viernes, 27 de marzo de 2020

Crítica: LA CARNE, LA CAÍDA

Testigos de la carne

La carne, la caída es una experiencia multidisciplinaria que, empleando un lenguaje contemporáneo, reflexiona en torno al folclore malagueño y andaluz, así como a la vivencia e identidad de sus creadoras, sus miedos infantiles y la percepción de la muerte.

Como ya se ha comentado en esta plataforma, la presente edición del FAE LIMA ha privilegiado la participación de espectáculos que se alejan de las fórmulas narrativas convencionales, para optar por otras de corte experimental y multidisciplinario. Precisamente a este grupo pertenece La carne, la caída, una de las más recientes propuestas escénicas de la prolífica compañía española La Phármaco. Sus autoras, Luz Arcas (coreógrafa, bailarina, directora del montaje y de la compañía), Luz Prado (violinista e improvisadora) y Virginia Rota (fotógrafa y videasta) nos hablan desde los resquicios de la memoria y el subconsciente a través de la danza, la música y el vídeo. En palabras de su directora, esta pieza “es una investigación muy contemporánea, libre y abierta sobre el folclore malagueño y andaluz, y es también una reflexión sobre la muerte (y) los miedos infantiles”.

Como en otros trabajos producidos por Arcas y La Phármaco, en La carne, la caída la danza cumple un papel primordial. El austero escenario, equipado con una silla y prendas de vestir, se llena con la evolución del movimiento y la música, intercalando en tres momentos la componente audiovisual. Ello otorga a la pieza una sensación de continuidad a través de “escenas” que, aunque aparentemente inconexas, están ligadas a través de la temática que la obra explora.

El lenguaje de la danza

"La danza le habla al cuerpo de los espectadores”, comenta Luz Arcas en una entrevista. La experiencia escénica que ella propone no se comprende racionalmente, o como si se viese una película o un cuadro. Su trabajo se comprende, se padece en el cuerpo del espectador. Busca, además, develar lo que está escondido en el ser humano, haciendo visible lo que no se ve. En tal sentido, privilegia en su complejidad la honestidad y la espontaneidad en escena, antes que el virtuosismo formal. Y, como ya se dijo, incorpora elementos esenciales del folclor español. “Nadie se pregunta si entiende o no un baile folclórico. Se entiende y punto. La danza contemporánea es eso también. No es el arte intelectual, hermético, complejo que me habla de algo muy distinto a lo que me habla un verdial malagueño. Es lo mismo. Es un cuerpo celebrando algo", explica Arcas en la misma entrevista.

En la estructura de La carne, la caída, se reconoce el espíritu del verdial malagueño, e incluso de la lidia taurina, amalgamado con la intimidad de su exploración. El aporte musical a través de los acordes sentidos del violín y la notable interpretación vocal de Luz Prado son esenciales. Complementan el conjunto los elementos audiovisuales que, a manera de bisagras, articulan las secuencias de danza.

Del subconsciente a las tablas

El lenguaje de la obra es críptico en su mayoría. El conjunto no se comprende sino desde el ámbito prelógico del espectador. Estamos ante sombras difusas que se interpretan como se interpreta un sueño, que es en donde nos habla el subconsciente. La vestimenta negra, la iluminación, y el uso del humo artificial procuran esta atmósfera onírica. La componente audiovisual propone contenidos de comprensión más inmediata: el audio testimonial de una mujer que vio morir a sus padres ya ancianos, un fragmento del poema Canto de los hijos en marcha del venezolano Andrés Eloy Blanco, e imágenes de tauromaquia. Esta componente es clave para introducir la idea de la muerte en el montaje. O, más precisamente, la de ser testigos de la muerte. La finitud se asocia en la danza con el cese del frenesí vital del cuerpo, retornándolo a un estado de quietud. Se asocia también con la evocación de imágenes y sonidos musicales de la infancia de las artistas, impregnados de la identidad y el folclor malagueño y andaluz.

El subconsciente es un terreno agreste. Sus dominios albergan fuerzas temibles y poderosas, a las que debemos domesticar en una pugna perenne e interna si queremos evitar que nos consuman. La carne, la caída exhibe esta pugna en los elementos que coexisten en escena. La danza y la música evolucionan en intensidad y complejidad, como evoluciona también el conflicto y la reconciliación en el cuerpo, afirmando su propia existencia, su identidad afincada en la femineidad, en la libertad, en la tierra, en el baile antiguo y en la tradición. Es, al fin, la lidia de la carne, de la vida que se afirma, contra la muerte y la quietud de los despojos.

Esta no es una propuesta de fácil contemplación o comprensión. Menos aún, para un público como el limeño, muy poco acostumbrado a espectáculos de este tipo, que requieren de una sensibilidad capaz de conectarse con el mundo interior del artista, comprometiendo elementos intuitivos o, como ya se mencionó, prelógicos. Si bien compartimos antecedentes culturales, la identificación en la obra de muchos de ellos no es plena, salvo que se investigue sobre la cultura en el sur de España antes de ir a ver la obra, o esta nos sea familiar. Por supuesto, esto no es demérito de la pieza. Sin embargo, es necesario mencionarlo para entender también la leve sensación de vacío que nos causa intuir que estamos perdiendo detalles importantes. Como suele suceder en la vida, es con el tiempo y la experiencia que nos permitiremos entender esto que acabamos de ver y que nos ha remecido hasta la conmoción.

VERDIALES+CORONAVIRUS=NOWADAYS FOLK

El presente texto hubiera concluido en el párrafo anterior, pero, ante las circunstancias actuales, bien vale la pena escribir unas cuantas líneas más. Debido a la crisis de salud pública que vivimos, la organización del festival FAE LIMA 2020 tomo el 13 de marzo la decisión más difícil y sensata que debe haber tomado hasta ese día: cancelar el festival. Esto quiere decir que La carne, la caída fue uno de los últimos espectáculos internacionales que se presentaron en él. Es inevitable asociar el contenido de este espectáculo con lo que ocurre en el mundo hoy mismo. Nuevamente nos toca ser testigos de la muerte. De más muerte. De la peste que corre como corre la paranoia, la precariedad y la estupidez humana. Y, junto a ella, herida y sangrante como el lomo de un toro de lidia, la vida se retuerce en una danza obstinada por continuar allí, como antes, como ahora y como siempre. En su muro de Facebook, La Phármaco publicó la frase que motiva este subtítulo. La publicación es del 9 de marzo, cinco días antes de la declaración de cuarentena en España. La tradición de la celebración de la vida y la amenaza de la muerte persisten hasta hoy. Razón no les falta.

David Huamán
27 de marzo de 2020

Crítica: NAVE


El viaje al origen

Después de cosechar un importante galardón en la escena local, Nave vuelve a las tablas en esta edición del FAE LIMA 2020. A través de la mirada de su autora, Moyra Silva, la obra nos sumerge en un viaje vivencial y multidisciplinario hacia la evocación propia y ajena, hacia la añoranza de lo ausente y hacia esta ciudad que nos acoge pese a todo.

El arte escénico (y el arte, en general) halla su dinámica en la interacción de dos partes: la del objeto que se muestra (el objeto escénico) y su público, el receptor de este objeto. En mayor o menor medida, esta dinámica deriva en un evento transformador a través del cual el receptor se identifica con el objeto que especta y se ve interpelado en este reconocimiento. Así, el proceso transformador moviliza al espectador a través de la emoción y el pensamiento, elevando en él esa hondura insondable a la que llamamos espíritu humano.

