martes, 30 de octubre de 2018

Colaboración regional: EL ANÁLISIS Y LA DRAMATURGIA PERUANA EN PIURA


Premiada obra de Franco Iza

El Perú vive ahora un boom de la dramaturgia peruana, es una verdad innegable y que abre la puerta a la creación auténtica y en muchos de los casos, contestataria. Los autores, sobre todo jóvenes, se están retando a sí mismos en los temas y nos alejamos cada vez más de la simplicidad para dar paso a nuevos texto profundos y de belleza dramatúrgica. Este boom se debe en parte al surgimiento de nuevas plataformas como las salas teatrales independientes o los concursos de dramaturgia como el Sala de Parto, el Concurso Nacional de Dramaturgia, por mencionar algunos ejemplos.

Este fenómeno no solo se ha quedado en Lima, sino que cada día avanza con mayor fuerza al interior del país, lo cual arroja una visión menos centralista pero también menos “costumbrista” de la realidad nacional. Producto de este boom han nacido obras como El análisis de Franco Iza Montoya, obra ganadora del concurso Sala de Parto del 2013 y poseedora de una belleza dramática innegable, que compartió créditos con otras grandes piezas como La cautiva, Sobre Lobos, entre otras obras ganadoras de este festival el mismo año. El texto de El análisis toma como pretexto el teatro para contar una historia profunda y humana. Relata la visita de un director de teatro a un psicoanalista para que le ayude con la terapia para conseguir que su hijo le permita ver a su nieto. Resalta del texto el uso de algunos versos del clásico La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, los cuales le aportan profundidad a la historia. Esta obra fue montada en Lima con las actuaciones de Miguel Iza en el papel de terapeuta y de Javier Valdés como el director.

El pasado 23 y 24 de marzo se montó en Piura esta obra a cargo del Grupo Kataplum, bajo la dirección de Rafael Sime y con las actuaciones de Edward Pérez como el terapeuta y Rafael Sime como el director. La obra se llevó a cabo en el auditorio de la Universidad Nacional de Piura. Es importante resaltar la iniciativa del grupo por montar este texto en Piura y unirse así a este fenómeno dramatúrgico del que hablábamos al principio. En cuanto a la puesta en escena, Kataplum se ha caracterizado en la mayoría de sus montajes por presentar grandes aciertos en cuanto a escenografía y su distribución, y esta obra no fue la excepción: el texto y su consecución no requerían una puesta ostentosa, pero sí precisa y sobria, y se logró. Sin embargo, se podría aportar mayor versatilidad en el uso de las luces, sobre todo en los momentos de mayor clímax como el final y los cambios de escena.

En cuanto a las actuaciones, es importante resaltar la presencia escénica de Rafael Sime como el director, que por momentos estuvo con buena colocación de intenciones y nos presentó un director orgánico y sobrio; sin embargo, se pudo haber aportado mejor manejo de intenciones para hacer notar con mayor claridad la evolución del personaje. Edward Pérez desarrolló un terapeuta correcto y por espacios de tiempo bonachón, pero hizo falta mayor peso escénico y sinceridad dramática para redondear la construcción.

En cuanto a la dirección, era evidente la búsqueda del director por ser fiel al texto y resaltarlo, con lo cual, salvo los interesantes cambios de escenas en tercer plano de los personajes, no hubo mayores variantes de la dramaturgia original. No obstante, a la puesta le faltó ritmo escénico en varios momentos y acentuación dramática en otros, lo que hizo que perdiera naturalidad y se desestabilizara en algunas partes, como por ejemplo, en los cambios de tiempo y en las escenas de lectura en el consultorio, cuyos textos sinceros y a veces mordaces merecían quedarse más en el espectador y que lamentablemente, se perdieron.

El análisis es un gran texto que merece ser replicado y que se ha convertido en un claro ejemplo de la dramaturgia joven que nace en la cartelera nacional y se resalta el interés de Kataplum por recurrir a lo nacional.

Katiuska Granda
Piura, 30 de octubre de 2017  

domingo, 28 de octubre de 2018

Crítica: EN LA CAPITAL


Fluctuantes emociones

El joven actor, director y dramaturgo Federico Abrill tiene a su cargo la puesta En la Capital del autor español Tomás Cabané y está presentándose en la Caverna Victoria Bar en Barranco.

La propuesta de Abrill traslada al público a un ambiente íntimo –como lo es el espacio de la Caverna-, utilizando tanto el escenario como el espacio del público para ejecutar las acciones y diálogos. La musicalización en vivo estuvo a cargo de Dj Estación Matellini, detalle que fue bastante acertado para dinamizar las escenas. En cuanto a la narrativa, esta se sitúa en la rutinaria vida de una pareja, Manu (Paris Pesantes) y Ángel (Fico Wiese), quienes se verán involucrados con África y Marc, interpretados por Alejandra Campos y Nicolás Villalonga, respectivamente. Confrontándose así distintas emociones como el deseo y el amor, que revelarán las crisis y vacíos de estos seres humanos que comparten las mismas inquietudes.

Si bien el montaje pretende abordar el texto saliendo del confort y cotidianidad de una sala de teatro, considero que por momentos se perdía la conexión entre los asistentes y la historia, puesto que la dinámica no es la misma que en una sala común. También algunos personajes tuvieron momentos de emociones repentinas y forzadas, hasta cierto punto. Sin embargo, se reconoce el hecho de arriesgar y ejecutar una obra desde un lugar y perspectiva diferentes.

Básicamente, En la Capital refleja una temática recurrente, con la variante de retratarla en el cotidiano de la comunidad LGTBIQ, rompiendo las barreras impuestas por la sociedad, lo cual evidencia que los problemas, las crisis, el amor, el desamor, el sexo y la soledad son temas que nos tocan a todos sin ninguna distinción. Sea cual sea el escenario, queda demostrado que las emociones fluctúan y son fácilmente guiadas por el entorno y los cambios constantes a los que vivimos sometidos.

