita de una entusiasta jovencita pone en aprietos al dueño de una ferretería; y en Coma, amante y hermana de un hombre en estado de coma tienen un incómodo cruce de palabras. La aparente sencillez de los textos fue muy bien aprovechada por los actores Daniel Suárez Lezama, Milagros Guevara y Emily Yacarini, quienes lucieron emotivos y convincentes en cada rol que les tocó interpretar en la virtualidad, a pesar de la distancia física que separaba a cada uno del resto.

El pase del teatro presencial al virtual fue acaso la principal fortaleza de esta reposición en línea de Pequeñas dosis. Medina optó sabiamente por olvidarse de adaptar las tres conversaciones a videollamadas, para presentarlas con cámara subjetiva y entrar en la convención de que cada pareja de personajes compartía el mismo espacio escénico y que se dirigían frente a frente. Con mucha precisión y efectividad, Suárez, Guevara y Yacarini lograron hacer creíble la propuesta de Medina, sin descuidar la riqueza de sus personajes en el escaso tiempo que disponían para desarrollarlos. Esta Pequeñas dosis en línea no solo confirma que pueden obtenerse valiosas puestas a partir de textos escritos para estudiantes de actuación; comprueba además, que no es necesaria la adaptación de ninguna pieza dramática al contexto de aislamiento en el que vivimos. Con ingenio, dedicación y trabajo pueden conseguirse sentidas apuestas escénicas virtuales sin necesidad de recurrir a las recurrentes videollamadas.

Sergio Velarde

12 de agosto de 2020

Crítica: CAUTIVOS

Espejos del alma

El montaje Cautivos es sencillamente el mejor ejemplo que he visto recientemente que puede sustentar la hipótesis que el teatro independiente es la esperanza de las artes escénicas en el Perú. Puede ser una opinión personal muy subjetiva, pero no puedo dejar de impresionarme por el trabajo que han logrado estos tres jóvenes actores, bajo la dirección de Carlos Posadas Moncada y Mikhail Page.

El montaje tiene por sí mismo una narrativa propia demasiado atractiva: Isabel Falcón, Roy Zevallos y Gian Paul Miranda son tres jóvenes estudiantes de actuación, quienes a solo dos meses de empezada la cuarentena, están repasando algunos diálogos, cada uno desde su cámara en su casa, para montar La Cautiva de Luis Alberto León. En la primera escena, las actuaciones fueron limpias y las intenciones, claras. Por un momento pensé que se trataba de los mismos actores interpretándose a sí mismos, pues todo surgía de una manera natural y simpática. Lo más impresionante fue la fuerza y la coordinación entre los tres, lo cual demuestra las horas de ensayos empleadas.

La actuación y la reacción durante los diálogos en el momento preciso hacían parecer el espectáculo como un videoclip y realmente era atractivo contemplar la historia. Luego, durante el conversatorio, Zevallos confesó que muy por el contrario, existía la posibilidad de que algo se saliera de control. Por ejemplo, que entre un gato en escena o toque la puerta el Serenazgo pensando que hay una fiesta (hubo escenas donde alzaron la voz) y podría arruinar toda la presentación y generar decepción en el público. Tal vez por esa razón el montaje tendrá pocas fechas.

Durante la segunda escena, sucede la representación de La Cautiva. Cada uno, manejando su cámara y con sus respectivos vestuarios y al mismo tiempo con un trabajo de producción, en donde el sonido, la luz, la toma del rostro del actor, la captura del terror, del llanto, del asombro fueron fenomenales. Las grabaciones en segundo plano de sus “escenarios”, es decir, sus habitaciones, fueron intrigantes.

Sin duda, Cautivos es un montaje en el que se debe felicitar a la producción, por el gran conocimiento del lenguaje audiovisual. Es un espectáculo inteligente y único; un ejemplo de cómo estas otras formas de hacer teatro se pueden reinventar de una manera original. Independientemente de que se trate de una creación colectiva, el montaje es atrapante. Demuestra que este arte puede sobrevivir bajo otros lenguajes y convenciones con el público.