Moyra Silva, directora, actriz y bailarina, es una artista dedicada a explorar las múltiples vías por las que esta dinámica virtuosa se desarrolla. Su labor en los últimos años así lo demuestra: a través Corpus Medio, el dúo que conforma con la compositora y videoartista Adele Fournet, ha presentado trabajos como Caer es una forma (2017), Reflejo Animal (2018) y Limas Utópicas (2019). A partir de la premisa que moviliza a cada uno de ellos, se busca interpelar al espectador apelando a una experiencia artística multidisciplinaria que se aleja del manejo escénico tradicional. En la misma línea de trabajo, y a partir de la premisa de su propia identidad, Silva presenta Nave, en colaboración con Fournet y otros artistas multidisciplinarios, como una experiencia escénica de inmersión. Habiéndose presentado en enero del 2019 como una de las ganadoras del IV Festival de Teatro del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, esta obra regresa a la escena local en esta edición del FAE LIMA 2020, para mostrarnos, una vez más, su aproximación totalmente vivencial a la dinámica artística sobre el escenario.

Homenaje

Como ya se dijo, Silva parte de su propia identidad para construir su propuesta. De manera más concreta e íntima, parte de la profunda vinculación que tiene con su abuela materna. Como ella misma lo dice, es menester que esta premisa sea relevante también para el público. Es así que, a partir de gatillos sensoriales y piezas de instalación -sonidos, aromas, imágenes, palabras congeladas en el tiempo que vienen del pasado- la experiencia teatral envuelve desde el inicio al espectador ávido de ella y lo convierte en el protagonista, en el actor (el que actúa, el que acciona) de un doble homenaje: el que Silva le rinde a su abuela y el que el espectador le rinde al depositario de su propia evocación. El objeto artístico y el receptor del mismo se vuelven uno solo en el proceso. Aunque, hay que decirlo, mucho dependerá de la predisposición del espectador para participar de una experiencia que podría resultar desde íntima hasta invasiva.

De pura cepa

Construimos nuestra identidad a partir de los vínculos que generamos, tanto con las personas con las que crecemos como con los lugares en los que vivimos. La premisa de la que parte Nave también explora esta vinculación, concretamente, con la ciudad de Lima. A través de una suerte de programa concurso, el público-protagonista es invitado (y a veces compelido) a examinar el conocimiento fáctico y vivencial que tiene de ella. Desde fechas de fundación y datos estadísticos, hasta experiencias de acoso y percepciones personales, Lima es puesta delante de los participantes como si fuera un espejo inmenso que refleja cuánto de ella hay en cada uno, para bien o para mal. Y en ese reflejo interpelante, se invoca también el de los abuelos y las abuelas de los presentes. Es, pues, el reflejo del pasado y del presente resumidos en el de cada uno.

El regreso del actor

Un valse de Augusto Polo Campos, un atardecer veraniego como los de estos días y una carta tan ajena como íntima culminan con esta experiencia. Los actores circunstanciales se bajan de esa nave, se convierten en público otra vez, salen de ese pampón techado que es el Centro Cultural Cine Olaya y se quedan en la puerta conversando sobre lo que acaban de vivir, o regresan a sus casas. Quien escribe estas líneas comprende lo que vivió mientras las escribe. Pero en ese momento todo era más confuso y turbulento. En ese estado de tribulación se subió a un taxi que lo llevó a su destino atravesando la Costa Verde. Por la ventana, sentado junto a él, miraba el atardecer veraniego el recuerdo de su abuela materna. Ese portento de señora, hermosa como ella sola, artista a pesar de todo, a pesar de sí misma, artista del bordado, de la repostería, de la lisura brava y del ingenio bajopontino que la acompañó hasta el final, hasta el día de su cumpleaños, el día en que se fue en su ley, de un colerón, el último. A esa señora, que nunca estuvo del todo en paz, a esa abuela, en donde quiera que esté, quien escribe estas líneas la abraza con toda el alma y le desea, si no es algo de paz, por lo menos que esté tranquila.

David Huamán
27 de marzo de 2020

miércoles, 25 de marzo de 2020

Entrevista: PAOLA VICENTE


“El teatro siempre fue mi primer amor”

Nuestra gran aventura en las ciencias (2019) fue una de las puestas infantiles más interesantes y entrañables del año pasado. Escrita por la dramaturga y directora Paola Vicente, ganó el premio del Jurado como mejor montaje en su categoría por Oficio Crítico. Nominada en dos oportunidades como directora, por Bajo la batalla de Miraflores (2015) y Tu madre, la Concho (2017), Paola comenta que en su familia no hay artistas precisamente, pero sí se han cultivado en el arte especialmente en literatura. “Siempre estaba en talleres de actuación, pero (la típica) mis papás pensaban que era un hobby.” Cuando llegó su momento de elegir una carrera, fue una gran encrucijada para ella. “Yo estaba muy segura de que quería actuación, pero las opciones que había no eran en universidad; mis papás me sugirieron encontrar una carrera universitaria que tuviera un componente muy fuerte de creatividad, de educación, de arte y de teatro y encontré Comunicación Social en San Marcos.”

Empezando a escribir

Desde el colegio, Paola ya escribía y además dirigía; por ejemplo, en Sexto de Primaria se hizo responsable de los ensayos de Annie. “No la llegamos estrenar, pero sí hubo muchos ensayos y yo la hacía en musical, con coreografías,” recuerda. Como muchos otros artistas, también pasó por los talleres de actuación del MALI, con el profesor Ramón García. “Lo que a mí me pasó con la Comunicación es que me abrió el panorama; de pronto descubrí la dirección, el diseño de luces y la edición, porque mi especialidad fue Audiovisuales, el cine siempre me gustó y ha sido para mí un gran referente.” De otro lado, tomó un taller de teatro en San Marcos (el TUSM) dirigido por la actriz y directora Mary Oscátegui. “Pero mi desarrollo profesional me ha ido llevando lejos del teatro, he hecho prensa, relaciones públicas, y en uno de mis últimos trabajos, entrenamiento y coaching; sentía que mi vida se dividía en dos y por periodos largos dejaba la actuación, pero sentía que me secaba por dentro, necesitaba volver, el teatro siempre fue mi primer amor.”

El punto de quiebre para Paola llegó en el 2012, cuando ya había hecho una maestría, era coach y en el trabajo donde estaba tenía la oportunidad de viajar y visitar muchos países. “Cuando se cierra mi oficina, me pregunté a mí misma: ¿Qué cosa quería hacer?, en vez de volantear mi CV por todo Lima, me hice 'coaching' y decidí tomar un año sabático." Con dos o tres años lejos de las tablas, se preguntaba cómo podría regresar, es decir, volvía como actriz o acaso podía experimentar otras alternativas. “Pensé que podía intentar en dirección, porque ya tenía experiencia por mi base audiovisual; pero escribir era una cosa que siempre había visto como algo lejano para mí, o sea, recién en mi vejez, pensaba que cuando me jubile, lo primero que iba a hacer era irme a un lago o un río y ponerme a escribir.”