Maria Cristina Mory Cárdenas
28 de octubre de 2018

sábado, 27 de octubre de 2018

Crítica: AÑOS LUZ


Imposibles  coincidencias

El joven dramaturgo Federico Abrill ocupó el segundo lugar en el Concurso Nacional de Dramaturgia Teatro Lab 2016 con su pieza Años luz, que llegó al Teatro de la Universidad de Lima hace unos meses. A pesar de sugerirse la idea de ser una obra acerca de algún tipo de aventura en el espacio exterior, tanto en el título y como en el material publicitario (con los personajes en medio de galaxias), el texto abordó la historia de un puñado de personas que deben resolver sus problemas existenciales en lugares ubicados a kilómetros de distancia unas de otras, y que se verán involucradas entre ellas por las increíbles casualidades que propuso su autor. La idea de estar actualmente en permanente contacto con los demás gracias a los avances tecnológicos viviendo literalmente a “años luz” de distancia, pero a la vez estando todos sumidos en una profunda incomunicación, fue una buena coartada dramática; sin embargo, el montaje dirigido por Ernesto Barraza no alcanzó a cuajar adecuadamente, a pesar de contar con algunos grandes aciertos en escena.

De entrada, el director marcó la sorpresiva aparición de los actores en escena para acomodar el escaso mobiliario y vestuario, mientras iniciaban su calentamiento previo, conforme el público iba acomodándose en la sala. Calificada por el comentarista de El Comercio como una labor “notable” (sic), otros comunicadores, como el muy sensato Rubén Quiroz de Exitosa, tildaron dicha preparación actoral como “un distractor, una banalidad”, además de ser un “falso voyerismo e insustancial”. Y es que realmente no sumó nada al montaje, acaso restó en sí; no solo porque cada uno de los intérpretes lo ejecutó de manera diferente (algunos echados en el suelo haciendo flexiones, otros solo caminado y pasando letra) y eso pudo interpretarse como un trabajo de dirección inadecuado para lograr una equidad interpretativa en el elenco, aparte de notarse algo forzado en algunos actores, sino que no tuvo una real consecuencia ni trascendencia en un montaje que pareció orientarse hacia otros derroteros.

Interesante sí, la metáfora de la incomunicación a través de personajes que hablaban hasta en tres idiomas diferentes, resuelta pertinentemente en escena, apoyada por una limpia proyección de imágenes y frases en la pantalla del foro. Hablando castellano, el matrimonio formado por Luisa (Natalia Cárdenas) y Rafael (Diego Lombardi); ella, viendo deteriorarse su salud y él, con el amor hacia su esposa ya deteriorado; y un niño pobre llamado Pedro (Sergio Armasgo), que deambula  por la ciudad vendiendo sus productos. En inglés, el fotógrafo Mark (Gabriel Gil Sanllehí), que viaja por el mundo huyendo de su hogar. En danés, la joven Marit (Malu Gil Lohmann), que intenta suicidarse sin éxito; y su hermano Karl (Francisco Cabrera), un terapeuta sexual. Y en un verdadero giro real-maravilloso, la madre de Pedro llamada Sully (Julia Thays), al conocer al fotógrafo en su humilde morada, acaba hablando en inglés, viviendo literalmente en la punta de un cerro y además, siendo muda. Enigmática, curiosa, pero lenta, solo fluida por momentos, con enormes coincidencias jaladas de los pelos y correctas actuaciones (destacando nítidamente Cárdenas), Años luz fue una atípica temporada con muy buenas intenciones, pero con aciertos parciales.

Sergio Velarde
27 de octubre de 2018

martes, 23 de octubre de 2018

Crítica: CHUSQUILLO EN LA CIUDAD

La nobleza de los animales

Este fin de semana fue el estreno de la obra familiar Chusquillo en la ciudad, escrita por Martín Martínez –quien también es parte del elenco- y dirigida por Sergio García Blasquéz. Se está llevando a cabo en el Auditorio AFP Integra del MALI.

La trama gira en torno a Chusquillo, un perrito de la calle, que es adoptado por Poncho, un camionero de buenos sentimientos, quien le enseñará con amor y paciencia los valores del respeto, la honestidad, la solidaridad y la amistad verdadera. Por un hecho inesperado, Chusquillo pierde de vista a su amo, envolviéndose en curiosas aventuras junto a una intrépida gatita llamada Pecha, un gallinazo bondadoso llamado Picón y una enigmática rata llamada Gran Quesito; juntos lucharán para salvarse del rudo Combo, un aprovechado perro, quien pondrá a prueba la amistad entre Chusquillo y Pecha.

La puesta cobra intensidad con los coloridos vestuarios de los actores, acompañados por un acertado juego de iluminación y un diseño musical -muy apropiado y divertido- especialmente preparado para la temática (con canciones ejecutadas por el elenco). Considero que hubiera sido aún más interesante que las canciones hubieran sido ejecutadas en vivo, en lugar de hacerlo en playback, pues le otorgaría una dinámica distinta a la obra.

El reparto está conformado por Santiago Cáceres, Andrea Félix, Jorge Valverde, Julio Carrillo y Martín Martínez, quienes se mostraron mimetizados con sus caracterizaciones y bastante compenetrados con el público infantil. La pieza teatral, desde su narrativa, buscó comunicar a los asistentes un mensaje en la construcción e interiorización de valores, ello sin dejar de lado la creatividad y alegría que el teatro de este tipo requiere. Profundizando también en la tarea de sensibilizar a los seres humanos respecto al maltrato animal.

Finalmente, es de sumo valor continuar tocando estos temas en el teatro familiar, que aunque pudieran parecer repetitivos, siempre serán bienvenidos en el mundo de las artes escénicas, en todas sus formas y representaciones.

Maria Cristina Mory Cárdenas
23 de octubre de 2018

Crítica: TURNO


La voz de los adolescentes

El Gran Teatro Nacional fue escenario de la obra Turno, escrita por la novelista británica Jenny Valentine y dirigida por Fernando Castro. Este proyecto fue ejecutado por el Ministerio de Cultura, como parte del Programa de Formación de Públicos del Gran Teatro Nacional, contando con el apoyo del British Council Perú.