Enrique Pacheco

12 de agosto de 2020

Crónica: PLAZA TOMADA

Lo biográfico como teatrero

En la edición del 4 de agosto de Plaza Tomada, Lo biográfico como materia para la creación escénica, estuvieron como invitadas a Carol Hernández (improvisadora, directora y docente), Chaska Mori (productora, actriz, dramaturga y directora de teatro) y Lorena Pastor (investigadora, docente y directora de teatro). Las tres fueron entrevistadas por Yanira Dávila (comunicadora social, conductora de televisión y directora de teatro).

Las invitadas reflexionaron sobre el teatro testimonial, coincidiendo las tres que el montaje Criadero de Mariana De Althaus marcó un antes y un después en el trabajo escénico peruano, sobre todo por su apuesta por la verdad. Por otro lado, el trabajo de Mori surge a partir de su acercamiento por lo documental, es decir, lo audiovisual adaptado al teatro. Mientras que Pastor se inspiró en un taller de teatro que dictó en una cárcel de mujeres, el Centro Juvenil Santa Margarita. De ahí vino la idea del famoso montaje Internas.

Otro punto mencionado fue la transmisión de las emociones. Mori indicó que es fundamental contextualizar el montaje para poder llegar a tu público y desde ese lugar, hablar con él y tener una interlocución. Todo cuerpo tiene una historia que contar. Pastor indicó que es fundamental recoger no solo el contexto, sino la narrativa personal, porque las artes escénicas son una herramienta para aproximarnos a esas narrativas. El gran descubrimiento de Internas, confesó, fue cómo lo colectivo llegó a ser personal. Hernández, por otro lado, mencionó que el montaje indirectamente es también la transmisión de una visión del mundo. Vivi Tellas, famosa dramaturga, mencionó que el teatro testimonial es su versión de una historia, pero no es la verdad.

Pastor mencionó que la mejor metodología para el teatro testimonial es la escucha en la práctica escénica o en los ejercicios. Para su proyecto Internas fue un reto el que las participantes sean conscientes de su presencia. Es importante que la organicidad de la expresión no se pierda tras el testimonio. Tanto Mori como Hernández coincidieron que lo fundamental surge del mismo cuerpo, es decir, qué transmite el cuerpo en el preciso instante de la presentación.

En verdad, el conversatorio fue demasiado profundo, enriquecedor en lo teórico y muy conmovedor.

Enrique Pacheco

12 de agosto de 2020

Crítica: TODO LO QUE QUEDA SUSPENDIDO EN EL AIRE

Preguntas existenciales desde la virtualidad

Estamos en medio de todo un proceso de adaptación a la virtualidad como medio principal de contacto. Todos estos meses de crisis mundial, además de nuevas costumbres y rituales de limpieza, trajeron consigo mil y un preguntas existenciales sobre lo que fue y lo que será de nosotros después de la pandemia. Precisamente este es uno de los temas tratados en Todo lo que queda suspendido en el aire, obra de las dramaturgas Alejandra Núñez y Claudia Ruiz, quienes además son actriz y directora del montaje, respectivamente. El elenco lo conforma también Raúl Castagneto, quien junto a Ruiz dan vida a dos actores profesionales cuya vida está siendo replanteada a partir de la pandemia.

La obra, transmitida a través de la plataforma Zoom, inicia con los personajes en pleno ensayo de una escena de un proyecto conjunto. Es interesante cómo, con este recurso, logran confundir al público sobre lo que realmente han venido a ver. La transición de un ensayo a una conversación entre dos colegas fue progresivo y lleno de detalles, pues poco a poco los personajes van dejando el metapersonaje, van desarmando la escenografía – telas y en sus habitaciones y fondos de pantalla puestos en Zoom-, convirtiéndose cada vez más en una conversación íntima y sincera. Menciono esta transición, porque considero que es lo que causó que la obra tuviese un gran impacto a quien lo ve: comenzar con la pomposidad de la metaobra virtual fue solo el inicio de un viaje a las profundidades de Piero y Ana, quienes empiezan siendo actores ensayando, pero terminan siendo humanos reflexionando sobre el sentido del día a día después de esta pandemia. En ese sentido, la creación de los personajes estuvo llena de detalles: se pensó en la caracterización de Piero y Ana, además de una diferenciación con los metapersonajes que estaban ensayando. Se notó que el trabajo de creación partió desde ellos mismos, pues más allá de ser verdaderos, lograron la capacidad de transmitir genuinamente cada una de las reflexiones y sensaciones por las que iban pasando durante la conversación. Los recorridos espaciales que hacían cada uno por sus respectivas casas estuvieron pensadas de manera concreta, tanto técnica –trabajo de la cámara y lo que iba enfocando- como semióticamente – cada lugar recorrido tenía una conexión con lo que iban mencionando en la conversación-.