La batalla para llegar a escena

En aquel año sabático decretado por Paola, se decide a escribir para teatro y es ahí donde nace Bajo la batalla de Miraflores. “Creo que le pasa a muchos escritores: yo tenía la obra en mi cabeza, pero la veía como cine, porque esa ha sido mi primera referencia, siempre he sido muy audiovisual,” comenta Paola quien decidió entonces ingresar al taller de la destacada dramaturga y directora Mariana De Althaus. “Yo era muy tímida para presentar los textos que escribía en el taller de Mariana; para actuar no tenía problemas, tampoco para dirigir, pero escribir algo era tan personal para mí que jamás presenté nada, porque me moría de la vergüenza y la timidez.” Sin embargo, reconoce que le sirvió de mucho para explorar todas sus posibilidades como dramaturga. “El siguiente paso fue buscar al ‘top de los tops’ y gracias a Dios, Alonso Alegría comenzó a dictar talleres sueltos, porque él solamente se dedicaba a la (universidad) Católica; le escribí, me contestó Adriana, su productora y por cosas de la vida, después de muchos años, deciden hacer un taller por fuera y se abrió.”

Paola conoce en el taller de Alegría a varios dramaturgos, entre ellos, Ángelo Condemarín, autor de Tu madre, la Concho. “Con Alonso, se hizo una breve presentación en el teatro Larco y esa fue la primera vez que presenté un texto mío, ya terminado y pulido, con público,” recuerda. “Leyeron los actores Katiuska Valencia y Óscar Beltrán, pero fue una lectura actuada y dirigida por Alonso; cuando se confronta mi texto con el público y yo veo su reacción, me dije: ¡Ah, esto es lo que quiero hacer toda mi vida! y es así que me decido a hacer Bajo la batalla de Miraflores.” Paola ingresa a un nuevo taller de Alegría, en este caso, en dos turnos, ya que la temática era de obras breves y su objetivo era escribir una obra de formato largo; en el mencionado taller, coincidió con Daniel Amaru Silva, autor de ¿Eres tú, pequeño?, primer premio del Cuarto Concurso de Dramaturgia Peruana, Ponemos tu obra en escena 2012, en el que Paola obtiene el segundo lugar con Hombres limpios, que posteriormente se rebautizaría como Bajo la batalla de Miraflores. “Ese fue el inicio de todo, con un premio a cuestas, escribir no había sido una mala decisión después de todo, fluyó casi naturalmente; pero para dirigir sí me empujaron a la piscina.”

Bajo la batalla de Miraflores estaba destinada a ser dirigida y actuada por otro elenco en un primer momento, pero debido al paso del tiempo, el elenco fue aceptando otras oportunidades y abandonando el proyecto, así como la productora y el director. “Yo había gestionado todo, iba a ser asistente dirección,” revela Paola, quien ya había llevado un curso de Dirección Audiovisual en Yale en su año sabático. “En un punto en que ya no sabía qué hacer porque me quedé prácticamente sola, Alfredo mi esposo, me preguntó si yo había estudiado dirección, le dije que sí y él me retó a que yo dirija mi propia obra y así fue.” La puesta en escena de Paola, estrenada en el Centro Cultural Ricardo Palma, le mereció su primera nominación en Oficio Crítico como directora, así como a sus actores Angie Ruiz y Sergio Cano. “Fue difícil haber tomado la decisión de dirigir después de todo, y tener una nominación en una premiación que yo respeto mucho; para mí los Premio del Oficio Crítico son como los Independent Spirit Awards de Adam Sandler; fue la señal que necesitaba para saber que algo estaba haciendo bien.”

Las madres y las ciencias

Repuesta en varias ocasiones y con uno de los récords de asistencia de público para los estándares del teatro independiente, Tu madre, la Concho fue la segunda aventura como directora de Paola y a la vez, su primera comedia. En su primera temporada estuvo protagonizada por la inolvidable actriz Claudia Dammert, quien ganó de manera póstuma el premio de Oficio Crítico. “Con toda la experiencia en este oficio y la sabiduría de vida que tiene, Claudia respetaba mucho a la dirección,” comenta Paola. “Me habían hablado mucho de su estilo con los directores, pero en mi caso, vi una gran humildad de su parte, me dio mi lugar desde el primer día y aprendí mucho con ella.” Dammert se caracterizaba por actuar con un estilo aprendido en los Estados Unidos, desde las entrañas. “La verdad sale de adentro, no de la cabeza; no vale si lo estás pensando para actuar, tiene que pasar por ti, por tus entrañas; ella era muy corporal en ese aspecto, la Concho era un personaje que la comprometía mucho, era muy sanguíneo, totalmente opuesto a Claudia, porque ella era una mujer muy open mind, de dar mucha libertad y la Concho no era así.” Paola rescata que durante los ensayos, todos en el elenco se permitieron jugar. “Pero siento que Claudia, como la Concho y como la actriz que es, fue una columna muy importante para que todo también pueda fluir y la propuesta pueda funcionar.”

Nuestra gran aventura en las ciencias es un proyecto que ha tenido mucha estrella,” afirma Paola. “Ha sido gestionado y gestado por el Centro de Innovación de la Católica; son puras chicas las que manejan esta oficina y tenían esta idea de popularizar las ciencias entre las niñas.” Explica que existe un estudio que, a partir de los nueve años, las niñas se alejan de las ciencias, ya que en el colegio y en la sociedad en general, se encuentran con estereotipos muy fuertes que las alejan de sus sueños iniciales. “Como madre, si mi hija de cinco años ve las estrellas y quiere ser astronauta, yo debo estimularla en ese sentido; entonces, ya estaba en sincronía con el proyecto de acercar a las niñas a las ciencias a través del teatro.” Paola consigue una residencia para dramaturgas en las Ciencias y le tocó investigar y entrevistar a doce científicas seleccionadas para conocer sus historias y con ese material, desarrollar un texto dirigido a la infancia. “Más que exponer la vida de ellas, era usar elementos, símbolos, mensajes y la narrativa de todas ellas y de tres en particular, para poder plasmar todas esas vivencias en esta obra de teatro.” Si bien es cierto, solo se mencionan los logros de tres científicas, también aparecen otros detalles de sus vidas. “Como esta relación del padre con la hija, de la maestra con sus alumnos; hay mucho de las historias de estas doce científicas.”

Para Paola, Nuestra gran aventura en las ciencias es una obra que puede llegar a cualquier persona, porque todos hemos tenido un maestro que nos haya motivado en muchos aspectos o una madre o padre que apoye sus hijos. “La obra también habla de mí y lo que espero como madre de dos niñas,” explica. “En esa época mi hija tenía tres años y yo veía sus ganas de conocer la luna; mi esposo la compró un telescopio y veíamos el cielo en la noche en la terraza, buscando y cazando estrellas; traté de incorporar en la obra vivencias mías, porque yo sí creo que es importante empoderar a las niñas, no solo a través de la ciencia, de las artes, de todo en general.” Y no solo darles una voz pues ya la tienen, como dice Paola, pero también para amplificarla. “La obra sirvió para que las niñas puedan decir que yo sí puedo hacer esto o en el caso de las más grandes, por qué tengo que interrumpir el sueño de cuando era niña”, agrega. “Estaba lista para explorar en el teatro para la infancia, que nunca lo había hecho antes, era una semillita que estaba ahí y retomé mucho mis referentes cuando era niña, como las comedias y los dibujos animados.”

Entre los proyectos de Paola para este año figura un nuevo show musical titulado Da Capo, Volver a empezar con el coro infantil Voces del Sol. “Es un bonito coro de jóvenes, niños y adolescentes, que no solamente tienen un repertorio clásico tradicional, sino que también exploran musicales y soundtracks de películas,” explica. “Es una historia que al mismo tiempo sea divertida, eduque y entretenga y sobre todo, que se sienta ese amor por la música, que todo el mundo tiene”. Debido a la crisis sanitaria que venimos enfrentando, el estreno tuvo que ser reprogramado y se efectuará el domingo 5 de julio en el Gran Teatro Nacional. “Tenemos la reposición de Tu madre, la Concho en mayo y bueno, yo sigo escribiendo, hay planes de llevar a escena musicales y dos obras de teatro; y para el bicentenario, ya me están llamando para reponer Bajo la batalla de Miraflores, así que es posible que regrese,” finaliza.