Turno nace como resultado de los talleres con adolescentes de algunas organizaciones artísticas como Puckllay, Kaktus, el Comité Metropolitano de Estudiantes y la Red de Instituciones Educativas del Programa de Formación de Públicos del Gran Teatro Nacional. Precisamente, la temática de la puesta gira en torno a la violencia de género, la violencia en el hogar, el ‘bullying’ en la escuela y la marginación por razones socioeconómicas. Respecto al montaje, el uso de las proyecciones, la musicalización y los vestuarios, fueron un acierto que permitía al exigente público juvenil (en su mayoría) engancharse con la historia.

La narrativa nos presenta a un grupo de adolescentes quienes comparten el mismo colegio; sin embargo, están separados por el turno de la mañana y el turno de la noche. Formando una suerte de barrera, que bien podría distinguir el fulgor del sol para los que más tienen, y el sombrío de la oscuridad para los menos favorecidos. En medio de una misteriosa reunión que fuerza la unión de ambos grupos, aparece el personaje de Julia, como un ser que nadie ve o escucha, pero es recordado por un terrible hecho de violencia del que fue víctima (fue acuchillada por su enamorado).

Con un reparto compenetrado, ágil y dinámico, la puesta fue muy bien recibida y claramente comprendida en cuanto al mensaje que pretendía comunicar (remarcando valores como la unión, el amor, la solidaridad, entre otros). La forma de recibir a los chicos de las escuelas, familiarizarlos con el ambiente, con la propuesta, fueron detalles que marcaron una diferencia importante en la receptividad del público adolescente.

Encuentro muy pertinente el haber realizado un conversatorio al final de la obra, contando para ello con la presencia de Gonzalo Rodríguez Risco, traductor de la obra al castellano, quien por cierto, imprimió un lenguaje coloquial propio del Perú en su traducción, el cual se vio reflejado en los fluidos diálogos de los actores; también formaron parte de esta charla una representante de la Defensoría Municipal del Niño y el Adolescente-DEMUNA y el elenco de la obra, quienes resolvieron algunas interrogantes de los escolares.

Una gran iniciativa para acercar al público juvenil a este maravilloso quehacer artístico que es el teatro, y hacer que su voz pueda resonar cada vez con más fuerza.         

Maria Cristina Mory Cárdenas
23 de octubre de 2018

lunes, 22 de octubre de 2018

Crítica: LA REUNIFICACIÓN DE LAS DOS COREAS


Conmovedor mosaico de amor

Definitivamente, este debería ser el año de Escena Contemporánea. La promotora y productora cultural, que viene presentando ininterrumpidamente interesantes espectáculos desde el 2013 (como El Cine Edén y El Baile) hasta el presente año (como las muy logradas Cintas de seda y La piedra oscura), consiguió quizás su punto más alto con el estreno hace algunos meses de La reunificación de las dos Coreas (2013) del francés Joel Pommerat, con el apoyo de la Alianza Francesa de Miraflores. Dirigida con aplomo y profunda sensibilidad por Alfonso Santistevan y Nadine Vallejo, la puesta nos presentó veinte historias breves en las que el amor fue el gran protagonista, y así como se insinúa en el título mismo, se postuló además como metáfora la virtual imposibilidad de alcanzarlo plenamente. Pocas veces los vínculos sentimentales y afectivos entre personas comunes y silvestres son escrutados en el escenario de manera tan eficaz, pero a la vez tan dolorosa o sarcástica dependiendo del caso abordado.

Pommerat, que como director trabaja íntimamente con sus actores en la creación de su propia dramaturgia, logró un virtuoso mosaico de enorme potencial, a través de breves situaciones con un lenguaje coloquial y sencillo, todas ellas sorprendentemente inspiradas y plenas de lirismo. Entre el dolor y el humor, se suceden las historias en medio de una simple pero sinuosa escenografía, con contados mobiliarios; mientras los actores, apoyados por un efectivo manejo de luces, sonido y multimedia, ejecutan convincentemente sus acciones, dejando algunos cuadros para el recuerdo: un profesor se defiende de una acusación de pedofilia, justificando el afecto que siente por su alumno; una mujer con Alzheimer se (re)encuentra con su esposo; un altercado familiar minutos antes de una boda, con algunas sorprendentes revelaciones con respecto al novio; y una dolorosa rutina practicada por una pareja para mantener viva su relación.

Un elenco de excepción se encarga de darle humanidad a los variados personajes de los pequeños cuadros: las precisas Sofía Rocha, Magali Bolivar y Vanessa Vizcarra; los competentes Santistevan, Miguel Álvarez y Alberick García; los versátiles Roberto Ruiz y Sergio Llusera; y las inolvidables Alejandra Guerra y Bertha Pancorvo. Conmovedora, entrañable, trágica, desternillante y absurdamente real, La reunificación de las dos Coreas, lejos de abordar temas políticos y debates ideológicos, muestra las relaciones afectivas sin tapujos, con todas sus contradicciones y frustraciones, pero sobre todo, con mucha humanidad. La tregua iniciada en abril por Kim Jong-un y Moon Jae-in, que se interpretaría como una inesperada luz al final del túnel sentimental metafórico, no le resta un ápice de contundencia al mejor montaje de Escena Contemporánea, que le deja la valla muy alta para futuras producciones. Uno de los montajes del año.

Sergio Velarde
22 de octubre de 2018

jueves, 18 de octubre de 2018

Crítica: LA PEQUEÑA NIÑA


Una niña feliz

La dramaturga y actriz Vanessa Vizcarra, prolífica por sus obras que abordan la complejidad de la personalidad humana (“Una historia original”, “A mi manera”), incursiona en el teatro infantil y familiar adaptando la historia de “La pequeña niña” del joven escritor y músico Luigi Valdizán, quien presentó su cuento en la última edición de la Feria del Libro de Lima, de la mano de Polifonía editores y con la ilustración gráfica de Beatriz Chung. Valdizán, además de actor, cuenta con experiencia en el mundo músical, pues es vocalista de la banda Colectivo Circo Band, grupo especializado en mostrar espectáculos en espacios culturales con la herramienta del circo. El montaje cuenta con las actuaciones de Daniela Baertl como Alma, Camila Vera como Soledad, Macla Yamada como Victoria y el mismo Valdizán como Jerónimo. La producción en general es de la asociación La Bicicleta Amarilla.

