lunes, 18 de febrero de 2019

Crítica: LA TORTUGA, LA LIBRE Y LA RATITA TRAVIESA


Reinventando un clásico

Marco Castillo es mimo, actor y ahora gestor cultural a la cabeza del proyecto Teatro Blanco. Castillo es conocido desde hace muchos años por realizar presentaciones de títeres incursionando en el espacio público, específicamente en los cruces Jr. Ica con Jr. De la Unión, en el Centro Histórico de Lima. Teatro Blanco ha incursionado, recientemente, con otros montajes como “Mimo y Pantomima”, “El Ladrón” y “El Gordo y el Flaco” estrenados en el teatro de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA) y el teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En esta oportunidad, nos presentan el montaje “La Tortuga, La Libre y la Ratita Traviesa” con un elenco compuesto por las jóvenes actrices Silvana Fuentes, Yenina Antonia y Melina Bonifacio.

La presentación empezó unos minutos después de la hora acordada. Sin embargo, pasado un momento, el mismo Marco Castillo conminó a los asistentes a ingresar al auditorio de la AAA. El público no fue muy numeroso y se compuso, principalmente, por familias con niños. La asistencia, en total, fue de unas quince personas. La obra que iba a presentarse estaba basada en la famosa fábula de Esopo titulada La Tortuga y la Liebre. No obstante, esta propuesta pretende reconfigurar a los personajes y plantear una nueva moraleja.

Lo más impresionante para cualquier espectador fue la música. Esta estaba a cargo de un señor sentado en una esquina quien tocaba un instrumento de viento largo y producía sonidos muy esotéricos. El músico siempre estuvo iluminado por una luz blanca, pero él no manifestó palabra alguna ni participó en las actuaciones. Por momentos, generaba la sensación de que se convertiría en un personaje más de la historia. Sin embargo, eso no sucedió. Esto es lo que Brecht denomina “efecto del distanciamiento” en una representación teatral; es decir, deben existir ciertos elementos en una representación (en este caso, la música) que le recuerden al espectador que está viendo una obra de teatro. Esto le impide abstraerse completamente de la realidad y lograr la catarsis.

La acción dramática consistió en la búsqueda de la tortuga por demostrar su valentía frente a la liebre perezosa y la ratita tramposa. En esta nueva versión se cambió la carrera entre la liebre y la tortuga por una competencia de natación en una laguna. La moraleja dirigida a los niños no es solo condenar las actitudes perezosas frente al esfuerzo, sino resaltar que hacer trampa es, igualmente, castigado por la sociedad.

El elenco de actrices manejó bien sus textos. Por esta razón, sus representaciones fueron verídicas. Sin embargo, la vestimenta fue hecha con materiales poco atractivos visualmente. Por otro lado, el mobiliario y la utilería fueron sencillos, pero funcionales para representar el bosque y la escena del ahogamiento en la laguna. En esta última, fue muy creativo por parte del equipo representar el nado de la ratita con un juego de luces muy original. Finalmente, como un comentario positivo, se debe resaltar que pasar de realizar teatro en espacios públicos a un espacio institucionalizado es un paso muy grande para el grupo Teatro Blanco. Ellos están asumiendo este reto con mucha responsabilidad. Su esfuerzo, compromiso y ganas de crecer son evidentes.

Al final de la función, Marcó invitó a las familias a tomarse fotos con los personajes y a colaborar con su grupo comprando máscaras de la Liebre, la Tortuga y la Ratita. “La Tortuga, La Libre y la Ratita Traviesa” estuvo en temporada corta en el teatro de la Asociación de Artistas Aficionados AAA, Jr. Ica 323, del 12 de enero al 3 de febrero.

Enrique Pacheco
18 de febrero de 2019

1 comentario:

Unknown dijo...
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