Sergio Velarde
25 de marzo de 2020

martes, 24 de marzo de 2020

Entrevista: RENATO PANTIGOZO


“Un actor de teatro debe tener siempre una actitud de juego”

Panda Teatro – Improvisación estrenó una de las piezas para niños más interesantes del año pasado: S.O.S. Exploradores al rescate (2019) fue una divertida creación colectiva en la que se ponía un énfasis especial a los juegos al aire libre frente al avance tecnológico, en medio de la relación contemporánea entre padres e hijos. Su protagonista, Renato Pantigozo, actor e improvisador de  larga trayectoria fue recompensado con el premio del jurado al mejor actor en su rubro, dentro del evento de Oficio Crítico. “Yo vengo de Arequipa y la familia Pantigozo es reconocida en el mundo de la pintura, son artistas plásticos,” revela Renato. “Y es ahí donde está ese gen artístico, pero yo de chiquito siempre quise ser director de cine.” Nunca tuvo profesor ni taller de teatro en el colegio, pero sí participaba en los Juegos Florales, en donde destacaba en Oratoria. “Te hablo de los ochentas, de los noventas, de cuando no había escuelas de teatro; ingreso a la universidad y ahí había un taller de teatro, que era lo que más se aproximaba a lo que quería hacer; una vez faltó un compañero a una función, entonces me subieron al escenario y nunca más volví a bajar.”

Inicios arequipeños

“Conozco las Artes Escénicas en la universidad San Agustín de Arequipa, estudiando Contabilidad,” comenta Renato. “Mi primer profesor fue Arcadio Ramos, quien falleció hace un par de años; él dictaba un taller de teatro en la Escuela de Artes Carlos Baca Flor, abierto a la comunidad y es ahí donde veo la publicidad y me inscribo.” Para hacer teatro antes en Arequipa, según cuenta Renato, se tenía que ser como parte de una logia, era muy cerrado y había muy poca actividad teatral. “Con el profesor Arcadio estuvimos dos años haciendo montajes amateurs, con comedias, sátiras y melodramas que adaptábamos, de autores como Julio Ramón Ribeyro y Sebastián Salazar Bondy.” Renato valora mucho el trabajo del profesor Arcadio, quien también escribía sus propias obras y tenía una buena mano para la formación técnica, en cuanto a lo vocal, como la proyección, la dicción y la respiración, así como también la parte física. “Sobre todo, su pasión hacia lo que hacía; él trabajaba en Electrolux, iba de puerta en puerta, vendiendo aspiradoras y además, era técnico de línea blanca, como refrigeradoras y congeladoras; compartía su trabajo junto con su pasión por el teatro.”

Posteriormente, Renato conoce a unos amigos y comienza a hacer teatro de títeres en la Universidad de San Agustín. “Estaban grandes maestros como Álvarez Oquendo, que ya no está con nosotros, y Pepe Borja, el encargado del taller, que también trabajó muchos años en Kusi Kusi; formó el elenco y tenía una obra preciosa, La Guerra de las Estrellas y los Erizos de Mar, no recuerdo el autor y con esa obra nos fuimos a Argentina y Chile, teníamos invitaciones hasta de Rusia y Pakistán, pero no teníamos para los pasajes.” Con la jubilación de Pepe Borja en el 2002, Renato y su grupo de amigos del taller deciden formar su propio grupo de teatro y lo bautizan como Panda. “Nos lanzamos a realizar actividades en Arequipa, nos abrieron las puertas los encargados del Centro Cultural Peruano Norteamericano y nos alquilaron su sala para presentar nuestras obras; empezamos a hacer fiestas infantiles, teatro para niños y obras para adultos; hicimos la comedia Cuando me afeito y logramos crear un fenómeno, porque llenamos el Cultural con un aforo de 300 personas.” Las temporadas exitosas en Arequipa equivalen a solo dos fines de semana, porque ya no había, literalmente, nadie más. “Quien asumió la dirección de Panda Teatro fue Vivi Neves, quien era la que tenía mejor criterio; y yo asumo el papel de producción, un poco para ocuparme de los auspicios y la gestión.” Renato entonces se dedicaba a actuar, producir, y a la vez, estudiar; mientras que el colectivo lograba convertirse en un pequeño fenómeno. “Se creó una bola gigante, nos empezaron a pedir más funciones, pero notamos que teníamos un techo, porque necesitábamos aprender y en el 2005, no había talleres formales de actuación; así que tomamos la decisión de viajar a Lima y estudiar allá.”

Impro en Lima

Renato fue el primero en llegar a Lima, junto a la actriz y directora Neves y al artista plástico Nilton Melgar, encargado de la parte escenográfica. “Vinimos los tres a aprender, estuvimos con Bruno Odar, David Carrillo, Vivi estudió con Alberto Isola, y conocimos la impro con Sergio París; lo que aprendíamos lo llevábamos a nuestro elenco en Arequipa, estuvimos en viajes constantes cada cuatro meses,” recuerda. Acerca de París, Renato opina que “es muy bueno en lo que hace, la tiene clara, con todos los años ha logrado perfeccionar su metodología y yo siempre estuve muy contento con él; de ahí ya comenzamos a formar parte de su elenco, nos presentábamos en los Miércoles de Impro en el Satchmo de aquel entonces.” La improvisación, qué duda cabe, es una herramienta importantísima para el actor. “Te activa, incrementa ciertos puntos interesantes como la escucha activa; el improvisador siempre está muy atento, presente, no solamente escuchar con el oído, sino con todo el cuerpo y al tener toda esa conciencia, entonces te hace estar presente, aquí y ahora.” Renato reconoce haber sido un actor de método antiguo (“por así decirlo”), pero desde que conoce la impro y está en el escenario, empieza a percatarse de sucesos y detalles muy importantes que están pasando en escena, y a darles valor. “Eso hace que pueda recrear, construir y potenciar mi acting, se trabaja mucho en equipo; aparece esa conexión, esa comunión que tiene que haber entre los improvisadores, a través de mirarnos y de dar valor absolutamente a todo lo que está pasando.”

Sobre la actual situación de la impro en Lima, Renato tiene una opinión particular. “Considero que la que la onda de la impro ha tenido un pico, pero siento que ahora ya está en un poco de caída, no la siento tan fuerte como antes, desde mi punto de vista.” Acaso sea el tema de publicidad o económico, pero considera que se ha perdido mucho público desde hace varios años. “Antes teníamos El Patakultural y los match de improvisación que albergaban mucha gente, se llenaban los teatros, teníamos público siempre, en el Satchmo o en La noche de Barranco y todos llenos; ahora yo voy a ver un espectáculo de improvisación y el público ha mermado, ha disminuido un poco.” Sin embargo, Renato reconoce que los improvisadores sí han optado ahora por investigar y ampliar sus espectáculos. “Pero en generar público, siento que hemos perdido terreno.”