El equipo del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico orientó al público de manera muy ordenada y la función comenzó con puntualidad. La asistencia fue un éxito total en todos los términos, pues el aforo del auditorio estuvo casi totalmente lleno de familias enteras y sobre todo, de niños. El montaje destacó por su original musicalidad desde un inicio, pues las tres llamadas teatrales fueron anunciadas de una manera lúdica y graciosa para el público infantil. La historia giró sobre los miedos de la infancia y la capacidad para superarlos; en especial, abordó sobre el miedo de Jerónimo ante un reto que le presentaron sus tres nuevas amigas, Alma, Soledad y Victoria. Cabe indicar que en la versión literal de “La Pequeña Niña”, escrita por Valdizán, solo tenía dos personajes: la niña y un ratón; en ese sentido, fue interesante que Vanessa haya reconfigurado la historia para modificar los personajes y que la historia no pierda contenido.

Jerónimo se mantuvo en la mayoría de las escenas, sentado a un lado del escenario tocando un ukelele que maneja con gran destreza, musicaliza una serie de escenas a las que les aporta contenido dramático. Las tres niñas empezaron jugando a la cuerda y retaron a Jerónimo a participar, pero este se negó; sobre este reto es que comienza el giro dramático. Lo primero que destacó en el escenario, además de los elementos de utilería, fue el maniquí de una niña, que resultó siendo un personaje con el que los actores interactuaban: a Victoria, la niña de overol verde, le molesta que esa niña no tenga miedo como Jerónimo; Alma, que desarrolla un personalidad escéptica y racional; y finalmente Soledad, que representa un personaje con una personalidad tierna e ingenua, que teme a los cambios y obstáculos que se avecinan en la vida. Durante la obra, aparte de la gran calidad de la utilería y el vestuario, cabe destacar la habilidad de las actrices en el arte del circo, pues representaron escenas en las que dialogan mientras están practicando danza aérea con telas, un arte que es difícil de manejar. En síntesis, el montaje tuvo como lección la importancia de la tolerancia frente al temor y exhortó a los padres a promover un ambiente de convivencia y respeto entre los niños.

“La Pequeña Niña” de Vanessa Vizcarra y Luigi Valdizán está en temporada hasta el 2 de diciembre en el Teatro del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico. Las funciones son los sábados y domingos a las 4 pm.

Enrique Pacheco
18 de octubre de 2018

Crítica: TEBAS LAND


Juego performático de la metáfora

El teatro de la Universidad del Pacífico está dando lugar a Tebas Land, obra del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco bajo la dirección de Gisela Cárdenas. Se narra el encuentro entre un dramaturgo exitoso y un parricida. La obra está compuesta con base en sus conversaciones; a partir de la mezcla de lo que se supone real  y los ensayos en el teatro sobre los encuentros de estos personajes, se generan escenas que van jugando entre la realidad y la ficción. Esta puesta en escena toca temas como la paternidad, la violencia, la representación y creación a partir de un diálogo con elementos intermediales. Esto convierte a Tebas Land en una propuesta que, a la vez,  constituye una mirada contemporánea del clásico griego Edipo Rey

Cuando se habla de la relación entre los medios de comunicación y el teatro, dos vertientes aparecen recurrentemente: por un lado, el uso de tecnologías de la información –proyección de video de cámaras que enfocan dentro o fuera de escena, proyección audiovisual de personajes que son parte de la obra-; por otro lado, las posibilidades de generar un vínculo a partir de la obra representada y el espectador a partir de dichos elementos intermediales. Esta dicotomía propone repensar, a partir de las características de dichas tecnologías, qué signos adquieren el cuerpo del actor, el espacio escénico, el espectador y la definición de teatralidad en una puesta en escena como Tebas Land.

Esta obra exigía la convivencia de tres planos de realidad en escena: las entrevistas en la cárcel, los encuentros entre Federico y S – podríamos hablar de un plano dentro de este, donde los actores se referían a estos momentos desde una plena consciencia de estar representándolos-, y la intervención directa de S con el público, mientras contaba el desarrollo del proceso creativo. Se jugó entre estos planos de realidad escénica con efectividad gracias, en primer lugar, al manejo preciso de los elementos tecnológicos presentes: la proyección de lo que las cámaras usadas en escena estaban enfocando, la proyección de imágenes, la proyección de Martín dentro de la cancha de básquet.

A partir del uso de elementos tecnológicos es que se recrean enfoques distintos del desarrollo de la historia que, en conjunto, nos dan una visión más completa del desarrollo de los personajes. En primer lugar, el espectador tenía la perspectiva de la escenografía –un punto de vista teatral-; en segundo lugar, el espectador tenía la posibilidad de ver lo que las cámaras usadas en escena proyectaban –un punto de vista intermedial de la tealidad-, y en tercer lugar, el público tenía la posibilidad de ver las cámaras situadas tanto en la cancha de fútbol como en las afueras del teatro, entendiendo el uso de estas cámaras como la única forma de permitir que Martín vea la obra. Este último punto nos hace hablar de un diálogo entre la teatralidad y un público que puede no estar presente en un hecho escénico. El manejo tecnológico estuvo certeramente manejado, de modo que no hubo en ningún momento una descoordinación en el momento donde debían iniciarse las proyecciones. Es muy importante que se logre este nivel de precisión para consolidar el efecto que lo intermedial causa en una obra como esta.

La división del espacio en escena estaba constituida por una cancha de básquet en medio del escenario, dejando espacios a ambos lados del escenario para recrear los espacios de ensayo de la obra que en escena se estaba preparando. Esta división del espacio aportó al juego entre los planos de realidad escénica mencionados anteriormente. Los elementos escenográficos de cada parte del espacio escénico estuvieron seleccionados atinadamente, de modo que cuando veíamos el espacio del dramaturgo, podíamos obtener información de un personaje privilegiado, con un estatus socioeconómico alto debido a la estética minimalista que englobaba su espacio. En cuanto a la cancha de futbol, el hecho de usar “cámaras de seguridad”, ya era suficiente para crear la convención de ser un espacio dentro de una cárcel. La iluminación en escena, gracias a la precisión que tuvo en su aplicación, aportaba tanto a la división de espacios como a los saltos de planos temporales, de modo que era una herramienta para enfocar la atención del espectador.

