viernes, 29 de marzo de 2019

Crítica: KAPITAL 2


Una experiencia en la capital

Hablar de Lima nos remonta a la añoranza de una época colonial que ha dejado como legado numerosos monumentos, plazas y costumbres. Pero, ¿qué más representa la capital del Perú? Estrenada en el 2014 (como “Kapital”), retorna al Club de Teatro de Lima “Kapital 2”, bajo la dirección de Paco Caparó y Jhosep Palomino. Creación colectiva que refleja la problemática social, la coyuntura política y el uso de las redes sociales.

Un ambiente festivo recibe al público, que aún sin comprender lo que sucede, se une a la celebración animado por los anfitriones. Los personajes se confunden entre los espectadores e interactúan con ellos. Entonces, un llamado de alerta interrumpe la fiesta, los actores desaparecen y el público es separado en grupos de tres, siendo guiados dos de los grupos a la sala 3 y a la sala de espera respectivamente, mientras el primer grupo se queda en la sala 1. Es ahí donde empieza –en simultáneo- el desarrollo de tres historias: la de unas internas; la de un pastor impartiendo un curioso discurso político frente a un joven rebelde y la de unos hombres que pretenden conquistar el espacio de las redes sociales. El detalle novedoso en esta propuesta surge cuando los grupos de espectadores rotan de salas, con el fin de presenciar cada una de las historias.    

Kapital 2 no es un espectáculo convencional, por ser una creación colectiva se acerca más a una experiencia en la cual el espectador participa activamente (debido a su cercanía con los actores y la interacción que se propone en cada escena). Sin embargo, la dinámica teatral está presente en las interpretaciones (destacando la participación del reparto femenino) y en el uso de los recursos escénicos. El drama, el humor (irónico), las transgresiones a la ley, en fin, el día a día de nuestra sociedad se refleja en temática de este particular montaje. Cabe mencionar que si bien la energía y rítmica de la propuesta es potente, al momento de hacer las rotaciones del público, la energía decaía y esa complicidad lograda con el espectador se perdía. Un riesgo que fue compensado con la precisión de las escenas realizadas al mismo tiempo en las tres salas.

Hacia el final, los personajes se unen en escena para una atinada reflexión. Y es que estas situaciones (violencia, corrupción, exaltación del uso recursos digitales, entre otros conflictos sociales que nos invaden) ya han trascendido a nuestra capital y siempre se agradecerá el uso de las herramientas teatrales para quitarnos las vendas de la indiferencia desde nuestros sentidos, pero sobre todo, desde nuestros actos.

Maria Cristina Mory Cárdenas 
29 de marzo de 2019

martes, 26 de marzo de 2019

Crítica: LA MANZANA PROHIBIDA

¿Cuál es “la manzana prohibida” el 2019?

La productora “El Tuétano Teatro” inicia su temporada teatral 2019 en Amaru Casa Cultural con la obra “La manzana prohibida” de Gonzalo Rodríguez Risco, bajo la dirección de Ana Claudia Moca, y con las actuaciones de Germán Pecar y Cheli González Vera. La obra tiene una temporada corta del sábado 23 de marzo al 14 de abril de viernes a domingo.

Sinopsis: “La manzana prohibida es una comedia ligera, ambientada en la década los 90’s que nos presenta a Verónica y a Juan Carlos, dos amigos de la infancia que pasarán juntos un fin de semana. Verónica ha planeado este viaje para seducir a su amigo e iniciar una relación, pero sólo con la finalidad de olvidar a su ex. Sin embargo, Juan Carlos tiene un gran secreto que confesarle: es gay y ya tiene novio. Cuando Juan Carlos cuenta su verdad, ésta los hace confrontarse con aquellas partes de sí mismos que suelen ocultar a los demás. Ahora tienen que decidir si a pesar de todo pueden seguir siendo amigos.”

Según palabras de la directora Ana Claudia Moca, “La manzana prohibida” ha permitido que todo el equipo pueda hablar de sus miedos e inseguridades a través del texto. “Para mí, la indagación personal es indispensable para la construcción de la verdad escénica. Esta búsqueda de verdad nos ha llevado a evidenciar el hecho teatral y a disfrutar de construir un escenario más onírico que naturalista, mientras contamos una historia con la que, creo, cualquiera podría identificarse” sostiene la directora.

La elección de dirección de introducir elementos oníricos dentro la obra funciona en la medida que refuerza algunos subtemas como los miedos y deseos reprimidos en los personajes, la homofobia, el bullying, etc. Sin embargo, el intento por introducir también elementos oníricos a las escenas diurnas de la obra ha sido un intento tímido y poco claro; por lo cual, algunas convenciones utilizadas no logran entenderse dentro de estas escenas. Entre estos artificios tenemos la convención de la llamada de teléfonos sin los elementos, o los cambios abruptos de acentos y juegos que mantienen los personajes, momentos fallidos que causan un extrañamiento temporal de la escena pero que no se intensifica ni mantiene durante toda la obra. Por lo cual, el inestable de estos artificios no logra una organicidad dentro de las convenciones de la obra; interrumpiendo así, la inmersión del espectador.

Algo positivo a resaltar en las actuaciones de ambos actores es que han aportado frescura a la escena y un buen manejo de ritmos y energía a lo largo de la obra. Por otro lado, desde la dirección, algo que quita calidad a la propuesta son los tránsitos de una escena a otra, resultando pocos limpios para la estética presente en la obra. Entre los aspectos técnicos que han restado limpieza y claridad a la convención tenemos; el mal manejo de luces y sonido, los cuales entraban y salían de manera abrupta, cortando la tensión y el ambiente logrado durante la escena. Otro momento que no estaba muy controlado eran los cambios de vestuario de la actriz, puesto que rompían con la convención de la cuarta pared, al alcanzarle el vestuario a su directora fuera de escena, lo cual quedaba al descubierto por el tipo de espacio elegido. Estos son elementos que han podido manejarse con mayor cuidado por parte de la dirección.

Por otra parte, la elección del espacio en esta propuesta resulta funcional, un espacio de estar como lo es una sala ha sido transformada en uno de tránsito, logrando un corredor con dos puertas (que dan hacia el interior y exterior de la casa de la historia), lo cual aporta fluidez y dinamismo a las escenas. Esta disposición se logra por la decisión de la directora de colocar el escenario en medio de dos espacios para el público formando una suerte de “espacio de pasarela” en el que se desarrolla la obra.

Si bien la obra es una comedia ligera que funciona, no queda muy clara la necesidad de colocar una obra como esta que habla sobre la amistad, la homofobia y el deseo “ambientada” en la época de los 90´ y no una actualización del tema. La poca contundencia en las convenciones elegidas no permite que el espectador se acerque a la intencionalidad de la propuesta de dirección. Creo que, si consiguiese afinar sus convenciones y la limpieza en los cambios, permitiría al espectador llegar al discurso particular o intencionalidad del montaje.

De todas formas, se les invita a disfrutar de esta comedia ligera, con frescas actuaciones, para generarse una experiencia personal de la misma. La obra “La manzana prohibida” continuará su temporada hasta el 14 de abril, de viernes a domingos a las 8 pm, en Amaru Casa Cultural (Jr. Sucre 317, Barranco).