Teatro y proyectos

En el 2017, Renato viaja a Europa y estudia Actuación en el estudio Cinema Room Madrid – España, bajo la mirada del director hollywoodense Christopher Geitz; además de realizar un workshop de estructuras dramáticas en la improvisación en International Theater, Stockholm - Suecia, a cargo de la directora Tamara Massdam. “Fui invitado a improvisar con compañías de países como Alemania, Francia, México, Argentina y España, logrando presentarme en el Pequeño Teatro Gran Vía de Madrid con el espectáculo Corta el cable rojo, el mismo que lleva siete años de temporada; pienso seguir viajando e investigando por un buen tiempo.”

“Un buen actor de teatro, primero, debe tener siempre una actitud de juego,” asegura Renato. “Juego es actuar, es accionar, tiene que haber ese espíritu de juego.” En segundo lugar, agrega la necesidad de estar en el escenario para comunicar algo a través del personaje que le toca interpretar, y no por el aplauso o la alabanza. “La historia que voy a contar me tiene que gustar, me tiene que apasionar, esa pasión debe estar presente en el escenario, pero para poder comunicar.” Finalmente, Renato menciona la disciplina como una cualidad importantísima para el actor. “Muchos actores solo leen el texto una, dos o tres veces, se lo aprenden y ya, chao, pero siempre hay que volver a leer el texto y descubrir algo más.”

Para Renato, la disciplina debe estar presente desde la formación actoral. “A veces, me pasaba que los profesores nos dejaban ejercicios y trabajos para mostrar frente a tus compañeros y se notaba que había muy poca preparación, que habían hecho lo mínimo y que no había compromiso ni disciplina,” refiere. “Para hacer tu ejercicio, debes realizarlo como si fueras profesional, como si fuera la función; y si estás en ensayos para un montaje, con mucha mayor razón.” Además, opina que la disciplina es de utilidad en las épocas de vacas flacas, que son las de mayor cantidad. “El ser disciplinado te va ayudar a que estés en constante entrenamiento y en constante exposición; el hecho de ser constante va a hacer que vean tu trabajo y lo valoren y después, te llamen.”

S. O. S. Exploradores al rescate fue una creación colectiva, porque teníamos la necesidad de hacer un teatro para niños un poco diferente y con algo que transmitir, no solamente a los niños, sino a los papás,” asegura Renato. “Primero, necesitamos salvar el planeta, entonces hay que hacer algo, tenemos un compromiso de acción; y segundo, hay una pelea entre la tecnología y lo antiguo, hay una brecha.” Por ejemplo, si es correcto o no darle una tablet a un niño y por cuánto tiempo. “Se generó una discusión, una pelea para luego llegar a una armonía, una comunión y dar entender así que la tecnología es importante, solo si la sabemos utilizar correctamente; la forma de trabajo consistió en que primero improvisábamos, luego escribíamos el texto y al final, salió la obra.” Los proyectos de Renato y su colectivo teatral estarán retomando con fuerza en Arequipa este 2020, con talleres y espectáculos. “Yo estudié Contabilidad, trabajé en un banco, ganaba dinero, era burócrata en Arequipa, pero sufría, no me gustaba; así que un buen día, dejé de trabajar y me dije: ¡Me voy a dedicar a esto!, y acá me tienes,” concluye.

Sergio Velarde
22 de marzo de 2020

sábado, 21 de marzo de 2020

Entrevista: DUSAN FUNG


“El teatro independiente debe ser sinónimo de nuevos lenguajes, nuevos caminos, de rupturas”

Una de las mejores comedias teatrales estrenadas en el 2019 fue Una pequeña guerra de independencia, escrita por Cinthia Delgado y presentada en el teatro Julieta. Su director Dusan Fung ganó el premio del Jurado de Oficio Crítico como el mejor trabajo de dirección en Comedia/Musical; previamente había sido nominado por su destacado trabajo como director en El arcoíris en las manos (2017) de Daniel Fernández. “Soy el único actor de la familia,” afirma Dusan. “Empecé haciendo impro cuando era adolescente con Pataclaun, y ya nunca lo dejé y eso fue lo que me inició en el teatro, empezó como un hobby y después ya pude estudiarlo profesionalmente.” En el colegio, Dusan participaba siempre de las actuaciones haciendo impro, ya que Pataclaun colocaba un profesor en cada colegio; incluso llegó a participar en campeonatos interescolares de impro. “Daniel Subauste fue mi primer profesor y mi maestro de la vida fue Ricardo Morán: él ha sido el culpable de que muchos de nosotras y nosotros estemos haciendo teatro ahora.”

La impro en el teatro

Consultado sobre los beneficios de un taller de impro para actores, Dusan cree que “el actor o actriz recupera el juego, el saber que las cosas no necesariamente están bien o mal, sino que al probar el juego, los conecta con dejar de hacer las cosas para los demás.” Además, los actores amplifican su escucha, para que se conviertan en creadores positivos. “Estamos acostumbrados a crear desde el “no”; a partir de la impro, los actores se vuelven más propositivos y proactivos en escena; indudablemente porque soy un actor improvisador, todos los montajes en los que participo, así sea de texto, tienen el juego de la impro.” Es en el TUC en el que Dusan decide dirigir. “Teníamos un curso de producción y ya había dirigido algunas cosas de impro antes, por necesidad, no tanto porque quería ser el director.”

La necesidad de volver a improvisar, llevaron a Dusan a tomar la decisión de dirigir; el resultado fue Memorias: Orquesta de soundpainting (2015), en el Teatro Ricardo Blume, una puesta en escena que reunía a una orquesta multidisciplinaria, dirigida por Dusan y Mario Gaviria. “A partir de ahí empecé a dirigir, me aventuré ya después a dirigir textos inicialmente y exponer a los actores y actrices a jugar, a construir las historias.” En el TUC, Dusan tuvo muchos maestros y maestras, a quienes les agradece sus enseñanzas. “Creo que un maestro trasciende la técnica y te enseña cosas de la vida; mis dos maestras son Alejandra Guerra y María Luisa de Zela, ambas en sus estilos muy diferentes, me han enseñado muchísimo y estoy muy agradecido con ellas.”

Actuación y dirección

“Creo que un buen actor de teatro debe tener un punto de opinión, irreverencia y juego,” afirma Dusan. “Y un buen director de teatro, debe saber escuchar y tratar de hacer las cosas porque quiere hacerlas.” A Dusan le ha tocado tener que dirigir espectáculos por encargo, que no necesariamente eran los que realmente quería hacer. “No está mal, es un trabajo y también se hace con amor, pero siento que las obras con las que mejor me he sentido identificado han sido aquellas con las que necesitaba decir algo o eran sueños personales.” También menciona que un buen director es aquel que no trabaja desde su sitio y solamente se limita a dar indicaciones en un trabajo vertical. “Debe ser un trabajo horizontal, un director es un actor más del juego; los mejores directoras y directores que conozco, muchos son los que están en la cancha, que se meten al escenario para conocer a sus actores y a sus actrices.” ¿Es acaso una ventaja para un director el haber sido actor? “Todo suma,” responde Dusan. “Pero sí creo que un director debe jugar, debe participar en el proceso creativo, no debe estar estático, sino que debe conocer a los actores en la cancha, en el juego.”

“La verdad yo sí creo que el talento se hace”, refiere Dusan. “Tal vez por el destino, por cosas energéticas, hay personas que nacen con una necesidad muy grande de crear, de hacer teatro; yo, que me he formado de manera autodidacta, en la universidad y que ahora soy profesor y formo coartistas, me doy cuenta que el talento se hace, porque todo el mundo podría actuar, hasta muchos directores de cine usan no-actores, porque también los actores estamos a veces muy contaminados, con demasiada información y perdemos autenticidad, la ingenuidad de ser honestos en escena.” El talento con el que nacen ciertos artistas debe descubrirse y pulirse. “He visto mucha gente a la que algunos profesores le decían que no tenían futuro y yo he visto, en esa perseverancia, que ahora son profesionales del arte maravillosos; por eso creo que el talento se construye.”

