jueves, 18 de octubre de 2018

Crítica: TEBAS LAND


Juego performático de la metáfora

El teatro de la Universidad del Pacífico está dando lugar a Tebas Land, obra del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco bajo la dirección de Gisela Cárdenas. Se narra el encuentro entre un dramaturgo exitoso y un parricida. La obra está compuesta con base en sus conversaciones; a partir de la mezcla de lo que se supone real  y los ensayos en el teatro sobre los encuentros de estos personajes, se generan escenas que van jugando entre la realidad y la ficción. Esta puesta en escena toca temas como la paternidad, la violencia, la representación y creación a partir de un diálogo con elementos intermediales. Esto convierte a Tebas Land en una propuesta que, a la vez,  constituye una mirada contemporánea del clásico griego Edipo Rey

Cuando se habla de la relación entre los medios de comunicación y el teatro, dos vertientes aparecen recurrentemente: por un lado, el uso de tecnologías de la información –proyección de video de cámaras que enfocan dentro o fuera de escena, proyección audiovisual de personajes que son parte de la obra-; por otro lado, las posibilidades de generar un vínculo a partir de la obra representada y el espectador a partir de dichos elementos intermediales. Esta dicotomía propone repensar, a partir de las características de dichas tecnologías, qué signos adquieren el cuerpo del actor, el espacio escénico, el espectador y la definición de teatralidad en una puesta en escena como Tebas Land.

Esta obra exigía la convivencia de tres planos de realidad en escena: las entrevistas en la cárcel, los encuentros entre Federico y S – podríamos hablar de un plano dentro de este, donde los actores se referían a estos momentos desde una plena consciencia de estar representándolos-, y la intervención directa de S con el público, mientras contaba el desarrollo del proceso creativo. Se jugó entre estos planos de realidad escénica con efectividad gracias, en primer lugar, al manejo preciso de los elementos tecnológicos presentes: la proyección de lo que las cámaras usadas en escena estaban enfocando, la proyección de imágenes, la proyección de Martín dentro de la cancha de básquet.

A partir del uso de elementos tecnológicos es que se recrean enfoques distintos del desarrollo de la historia que, en conjunto, nos dan una visión más completa del desarrollo de los personajes. En primer lugar, el espectador tenía la perspectiva de la escenografía –un punto de vista teatral-; en segundo lugar, el espectador tenía la posibilidad de ver lo que las cámaras usadas en escena proyectaban –un punto de vista intermedial de la tealidad-, y en tercer lugar, el público tenía la posibilidad de ver las cámaras situadas tanto en la cancha de fútbol como en las afueras del teatro, entendiendo el uso de estas cámaras como la única forma de permitir que Martín vea la obra. Este último punto nos hace hablar de un diálogo entre la teatralidad y un público que puede no estar presente en un hecho escénico. El manejo tecnológico estuvo certeramente manejado, de modo que no hubo en ningún momento una descoordinación en el momento donde debían iniciarse las proyecciones. Es muy importante que se logre este nivel de precisión para consolidar el efecto que lo intermedial causa en una obra como esta.

La división del espacio en escena estaba constituida por una cancha de básquet en medio del escenario, dejando espacios a ambos lados del escenario para recrear los espacios de ensayo de la obra que en escena se estaba preparando. Esta división del espacio aportó al juego entre los planos de realidad escénica mencionados anteriormente. Los elementos escenográficos de cada parte del espacio escénico estuvieron seleccionados atinadamente, de modo que cuando veíamos el espacio del dramaturgo, podíamos obtener información de un personaje privilegiado, con un estatus socioeconómico alto debido a la estética minimalista que englobaba su espacio. En cuanto a la cancha de futbol, el hecho de usar “cámaras de seguridad”, ya era suficiente para crear la convención de ser un espacio dentro de una cárcel. La iluminación en escena, gracias a la precisión que tuvo en su aplicación, aportaba tanto a la división de espacios como a los saltos de planos temporales, de modo que era una herramienta para enfocar la atención del espectador.

Los actores tuvieron retos distintos en cuanto a abordaje de personajes. Por un lado, el actor José Manuel Lázaro tenía el personaje de S, el dramaturgo. A la vez, tenía la necesidad de desarrollar este personaje en todos los planos ya mencionados. Hubo en este actor una destreza suficiente para poder dejar claro cada salto temporal que había, además de un buen manejo de texto que llenaba al personaje de especificidad. Sin embargo, en algunos momentos de la obra, el personaje perdía fuerza, sobre todo cuando se dirigía al público en algunos cambios de escena. Por otro lado, el actor Emanuel Soriano tenía dos personajes: Martín, el convictor; y Federico, el actor que iba a representar al convicto. Soriano logró con destreza diferenciar ambos personajes, tuvo un acercamiento al texto muy bien trabajado, de modo que era interesante de ver la cantidad de detalles de cada uno y cómo es que el actor podía cambiar de uno a otro de manera tan específica.

Tebas Land es una mirada contemporánea desde dos puntos de vista: en primer lugar, desde el parricidio a partir de recurrir a Edipo Rey como historia eje de la representación; el hecho de traer la tragedia griega no significa una añoranza clásica, sino el rescate de lo profundo de su meditación en torno a la esencia humana dentro de una sociedad como la actual. En segundo lugar, la creación y la representación son temas que se pueden repensar a partir de una puesta en escena como esta. Mucho más allá de ser una versión llena de elementos intermediales, en Tebas Land se evidencia lo que comúnmente llamamos una convención escénica, tanto desde el proceso creativo como desde la construcción de personajes en la obra. La mezcla de la reflexión a partir del teatro griego y la reflexión sobre la idea de representación es que vemos un viaje por el cual los personajes se aperturan con y por el otro, de modo que hay una retroalimentación de pasiones de cada uno de ellos gracias al entendimiento humano.

Stefany Olivos
18 de octubre de 2018

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