domingo, 23 de junio de 2019

Crítica: LA PELÍCULA


Paciencia y riesgo

Tremendo riesgo el que ha asumido Vodevil Producciones con el reciente estreno de La película (2013), premiado texto de la joven dramaturga norteamericana Annie Baker. No solo por estar dedicada la productora, hasta ahora, a la promoción de la dramaturgia nacional, como El dolor por tu ausencia (2012) de Jaime Nieto, Humo en la neblina (2015) de Eduardo Adrianzén o Zapping, 3 musicales en 1 (2016) de Mario Mendoza, Federico Abrill, Sebastián Abad e Ivana Pedreschi, por citar algunos; sino porque la mencionada obra de Baker, ganadora del prestigioso premio Pulitzer, dividió a público y crítica en su momento, dependiendo de la paciencia que haya tenido cada uno. Acaso el mismo efecto se encuentra ocurriendo actualmente, durante su temporada en el acogedor Teatro de Lucía.

De entrada, la campaña promocional orquestada para La película quizás pueda confundir y no ser la adecuada: mencionar en el programa de mano el profundo amor que le tiene al cine su muy competente director Mikhail Page, así como una encuesta publicada en el muro del productor Pedro Iturria sobre la preferencia que tiene el público hacia el cine o el teatro, por ejemplo, puede dar a entender que la referida puesta en escena estaría al servicio de homenajear al Séptimo Arte. Nada más alejado de la realidad. Si bien es cierto su ambientación es la reducida sala de un cine antiguo en Massachusetts y sus protagonistas, tres de sus empleados que ocasionalmente comentan sobre películas y sus actores, las referencias cinematográficas terminan ahí. Es el mundo interior de estos tres tristes seres y sus conflictivas vidas las que animarán las casi tres horas del espectáculo.

Y es que la dilatada duración de La película es definitivamente, un significativo detalle a considerar. Y esto a pesar de haberse eliminado la participación de un cuarto actor, que intervenía en dos breves personajes en el libreto original. Imposible afirmar que los sonoros ronquidos y las salidas definitivas de algunos espectadores durante la función sean el daño colateral de, por ejemplo, el auge del microteatro. Porque en el cine nadie se movió durante las tres horas de Avengers: Endgame, cinta repleta de superhéroes, explosiones y efectos especiales; pero igual ocurrió con la feroz Incendios (2014) de Wajdi Mouawad, en el Teatro La Plaza. Quizás sea que la dramaturgia de Baker le exige (demasiada) paciencia al espectador, y que acaso no será recompensada del todo para cierto público, aquel que espere el “happy ending” de rigor: “spoilers” aparte, los personajes no se verán redimidos, ya que los amores confesos e inconfesos y las amistades no llegarán a buen puerto.

A pesar de las largas secuencias dedicadas a crear atmósfera (una obertura de varios minutos con imágenes indistinguibles, silencios intermitentes, secuencias de limpieza del lugar, discusiones sobre las propinas y conversaciones zodiacales intrascendentes) y de las esforzadas caracterizaciones (que demoran en fluir los primeros minutos), el montaje de Page nos regala un puñado de secuencias notables, aquellas en las que el contenido drama de los personajes emerge pasada la primera hora: las relaciones familiares y el esquivo interés amoroso de Sam (Joaquín de Orbegoso), las rebeldes ideas y coqueteos de la proyeccionista Rose (Alicia Mercado) y la crisis existencial del joven cinéfilo e incomprendido Avery (Job Mansilla), un afroamericano en la versión de Baker.

Muy al estilo de La cocina de Arnold Wesker, La película explora las relaciones humanas en el ámbito laboral, con el público de testigo del drama que ocurre en las butacas del cine, pero acomodado en sus butacas del teatro y frente a ese vetusto proyector de 35 milímetros, a punto de ser sustituido por la tecnología digital. Indudablemente, esta nueva apuesta de Vodevil Producciones constituye un riesgo con tantos aciertos como aspectos por pulir. La película no será probablemente del agrado de todos, pero verla con la suficiente paciencia definitivamente sí constituirá una experiencia teatral atípica pero valiosa.

Sergio Velarde
23 de junio de 2019

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