Arcoíris de identidad

Premiado como el mejor montaje dramático por Oficio Crítico 2017, El arcoíris en las manos fue un notable y valiente espectáculo, aplaudido por público y crítica. “En el momento en el que nosotras y nosotros lo hicimos, yo ya estaba conectado con esta necesidad de hablar del mundo hostil, injusto y mortal en el que vivimos personas lgbti,” sostiene Dusan. “Creo que las personas que somos de la diversidad y divergencia sexual vivimos en una ciudad, en un país que no nos protege; por el contrario, nos mata.” Para Dusan, tanto el número de montajes de artes escénicas qué hablen de la protección a la diversidad y de actores y actrices de la diversidad que están actualmente en cartelera, es escaso. “No voy mucho al teatro, porque siento que no me representan; yo entiendo las urgencias, las necesidades sociales, pero me encantaría ver un teatro más diverso y esa fue una de las necesidades de las que quisimos hablar, desde nuestra experiencia, desde nuestro privilegio de poder distanciarnos como artistas.”

Para Dusan, El arcoiris en las manos fue un granito de arena para visibilizar el espectro de la diversidad. “Que no solamente es binario, hombre y mujer, sino que es un espectro amplio y maravilloso, que necesita de un espacio en las artes escénicas.” Con un elenco notable, El arcoíris en las manos contó con soberbias actuaciones, especialmente, las de Miguel Dávalos y Miguel Álvarez. “Actores que pusieron su piel, su cuerpo, su alma para interpretar a sus personajes; fue maravilloso y creo que muchas personas no habían hablado de diversidad o de orientación sexual, sino de identidad, que son cosas diferentes, creo que fue muy gratificante para nosotras y nosotros.” Es así que Imaginario Colectivo, compañía artística que dirige Dusan, se decidió a gestionar proyectos que hagan justicia social. “Con esa obra, mi papá, mi mamá, mi familia, con la que habíamos hablado de orientación, pero no de identidad, fue para ellos como incomodar desde el amor; es una operación combinada, que me parece que funciona.”

Si bien Dusan ya había asumido la dirección de un espectáculo de microteatro, El arcoíris en las manos fue la primera obra de formato largo que dirigía, la cual difería en varios aspectos del original de Fernández en el papel. “Como buen improvisador, me guío por los impulsos que tenía: me provoca un micro, no sé por qué, pero quiero un micrófono; me provoca que los actores no estén al mismo nivel del escenario, sino que hayan varios niveles y así fueron apareciendo las tarimas; la obra es un poco larga, entonces los actores, para que no estén haciendo cambios de escena, también que estén en el escenario; en la primera escena solo salía el personaje de Marita, pero en mi visión, estaban los cinco personajes para así darle juego.” Dusan comenzó a buscar muchos referentes de otras obras LGTB en Latinoamérica, para ver también como ellos habían encontrado la solución. “Porque una obra de teatro es como un gran problema al que hay que buscar la mejor operación combinada, para que se cuente la historia de la manera que queremos.” Dusan no pretendía reforzar estereotipos ni nada por el estilo y asegura que la propuesta fue genuina. “Ahora que ya ha pasado tiempo, que ya hay una distancia, volteo y creo que no debí escuchar todos mis impulsos (sonríe), pero yo le aconsejaría a un director que siguiera su primeros impulsos y que también es un trabajo en equipo, los directores un poco como que nos aislamos; creo que aprendimos mucho de esa experiencia, de trabajar en equipo, en comunidad.”

Guerras de independencia

Dusan recibe la llamada de Alejandro Clavier, director del programa Sala de Parto, para encargarle la dirección de una de sus obras. “Me propuso dirigir Una pequeña guerra de independencia, me dijo que sentía que yo era el indicado, que la obra tenía una fábula simple, pero que necesitaba alguien que le aumentará juego, color, impro y me pareció increíble, un halago.” Dusan admira el trabajo de Clavier, además de haber participado en su programa en años anteriores. “Que me llamen como director me encantó, porque Jano quiere también formar directores, solidificar herramientas para un director y me dijo: “Esta obra es para ti”, sentí una buena corazonada.” Dusan presentó el texto a Imaginario Colectivo y les encantó a todos. “Porque salíamos de El arcoíris en las manos, de una historia que se cuenta a través del drama y Una pequeña guerra de independencia, desde la comedia; me inspiró demasiado, porque habiendo trabajado tanto tiempo con la impro, por fin podía dirigir un texto con humor.”

En cuanto a los actores de Una pequeña guerra de independencia, Dusan solo tiene elogios para ellos. “He tenido actores demasiado juguetones, como Carlos Daniel Salazar, que es de nuestra compañía, que se ha formado aquí con nosotros, fue la mejor idea para nosotros.” Por otro lado, también contó con la participación de Armando Machuca. “Toda la vida ha sido mi maestro, me moría de ganas de trabajar con él.” El oficio lo aportó Pold Gastello, con una amplia experiencia en la impro. “Para mí tenerlos fue un lujo y luego hicimos audiciones para encontrar al personaje femenino: yo ya había tenido a Anahí de Cárdenas en talleres de impro, me parecía fabulosa; creo que de hecho ella ha venido haciendo personajes un poquito estereotipados y encasillados, por eso me dio muchísimo gusto invitarla a jugar y probar cosas nuevas.” Por cuestiones de tiempo se movieron las fechas dela temporada, así que posteriormente entró a escena la gran Anaí Padilla. “Las dos también habían hecho impro en Imaginario Colectivo; así que tenía todo el sentido del mundo juntar a estos cinco actores que hacen impro y que el juego sea la base para descubrir cómo vamos a contar esta historia; fue un lujo, un privilegio para mí el contar con estos cinco actores increíbles, muy juguetones y graciosos.”

Dusan sí reconoce que no necesariamente hizo la obra para todo el mundo. “Primero, nosotros la pasamos muy bien en esa hora y cuarto de obra, nos divertíamos y ojalá que eso también haya podido llegar a la gente; fue una obra tan distinta después de acabar con El arcoíris en las manos.” Imaginando para la comunidad, Dusan viene dirigiendo, junto a las artistas Vanessa Geldres y Gabriela Gallegos, la compañía Imaginario Colectivo, ubicada Barranco, durante cinco años. “Es un espacio propio en el que estamos dedicados a encontrar proyectos que hablen de justicia social, diversidad y disidencia sexual.” También se dictan cursos de impro para principiantes, para actores, para directores, laboratorios de creación, teatro y producción de televisión. “Creemos que la gestión, la autogestión cultural, es la que va a ayudarnos a elevar la calidad de nuestro trabajo.” Dusan se autodefine además como un gestor cultural de cancha, de batalla. “Nuestra casa es nuestro espacio de producción cultural, acá hacemos talleres, funciones y ensayos; pero es más que un espacio de teatro, es una comunidad: aquí recibimos a todos aquellos actores y actrices gays, lesbianas, trans, disidentes de género, migrantes, personas que no son de Lima, todas esas personas que no son prioridades en otros espacios culturales o proyectos, por ser quienes son; pero aquí, para nosotros y para nosotras, por ser quien eres, sí eres una prioridad.”