Los actores tuvieron retos distintos en cuanto a abordaje de personajes. Por un lado, el actor José Manuel Lázaro tenía el personaje de S, el dramaturgo. A la vez, tenía la necesidad de desarrollar este personaje en todos los planos ya mencionados. Hubo en este actor una destreza suficiente para poder dejar claro cada salto temporal que había, además de un buen manejo de texto que llenaba al personaje de especificidad. Sin embargo, en algunos momentos de la obra, el personaje perdía fuerza, sobre todo cuando se dirigía al público en algunos cambios de escena. Por otro lado, el actor Emanuel Soriano tenía dos personajes: Martín, el convictor; y Federico, el actor que iba a representar al convicto. Soriano logró con destreza diferenciar ambos personajes, tuvo un acercamiento al texto muy bien trabajado, de modo que era interesante de ver la cantidad de detalles de cada uno y cómo es que el actor podía cambiar de uno a otro de manera tan específica.

Tebas Land es una mirada contemporánea desde dos puntos de vista: en primer lugar, desde el parricidio a partir de recurrir a Edipo Rey como historia eje de la representación; el hecho de traer la tragedia griega no significa una añoranza clásica, sino el rescate de lo profundo de su meditación en torno a la esencia humana dentro de una sociedad como la actual. En segundo lugar, la creación y la representación son temas que se pueden repensar a partir de una puesta en escena como esta. Mucho más allá de ser una versión llena de elementos intermediales, en Tebas Land se evidencia lo que comúnmente llamamos una convención escénica, tanto desde el proceso creativo como desde la construcción de personajes en la obra. La mezcla de la reflexión a partir del teatro griego y la reflexión sobre la idea de representación es que vemos un viaje por el cual los personajes se aperturan con y por el otro, de modo que hay una retroalimentación de pasiones de cada uno de ellos gracias al entendimiento humano.

Stefany Olivos
18 de octubre de 2018

Crítica: LA BIENVENIDA


Cosas de la maternidad

Convertirse en madre debe ser una de las experiencias más dulces en la vida de una mujer; sin embargo, muchas veces olvidamos que la realidad supera toda expectativa o ilusión. Precisamente, La Bienvenida nos recuerda que la maternidad no solo es una bendición, sino una gran responsabilidad para la que la vida no nos prepara, hasta que ocurre.

Escrita por Diana Gómez Muñoz, bajo la dirección de Silvia La Torre Matuk y la producción general de Gina Guerrero Pflucker/Cuando la Luna se Caiga, este texto aborda con sencillez el tema de la maternidad desde distintas aristas. Los dilemas de unos padres primerizos, los esfuerzos de una mujer por convertirse en madre y las intromisiones de una abuela preocupada, son los ingredientes principales de esta obra.

El elenco está conformado por Olenka Castro, quien interpreta a una mamá primeriza; la acompaña Walter Ramírez, en el papel de su esposo, un hombre mimado por la madre, a cargo de Nelly Guerrero; además, están la mejor amiga (Katherina Sánchez) y la nana (Lorena Rodríguez). Demostrando aplomo grupal y construcciones muy marcadas, ya que estos personajes bien pueden verse reflejado en el cotidiano. Un detalle interesante fue el hecho de agregar una escena grabada y proyectarla, otorgándole un dinamismo particular a la secuencia de la historia.

Haciendo uso de la comedia, la simplicidad y el lenguaje coloquial, esta puesta pone en la palestra los cambios y el proceso de adaptarse a la maternidad: las incertidumbres, los miedos, la frustración, el cansancio, pero sobre todo, la importancia de contar con un entorno empático y amoroso para afrontar esta etapa. Ello, sumado a las ganas y la fortaleza de la mujer al momento de traer a un ser humano a este mundo, tomándolo como una responsabilidad importante y no solo como un rol, un deber o una bendición.  

Maria Cristina Mory Cárdenas
18 de octubre de 2018

martes, 9 de octubre de 2018

Crítica: HOY NO y JEDI


Teatro para la aceptación

Con motivo de la temporada “Por orgullo (Recargado)” en Microteatro, el dramaturgo peruano Daniel Fernández escribe y dirige Hoy no y Jedi, obras que Vive Producciones ha puesto en escena. La primera nos muestra a un joven (Augusto Alza), harto de mostrarse de una manera distinta de la que realmente es, y en medio de una toma de decisiones recibe una visita inesperada (Sebastián Ramos); la segunda nos cuenta la historia de Jedi (Lilian Schiappa-Pietra), un chico que ha nacido en cuerpo de mujer y que desea ser un “hombre normal”, sobre todo a los ojos de su conservador padre (Nicolás Fantinato).

Hoy no

La experiencia en microteatro es intensa: en diez o máximo veinte minutos, se tiene que dejar claro quiénes son los personajes, lo que quieren, el desenlace y, si todo sale bien, un punto de partida para la reflexión. El manejo del espacio estuvo preciso y a pesar del pequeño tamaño de las sala, esto no se notó como un obstáculo para la representación; incluso la interacción con el público por parte de los personajes aportó a potenciar el desarrollo de la pieza.  La presentación de los personajes estuvo clara desde el principio, gracias a un claro trabajo del texto por parte de ambos actores, además del alto grado de especificidad que lograron en conjunto; esto se vio potenciado con la energía en escena que supieron calibrar. El giro inesperado al término de la obra es clave para poder entender su reflexión final: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar para poder ser nosotros mismos? No debemos esperar  a que sea demasiado tarde para empezar a ser leales a lo que somos.