Kiara Castro
26 de marzo de 2019

Crítica: ESPEJOS INVISIBLES


La obra de teatro es la eterna presencia ausente

Cuer2 Teatro, celebrando sus 20 años de fundación, ha tenido el agrado de presentar su reciente obra, “Espejos invisibles”, la cual tuvo una corta temporada en el auditorio de La Casa de la Literatura Peruana, llevándose a cabo los cuatro domingos del mes de marzo a las 6.30 pm. Obra desarrollada bajo la dirección y dramaturgia de Roberto Sánchez-Piérola; en la asistencia de dirección: Martín Vargas y ha contado con las actuaciones de: Josué Guzmán y Diego Torres.

Como bien señala la sinopsis, la obra explora “cinco maneras de preguntarse por la ausencia del Otro, cada actor (solo en escena) asume caminos diferentes para enfrentar, desde la soledad, el dilema y la dificultad del encuentro con el Otro”.

Un montaje variado que alterna entre el humor y la angustia a partir de una propuesta lúdica despojada de la solemnidad del teatro convencional. Tal como se menciona, esta es una obra dinámica que explora en la dificultad de no ver al otro, como una extensión de uno mismo; lo que genera la dificultad del encuentro con este otro y la sensación de vacío que genera el deseo imposible de conocerlo. La temática de la ausencia es desarrollada través de diferentes situaciones que conduce a los actores desde la narración, a una dinámica de construcción y deconstrucción del otro ausente desde el “yo” presente.

Una obra arriesgada, ya que elimina del teatro la mayor cantidad de artificios presentándose desde el inicio como una propuesta minimalista; cuya elección aportó dinamismo al collage de historias y citas que forman parte de la dramaturgia construida por el mismo director (Roberto Sánchez Piérola). La obra conduce al espectador desde la angustia hasta el humor negro, el lenguaje coloquial elegido para las actuaciones aporta al contacto directo con el público. Es importante señalar que la propuesta se sostuvo todo el tiempo en la narración activa, desarrollando la relación actor- espectador (emisor y receptor) de manera lúdica.

El tema de la ausencia por otro lado, está presente no solo en el texto dramático; sino en la organización de la escritura espacial de la obra: dos jóvenes actores junto con su director presentan la obra narrando todo lo que sucederá y lo que se verá a lo largo de la función, luego de ello el director sale del foco de la escena. Por otro lado, los actores van rotando narraciones durante cinco momentos en donde solo uno de ellos tomará la posta de la acción, cada uno desde su soledad intenta hablar sobre la ausencia. La obra explora en cinco momentos diversas posibilidades de ausencias; desde el yo, desde la presencia ausente, el rechazo y conflicto con el otro y la necesidad o angustia que genera el vacío que deja la ausencia del otro.

Esta propuesta al estilo del gran director Tadeusz Kantor, descubre no solo el espacio y los artificios teatrales, sino que nos remite al proceso de creación de la obra, incluyendo al director en escena, que se vuelve ausente dejándoles la posta a los actores. Sin embargo, este no desaparece del todo ya que introduce a lo largo de la obra, desde su voz, pequeñas citas de diferentes autores (filósofos, literatos, dramaturgos, etc.) guiando ahora al espectador, a lo largo del tiempo real de la obra. Las citas, además de tener la función de transición y organización de las escenas, logran un efecto de distanciamiento, proporcionando un momento de reflexión en el espectador a lo largo de los diferentes conceptos con los que está construido el discurso dramático de la misma.

El meta-teatro en la obra se puede observar desde la pequeña crítica sobre el teatro convencional, los actores y los aficionados que se desarrolla de manera burlesca en uno de los cinco momentos de la obra. Este es uno de los temas que también están presentes en la propuesta, manteniendo así la coherencia con la estética elegida por el director.  

Sobre las actuaciones, se puede señalar en primer lugar que ambos actores jóvenes aportaban frescura y ligereza a la obra, dentro del lenguaje cotidiano elegido. Ambos, además, sostienen y defienden sus narraciones a un muy buen nivel, logrando en conjunto un correcto ritmo a lo largo de la obra; necesario para la eficacia de los gags que forman parte del elemento cómico de esta. La construcción del “otro” durante las actuaciones se sostuvo en el gesto (brechtiano) construyendo y deconstruyendo estas “figuras de los otros” desde la soledad del actor en escena.

Por último, la disposición y desdelimitación del espacio del público con el del actor es un factor importante, ya que posiciona al actor a un mismo nivel que el espectador, favoreciendo la conexión durante la comunicación directa del actor (narrador) a su espectador (oyente).  De igual forma la elección de una estética minimalista en la utilería y la cotidianidad de los elementos, aportan no solo a los continuos cambios dinámicos y transiciones de un momento al otro; sino que, además, centran la atención y la carga escénica en las acciones. Por otro lado, la elección de un vestuario cotidiano de colores neutros, al igual que en la utilería, no distrae al espectador de las acciones que son el eje motor de la obra. Además, se debe señalar que la elección de la vestimenta cotidiana funciona en la medida que presenta al actor sin artificios, ni ropajes ajenos a su “yo” desde donde narra; ya que no es su intención la de representar “un otro” al que según la obra no se llega a conocer nunca.

Esta obra es un claro ejemplo de como la esencia del teatro sigue funcionando hoy en día, aún en una sociedad acostumbrada a la artificialidad y espectacularidad en la escena teatral; esta obra demuestra que la esencia del teatro sigue viva; en lo lúdico, la acción y el encuentro del actor con el espectador.  La propuesta nos presenta de una manera divertida un tema tan actual como es “la imposibilidad de conocer al otro”, tema muy presente en una sociedad individualista como la nuestra, donde las relaciones con el otro se crean desde el ego y necesidades personales; generando relaciones inestables y falsas que acaban en la angustia de la soledad. Una obra que debería reponerse para todos aquellos que no han logrado asistir.

Kiara Castro

26 de marzo de 2019

Entrevista: SOFÍA REBATA


“La relación docente-alumno es vital”

A propósito del próximo proyecto (Taller: “El aula como escenario” Herramientas para docentes) de la actriz y docente Sofía Rebata, Oficio Crítico tuvo una interesante conversación con ella, en la cual nos brinda mayores alcances de su carrera y por supuesto, acerca del taller.

Coméntanos acerca de tu vocación y trayectoria como actriz y docente.
El arte y en especial el teatro es un espacio de libertad, creación y de colectividad, el teatro humaniza.
Empecé a estudiar teatro cuando tenía 15 años, y esa experiencia en una edad clave como la adolescencia fue transformadora en todo sentido. Creo que hasta antes de estudiar teatro no tenía una idea real sobre el mundo y no conocía todo lo que era capaz de hacer. Sorprendida con todas las nuevas posibilidades que abrió el teatro para mí, decidí estudiarlo profesionalmente, pero a la par nacieron las ganas de replicar mi experiencia, entonces naturalmente también apareció una vocación docente.
Así me formé como actriz en la Escuela de Teatro de la PUCP, que ahora se convirtió en facultad de Artes Escénicas, y luego estudié Educación también en la PUCP. Desarrollarme como actriz y como docente me llevó luego a la dirección escénica, todos estos ámbitos para mí, ahora son indivisibles y se retroalimentan. Ahora curso una maestría en docencia en Educación Superior en la universidad Andrés Bello de Chile.