Imaginario Colectivo recibe muchos actores y actrices que no pueden trabajar, debido a que no se ajustan a los estereotipos que se piden. “Ellos no cumplen con los estereotipos hegemónicos que se piden y son actores increíbles,” asegura Dusan. “Por eso, nuestra apuesta en Imaginario Colectivo es diversificar la escena local; entendemos que hay un mercado, lo comprendemos absolutamente, por eso en Una pequeña guerra de independencia el protagonista era Carlos Daniel, que es de nuestra compañía, que está formado aquí, que es un actor independiente.” La misión el colectivo también está orientada a priorizar el teatro independiente. “A mí me invitan a conversatorios y entrevistas para hablar de teatro independiente y veo proyectos de otras compañeras y compañeros de teatro independiente; este ha avanzado, ha resurgido, emergido y creo que nuestra misión es que el teatro independiente deje de ser sinónimo de baja calidad o de poco presupuesto, sino todo lo contrario, para que sea sinónimo de nuevos lenguajes, nuevos caminos, de rupturas de estados convencionales del teatro peruano; es tomar la calle, tomar esta casa, que es patrimonio cultural de la nación y volverla un punto de cultura; ese es un poco el trabajo que venimos haciendo en Imaginario Colectivo.”

Dusan tiene varios proyectos para este 2020, como las reposiciones de Un intento valiente de representar 30 obras en 1 hora y Una pequeña guerra de independencia; con la primera, se planea una temporada itinerante y la participación de algunos invitados en su elenco; y con la segunda, estará en el Centro Cultural de España con funciones gratuitas para el público. “Y estamos con funciones y talleres de impro; si la gente quiere saber un poco más de mí o de la impro, que busque Imaginario Colectivo; aquí tenemos actores y actrices haciendo impro y siempre invitando a otros que se mueren de miedo a que vengan por aquí para transformar ese miedo en inspiración,” finaliza.

Sergio Velarde
21 de marzo de 2020

Crítica: SOFÍA EN EL TIEMPO


Tiempo del dolor

En el marco del programa de muestras de los talleres de formación actoral del Club de Teatro de Lima, se presentó Sofía en el tiempo. Un montaje que abordó la temática de la violencia contra la infancia, especialmente la de una niña, y los diversos estados de consciencia de la víctima y victimario. Los protagonistas fueron Iorana Gallardo, Cecilia Arias, Nayib Flores, Bryan Fernández, Carlos Cabrera, Belén Suárez y Stefany Ríos. La dirección y dramaturgia estuvo a cargo de Paco Caparó y Jhosep Palomino.

La acción dramática giró en torno a la búsqueda de una periodista (Gallardo) por explorar en su subconsciente y memoria el origen de su dolor. Es una periodista que dicta clases de teatro a un grupo de prisioneras (Arias y Ríos), pero a medida que enfrenta muchas frustraciones laborales que la llevan a hablar consigo misma, su conciencia (Suárez) la llevará a explorar en su historia personal, los diversos orígenes de su dolor. El escenario fue móvil e inteligentemente armado. Los chicos de utilería, totalmente cubiertos de negro, movieron los paneles que delimitaron los dos espacios en los que suceden los acontecimientos: una habitación donde la periodista cuida a su madre (Arias) y, por otro lado, la cárcel donde dicta sus talleres.

De las actuaciones, destacaron principalmente Gallardo y Arias; esta última, en el rol de una presa esquiva a la instrucción y la disciplina, en donde destacó su actitud hostil y autoritaria de manera muy creíble; personalmente, me pareció una actriz con mucha experiencia, pero sorprendió sobre todo, su segundo rol, como la madre de la protagonista, que es de un carácter radicalmente diferente. Esta madre fue parte de las muchas situaciones ficticias dentro del subconsciente de la periodista, pero se caracterizó por demostrar una personalidad cándida; fue realmente increíble el manejo del personaje por parte de Arias. Por otra parte, Gallardo destacó por la claridad de sus intenciones; no fue un personaje fácil, pues fue una periodista que se enfrenta a una actitud hostil y además, tiene que descubrir que su historia personal con su padre (Flores) está llena de abuso y dolor. En ese sentido, la actuación de Gallardo fue particular, porque mantuvo la energía, llegó a empatizar con el público y no se notó sobreactuación.

El resto de actuaciones, si bien no fueron convincentes del todo, sí destacaron por su claridad y por el gran esfuerzo colectivo y de sincronización. Fue impactante la escena final, por los efectos de las luces, que lograron simular un viaje por la memoria de la protagonista, el que demostró un buen entrenamiento en el arte del Teatro Físico. Felicitaciones a la producción y muchos éxitos para todos los intérpretes en sus carreras actorales.

Enrique Pacheco
21 de marzo de 2020

Crítica: LA COLECCIONISTA Y LA BUSCADORA PERDIDA


Esa niña soy yo

El montaje de La Coleccionista y la Buscadora Perdida se estrenó en el marco de un Segundo Festival de Teatro para la Infancia Alelí, junto a un público pequeño, pero fiel. Desly Angulo, gestora cultural del grupo La Cuarta Maraña y el director y encargado de la música Daniel Zárate  dieron la bienvenida al espectáculo.

Las actuaciones estuvieron a cargo de Ana Santa Cruz, reconocida por su exitosa puesta en escena de Máxima, protectora del agua, como la Abuela y Claudia Ripas Castañeda como la Niña; la primera, una anciana perdida en la imaginación de esta última. El montaje abordó los límites de la imaginación infantil y la necesidad de la identidad en contextos de alegría. La dramaturgia fue muy interesante por los recursos materiales y narrativos que usó. En primer lugar, el simbolismo de las diversas acciones fue muy atractivo durante toda la obra, así como la sorpresa que produce; la niña atraviesa una serie de obstáculos en su imaginación, antes de dar con su objetivo: buscar a su madre. La escena más emocionante se desarrolló durante el encuentro y sorpresa al encontrarse ambos personajes, pues fue realmente sorprendente y la manera cómo lo narraron las actrices con sus acciones fue hermoso.

Por el lado estético, Daniel tuvo a cargo de la música en vivo, la que consistió en una serie de herramientas de cuerda. Estas emitían sonidos muy onomatopéyicos básicos sobre el río, la piedra, la lluvia, la respiración etc., y si bien no fueron muy impresionantes, sí funcionaron en la obra. En cuanto a los vestuarios, estos mantuvieron una tonalidad verde algo tenue y poco resaltante. Pero la utilería sí fue original, pues el personaje de Claudia tuvo encuentros con diferentes seres, como una Piedra o un Río, y los materiales que se usaron para representarlos demostraron un gran trabajo de creatividad de la producción.

Lamentablemente, La Coleccionista y la Buscadora Perdida formó parte de un festival que tuvo que cancelarse por nuestra actual emergencia sanitaria; pero sí fue un montaje inteligente, lleno de simbolismos y una bella moraleja.

