miércoles, 22 de julio de 2020

Crónica: PLAZA TOMADA


Yo tengo un sueño

En la marcha sobre Washington, donde el legendario Martin Luther King marcó un sueño, casi sesenta años después aún no es una realidad: el fin del racismo. Sin embargo, existen ciertos aspectos muchas veces invisibilizados de este fenómeno y que con la ayuda de las ciencias sociales, como la economía o la antropología, podemos comprender mejor: las implicaciones estructurales el racismo. En la edición de Plaza Tomada (Des)aprendiendo sobre el racismo se tuvo como invitadas a Ana Lucía Mosquera y Rocio Muñoz, académicas afroperuanas en las ciencias de la comunicación y el derecho respectivamente, teniendo como moderador al activista Orlando Sosa.

El racismo estructural es, como indica Muñoz, un sistema que normaliza determinadas prácticas racistas relacionadas con los estereotipos e imaginarios. El racismo en el mundo es brutal y cruel, pero no podemos dejar de mirar, por ejemplo, que según el último censo la población afrodescendiente se encuentra 11 puntos por debajo del resto de la población en temas de acceso a la educación. Esto significa que el contexto de racismo no solo se traduce en desprecio hacia un origen, sino en acceso a un derecho humano tan fundamental como es la educación, que luego repercute en el trabajo y profundiza la pobreza. ¿Acaso no puede existir algo más injusto?

Las representaciones sociales tienen que ver con el proceso, relacionados con valores atribuidos a un grupo de personas. Como indica Mosquera, en el contexto peruano estas representaciones han sido pervertidas especialmente por los medios de comunicación, en el sentido que ha reforzado valores y “costumbres” a la población afrodescendiente, por ejemplo, asociándola exclusivamente a la cocina. Y sobre todo, en los programas humorísticos donde la representación roza con la humillación.

Otro aspecto relacionado a lo estructural que menciona Muñoz, es la representación de lo bello en una mujer. Por ejemplo, el cabello rizado por encima del lacio, entre otros. Esto tiene muchas implicancias en las psicologías de muchas niñas afrodescendientes. Además, teniendo en cuenta que las precarias políticas públicas respecto a la lucha contra el racismo, no reconocen a los sujetos (ejemplo, la niña discriminada) como sujetos racializados y el Estado no los reconoce como poblaciones iguales. Esto es una superestructura que a veces es pasada por alto.

Coincido con Muñoz y Mosquera cuando reflexionan sobre lo contradictorio que es la coexistencia pacífica, al estilo de la Guerra Fría de los sesentas, entre un discurso nacionalista-chovinista que resalta la integración y lo valioso de todas las “sangres” con una realidad-estructura que sostiene y reproduce la discriminación, la dominación y la segregación hasta en lo económico, como el racismo subrepticio, pero muy latente en Perú. No solo contra los afrodescendientes, sino contras muchas otras comunidades, como los indígenas o entre los mismos mestizos. Sin duda, son aspectos a considerar en estos días próximos al 28 de julio. ¿Qué tan libre y justos somos como sociedad peruana?

Enrique Pacheco
22 de julio de 2020

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