miércoles, 11 de marzo de 2020

Entrevista: JAVIER MERINO


“Si tenemos nervios en exceso hay que convertirlos en combustible”

Ganador del premio del público como el mejor trabajo de dirección en Comedia/Musical Oficio Crítico 2019 por una obra de su autoría, Magia en una Lima de noche, el joven artista Javier Merino menciona que su tío abuelo fue el cantante y compositor Luis Abanto Morales, pero a quien nunca llegó a conocer. “Mis tíos y mis abuelos cantan y tocan la guitarra, la quena, zampoña, pero todo en eventos familiares o para pasar el rato,” refiere sobre su ascendencia artística. “Yo soy la oveja rara de la familia; en el colegio participaba en las actuaciones, cantaba, bailaba de todo, y todo lo hacía mal; tuve un buen profesor de teatro, con el que recuerdo haber hecho una versión de El Rey Midas, muy graciosa, pero que no hice de rey (ríe), ya ni me acuerdo a quién interpreté”. Javier permaneció fiel a su taller de teatro hasta que acabó el colegio a los quince años y a la misma edad entra a la universidad Villareal a estudiar Ciencia Política para continuar una carrera diplomática. “Siempre me gustaron las letras, además fui -y estoy siendo- criado por un padre maravilloso que es un militar retirado muy amoroso y de él adopté el amar al Perú y ver la formas de sacarlo adelante”.

Primeros maestros

Gracias a la cercanía de su facultad, ubicada en la avenida La Colmena, Javier optó por entrar a estudiar teatro al MALI y es ahí donde conoce al reconocido actor y profesor Ramón García. “Éramos un montón de alumnos, hacíamos dinámicas y todavía conservo varios amigos de allí,” comenta Javier. “De Ramón aprendí que el actor es conchudo, el sentir los nervios en exceso y convertirlos en gasolina para el motor; yo podía ser conchudo, porque era un personaje, no Javier; después ingresé al TEFA y me comenzó a gustar más y más el teatro y me dije: ¿Qué hago?” Javier averiguó sobre los talleres de actuación de ese entonces y consideró el de Alberto Isola. “Pero antes de entrar allí, tenía que primero pasar el de Bruno Odar, con cuatro niveles y ya con el Alberto, el quinto. Yo tenía 16 en ese entonces”.

Odar es uno de los mayores referentes teatrales para Javier, incluso García lo felicitó y animó a seguir con él su preparación. “Ramón me dijo que le parecía muy bien que siguiera con Bruno, me dijo que era mucho más académico y que era una muy buena elección,” recuerda. “Ingresé a Diez Talentos con Bruno Odar, al mismo tiempo empezaba el segundo año de la universidad, se cruzaban los horarios y me comenzó a gustar más la actuación, era algo serio y tenía tarea, tenía que invertir mi tiempo, porque con Bruno tenías que prepararte y ensayar.” Javier tuvo que tomar una decisión y les comentó a sus padres sobre su elección. “Se armó un cónclave en mi familia,” recuerda. “Me decían -con justa razón- que encima yo entraba a la primera a la universidad, que harta gente quisiera tener tu vacante, pero al final aceptaron mi decisión; mis padres son lo que más amo en el mundo y supieron entender, y como todo padre, este quiere que su hijo asegure su futuro.”

“Estuve con Bruno, dejé la universidad y no reservé vacante,” afirma Javier. “Terminé los cuatro niveles y me enfermo en el último, tres semanas antes de la muestra final, y no pude asistir.” Javier dejó la actuación y siguió estudiando a la par en un instituto Comunicación Integral, para así tener un respaldo. “Comencé a chambear en comunicación y periodismo en diferentes medios, empecé a hacer comerciales, estaba todo afanado, hice un poco televisión, al final me llamaron para hacer unas cositas, pero no me gustaron, la tele te absorbe mucho tiempo, y a mí me gusta ser dueño de mi tiempo.” Finalmente, regresa al taller de Odar para completar su formación. “Como profesor, como actor y como director, Bruno me encanta,” confiesa. “Es un gran actor, muy versátil, lo que hace en televisión no es nada comparado con lo que hace en teatro o cine. Es un ícono nacional.” Para Javier, la ventaja de Odar como profesor es que le gusta probar bastante, acepta propuestas y no “sobreintelectualiza” cuál es la acción. “Porque los ensayos resultan siendo diferentes y terminamos haciendo otra acción distinta a la que se planteó al comienzo; al momento de interactuar, salen otras cosas; además, él no es tanto de hacer trabajo de mesa, leemos una vez el texto y ya vamos a ensayar y así salen cosas.” Odar inculca además valores, sumamente importantes para cualquier profesión, especialmente, para un actor. “Puedes tener un gran talento, pero si no eres responsable, si no eres disciplinado, entonces prefiere llamar a un actor que no es tan bueno, pero sí puntual y disciplinado. Por eso me llama, no soy bueno, pero creo que sí disciplinado.”