¿Cómo surge la idea del taller?
Durante 10 años me dediqué a la enseñanza de teatro en educación básica, ahora trabajo en el nivel superior, y durante ese tiempo estuve en contacto con todas las problemáticas que afronta. Considero que el espacio más delicado del proceso educativo es donde el docente y el estudiante se encuentran, de nada vale un diseño curricular excelente, si no se cuida la forma en la que se aplica en el aula y eso depende mucho de la relación que se genere entre el docente y el estudiante. Pero este último está en formación, así que es necesario acompañar más al docente, quien carga con mucha responsabilidad en solitario.
La importancia de la relación docente-estudiante es tan vital, que en cuanto mejor sea la relación mejor será el manejo de la disciplina y el rendimiento.
El docente en un aula se encuentra frente al público que son sus alumnos y frente a ellos ‘cuenta una historia’ que sería el tema de la clase y de manera auténtica, desde lo que es como persona; el docente contagia, motiva a sus estudiantes a construir conocimiento.

¿Cuál será la dinámica de las clases? ¿A quiénes va dirigido (solo a docentes)?
El taller está dirigido a todo tipo de docentes, tanto los trabajan en educación formal o como dictando talleres libres. En las cuatro sesiones de este taller, trabajaremos dinámicas lúdicas para potenciar la expresividad corporal y vocal, desarrollaremos diferentes creaciones para entender los momentos y el tipo de acompañamiento del proceso creativo, ya que es similar a construir aprendizaje. De manera transversal, reflexionaremos sobre la labor del docente y en la última sesión, crearemos soluciones viables a problemas concretos en el aula.
Lo referente a la parte vocal es un punto aparte, porque el lenguaje es el medio de comunicación por excelencia, tanto el verbal, el no verbal y el simbólico. En el taller exploraremos la narración de cuentos y el cuidado de la voz, que es la herramienta del trabajo del docente y que muchas veces no cuentan con la técnica básica, ni conocen los cuidados. Es común que cada cambio de clima genere bajas de asistencia de los docentes.

Por ejemplo, ¿Qué herramientas del teatro pueden aplicarse en las aulas?
Las herramientas expresivas y creativas del teatro pueden aplicarse a cualquier profesión, pero el aula en especial guarda una similitud de condiciones.
El desarrollo de la expresividad en el docente mejora la comunicación y la motivación y en el trabajo creativo ayuda a entender a los docentes los momentos y el tipo de acompañamiento que hay que brindar a los estudiantes.
En este taller el docente encontrará un espacio para trabajar sobre sí mismo, para adquirir o mejorar herramientas que le permitirán innovar en su labor docente. También será un espacio de reflexión y acompañamiento junto a otros docentes con los que comparte las problemáticas que afronta de manera cotidiana.

Desde tu experiencia, ¿Cuál es la importancia de innovar en el proceso de enseñanza? ¿De qué manera aporta el teatro (la técnica teatral) en ese proceso?
Innovar es apostar por una mejora continua y esto es tan valioso para el estudiante como renovador para el docente. El punto de partida de la necesidad de innovar suele ser las ‘alertas’, es decir, la problemática o casos especiales que no exigen cambiar la mirada y el tratamiento del trabajo que llevamos en clase. Esto los docentes lo conocen muy bien, siempre están capacitándose a nivel cognitivo y eso positivo pero la intersubjetividad que se da en la relación docente-estudiante es igual de valioso y las herramientas que brinda el teatro alimentará al docente para mejorar en su labor definitivamente.

Finalmente, Sofía nos deja las fechas, horario y lugar del taller:  

EL AULA COMO ESPACIO-TALLER DE HERRAMIENTAS PARA DOCENTES
Sesiones: 6, 13, 20 y 27 de abril
Horario: sábados de 3:00 pm a 6:00 pm
Lugar: José De La Torre Ugarte 239 Miraflores
Costo: S/. 300.00 nuevos soles (incluye materiales)

* Se entregará certificado por 20 horas de capacitación

¿Cómo matricularse en el taller?
Enlace JOINNUS
Para informes puede al teléfono 998002126 (WhatsApp).

Maria Cristina Mory Cárdenas
26 de marzo de 2019

sábado, 23 de marzo de 2019

Crítica: UN INTENTO VALIENTE DE REPRESENTAR 30 OBRAS EN 1 HORA


30 apuntes sobre el intento de representar 30 obras en 1 hora en 1000 palabras

1. Afirmar que “Un intento valiente de representar 30 obras en 1 hora”, a propósito de su reestreno en FAE Lima 2019, fue una manera de hacer teatro nunca antes vista sea acaso desproporcionada, principalmente porque su estructura dramática se basó en múltiples formatos ya conocidos; sin embargo, la mezcla lució enérgica y coherente el escenario.

2. Como lo anticipaba el título, seis actores se proponen un reto “descabellado”: representar 30 obras en solo 60 minutos, vale decir, cada 2 minutos deben mostrar en escena historias concisas, si bien es cierto basadas en sucesos, anécdotas personales o referencias de cualquier índole, estas estuvieron bien articuladas como creaciones colectivas originales, con la dirección de Santiago Maggiolo, uno de los ejecutantes.

3. El espacio que ofreció el Centro Cultural Cine Olaya, adecuado como anfiteatro con estrados al frente e hileras de sillas a los lados, permitió la estrecha comunión entre espectadores y actores, gracias a la ausencia de la cuarta pared y a la participación activa del público.

4. Una participación que funcionó en la gran mayoría de los casos, pero con reparos muy menores, como por ejemplo, cuando el público vociferaba el orden en el que debían presentarse las escenas; en realidad pareciera que dicha secuencia fuera escogida aleatoriamente por los mismos actores, ya que fue imposible distinguir algún número en específico en medio de los gritos.

5. En el programa de mano, se lee que este espectáculo es irrepetible y cambiante; es verdad, lo es, pero solo en el orden de las obras, ya que incluso el público que asistía por segunda vez reconocía el título de varias.

6. Afirmar, además, que el público decide qué historias se van a contar, se puede prestar a una malinterpretación: las obras ya está ensayadas, solo se desconoce el orden.

7. Contando con elementos precisos para su ejecución (sillas, micrófonos, linternas, pelucas), los actores desarrollaron con solvencia cada miniobra, logrando fluidez y especialmente, una energía que disfrutó el público.

8. Este intento no fue un match de impro; pareciera, pero no lo fue: los actores no improvisaron nada, solo el orden de las obras fue elegido al azar, ya que cada cuadro estuvo ensayado al milímetro, lo cual fue de agradecer.

9. Este intento sí tuvo teatro testimonial, pues pudo percibirse el mundo interior de los intérpretes en varias secuencias, algunas de ellas abrumadoras; en ese sentido, Fernando Castro y Dusan Fung resolvieron las suyas con mucho aplomo y dignidad.

10. Este intento no fue microteatro: fue una serie de nano-historias, todas ellas con inicio y cierre, con objetivos claros y existencias pertinentes.

11. Como toda antología, es improbable que todos los segmentos guarden la misma calidad; no obstante, el esfuerzo, carisma y oficio de los ejecutantes consiguieron un nivel parejo en sus 30 microintentos.