El valor agregado de esta obra virtual, más allá del trabajo técnico bien logrado, es la manera cómo logran manejar distintas reflexiones en una misma conversación. Aunque podría pensarse que una conversación reflexiva puede saturar por mucho tiempo, este montaje logró llevar cada “pregunta y tema existencial” de manera fluida, de modo que el espectador podía llegar a la empatía y entendimiento sobre las sensaciones encontradas de los personajes. Piero y Ana, a través de su conversación, invitan al público a repensar qué es lo que exactamente implicaba esa gran pausa que inició en marzo de este año. En los personajes, el público puede reflejarse desde la experiencia de haber pensado inevitablemente sobre preguntas existenciales acerca de todas las decisiones tomadas hasta hoy en día. Finalmente, al ser Piero y Ana artistas escénicos, se hicieron una pregunta muy importante: ¿es necesario realmente seguir creando? La obra es precisamente la respuesta a ello. Sí, hay que seguir creando. Hoy más que nunca se necesitan espacios donde se dé la reflexión, la comunicación y la empatía sobre lo que está sucediendo mundialmente. Estamos improvisando, probando y, sobre todo, aprendiendo de esta coyuntura.

Stefany Olivos

12 de agosto de 2020

martes, 11 de agosto de 2020

Crítica: PANDEMIALS, UNA ZOOMEDIA

Una distopía virtual

La pandemia del Covid 19 ha puesto a prueba el nivel de adaptación del mundo entero desde distintas perspectivas. La nueva normalidad ahora incluye encuentros virtuales, videollamadas, conferencias por Zoom, incluso fiestas mediatizadas por la tecnología. Estos puntos de adaptación en nuestra forma de relacionarnos es el tema central de discusión en estos días, por lo que ha crecido la necesidad de abrir espacios donde se reflexione al respecto. Las artes escénicas no pararon, y colectivos como Imprología toman los recientes acontecimientos para crear un producto artístico virtual: Pandemials, una zoomedia. La propuesta presenta a cuatro personas que viajan a futuro y muestran lo que será la vida en el 2068. Este espectáculo, aparte de ser una adaptación a la coyuntura, es un acontecimiento virtual que incluye sketches, escenas en vivo, improvisación e interacción con el público.

La obra virtual, representada dentro de la plataforma Joinnus, contaba con un chat en vivo donde los asistentes a la función podían comentar o participar de principio a fin. Esto le daba un carácter vivo al acontecimiento, pues invitaba a que la obra se vaya perfilando de acuerdo a las intervenciones del público. La interacción de los asistentes es un punto clave para que este tipo de productos funciones y cobren personalidad, de modo que logre empatía con los asistentes: tanto actores como espectadores están pasando por esta adaptación, bajo un contexto donde sentirse conectados es crucial.

Se creó un tema musical especialmente para la apertura de este espectáculo, de modo que apoyó a un inicio de obra con fuerza y a captar la atención del espectador. Este tipo de estimuladores de atención son atinados en un tipo de representación virtual, pues ayuda a que el público pueda conectar inmediatamente con el espectáculo.  

Los improvisadores de este espectáculo fueron Araceli Campos, Piera del Campo, Giacomo Benavides y Jean Phil Arrieta. El elenco mencionado destacó por el nivel de plasticidad en las escenas: la atención y apertura de los actantes estaba siempre presente, se notaba mucha “escucha” a las propuestas que iban surgiendo. La estructura que proponían al incluir tanto escenas grabadas como improvisadas fue un recurso eficiente para darle un buen soporte al desarrollo de la obra. Cada improvisador manejaba imágenes de fondo aplicadas desde el mismo dispositivo por el que estaban proyectando: fotos de una habitación de futuro, de una oficina particular, entre otras. Definitivamente la preocupación por lo que se ve dentro del encuadre de cada actor es muy importante, y en esta propuesta se tuvo en cuenta el nivel de detalle en ese sentido.