Jedi

La historia de Lady/Jedi es una realidad que es difícil de ser entendida aún. Lady nació en el cuerpo equivocado y tiene que luchar contra convenciones de género desde la niñez. La obra se encarga de mostrar escenas clave de toda la relación entre el personaje de Jedi y su padre: niñez, adolescencia, cumpleaños, de modo que el espectador podía entender a detalle tanto a los personajes como el conflicto. Esto no habría sido posible sin el manejo eficiente de los saltos de tiempo en escena, un logro tanto desde la dirección como desde la interpretación y el manejo de los actores en cuanto a espacio y objetos. Los personajes estuvieron llenos de detalles, tanto en su composición física como en el abordaje del texto. Esto, en conjunto con los demás elementos mencionados, tuvo como consecuencia que la obra se logre potentemente. Sin embargo, el final resultó muy abrupto; me hubiese gustado ver esa pequeña pausa, entre el apagón final y el agradecimiento, necesaria para que el público digiera lo ya visto.

No es necesario pasar por una historia como la de Jedi para poder generar empatía con lo visto en Hoy no y Jedi. Es reconfortante que sus historias tomen protagonismo en cada vez más espacios, sobre todo artísticos, pues deja a los espectadores con interrogantes necesarias al respecto. ¿Qué  tan reales estamos dispuestos a ser en una sociedad como la nuestra? Y sobre todo, ¿qué tanto nos cuesta simplemente entender a otro ser humano sin tener cuestiones de género como filtro? Las respuestas se las dejo de tarea.

Stefany Olivos
9 de octubre de 2018

Crítica: BLAS, EL ZORRITO AUDAZ

Un zorrito bailarín

La dramaturga Celeste Viale Yerovi (nieta del periodista y escritor Leonidas Yerovi) y el reconocido actor Alberto Isola fundaron, en el 2005, el proyecto escénico Coladecometa, con el fin de presentar espectáculos teatrales para un público infantil y familiar y, además, promover talleres formativos de teatro. Durante la temporada de setiembre presentaron su último montaje original: “Blas, el zorrito audaz”, el cual formó parte de una trilogía de creación propia de Celeste, que con anterioridad presentara “El zorro audaz” y “El zorro audaz y el ave voraz”. Las actuaciones estuvieron a cargo de Laly Guimarey, Alexandra Barandiarán, Daniela Rodríguez, Lorena Rodríguez, Lucía Rua, Luis Serna y Jhair Meléndez.

Disfrutar cualquier puesta en escena en el Teatro Ricardo Blume siempre es una experiencia única para el espectador, debido a la particular forma de distribución de los asientos y del escenario: de manera circular. El espectador mira la obra desde distintos puntos, de tal manera que uno no pierde la concentración del espectáculo y “Blas, el zorrito audaz” no fue la excepción.

La función empezó con puntualidad: asistimos a la historia de Blas, un zorrito andino que quiere escapar de su realidad, pues desea ser astuto y feroz; sin embargo, su mamá, ocupada en otras actividades, no se lo enseña. Es así que viaja a la selva en búsqueda de otros animales salvajes, que le ayuden a convertirse en lo que quiere. Aquí es donde la historia da un giro radical, pues Blas descubre que se está llevando a cabo el 1er Gran Concurso de Baile, que tiene como premio mayor un viaje directamente a la Selva Espesa y Salvaje (SES), que se convertiría en la gran oportunidad del zorrito para atravesar una verdadera peripecia sin amilanarse. La obra manejó acertadamente un cierto paralelismo dramático con la historia de “Juan sin Miedo” de los hermanos Grimm.

Acerca de los recursos escénicos, fue destacable el uso de máscaras como elementos importantes de los actores; por otro lado, la calidad del vestuario fue muy buena en general y dio la impresión de un gran trabajo de producción. Los actores realizaron un uso activo del escenario, entrando y saliendo por todas partes, cautivando la atención de los niños. Por cierto, el diálogo con el público infantil fue escaso, debido a la gran fluidez del montaje. Un elemento que fue muy resaltante, por parte de los realizadores, estuvo en las escenas musicales, que realmente llegaron a emocionar a los niños y alcanzaron gran calidad y creatividad. En general, se trató de un montaje muy bien trabajado, así como la dramaturgia detrás de la historia del zorro Blas, que llegó a emocionar por la ternura de su personaje principal. Al final de la presentación, Coladecometa invitó a los niños a tomarse fotos con los actores.

“Blas, el zorrito audaz” estuvo en cartelera del 21 al 30 de setiembre, los fines de semana a las 4 pm en el auditorio del Teatro Ricardo Blume en Jesús María.

Enrique Pacheco
9 de octubre de 2018

Crítica: EL VERANO PASADO EN CHULIMSK


La complejidad de los seres humanos

Bajo la dirección de Leonardo Torres Vilar y la producción de El Estudio, se presenta en el Teatro Ensamble, la obra El verano pasado en Chulimsk del autor Alexander Vampilov.

La determinante narrativa de este dramaturgo ruso (en esta obra) expone los conflictos internos de un grupo de personas, cuyas vidas se relacionan por distintas circunstancias. Es evidente que el autor tomó en cuenta la coyuntura y costumbres propias de la época (los setenta en la todavía llamada Unión Soviética) para argumentar su historia. La trama desvela a Valentina (a cargo de Luciana Plenge, con una justa combinación de fragilidad y fortaleza), una modesta joven que vive en un pequeño pueblo flanqueado por los bosques de la Siberia; ella se enamora de un investigador llamado Vladimir (interpretado con aplomo por David Barrientos), quien al verse acorralado por un sistema de justicia corrupto, se refugiará en aquel lugar.

Completan el elenco Kike Casterot (personificando a Ilia con sutileza y ternura), Albertina Chappa, Alonso García (muy correcto en su papel de Pasha), Mijail Garvich, Diana Moscoso, Julio César Soler y Miguel Soriano, quienes formaron un grupo sólido y conectado en escena, a pesar de interpretar a personajes con un marcado individualismo, ansiosos por satisfacer sus propias necesidades de afecto. La búsqueda del amor es una constante implícita en la obra.