12. Cada cuadro ofreció de todo como en botica; eso sí, los variados formatos (musicales, entrevistas, dramatizaciones, dinámicas) no escondieron nunca las posturas políticas, sociales y culturales del elenco, celebradas por el auditorio.

13. Nuestra realidad nacional es un caldo de cultivo infinito para la creación de historias que muestran el sinsentido de nuestra sociedad a la que nos enfrentamos día a día, lo que constituyó la principal fortaleza de esta puesta.

14. Alguien accidentalmente rozó el cronómetro que anunciaría en el fin del intento en plena obra y lo desconectó; no importa, un espectador se hizo cargo del conteo. Bien por la participación activa.

15. La irreverencia que se coló en determinadas secuencias, como la del trasero parlante de Óscar Meza, se encontró bien dosificada y en favor del estilo de la obra.

16. Las canciones y los atisbos coreográficos, como la de Salserín con los pantalones abajo o los monólogos con pelucas, se resolvieron con mucha gracia y simpatía en escena; mención aparte para el desempeño de Jely Reátegui.

17. Fue curiosa la participación del público, que vitoreaba de manera constante, pero eso sí, cómodamente sentado en su lugar, pues otro fue el cantar cuando se le fue requerido el descubrirse emocionalmente junto a los actores; válido el experimento para comprobar hasta qué punto las apariencias todavía son defendidas a capa y espada, ya que fueron muy muchos los renuentes y pocos los asistentes que se animaron a revelar, por ejemplo, su situación económica o su opción sexual.

18. Este intento le dio cabida a la tan urgente situación de nuestros hermanos venezolanos: la lectura de unas simples y a la vez, contundentes estadísticas de un país en crisis por parte de tres de ellos, reveló enormes semejanzas con la triste realidad que sufrimos hace décadas durante el gobierno aprista.

19. Por cierto, los apristas renegarían de varias secuencias, especialmente al ver en una de ellas a su actual líder, siendo representado dando tumbos alrededor de una Justicia no ciega pero miope. ¡Palmas!

20. Una ronda de cervezas para celebrar la salida de Cipriani con el público. ¡Salud!

21. Contundentes e intermitentes pullas contra García. ¡Palmas, compañeros!

22. La oportuna reflexión estuvo presente en ciertos cuadros: dos Caperucitas (Reátegui y Beatriz Heredia con abrigos rojos) que deben cuidar de sus vidas en las calles, mientras son acosadas por hombres disfrazados de lobos, quienes avanzan desde el público hasta el escenario; los testimonios en off de las víctimas contribuyeron a la efectividad de la escena.

23. La efectividad también se logró con la enumeración de los casos de feminicidios más recientes, pero acompañada del molesto sonido de un micrófono averiado en el fondo; el aguante del público fue puesto a prueba, así como nuestra progresiva insensibilización con respecto a este tema que viene cobrando numerosas víctimas día a día.

24. Una imagen para el recuerdo: la puesta en escena de una secuencia “expresionista” de "La Sirenita" de Disney, armada con creatividad, sentido del espacio y mucha gracia.

25. Las palabras sobran cuando se dice todo con miradas: un postulado claramente cierto y comprobado con la escena de los seis actores contemplando nostálgicos al público por unos minutos.

26. Se incluyó un reto del balde de agua helada, en el que Castro debía adivinar películas solo con los gestos de los espectadores; lamentablemente este intento sí falló en la función. ¡Agua para él!

27. Varias secuencias estuvieron dedicadas a la lucha contra la discriminación de diversa índole, especialmente, a la homofobia; una tarea que sin duda, nos compromete a todos.

28. La obra que representó el conversatorio de una ya vista anteriormente puso sobre el tapete todas las poses, necedades y frustraciones de los críticos, comentaristas y “opinólogos” que intentan una opinión sobre alguna obra de arte, con las precisas palabras y entonaciones de los actores.

29. Enérgico el trabajo en conjunto de los seis actores (la puesta del 2018 tuvo ocho): Reátegui, Heredia, Fung, Meza, Castro y Maggiolo lo dejan todo en el escenario.

30. “Un intento valiente de representar 30 obras en 1 hora” se vendió como una puesta de formato nunca antes visto, descabellada y novedosa, riesgosa e irrepetible; puede que dicha afirmación sea algo exagerada, pero lo cierto es que dicho intento no solo se logró con creces, sino que brindó oportunas reflexiones dentro un espectáculo de entretenimiento bien ejecutado.

Sergio Velarde
23 de marzo de 2018

Crítica: ASTRONAUTAS


 El enigma de una proeza

En el marco del Festival de Artes Escénicas de Lima FAE 2019, fue repuesta la obra “Astronautas”, una ficción que lograr insertar en el espectador, la ilusión de una hazaña impulsada por un presidente golpista (Juan Velasco Alvarado), quien le encomienda a tres hombres peruanos una misión que parece imposible: ser los primeros en llegar a la luna.

Estrenada por primera vez en el año 2011, “Astronautas” fue escrita por nada menos que cinco autores: Jorge Castro (quien además dirige la puesta), Mateo Chiarella, Héctor Gálvez, Gino Luque y Gerardo Ruiz Miñán, quienes en un notable ejercicio de sincronía, conducen la narrativa con un hilo que engrana cuidadosamente hechos históricos, combinándolos con la creación ficticia y teniendo como soporte un poderoso material audiovisual.

El elenco está integrado por los actores Eduardo Camino, Manuel Gold y Óscar Meza –este último reemplazando a Pietro Sibille, quien intervino en las primeras temporadas de la obra-, representando a Ayar Manco, Ayar Cachi y Ayar Uchu, respectivamente. Construir o estructurar una obra a partir de acontecimientos reales (como lo son el mandato de Velasco en 1968 y la llegada del primer hombre a la luna al año siguiente bajo la batuta norteamericana) podría resultar tan arriesgado como sorprendente.

El entramado (de la historia) surge cuando se convoca a estos tres hombres: dos militares con amplia trayectoria y destreza física (Ayar Manco y Ayar Uchu), y un civil con vastos conocimientos en astronomía y matemática racional (Ayar Cachi) para una misión secreta. Pero, ¿quién los convoca? Esa interrogante se desvela cuando una voz en off (a cargo de Mikhail Page) irrumpe, fungiendo como mediador entre los personajes y el propio presidente Velasco (también materializado en off). Entonces, los cinco personajes empiezan a interactuar, dando y recibiendo las órdenes, aunque la relación principal será siempre entre los tres Ayar, quienes son conminados a no revelar sus nombres, siendo (re)bautizados con aquellos apelativos. Ahora bien, ¿qué quieren de ellos? Pues algo  no tan simple: convertirlos en astronautas, encomendándoles la apoteósica tarea de conquistar la geografía lunar antes que nadie, sin olvidar, que cuentan con un presupuesto ajustado.

Los trabajos teatrales de Jorge Castro son bastante conocidos, por mencionar algunos están la adaptación y dirección de “Drácula” en 2012 o la buena temporada de “Edipo Rey” en 2015 (considerando que la propuesta de “Astronautas” es más antigua). Así, las expectativas ante la reposición del montaje en 2018 no se hicieron esperar.