Enrique Pacheco
21 de marzo de 2020

jueves, 19 de marzo de 2020

Entrevista: GABRIEL GIL


“Un buen actor debe aprender técnicas y teorías académicas del Teatro”

La última apuesta del Club de Teatro en el 2019 fue la de reestrenar, con nuevos actores, tramas y bríos, su éxito Kapital (2014), pero rebautizada como Kapital 2 (y meses más tarde, como Kapital 2,5). Una de las secuencias presentadas llamó mucho la atención y su coprotagonista, el joven actor Gabriel Gil, recibió su primera nominación a mejor actor de reparto en Comedia, ganando el premio del público en la encuesta propuesta por Oficio Crítico. “Desde los tres años, mi mamá (la notable actriz Sylvia Majo) me llevaba a ver obras de teatro, a sus ensayos, que a veces eran en mi casa, y a todas las obras de teatro de títeres de “La Pájara Gorda” de mi tío Ángel Calvo, donde ella trabajaba,” confiesa Gabriel, sobre su acaso inevitable participación dentro de la comunidad teatral. “A esa edad me empezó a inscribir en varios talleres relacionados al arte escénico en La Tarumba, Diez Talentos, Pataclaun, KETÓ, Club de Teatro de Lima, entre otros, donde aprendía Clown, Impro, Circo, Teatro, Violín y Kung Fu; todo ello lo viví y estudié junto con mi hermano Rubén; sin embargo él estudió Ciencias de la Computación y actualmente Historia, por lo tanto, creo que no necesariamente estábamos predestinados”. Además, Gabriel revela que desde los tres años quería ser astronauta, porque su madre le hizo un disfraz de Neil Armstrong; y años más tarde, policía. “Desde los once años me gustaba crear nuevos platos de comida, por ello mi segunda vocación era ser chef; entonces desde los doce, mi relación con las Artes Escénicas, el Teatro y el Kung Fu se hizo más fuerte, ya que llevé un curso de Teatro en el colegio y entré a una escuela de Kung Fu tradicional hasta hoy”.

Maestros y experiencias

“Todos mis profesores me han enseñado algo, por lo que mencionar a todos sería mucho,” comenta Gabriel. "Sin embargo, quiero mencionar a mi profesor Jorge Tejeda del colegio, porque gracias a él decidí adentrarme en el teatro.” Agradece además a todos los profesores de los talleres cortos de artes escénicas y audiovisuales, por hacerle ver que hay mucho por aprender y por abrirle la puerta al conocimiento. “Rescato de mis profesores del Club de Teatro de Lima, el que me enseñaran a jugar, a que el teatro es divertido y a confiar en que hacer el ridículo es parte importante del mismo; gracias ellos me enamoré del teatro.” Por otro lado, en la PUCP, los profesores de Gabriel le enseñaron que el teatro es una disciplina académica, a investigar, a leer, a disciplinarle, a revisar las fuentes válidas de donde viene la información y a ver el teatro desde la perspectiva de la investigación científica.

En Yuyachkani, los maestros de Gabriel lo motivaron a apreciar el teatro peruano, a utilizar sus propias vivencias para la creación. “Me mostraron que hay teatro en nuestro país al que no le decimos teatro,” refiere. “Que hay mucho arte escénico en el Perú que no sabemos que es arte, como las danzas y rituales folklóricos, el arte callejero, entre otros.” Del gran teórico de la técnica interpretativa y maestro de actores Jorge Eines entendió que se puede ser libre en el teatro, a que nadie tiene por qué quitar el derecho a la libertad, a ocuparse de la creación y no a demostrar lo que se sabe, a que el actor siempre está en proceso, a que el ensayo está hecho para equivocarse y que el proceso creativo demora lo que tenga que demorar y a que no hay que preocuparse de lo expresivo antes de tiempo. “Finalmente, La Compañía de Teatro Físico me incentiva a crear, a encontrar nuevos lenguajes en el teatro, a equivocarme y sorprenderme de la creación, a que el error es maravilloso, a que hay que disfrutar el proceso de creación, a que hay que ser disciplinado e indisciplinado, a encontrar el equilibrio y el desequilibrio, y la economía del movimiento y del teatro.”

Gabriel debuta profesionalmente en la actuación teatral en la obra El acto (2016), escrita por Juan Carlos Valdez y dirigida por Joseph Palomino, al lado de ex alumnos y profesores del Club de Teatro. “He escrito también algunos monólogos para creaciones colectivas en Proyecto Mercados, Kapital 2 y 2.5, La Pelea del Siglo, entre otras; y actualmente estoy conociendo el mundo de la danza por algunos proyectos que estoy haciendo y practico Kung Fu." Gabriel considera que un buen actor de teatro debe tener tres condiciones básicas: “La primera, aprender técnicas y teorías académicas del Teatro; la segunda, ensayar: equivocarse y retroalimentarse trabajando en equipo; y la tercera, comunicar al espectador que para mí significa tratar que el público viva la experiencia y reflexione.” Por otro lado, un buen director de teatro debería otorgar libertad al actor, incentivándolo a crear sin miedo al error, porque la equivocación es la causa principal de la creación; además de dar la debida importancia al proceso de creación: escuchando, respetando, acompañando, guiando, facilitando y creando. “Por último, tener claro y ser consciente de lo que quiere y hace en la obra, en base a técnicas y teorías académicas del Teatro.”

Proyectos en la Kapital

Los que vieron Kapital 2 y 2,5 en el Club de Teatro, no podrán negar que fue una atípica experiencia teatral. “Hubo mucha interacción con el público, me recordó que eso es lo que caracteriza al teatro,” comenta Gabriel. “Que lo que digo y hago sale de lo que me da el espectador, me di cuenta que no todo lo que da risa y no todo lo que hace llorar es buen teatro.” Con respecto al director Paco Caparó, afirma que le dio libertad a todo el elenco para crear escenas e incentivó a que todos ayuden en todo. “Además, me gustó ver a Zarela (secretaria del Club) y a varios de mis profesores después de tiempo; tuve que leer bastante sobre política para crear varias versiones de monólogos que fueron cambiando por nuestra coyuntura política, basados en discursos de políticos corruptos, criticando su efecto en la sociedad; para hacer crecer mi trabajo, por las madrugadas solía ensayar solo en mi casa.”

“Creo que el talento se hace”, afirma Gabriel. “No creo en el talento como un don que aparece de repente en tu cuerpo por algo sobrenatural, sí creo en la capacidad innata de comprender algo, eso que todas las personas tienen a su medida, por lo tanto se debe desarrollar a través del esfuerzo y el aprendizaje.” Agrega que le parece imposible nacer sabiendo teatro. “Si fuera posible, significaría que has estado educándote antes de existir, hasta los genios, que son muy pocos, tienen que haber visto, hecho o leído algo para adquirir conocimiento, porque solos, sin aprender, no podrían hacer nada.”

Con respecto al esquivo público que le rehúye a todas las salas teatrales, sin excepción, Gabriel opina que “una solución a largo plazo sería introducir el teatro a todos los currículos escolares, superiores y universitarios; a corto plazo, dar todo nuestro apoyo a la producción.” Para él, lo importante es que las personas vean teatro. “Entonces, el teatro que hacemos es el que tiene que ir al público, llevándolo hacia espacios abiertos, como la calle, para hacer nacer la atracción por el teatro; una solución idealista es que el Estado subvencione al teatro, ese es mi sueño.”

Gabriel estará muy activo con diferentes proyectos para este 2020. “Estaré en El Enemigo, obra de teatro escrita por Daniel Subauste y dirigida por Fernando Castro; y en Arritmia, proyecto audiovisual de danza, dirigido por Rodrigo Santillana y José Pecho.” También estará en la pantalla grande, con su participación en Carta Roja, largometraje escrito y dirigido por Juan Carlos Oganes. “Además, en dos montajes; uno, de la Compañía de Teatro Físico, dirigida por Fernando Castro y Diego Sakuray; y otro, mi montaje final del curso de actuación de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP”, concluye.

Sergio Velarde
19 de marzo de 2020