Javier valora mucho el aprendizaje con Odar, con quien además tiene una bonita amistad con él, su esposa Julia Ruiz, y su familia. Tras ello, un tiempo después, ingresa al Taller de Formación Actoral de Plan 9 con David Carrillo, director de la primera obra de teatro que vio Javier cuando tenía 13 o 14 años: Los 39 escalones, que dirigió unos tantos años antes Alfred Hitchcock en la pantalla grande. “A David, como profesor y maestro, lo respeto mucho, y por ser un gran director, sabe crear el ambiente que quiere impregnar,” refiere. “Es actor también, pero se dedica más a la dirección; Bruno es más un actor que se dedica a la dirección; con Bruno aprendí el tema dramático, la fuerza del personaje, y con David, cómo lograr el punto preciso para que la gente se ría en determinadas escenas, me ayudó bastante a comprender y entender la comedia.” También menciona que Carrillo es muy calculador, que a veces se sienta como público para analizar las reacciones del público. “Creemos que la gente se va a reír en un momento y se ríen en otro momento que no pensamos que lo harían; tengo la suerte haber tenido dos grandes maestros, como David y Bruno, quienes me formaron en el mundo de las artes escénicas."

Gestor cultural, actor, escritor y director

Polifacético como pocos teatristas de su generación, Javier tiene bastante experiencia escribiendo, dirigiendo y actuando en diversos montajes de interés. “Un buen actor, para comenzar, debe tener disciplina, más que talento,” asegura. “Yo sí creo en el talento, se nace con un poquito talento, pero lo puedes reforzar, lo puedes hacer crecer, de cinco a diez talentos como la parábola; yo no creo que el talento se haga, siempre y cuando se tenga el talento escondido, uno puede encontrarlo.” Para Javier, un buen actor debe tener un “60/40” de disciplina y talento. “Y pasión, ser apasionado en lo que haces, que te guste, que lo disfrutes.” Por otro lado, menciona que un buen director debe ser frío para tomar decisiones. “Tiene que saber pensar fríamente, porque los artistas trabajan en un mar de emociones y muchas veces esa emoción le gana más a la razón y por eso, no vemos de repente un buen producto; hay que ser frío para manejar todo, porque el director es responsable de todo el montaje final, es la guía y la conexión de todo, para que pueda salir adecuadamente.”

Magia en una Lima de noche demostró el enorme talento de Javier como dramaturgo y no le molestaría que su obra fuera llevada a escena en un futuro por otro elenco y director. “Pero si van a hacer una modificación, sí me tendrían que decir qué quieren cambiar; finalmente, si ha habido un acuerdo y si yo le he dicho al director que tiene licencia para hacer lo que quiera, bueno, entonces ya está hecho.” Sin embargo, Javier sí estaría al tanto de no ver alterada su obra en su concepto principal. “Solo si no veo que cumpla su objetivo artístico,” aclara. Javier tiene múltiples proyectos para este año: seguirá dándole vida a Frankenstein en la Plazuela de las Artes el 29 de marzo con entrada libre y producirá junto a Gary Prialé con su productora Café Society la nueva puesta en el teatro Julieta llamada Los marcianos llegaron ya de Giuseppe Albatrino, y con un elenco conformado por Connie Chaparro, José Dammert, Jesús Neyra y Luis José Ocampo. “Además, estoy escribiendo una nueva obra, pero ni nombre tiene, porque ni tiempo tengo para escribirla,” concluye.

Sergio Velarde
11 de marzo de 2020

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