Cabe resaltar que además de dramaturgo y director de teatro, Jorge Castro es psicólogo, situación profesional que lo coloca –quizá- en una posición más cercana al entendimiento del ser humano y su conducta, lo cual se evidencia en la creación de los personajes de esta obra en particular (ello sin perjuicio del aporte de los demás autores).

DOMINIO VISUAL

El montaje propone –al inicio- un escenario simple, dotado únicamente de una estructura de tubos (que sugiere una habitación) en donde se encontrarán los tres convocados a la misión. En el fondo, la figura proyectada de la luna precede cada una de las imágenes y videos testimoniales que irán apareciendo conforme se desarrollan las escenas.

La propuesta aborda el proceso de selección, entrenamiento y convivencia de los personajes, quienes deberán encarar algunos conflictos individuales y colectivos. Para ello, el manejo del arsenal de recursos de utilería (las maquetas y su uso didáctico para explicar la misión “Los chanchos vuelan”), el vestuario, el diseño de luces, el diseño sonoro y el material audiovisual, complementado con el trabajo de movimiento de los actores (las caídas, la ingravidez, el manejo de la nave), dieron como resultado imágenes que bien podrían asemejarse a los códigos que vemos en la pantalla grande.

Evidentemente, “Astronautas” ha retornado a las tablas con aires renovados, presentando un lenguaje escénico ágil, acompañado de los testimonios grabados, los mismos que refuerzan la credibilidad de la anécdota, situación que inspira a la imaginación del público, permitiéndole –tal vez- la licencia de creer que pudo haber ocurrido la historia que se cuenta, o por lo menos dejar la duda de ello.

Sin duda, la potencia del recurso visual “jala el ojo” del espectador y aporta notablemente al discurso del texto por su realismo, funcionando como un recurso estimulante a los sentidos.

LA FÁBULA COMO PRETEXTO

Ahora bien, otro detalle interesante y no menos importante son los personajes, que han sido dotados de características intelectuales, psicológicas/emocionales y rasgos físicos (postura, gestos, acento, contextura) que dan cuenta de su individualidad y contrastes como seres humanos, así como la forma de interactuar con el otro. Por ejemplo, Ayar Manco representa al hombre fuerte y aparentemente inquebrantable –en el momento en que Ayar Uchu es rescatado, se rinde ante el abrazo de este-, lo cual no traiciona sus fortalezas primigenias; por el contrario, lo humaniza. Ayar Uchu, por su parte, es más solidario y mediador, pero no menos orgulloso de sus raíces y sus logros. Ayar Cachi es tímido, muestra cierta debilidad, pero con su energía, humor (casi ingenuo) e inteligencia logra neutralizar los conflictos entre sus compañeros.

La fábula –esta misión de llegar a la luna y todo lo que la proeza trae consigo-  se convierte en el pretexto para hablar de estos hombres, de sus contrastes y sus conflictos, de la forma en que consiguen unirse sin querer –queriendo- para cumplir su objetivo. Acompañados de las voces del presidente y su mediador, quienes aunque invisibles, a través de sus locuciones nos dan luces también de sus personalidades. Por mencionar alguna de las frases más resonantes: “[…] Nunca más el peruano tendrá que mirar impotente su propia nación como una nación disminuida […]”, decía Velasco. Surge la interrogante: ¿Acaso nos hacen falta tamaños logros –como nación- para sentirnos orgullosos?

Importante revisar este montaje (actualmente), ya que a partir de las sutilezas del humor y el drama, salen a relucir temas interesantes acerca de cómo nos reconocemos como individuos y como sociedad. Sin dejar de lado la ilusión creada a partir de un suceso que quizá todos los peruanos hubiéramos querido que fuera realidad. Y así fue, porque el teatro también te regala momentos de gloria, aunque estos duren ciento diez minutos.  

Maria Cristina Mory Cárdenas
23 de marzo de 2019

martes, 19 de marzo de 2019

Estreno: CUATROCUARTOS


Obras cortas de teatro Peruano - Venezolano

CASA BAGRE Jr. Moquegua 112 - Int. 110, Lima 01 Lima

En CUATROCUARTOS vamos a instalar CUATRO obras cortas de teatro con la participación del grupo de Teatro CLACK , grupo conformado por actores y actrices de Perú y Venezuela, así que pondrán en escena sus propios trabajos dramaturgicos y escénicos en CUATRO espacios.

1.- PASADO Y PRESENTE escrita y dirigida por Roberto Palomino, con la actuación de Elizabeth SáncheZ, Jose Pinedo y Roberto Palomino, una obra llena de quiromancia e infortunio, donde la Gitana Maria se verá en un dilema emotivo ante el futuro que ve en las manos de un joven . 
2.- PIEL ADENTRO FM escrita y dirigida por Maria Fernandez con la actuación de Carlos Garazatua y Andreina Manrique. Piel adentro es un programa de radio que pretende ser un espacio de escucha y ayuda, pero un día su locutor Guillermo González se llevará una sorpresa.
3.- LA MALLA OSCURA adaptación de un relato del libro Cuentos de Trinchera del Grupo literario nueva crónica del autor Víctor Hernández Bautista, dirigida por Roberto Palomino con la actuación de Caroline Palomino, donde una pequeña niña cuenta la travesía que sufre para poder llegar a ver el rostro de su padre el cual se encuentra en un penal. 
4.- MUNDANACIA escrita y dirigida por Maria Fernandez con la actuación de Antonio Rodríguez y Mafer Mendoza, esta obra surrealista nos enfoca la tortuosa realidad que vivimos en la cotidianidad de la selva de cemento y pseudo civilizada. 

► CUATRO JUEVES : 
21 Y 28 de Marzo // 7 Y 14 de Abril
► Hora:8:30pm
► Reservas a: infomedula.bagre@gmail.com
► Separa entradas a la siguiente cuenta soles Interbank:
200-3081408365 o el mismo día en la boletería del espacio.
► CUATRO únicas funciones.
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martes, 12 de marzo de 2019

Reflexión: LABERINTO


Condiciones para entrecruzar los escenarios del Laberinto

En Laberinto de María Teresa Zuñiga, dirigida por Diego La Hoz, una mucama hereda el museo-domicilio de parte de su patrón. Este, un excombatiente de alguna guerra anónima, decide dejar su vivienda al cuidado o abandono, como se le vea, de aquella mujer que le servía el té en los “tiempos de desesperación”. Vivienda o cerco laberíntico que contiene bajo encierro a quienes han ingresado a su interior por haber participado, directa o indirectamente, en algún conflicto armado.

La Hoz nos propone dividir el interior de la vivienda en tres escenarios. En el primero, sitúa el lugar de lo heroico, de la celebración del pasado. Este lugar se simboliza, en el montaje de EspacioLibre, con las triunfales medallas en una enorme banderola. Quienes fueron parte de algún conflicto bélico saben que las medallas (o banderas en algunos países) se otorgan en especial a los familiares de los caídos en combate, por ende este sería el lugar fantasmal; esto es, de los ausentes que son traídos a escena en el cuerpo de los actores.

En posición opuesta se tiene el escenario de lo presente. El cual a su vez, está dividido en dos compartimentos: el atrincherado lugar de trabajo de un celebrado y atormentado sobreviviente de guerra que escribe a punta de pistola sus memorias; y el de las “visitas”, que es ocupado por la mucama y la madre del soldado. En la habitación o trinchera de Ernesto, el sobreviviente, encontramos, como suele ser habitual atribuírselo a un escritor, una mesa y una silla de trabajo. El compartimento que ocupan las “visitas” es el reconocido espacio vacío brookeano que la mayor parte de la obra será llenada por una mesa de comedor.

