domingo, 12 de julio de 2020

Crítica: COCINA CON ZINA


Una receta ficcional y real

La “nueva normalidad” ha ocasionado que la mayoría de personas cambie de forma repentina su estilo de vida. Un claro ejemplo de ello son las clases virtuales que imparten los profesores de cualquier universidad, instituto, colegio o taller. Así, tomando como punto de partida esta consecuencia del COVID-19, Liminal teatro presenta Cocina con Zina. Este es un espectáculo interpretado por Araceli Campos (Perú) y Eva Palottini (Argentina), bajo la dirección y dramaturgia de César Ulloa Cuéllar.

Cocina con Zina es una obra que se transmitió en vivo a través de la plataforma virtual Zoom, espacio digital por la que se emiten la mayoría de cursos actualmente. El horario indicado para la trasmisión de la obra fue las veinte horas del día cinco de julio. Sin embargo, el primer contacto con el público no ocurrió en el horario preestablecido, sino mucho antes. Pues, la primera interacción con el futuro espectador surge cuando, una hora antes, la producción les envía una indicación -en PDF- vía correo electrónico. En este documento no solo están escritas las indicaciones de la obra, sino también algunos ingredientes y utensilios caseros que debe tener el espectador para su clase online de cocina con la profesora Zina.

El primer contacto atemporal de la obra con el público suscita en el segundo una cierta incertidumbre. ¿El público qué rol cumplirá? ¿El de espectador de la obra o un alumno de la profesora Zina? En ese sentido, en el desarrollo de la obra, la acción principal del personaje es compartir sus secretos culinarios a sus novicios alumnos. Entonces, el personaje le brinda ya un rol específico de alumno al público. Además, desde el primero encuentro virtual y temporal con el espectador, la actriz rompe la cuarta pared. En otras palabras, habla directamente con su público tratando de instruirle en la preparación de su receta.

En la obra existen dos contactos atemporales con el espectador: el segundo es el agradecimiento y la preparación de la receta en un documento -en PDF- enviado a través del correo electrónico. Entonces, aquí se observa que el espectador cumple dos roles. En primer lugar, el público mirado como público en sí, el complemento del intérprete para que exista la comunicación. En segundo lugar, el público observado como alumno de la profesora de cocina dentro de la ficción.

Por otro lado, el personaje Zina es como la tía cocinera que nos quiere brindar su gran secreto de cocina. Todos sus movimientos e inflexiones de la voz pertenecen a alguien que ama la cocina y le gusta enseñar su recetario. Además, interactuaba con sus alumnos a través del chat de dicha plataforma. Cada pregunta que ella hacía, estos le respondían y cada respuesta era como un estímulo para que ella diga algo. Sin embargo, no todos los espectadores cumplieron el rol de alumno. Pero sí tuvieron algo para beber -otra indicación del PDF- en la transmisión del espectáculo.

Cocina con Zina es una obra que coloca al espectador en una antesala y, probablemente, lo convierte en un alumno ficcional. Además, el espectador no solo atestigua una experiencia, sino también es parte de ello, participando y aprendiendo una gran receta culinaria extraída del plano ficcional que puede prepararlo en el plano real.

Elio Rodríguez
12 de julio de 2020

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