viernes, 3 de julio de 2020

Crítica: CUERO NEGRO


Espacios de representación para la reflexión

La pandemia de Covid – 19 ha traído, entre otras cosas, la necesidad de adaptarnos y reinventarnos en todo sentido. La nueva normalidad está basada en el distanciamiento y la virtualidad como forma de convivencia social. Dentro de este contexto, el sector de las artes escénicas ha ido encontrando durante la cuarentena nuevas formas de manifestación y contacto con el público: transmisiones de obras por conferencias virtuales, por redes sociales, por links privados, entre otras. No obstante, la novedad en este tipo de propuestas han ido más allá del medio de representación: está existiendo la necesidad de cuestionarnos sobre cómo este contexto de emergencia está mostrando las desventuras que como sociedad hemos estado normalizando.  Es precisamente Cuero negro una obra que invita al espectador a cuestionarnos sobre qué tan establecidos están esos juicios de valor aquí y ahora. Este monólogo de la dramaturga y filósofa Jamil Luzuriaga fue interpretado por el actor Carlos Arata.

La propuesta virtual invita al espectador a aceptar la convención de una clase de filosofía virtual. A lo largo de la representación, el profesor Ricardo Rodríguez va desarrollando una disertación titulada “La Axiología”. Incluso proporciona a sus “alumnos” un material de estudio para la clase, donde se encuentran los ejemplos y la esquematización de lo que explica en clase. Es interesante cómo va explicando la teoría filosófica, mientras acusa y denuncia a sus alumnos ciertos abusos cometidos hacia su persona, por parte de autoridades de la facultad. El tejido entre la teoría y la situación que desarrolla la obra fue propuesto y entendido de manera brillante. El tema de la axiología estuvo muy bien explicado, de modo que el público no tenía por qué saber previamente sobre ello. Es más, diría que la obra estuvo hecha con el fin de que en verdad el público haya entendido en esencia lo manifestado en la cátedra.

La interpretación de Arata estuvo llena de detalles, lo cual sumaba a la construcción del personaje. Este profesor tenía maneras específicas de hablar y dirigirse a sus alumnos, lo cual captaba la atención de quien lo observe. El manejo de la clase y del espacio con relación a la cámara fue asertivo y minucioso, pues incluyó desplazamientos por el espacio y manipulación de objetos como parte de la representación: la pizarra utilizada  por el actor funcionó como una extensión y como complemento de la denuncia que se iba dando durante la clase. La apropiación del texto fue uno de los fuertes en esta obra, pues no solo manejaba los conceptos de filosofía propios de la cátedra, sino que se particularizó la forma de enseñanza de aquel profesor. Definitivamente esta fue una propuesta donde la mezcla de la filosofía y las artes de representación funcionaron como una buena dupla.

Seguimos aprendiendo a adaptarnos a esta nueva normalidad basada en el distanciamiento y las relaciones virtuales. Es interesante cómo esta nueva forma de representación virtual está tomando un lugar genuino y validado en las artes escénicas. Se están dando propuestas virtuales con temáticas diversas y de buena calidad en su realización; sin embargo, considero que una de las tareas más importantes de las artes en este momento es cuestionar y reflexionar sobre lo que como sociedad estamos pasando. Nos estamos dando cuenta de que formas antes normalizadas de convivencia no dan para más; la cuarentena ha causado efectos impactantes en cada uno de nosotros. Definitivamente Cuero negro ha cumplido con dicha tarea.   

Stefany Olivos
4 de julio de 2020

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