Si bien estos escenarios están delimitados y la mayor parte de la obra los personajes los ocupan según el rol que se les ha asignado, la propuesta de La Hoz es que son franqueables bajo tres condiciones: cuando se sueña, cuando se rememora y cuando se les abandona. En la última escena, por ejemplo, la trinchera que habitara Ernesto es el lugar de enunciación de la mucama. Ernesto no sale de la vivienda, sino que se sitúa en los intersticios de esta. En esta última escena, no solo se entrecruzan las fronteras estructuralmente asignadas, sino también los privilegios de las tecnologías de enunciación textual: Ernesto y con él, la escritura cede su lugar a la mucama y con ella, a la oralidad.

Hay dos escenarios más, menos perceptibles pero fundamentales en la propuesta de La Hoz. Ambos tienen que ver con los límites de la vivienda laberinto. El primero e intrínsecamente asociado a la vivienda está marcado por un tendedero, donde penden manteles y otros trastes, lo cual nos habla de la fragilidad y volatilidad de este territorio que es el lugar que finalmente ocupa, como lo dijimos, quien fuera dueño de la vivienda y desde allí dice, al ser evocado por la mucama, encontrarse en aquel lugar en razón del olvido de los demás. Este es el lugar de nuestros seres que se reaniman cuando los convocamos, durante la obra era el lugar de donde ingresaba la madre de Ernesto.

Finalmente, y por ser una obra de teatro, quizá no solo por ello, está la cuarta pared que divide el escenario de la representación con el de la contemplación; escenario que también es atravesado, en esta obra, por el heroico soldado. Con estos otros dos escenarios liminales, La Hoz nos propone dos condiciones más para cruzar los límites internos del laberinto: la evocación y la interpelación. Salir de Laberinto es salir de escena y por ende, no tener posibilidades de ser representado, de ser soñado, rememorado, evocado y de vez en cuando interpelado.

Salí del teatro, salí de Laberinto...

Dr. Jorge Yangali
Universidad Nacional del Centro del Perú

Nota: Estas notas sobre Laberinto las redacté luego de verla el viernes 8 de marzo. La obra va hasta este 17 de marzo de viernes a domingo en el local de la Asociación de Artistas Aficionados.

jueves, 7 de marzo de 2019

Entrevista: HENRY SOTOMAYOR


“Un director debe organizar la creatividad de los actores”

Acaso una de las cualidades que debe tener inevitablemente cualquier artista sea la de la perseverancia. Cualidad que es pertinente atribuirle a Henry Sotomayor, joven teatrista, que a pesar de su corta edad, ya cuenta con varias interesantes experiencias en su haber y que resultó ganador del premio del jurado de Oficio Crítico como mejor actor de reparto en Drama por Los charcos sucios de la ciudad (2018), pieza escrita por Mariana De Althaus y dirigida por Haysen Percovich. “Empecé a los 14 años de manera amateur, en talleres por mi barrio; luego postulé a la ENSAD y llevé cursos con Jorge Eines y José Sánchez Sinisterra”, explica Henry, quien es actor, dramaturgo, director y gestor de su propia compañía de teatro La Mayu. “Entré de manera directa a la ENSAD; en aquellos tiempos, tenías que hacer una escena con alguien y me asignaron a una chica que estaba ahí. Mi jurado creo que fue Carlos Acosta, Juan Arcos, Daniel Dillon y Margarita Ludeña; mi compañera sí pasó, pero no terminó la carrera”.

Primeros maestros y montajes

Henry tuvo en la Escuela a solo tres profesores de actuación, quienes le trazaron el valioso camino que tenía que recorrer en solitario y que viene desarrollando de manera ininterrumpida. “Acosta me enseñó la disciplina y la rigurosidad en el trabajo; Guadalupe Vivanco, a concebir la creación colectiva; y Dillon, a estar presente y tener escucha hacia mi compañero”. En Dramaturgia, tuvo nada menos que al gran Sergio Arrau, quien le hacía escribir y actuar las pequeñas escenas que íba escribiendo. “Eso nos ayudaba a entender qué servía y qué no, le tengo mucho cariño; luego estuve con Claudia Sacha, pero fuera de la Escuela”. Y en lo que respecta a Dirección, Henry tuvo inicialmente al maestro Leonardo Torres Descalzi. “Él nos dio nociones teóricas, y aprendí también por fuera de la Escuela en los talleres de Acosta y de Diego La Hoz”.

Como parte de sus últimos aprendizajes en la ENSAD, Henry participó en El zoológico de cristal de Tennesee Williams. “La tesis la realice con esa obra, fue una tesis actoral; para esto, ya la habíamos hecho en octavo ciclo”. Todavía como estudiante, participó en la puesta en escena de ¿Qué hiciste Diego Díaz? de Cristián Lévano, con la que viajó Chile a un festival internacional; y ya prácticamente egresado, en Cacúmenes de Alejandro Alva, en la que compartió escena con Mayella Lloclla, Ximena Arroyo y el primer actor Enrique Victoria, entre otros, en la AAA.

Las artes escénicas

“Pienso que un buen actor de teatro debe tener mucha escucha”, afirma Henry. “Debe saber escuchar al compañero y al director; tener mucha humildad para saber aceptar lo que ellos plantean; y saber particularizar, poder especificar cada detalle, movimiento y cada gesto”. Agrega que es importante que un actor debe tener el conocimiento de la totalidad del producto teatral y no solo su “parte”, pues de esa manera se entiende la propuesta en conjunto. “Es importante ver y darse cuenta qué es lo que hace cada uno y así entender cuál es nuestro rol en esa obra”. Henry sí cree en el talento y en las personas que lo tienen. “Pero no te conduce a grandes cosas, si no lo trabajas; conozco gente no tan “talentosa” que ha logrado cosas increíbles y me he quedado admirado de su trabajo; yo prefiero trabajar con personas que trabajen a aquellas que se valen únicamente de su talento”.

Por otro lado, para Henry, un buen director es aquel que “sabe hacia dónde quiere llegar, por lo menos en cómo intuir el camino, hacia dónde se conduce; no creo en directores que no saben qué hacer cuando llegan al  ensayo, a menos que haya una confabulación con los actores o se trate de un laboratorio”. Afirma también creer en aquellos directores con las cosas claras, pero muy abiertos a la modificación que puedan provocarle el trabajo de sus actores. “Un buen director debe saber organizar la creatividad de los actores, pues ellos proponen mucho material artístico, decidir qué queda y qué no, y concretar un buen producto”. Por último, refiere que debe tener empatía con todos, para generar así un producto saludable. “Es por eso que debe tener buen ojo al momento de elegir a los actores”.