La simbología representada en el jardín que el personaje de Valentina cuidaba con tanto fervor, queda bastante claro, demostrando las características internas del personaje. En cuanto al montaje, el diseño de iluminación fue muy atinado y aportó sobre manera al ejercicio de las acciones; así como el acompañamiento del sonido (con cantos sutiles de los pájaros), aludiendo claramente a la estación del año referida en el título de la puesta. Con una escenografía muy funcional y armoniosa, El verano pasado en Chulimsk hace frente a la complejidad de estos personajes, quienes se contraponen al buscar el amor filial y romántico de diferente manera.

Maria Cristina Mory Cárdenas
9 de octubre de 2018

Crítica: CARGA VISUAL: EPISODIOS ESCÉNICOS


Experimentando con los sentidos

Carga Visual: Episodios Escénicos nace como parte de un proceso de investigación universitario, el cual se materializó en aproximadamente catorce episodios que reflejan diferentes situaciones que atraviesan las personas con ceguera o baja visión, en un mundo que parece no estar del todo preparado para entenderlos e integrarlos.

Como parte del trabajo de creación colectiva del grupo CAPAZ y bajo la dirección de Déborah G. Seminario, esta obra aborda con marcada sensibilidad y honestidad, la problemática de quienes viven con discapacidad visual; ello, aunado a la responsabilidad de las personas que no tienen esta condición de vida. El elenco conformado por Josué Parodi, Andrea Valdivia y Richard Picón (actor con discapacidad visual) logra sostener sus acciones, a través de pequeñas historias que transcurren en lugares como la escuela, el hogar, las redes sociales o los programas de entretenimiento.

Más que una obra convencional, esta propuesta le permite al espectador vivir una experiencia con todos sus sentidos, puesto que el sistema de sonido (5.1), la iluminación y el escenario, acondicionados para llegar al público desde distintos ángulos, es un recurso que estimula y alerta la atención. Algunas situaciones son llevadas al extremo (sátira) y, sin llegar a la exageración, cuestionan a una sociedad poco empática e inclusiva. A propósito del tema de inclusión, fue un acierto el convocar a Richard Picón, pues su participación con un genuino monólogo testimonial, termina de redondear el mensaje que deja esta puesta.

Carga Visual: Episodios Escénicos es una experiencia distinta, que expone la falta de empatía y sensibilidad  hacia la comunidad con discapacidad visual y baja visión, permitiéndoles a los asistentes vivir, sentir y percibir la cotidianidad de este colectivo, a través de un interesante recorrido sensorial. La obra se está presentando por una corta temporada en la Casa Yuyachkani.

Maria Cristina Mory Cárdenas
9 de octubre de 2018

Colaboración regional: MARX EN EL SOHO


La importancia del discurso

La etimología de la palabra "Teatro" viene del griego “Theatron”, que significa “lugar para ver” o “lugar para contemplar”. La tarea durante siglos de este oficio, en la interacción dialéctica de Actor y Espectador, es y será el de comunicarnos mensajes desde los más sublimes hasta los más mundanos, pero siempre mostrándonos la realidad desde un contexto, tiempo y espacio, queriendo de alguna forma sutil o no, darnos  un pequeño drama personal que refleje la realidad de lo que pasó, lo que está pasando o podría pasar, pero desde la honestidad del hacer, cuerpo, aire, voz, dándose en el espacio sincero, en su sudor, pues hay una necesidad irreversible de decir, y este es el caso de Marx en el Soho de Howard Zinn, interpretado en esta ocasión por Humberto Chaparro.

Un actor maduro con cabellos largos y barba prominente, ambas ya teñidas por el tiempo y la experiencia, pues la vida es una las grandes maestras en este oficio, si bien la inquietud por el teatro nace temprano: “…En el jardín de niños, en una obra que no pude participar, pues no pudieron hacerme el vestuario, La siembra se llamaba”, nos dice Humberto Chaparro. Quizás fue aquella el  impulsor para que participara después en cuanta obra de colegio hubiera frente a él y después buscar, en otras épocas, al Teatro Experimental Universitario, en tiempos intensos y de compromiso político y social. Ahí se ve influenciado y nutrido por maestros y compañeros como Rene Ramirez, Enrique Victoria, Hugo Bonet, Gabriela Milano, Javier Saenz, entre otros, pero quizás el tiempo de dirigente sindical en Cuajone fue lo que terminó de redondear su presente representación de Marx en el Soho.

Si bien la obra del historiador norteamericano Howard  Zinn es joven, esta ya ha sido representada en diversos lugares del mundo, cobrando actualidad donde sea puesta en escena,  mostrándonos a Karl Marx en el presente, en el distrito de Soho de Nueva York, discursando contra las mismas injusticias capitalistas que motivaron su obra hace más de 150 años, cuando publicó “El capital”. Sin embargo, nos presenta un personaje lúdico y lleno de anécdotas, que hacen de esta obra sólida en contenido y discurso, pero también es ágil y entretenida, siendo un viaje por la historia y el discurso de Marx sin llegar a ser panfletaria.

El trabajo de las acciones es interesante en la propuesta escénica de Humberto Chaparro; si bien no son acrobáticas, llegan a impresionar por la sencillez y delicadeza: momentos como cuando saca de su bolsillo migajas de pan y se las da a las palomas dejan delinear en la imaginación la escena de un momento íntimo pero a la vez común, pues la claridad de la acción deja fluir nuestras propias memorias. La descripción de las hijas de Marx, una por una, mientras cambia de niveles sutilmente y  delinea en el aire sus figuras, nos da a entender que hay algo más allá de la técnica y es también el propio recuerdo, esas estructuras asociativas que conectan con el actor y vuelven la escena sincera, verdadera.

Recordemos que el oficio no solo se base en la estética y la forma, sino también en la ética y la política. Puestas en escena, como Marx en el Soho nos lo recuerdan sin llegar al extremo del panfleto, donde el oficio solo es utilizado como una herramienta más del panfleto ideológico. Es importante la reflexión y el análisis dentro de nuestro arte, la constante reinvención  y el trabajo del propio discurso. “Lo único constante es el cambio”, diría Mariátegui.

