domingo, 12 de mayo de 2019

Crítica: POR NO SER DECENTES


La importancia de adaptar o versionar

Si adaptar es modificar una obra literaria para que pueda difundirse entre un público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original, versionar es realizar una nueva forma que adopte la relación del texto de una obra o su interpretación. Justamente, cualquier decisión que se tome para presentar un espectáculo teatral, escrito en un contexto determinado para presentarlo en otro, debe estar muy bien o por lo menos, medianamente justificada y además, debe ser ejecutada en escena con cierto grado (al menos) de verosimilitud. De lo contrario, versionar o adaptar sería inútil; en conclusión, lo lógico sería presentar la obra tal cual, sin alteraciones, y así mantener su lógica y coherencia espacial y temporal. Valgan estas líneas como introducción para reseñar la última propuesta de Liberteatro Producciones titulada Por no ser decentes, basada en la comedia inglesa No Sex Please, We're British de Alistair Foot y Anthony Marriott, estrenada en Londres en 1971.

Presentada discretamente en el Teatro Marsano, bajo el título de Con el sexo no se juega (1996), esta octava puesta estrenada por el incansable Jonathan Oliveros en el Teatro Auditorio Miraflores aborda los enredos que se producen cuando una pareja de recién casados (Camila Mc Lennan y Paco Varela) se instala en su nuevo departamento encima del banco en donde trabaja él, pero ella accidentalmente realiza un pedido de productos pornográficos escandinavos por correo y así el despelote estará servido, cuando traten de encubrir el delito. Para colmo de males, este atípico e involuntario error de la mujer involucrará a su madre (Cecilia Tosso), al policía de la cuadra (Adrián Torres), a la mucama mojigata (Paola Vera), al inspector del banco (Oliveros), al asistente y al jefe del marido (Tito Vega y Walter Ciurlizza, respectivamente), y a nada menos que a una dominatriz escandinava (Katherina Sánchez). A casi cincuenta años de su estreno, el adaptar o versionar el texto original a la realidad peruana (o limeña), una que se encuentra literalmente en las antípodas de la de Inglaterra en los años 70, resulta a todas luces una tarea complicada que el presente montaje lamentablemente, no logra resolver.

Las incoherencias abundan desde el inicio y entrar en la convención se hace virtualmente imposible. ¿Qué banco en Lima tiene departamentos encima? ¿Quién deja la puerta abierta de un edificio (¡con un banco!) en nuestra ciudad? ¿Qué banco solo tiene un policía de turno, que sube a los departamentos a libar? ¿Qué película porno escandinava tiene en su título “Paco Varela”? ¿Quién manda traer copas de vidrio desde Escandinavia? ¿Quién encuentra material pornográfico en el río Rímac y denuncia el hecho, poniendo en jaque a toda la ciudad? ¿Qué camión puede estar estacionado durante horas frente a un banco sin levantar sospechas? ¿Quién deja entrar a su casa a un extraño para que duerma un rato? ¿Quién está a cargo de la seguridad del aeropuerto que deja entrar a una sospechosa escandinava, habiendo estallado ya justamente, el escándalo de pornografía escandinava? Y para concluir, ¿es realmente la posesión de material pornográfico, como fotos, revistas y películas, un delito tan atroz en estos días que dispare decisiones tan desesperadas? Con el peligroso mundo virtual de ahora, definitivamente, no. Pero sí en la estirada Inglaterra de los años 70. Pero Por no ser decentes sí tiene acaso algo en común con la original británica: destrozada por la crítica en su momento, esta última tuvo un abrumador éxito de público, que gozaron y gozan también todas las producciones adaptadas, versionadas y dirigidas por Oliveros, de quien esperamos siempre un mayor cuidado en sus espectáculos.

Sergio Velarde
12 de mayo de 2019

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