De nuevo, los charcos

El nuevo reestreno de Los charcos sucios de la ciudad, ya convertida en clásico de la dramaturgia nacional, nació durante la temporada de Perséfone (2017), escrita y dirigida por Dillon, en la que Henry actuó al lado de Percovich. “Entre conversaciones, surgió la idea de la obra y yo le dije que si se hacía, quería hacer el papel de Juani; Haysen quería que fuera Lolo, pero yo lo convencí”, recuerda Henry, quien se sintió muy identificado con este complejo personaje. “Juani hacía cosas que yo no hago en la vida real: no soy borracho ni coquero, nunca he agarrado una pistola, ni he amenazado con una navaja y mucho menos  asesinado a alguien; me fascinaba la idea de involucrarme en esa realidad; además, me recordaba a un primo que estaba en pandillas y que fue asesinado”. Su trabajo fue una buena construcción de un personaje extravagante, salido de foco, pero con una sensibilidad oculta. “Me divertí mucho con todo el elenco de la obra”, recuerda Henry, quien estuvo acompañado por los también nominados María del Carmen Sirvas y Emanuel Caffo. “Fue un grupo humano bien agradable”.

Actualmente, el perseverante Henry se encuentra en temporada en el Museo de Arte de Lima, dirigiendo la obra Salamakuki, propuesta escénica de La Mayu, dirigida a bebés y niños hasta los 6 años, que combina música en vivo, magia, teatro y malabares, con la participación de Marco Flores, Luisa Caldas y Beto Caycho. “En mayo presentaré una obra que no tiene nombre aún, pero está basada en el personaje de Mercutio de la obra Romeo y Julieta, que co-escribo junto a Jorge Bazalar; y en junio, repondremos la obra Cinco, en la salita ENSAD”, concluye.

Sergio Velarde
7 de marzo de 2019

Crítica: MONÓLOGOS DE MUJERES


Tres mujeres, tres historias

“Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro” (La suma de los días) es una de las potentes frases de la escritora chilena Isabel Allende, y son estas palabras las que parecen retumbar en las confesiones representadas en la obra Monólogos de Mujeres, que se llevará a cabo en Amaru Casa Cultural, con dos únicas funciones los días 8 y 9 de marzo.

A propósito de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, llegan estas historias de mujeres, contadas desde una mirada honesta, bajo la dirección de Ximena Aguilar Florindo. Pues, a partir de la creación de monólogos, se abordarán diversas problemáticas a las que se enfrentan las mujeres en el cotidiano como el acoso callejero, el maltrato físico y psicológico y ser madre soltera; estos son los temas preponderantes de la narrativa, la misma que estuvo a cargo de Pamela Silva, Carlos Alberto Gonzáles Villanueva (autor de las obras Deshuesadero y Oda a la luna) y Gina Guerrero.

Las actrices Sylvia Majo, Steffani Rojas, Fiorella Flores y Gina Guerrero (habrá una actriz que alternará con otra uno de los monólogos) irán relatando (en una escala que pareciera in crescendo) con suma lucidez, las experiencias de mujeres que sufren o han sufrido algún tipo de vejación (física o psicológica), a aquellas que han sido sometidas al juzgamiento o estigmatización social, a las que han sido estereotipadas, y a las que se han visto vulneradas sin miramientos escondiendo la agresión bajo la máscara de la ‘palomillada’. De negro, como si de luto riguroso se tratase (además de ser un recurso bastante utilizado en el vestuario de los teatristas), los personajes relatan con más y menos emotividad –en algunos casos- realidades que sobrepasan una simple anécdota, verdades que duelen y endurecen el alma. Sin embargo, estas mujeres parecen despojarse de sus miedos, ataduras y dolores, para dar paso al cambio que quieren en sus vidas, entonces renuncian a la mera victimización dando un salto a la trasformación. Cabe mencionar que redondear algunos de los finales sería muy pertinente para afianzar carga emotiva.

La puesta se desarrolla en un espacio pequeño, con elementos muy básicos, que permiten enfocar la atención en lo esencial: los monólogos. Otro detalle curioso es la asistencia -en ciertos momentos- de un actor que ejecuta algunos papeles mencionados por las actrices en sus intervenciones, lo cual aporta una dinámica distinta a la propuesta. Sin duda, el monólogo más intenso estuvo a cargo de Sylvia Majo, quien supo manejar su intervención con destreza, logrando enriquecer –aún más- el texto, que de por sí ya era potente y conmovedor. En una de sus escenas surge el sometimiento o la sumisión (al no querer dejar al hombre que la maltrata), como una especie de ritual expresado en un canto ahogado, que bien podría ser un simbolismo del dominio ejercido por el hombre que alguna vez le prometió amor.

Lamentablemente, los temas vertidos en Monólogos de Mujeres son el pan de cada día, es justo entonces visibilizarlos, continuar hablando de ellos desde la óptica teatral, para que quizá los miedos se evaporen, las voces se escuchen y se abra el paso a la sanación, a los cambios que urgen en nuestra sociedad. Solo así cobrará un nuevo sentido, el pasado, el presente y claro está, el futuro.

Maria Cristina Mory Cárdenas
7 de marzo de 2019                                                

martes, 5 de marzo de 2019

Entrevista: LUCY AVILÉS


“Hay una revaloración de la música criolla”

Cuando Lucy Avilés recibió la noticia de su nominación como mejor actriz de teatro Oficio Crítico por su participación en la obra Barrionuevo (2018), inmediatamente pensó que se trataba de una broma. Pero no lo fue. Tampoco lo fue el que ganara el premio del público, a través de la encuesta publicada en el mencionado blog. Y es que su sentida interpretación en este musical, a cargo del cantautor y productor musical Diego Dibós junto al actor y director Carlos Galiano, cautivó a los espectadores y a la crítica especializada. “He nacido en una familia muy musical, pero el profesionalismo comienza con mi papá”, comenta Lucy, hija del notable guitarrista, cantor y compositor peruano Oscar Avilés. “Mi abuela tocaba el piano y la guitarra; mi abuelo, varios instrumentos como la bandurria, la guitarra, el laúd, y todo su círculo amical era musical”. Al maestro Avilés y a sus hermanos, nos cuenta Lucy, les encantaba la música criolla, cantaban y tocaban instrumentos; y por el lado de su madre fue igual, ya que sin ser profesionales, cultivaban la música en casa. “Mi abuela materna, por ejemplo, era prima hermana de Las Criollitas, dúo conformado por Eloísa Angulo y Margarita Cerdeña; entonces por ambas vertientes me viene la vena musical”.

El valor de la música

Lucy recuerda que su padre siempre se juntaba con personas mayores, porque decía que con ellos aprendía más. “Me he nutrido de ellos, por ejemplo, si hablamos de marinera, yo he visto a los mejores, Augusto Azcues Villanueva, Wilfredo Franco Laguna, Luciano Huambachano Temoche, Alfredo Weston “Chapita”; a los cantores Abelardo Vásquez Díaz, a su padre don Porfirio Vásquez Aparicio, Nemesio Falconi, Rodolfo Vela Lavadencia; todos ellos mayores”. Por eso, Lucy refiere haberse quedado con lo mejor de todos ellos. “Absorbí ese sabor criollo, espontáneo; en mi canto no hay una técnica estudiada, solo una impostación natural, no hay poses”, afirma. Por otro lado, en el colegio parroquial María Reina de Miraflores, llevó clases de guitarra. “Aprendí guitarra en Segundo Grado de Primaria.  Recuerdo una anécdota: estaba en una actuación en el Teatro Nacional y apareció la mamá de una de las asistentes de producción y me preguntó si la recordaba; yo estaba sorprendida y me reveló que ella me había enseñado a tocar guitarra en el colegio”. Como sabían que Lucy era hija del maestro Avilés, ella fue invitada a cantar en las misas; posteriormente, en Secundaria, en las formaciones de los lunes, Lucy subía al segundo piso y frente al micrófono, cantaba el Himno Nacional.