Pandemials, una zoomedia es de las primeras representaciones que hablan sobre la nueva normalidad, desde un lenguaje cómico bajo el recurso de la improvisación. Es interesante cómo invitan al espectador a ver una situación distópica como consecuencia de la pandemia actual.  Cada escena se conectaba con temas como el teletrabajo, las reuniones virtuales entre amigos, entre otras que, si bien son normales ahora mismo, eran llevadas al extremo dentro de la improvisación. Ver representaciones sobre las nuevas costumbres que se están adquiriendo en esta pandemia, definitivamente crea empatía con  el espectador. Por otro lado, mucho más allá de una comedia, es una invitación a la crítica sobre lo que podría ser de nosotros como sociedad si no tomamos acción sobre los acontecimientos tan críticos que mundialmente estamos pasando. Más allá de la buena experiencia que este espectáculo constituye, el espectador se va con la posibilidad de cuestionar, a través del humor, cuál es su rol personal para no permitir que esta distopía del 2068 suceda.

Stefany Olivos

11 de agosto de 2020

lunes, 10 de agosto de 2020

Crítica: ¿POR QUÉ COJEA CANDY?

Lesiones perennes

La agrupación BUTACA Arte & Comunicación presentó las últimas funciones de ¿Por qué cojea Candy?, escrita por Alfredo Bushby y bajo la dirección Martín Velásquez Marvelat, la misma que forma parte del ciclo de Lecturas interpretadas en vivo de obras teatrales peruanas. Así continúa la labor de los artistas escénicos que se han visto en la necesidad de migrar al mundo virtual, que de ninguna manera pretende reemplazar a la experiencia teatral tal y como la conocemos; lo cual fue resaltado por los miembros de este proyecto.

Mediante la plataforma Zoom, fuimos testigos del desahogo de una niña/mujer que busca respuestas a sus carencias afectivas y el temprano abandono de su padre, por lo que decide viajar a Tingo María para encontrarlo; siendo allí donde empezaría una vida muy distinta a la que tenía en la capital, descubriendo el mundo de la prostitución y el narcotráfico, lo cual marcaría su cuerpo y su alma por siempre. Candy (Keyla Ramírez) es una adolescente que de forma simultánea refleja su etapa adulta en la “Mujer de blanco” (Nidia Bermejo), produciéndose una interesante alternancia generacional entre los personajes, que nos demuestra que ambas son una sola.    

La sencillez en la parte visual permite que el espectador se concentre en lo que nos cuentan estas dos mujeres vestidas de blanco, que manejan su vestuario y maquillaje para cambiar sus estados y emociones, complementándose con la música y algunos elementos extra utilizados en momentos específicos. Además, las contundentes interpretaciones de las actrices, cuyos personajes se han construido con marcados detalles, que van desde la gestualidad, el tema físico (incluso viendo solo un plano medio) y la propia psicología de esta mujer, mostrándonos su mundo interno y su percepción de la vida. Cabe resaltar el hecho de que esta propuesta ha superado el término “lectura” en su sentido estricto, ya que la destreza actoral bastante conocida de Bermejo se amalgama naturalmente con la potente energía de Ramírez, logrando una sinergia que caló en el público.     

Ambientada en los últimos años de la década de los ochenta, ¿Por qué cojea Candy? es una obra necesaria y en esta oportunidad, muy bien conducida, que utiliza como pretexto un padecimiento físico para retratar los problemas sociales que lamentablemente siguen vigentes, como lo son el abuso hacia la mujer, el abuso de poder y la injusticia, que su vez han desencadenado otros conflictos ya normalizados en algunos lugares de nuestro país, donde la ley que prima es la de sobresalir a costa de la propia vida. […] “Raspa que raspa” […], como repite tantas veces el personaje para evidenciar, tal vez, las lesiones permanentes de nuestra sociedad que no tienen cuando acabar.

Maria Cristina Mory Cárdenas

10 de agosto de 2020