lunes, 8 de octubre de 2018

Crítica: DE ATRÁS PARA ADELANTE


¿Cuestionando el patriarcado?

La dramaturga argentina Diana Raznovich es una destacada activista del movimiento feminista y de las libertades elementales del ser humano, no solo a través de su producción literaria, sino también por su incursión en el humor gráfico. Tal como lo reveló en diversas entrevistas, el humor y el teatro se han convertido en partes indesligables de la creación escénica de la autora. Acaso su obra más emblemática estrenada en nuestro país haya sido Casa Matriz (2006), con la dirección de la experimentada Ruth Escudero y el protagonismo de la versátil María Angélica Vega. En ella, se atacaba la sociedad de consumo, a través de la existencia de una multinacional que alquilaba actrices especializadas en representar distintos roles de madres para la ocasión, dentro de un montaje algo irregular. Siempre en clave de comedia, Escudero volvió a la carga este año con otra pieza de Raznovich, De atrás para delante, estrenada en el ICPNA de Miraflores y nuevamente con la complicidad de Vega en el elenco. Los resultados, si bien es cierto convirtieron al espectáculo en uno disfrutable, sí pudieron haber alcanzado otros brillos de haber seguido el real propósito de la autora.

Tal como lo menciona Raznovich, la familia es todavía considerada la célula básica donde se nace, se crece y se nos forma, la cual es trasmisora de valores patriarcales, que tiende a que los patrones normativos (heterosexualidad, machismo) sean aún tomados como categorías indiscutibles y poseedoras de aquella gran verdad. De atrás para adelante se encargó de rechazar tamaña falacia, por medio de la historia de una familia normal y poderosa, que se ve de un momento a otro sumida en la ruina. La hija Mariana (Fiorella Díaz) decide recurrir al auxilio de su hermano Javier, quien fuera expulsado de casa años atrás por ser homosexual, pero cuya actual posición económica podría ser la única salvación para la familia. A pesar del terco rechazo del padre (Óscar Carrillo), Mariana consigue que Javier prometa solucionar la situación; sin embargo, quien llega a la casa es la monumental Dolly (Vega), dispuesta a renovar la empresa familiar. Fácil es pues, adivinar la verdadera identidad de Dolly, quien además de lograr su propósito empresarial, también consigue rescatar aquellos lazos familiares que tanto añoraba al revelar su verdadera identidad.

Producida por la Asociación Cultural Manada, Escudero siguió la ruta de la meta-teatralidad propuesta por la autora (actores son personajes y público a la vez, sentados al lado del escenario cuando no están en escena; los personajes siguen el esquema teatral pauteado por la misma sociedad; Dolly actúa como Javier y Dolly, de acuerdo a la ocasión); sin embargo, elige una peligrosa manera de plasmar el drama en escena, valiéndose de sobreactuación, pantomima, exageración y farsa de trazo grueso, que generaron, lamentablemente, sí la comprensión pero no la completa identificación del espectador con las motivaciones de los personajes, que incluyeron además de los mencionados, a la nueva esposa (Carla Martel-Anahí de Cárdenas), al asesor familiar (Daniel Zarauz) y a la pareja de Dolly (Sandro La Torre). La puesta en escena, al igual que Humo en la neblina (2015), otra fallida propuesta de Escudero, contó con algunos inspirados momentos gracias básicamente al talento actoral, pero en medio de un estilo desordenado y desconcertante: un primer acto con todo el espacio vacío y el inevitable abuso de la mímica, contrastando con los curiosos y coloridos muebles en el segundo; cajas de pizza vacías con contenido imaginario, pero también cubetas rellenas con pedazos de papel plateado haciendo las veces de agua; estrambóticos e innecesarios vestuarios para ciertos personajes que no sumaban al montaje final (como en la foto); y especialmente, la decisión de contar con una buena actriz como Vega, en lugar de vencer el tradicionalismo que la autora gritaba en su texto y contratar ya sea a un actor, un travesti o un verdadero transexual como intérprete de Dolly.

Como se mencionó anteriormente, las dos únicas escenas rescatables son aquellas en las que Dolly se revela ante su padre y su hermana, gracias a la humanidad que les otorgó el trío actoral Vega-Carrillo-Díaz. Dichas escenas valen todo el visionado del espectáculo. En conclusión, así como la funesta (aunque celebrada) puesta en escena de Hairspray, el Musical (2012), más atrás que adelante a nivel conceptual, con actores blancos pintados de negro en una obra creada originalmente para criticar la discriminación racial en el show-business; el montaje de De atrás para adelante, pieza escrita por Raznovich para indagar sobre la familia y su modo de reproducir y transmitir prejuicios, exclusiones y marginaciones sociales, no pasó de ser un entretenido espectáculo sin la contundencia necesaria que su propia ejecución escénica le permitió.

Sergio Velarde
8 de setiembre de 2018

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