“El Arte tiene una importancia muy grande para mí”, asegura Lucy. “Trabajo en un colegio por 25 años y para mí, su modelo educativo es estupendo. Se rige por todo lo que dicta el Ministerio de Educación y además brinda a los alumnos clases paralelas como judo, natación, cerámica, pintura y expresión corporal.  De esa manera se cubren las tres áreas más importantes: mente, cuerpo y sentimiento”. Evidentemente, las nuevas generaciones difieren demasiado de las anteriores, enfrentándonos a otras realidades. “Me parece importante que un chico pueda expresarse libremente y que brote de él cualquier inclinación artística; por eso son importantes las clases de Arte en general, para que el alumno logre una educación integral”. Lucy ha tenido la chance de ver otras realidades y menciona el caso de Cuba, cuyo régimen podrá causar o no polémica, pero del que rescata un hecho puntual. “Todos los niños en edad escolar saben quién es Compay Segundo, Benny Moré, conocen su historia musical, sus tradiciones, y creo que hay que tomar los ejemplos buenos, porque si ellos quieren dedicarse al arte, ya tienen sus referentes musicales presentes en su mente y a partir de ahí pueden desarrollarse”. Es por ello que, para Lucy, debería haber un curso de Historia de la Música Peruana. “No criolla, sino más bien peruana, donde puedan estudiar y conocer quiénes fueron, qué hicieron y qué importancia tienen en la historia de la música”.

Difusión de la música por el teatro

“La muerte de mi padre me marcó mucho. Me desvivo por difundir la música, que es la herencia de amor al Perú que me deja”, afirma Lucy. “Lo hago, porque siento que lo que él hizo no fue en vano, por eso trasciende.  No sería justo que se le olvide en el tiempo, por eso los jóvenes deben conocer su historia, y proponer, crear y trabajar haciendo lo suyo, refrescando nuestra música pero que no se pierda la tradición”. Cansada de la impertinente pregunta acerca de la supuesta muerte de la música criolla, Lucy asegura que esta nunca morirá. “Las tradiciones de un pueblo no mueren nunca, nosotros en calidad de padres de familia y de abuelos, tenemos el deber de enseñarles cuál es nuestra música, sé que esta es otra generación, pero no podemos pedirles que se enganchen con nuestra música si en casa no las han escuchado; en ese sentido, la transmisión oral de padres a hijos es importante”.

La primera obra de teatro formal en la que participó Lucy fue Jarana (2010), dirigida por Carlos Tolentino en el Teatro Británico. “Pienso que fue la que allanó el camino para las que vinieron después, al incluir música criolla dentro de la puesta”. Lucy tuvo un papel muy pequeño dentro del montaje, pero sí participó dentro del marco musical al lado de Willy Terry, Carlos Castillo y Milagros Guerrero. “Era la comadre de uno de los personajes más importantes, entraba y decía: “¡Comadre, cómo está! Actuaba solo ese pedacito, pero yo sí me sentía, con toda humildad y honestidad, que podía entregar mucho más en actuación, interpretando un personaje, siento que tengo facilidad para eso, pero de ninguna manera me imaginé que vendrían más cosas”. Otras puestas en escena posteriores contaron con música criolla, como Las tres viudas (2015), con el vals peruano Lima Bruja; El plebeyo (2017), que retrataba la vida de Felipe Pingo Alva; y Lucha Reyes, Sin decirte adiós (2018). “Estuve en Déjame que te cuente (2017), de Preludio, la compañía de Denise Dibós, con una pequeña participación cantando”.

Los nuevos barrios

Barrionuevo incluía temas representativos de nuestro cancionero criollo de compositores y autores antiguos, además de una nueva propuesta, refrescada con nuevos temas de Diego Dibós. “Carlos Galiano es un joven director de teatro que le gusta mucho la música criolla y pensó en qué podía hacer para llegar a los jóvenes”, recuerda Lucy, quien tuvo gratísimas experiencias tanto dentro como fuera del escenario, con gente de todas las edades que la esperaban a la salida del teatro. “Por ejemplo, dos chicas con lágrimas en los ojos me decían que de dónde  habían salido esas canciones, como Nostalgia de Amparo Baluarte y Francisco Reyes Pinglo, al principio de la obra; yo les decía que esa es  nuestra música criolla”. Lucy mantiene hasta ahora contacto con aquellas chicas, convertidas ahora en amantes de la música criolla. “Lo cual confirma lo que te digo: si muestras a los jóvenes nuestra música, se van a encandilar con ella”.

Lucy se siente sumamente agradecida con Galiano, “por haber tenido la visión de incluirme en la obra, que para mí ha sido el despertar a algo más en mi carrera artística que es la actuación, además de conectarme más con la gente joven a pesar de mi línea tradicional”. Tiene la certeza además, que es su padre quien le va abriendo caminos en su carrera artística. “Me pasaba cuando estaba vivo, y ahora él me sigue abriendo los caminos; por ejemplo, no tenía en mente hacer un programa de radio, esa es una prueba”. Lucy asume la conducción del programa de radio de su padre en Radio Nacional, al ya no estar él presente. “Me llamaron para hacer un nuevo formato que fuera en tributo a Oscar Avilés, y con el tiempo también se le ha ido dando cabida y tribuna a los jóvenes que cultivan nuestra música para que puedan mostrar lo que están haciendo”.  El programa cumple cinco años en mayo de este año.

Larga vida a la música

Los espectáculos teatrales musicales pueden contar con intérpretes que tengan diversas cualidades, pero ¿cuáles serán los ideales: cantantes que actúen o actores que canten? Para Lucy, todo dependerá de lo que se esté presentando. “He sido testigo del esfuerzo de los actores para cantar; por ejemplo, en Barrionuevo, lo que logró Miguel Iza cuando cantó en esa parte tan fuerte frente a la tumba; no es una voz cultivada, con técnica, pero sí hay gran sentimiento, porque le canta a su madre muerta, eso te envuelve en ese momento y la bella voz pasa a segundo plano; me va a conmover mucho más lo que transmita el actor con esa canción”.

De otro lado, Lucy acaba de regresar de Chile, en donde asegura existe una corriente muy fuerte de gente joven entusiasmada por cantar y aprender más de nuestra música criolla. “He estado en Santiago, Viña del Mar y Valparaíso, haciendo talleres de música criolla para jóvenes chilenos, hemos sobrepasado el público; tuve una actuación en un teatro de Santiago, me vengo con esa miel en los labios de que la música criolla es atractiva en cualquier lugar del mundo”. Lucy sigue en plena actividad, cantando todos los fines de semana en La Oficina en Barranco (Enrique Barrón 441), deleitando a un púbico de todas las edades. “Hay un despertar, una  revaloración de la música criolla de un tiempo a esta parte y eso es importante, vemos que la música criolla se va abriendo camino, para eso estamos trabajando”, concluye.

Sergio Velarde
5 de marzo de 2019