domingo, 19 de julio de 2020

Crítica: ¡A VER, UN APLAUSO!


La distancia como obstáculo en la creación del intérprete

Un aspecto particular del texto de una obra de teatro es la adaptabilidad a un contexto y público específico en un tiempo determinado. En ese sentido, una obra escrita en 1989 podría ser adaptada a un contexto del año 2020. Este es el caso de la obra ¡A ver, un aplauso!, escrita por el dramaturgo Cesar de María y producida por RECUENTO Producciones. Además, esta creación artística cuenta con las interpretaciones de Carla Arriola, Joaquín Escobar, Víctor Dávila y Santiago Suarez, bajo la dirección de Jonathan Trucios. Asimismo, la obra se transmitió vía online y en directo a través de la plataforma Zoom.

¡A ver, un aplauso! es la historia de dos payasos callejeros llamados Tripaloca y Tartaloro, quienes se presentan en un parque de Lima. En una ocasión, los alguaciles de la muerte llegan para llevarse a Tripaloca tras ya varios avisos realizados. Por tal motivo, los artistas callejeros buscan engañar a estos alguaciles, también vestidos de payasos, para que no se lleven a Tripaloca a causa de la tuberculosis. En ese sentido, Tartaloro busca la gran excusa de que su amigo está escribiendo un libro acerca de su propia vida, motivo por el cual aún no es momento para llevárselo y que debería seguir viviendo. También, para lograr contar la vida de Tripaloca, los payasitos tratan de amenizar los pasajes de la vida de este, teatralizándola.

En el teatro o cualquier producción audiovisual, cada elemento u objeto teatral forma parte de la composición total de la obra. En la creación dirigida por el joven director Trucios, los intérpretes se enfocaban con una videocámara desde puntos distintos. Asimismo, los personajes también se encontraban en diferentes lugares y cada uno tenía un fondo de color distinto. Dados estos datos objetivos de la experiencia, la cual pertenece a un todo, se entendía que los personajes sabían que no estaban en un mismo lugar. También eran conscientes de que estaban siendo grabados por una videocámara y rompían la cuarta pared. Sin embargo, los intérpretes no construyeron la atmósfera para que se dé toda la situación. En ese sentido, no se entendía si ellos interactuaban con un espectador que se encontraba en la calle o en su casa. Además, si no estaban en el mismo lugar por el fondo de color que tenía cada uno de ellos, se tornaba inverosímil que la muerte simplemente observara a Tripaloca desde un punto y no vaya en su búsqueda, si su objetivo era llevárselo.

Por otro lado, la obra textual del dramaturgo se presta para jugar y explorar en cada situación. En este caso, la distancia entre los actores no les permitió conectarse vivencialmente para la creación de juegos escénicos. Así, gran parte de la obra se tornó monótona durante la mayor parte del tiempo diegético. En resumen, el trabajo de los intérpretes es una forma de trascender combinando lenguajes audiovisuales y teatrales. Sin embargo, también es importante la interacción física entre los personajes para generar la atmósfera que la obra requiere.

Elio Rodríguez
19 de julio de 2020

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