Miguel Gutti Brugman
Cusco, 9 de octubre de 2018

lunes, 8 de octubre de 2018

Crítica: DE ATRÁS PARA ADELANTE


¿Cuestionando el patriarcado?

La dramaturga argentina Diana Raznovich es una destacada activista del movimiento feminista y de las libertades elementales del ser humano, no solo a través de su producción literaria, sino también por su incursión en el humor gráfico. Tal como lo reveló en diversas entrevistas, el humor y el teatro se han convertido en partes indesligables de la creación escénica de la autora. Acaso su obra más emblemática estrenada en nuestro país haya sido Casa Matriz (2006), con la dirección de la experimentada Ruth Escudero y el protagonismo de la versátil María Angélica Vega. En ella, se atacaba la sociedad de consumo, a través de la existencia de una multinacional que alquilaba actrices especializadas en representar distintos roles de madres para la ocasión, dentro de un montaje algo irregular. Siempre en clave de comedia, Escudero volvió a la carga este año con otra pieza de Raznovich, De atrás para delante, estrenada en el ICPNA de Miraflores y nuevamente con la complicidad de Vega en el elenco. Los resultados, si bien es cierto convirtieron al espectáculo en uno disfrutable, sí pudieron haber alcanzado otros brillos de haber seguido el real propósito de la autora.

Tal como lo menciona Raznovich, la familia es todavía considerada la célula básica donde se nace, se crece y se nos forma, la cual es trasmisora de valores patriarcales, que tiende a que los patrones normativos (heterosexualidad, machismo) sean aún tomados como categorías indiscutibles y poseedoras de aquella gran verdad. De atrás para adelante se encargó de rechazar tamaña falacia, por medio de la historia de una familia normal y poderosa, que se ve de un momento a otro sumida en la ruina. La hija Mariana (Fiorella Díaz) decide recurrir al auxilio de su hermano Javier, quien fuera expulsado de casa años atrás por ser homosexual, pero cuya actual posición económica podría ser la única salvación para la familia. A pesar del terco rechazo del padre (Óscar Carrillo), Mariana consigue que Javier prometa solucionar la situación; sin embargo, quien llega a la casa es la monumental Dolly (Vega), dispuesta a renovar la empresa familiar. Fácil es pues, adivinar la verdadera identidad de Dolly, quien además de lograr su propósito empresarial, también consigue rescatar aquellos lazos familiares que tanto añoraba al revelar su verdadera identidad.

Producida por la Asociación Cultural Manada, Escudero siguió la ruta de la meta-teatralidad propuesta por la autora (actores son personajes y público a la vez, sentados al lado del escenario cuando no están en escena; los personajes siguen el esquema teatral pauteado por la misma sociedad; Dolly actúa como Javier y Dolly, de acuerdo a la ocasión); sin embargo, elige una peligrosa manera de plasmar el drama en escena, valiéndose de sobreactuación, pantomima, exageración y farsa de trazo grueso, que generaron, lamentablemente, sí la comprensión pero no la completa identificación del espectador con las motivaciones de los personajes, que incluyeron además de los mencionados, a la nueva esposa (Carla Martel-Anahí de Cárdenas), al asesor familiar (Daniel Zarauz) y a la pareja de Dolly (Sandro La Torre). La puesta en escena, al igual que Humo en la neblina (2015), otra fallida propuesta de Escudero, contó con algunos inspirados momentos gracias básicamente al talento actoral, pero en medio de un estilo desordenado y desconcertante: un primer acto con todo el espacio vacío y el inevitable abuso de la mímica, contrastando con los curiosos y coloridos muebles en el segundo; cajas de pizza vacías con contenido imaginario, pero también cubetas rellenas con pedazos de papel plateado haciendo las veces de agua; estrambóticos e innecesarios vestuarios para ciertos personajes que no sumaban al montaje final (como en la foto); y especialmente, la decisión de contar con una buena actriz como Vega, en lugar de vencer el tradicionalismo que la autora gritaba en su texto y contratar ya sea a un actor, un travesti o un verdadero transexual como intérprete de Dolly.

Como se mencionó anteriormente, las dos únicas escenas rescatables son aquellas en las que Dolly se revela ante su padre y su hermana, gracias a la humanidad que les otorgó el trío actoral Vega-Carrillo-Díaz. Dichas escenas valen todo el visionado del espectáculo. En conclusión, así como la funesta (aunque celebrada) puesta en escena de Hairspray, el Musical (2012), más atrás que adelante a nivel conceptual, con actores blancos pintados de negro en una obra creada originalmente para criticar la discriminación racial en el show-business; el montaje de De atrás para adelante, pieza escrita por Raznovich para indagar sobre la familia y su modo de reproducir y transmitir prejuicios, exclusiones y marginaciones sociales, no pasó de ser un entretenido espectáculo sin la contundencia necesaria que su propia ejecución escénica le permitió.

Sergio Velarde
8 de setiembre de 2018

Entrevistas: DÉBORAH G. SEMINARIO, JOSUÉ PARODI, RICHARD PICÓN y ANDREA VALDIVIA


DE LA OBRA “CARGA VISUAL: EPISODIOS ESCÉNICOS”

En esta ocasión, Oficio Crítico estuvo en el pre-estreno de la obra Carga Visual: Episodios Escénicos en la Casa Yuyachkani. Aprovechamos para conversar con la directora de la puesta, Déborah G. Seminario y con los actores Josué Parodi, Richard Picón y Andrea Valdivia, quienes conforman el reparto.

¿Cómo ha sido el proceso creativo de esta obra?
D.G.S.: “Bueno, después de recopilar diferentes testimonios llegamos a varias conclusiones: la primera es que “ver” es una gran responsabilidad de la que no somos conscientes, la segunda es que a veces la comunidad con discapacidad visual tiene ciertas reglas que no nos permiten tener una sociedad accesible ¿no? y eso lo cuestionamos. El proceso ha sido muy largo, hemos tenido que escribir y transcribir entrevistas, y luego se ha tenido que pasar por un proceso de diseño de sonido y de diseño de luces, se ha trabajado con el nivel 5.1, que es un sistema (de sonido) que yo no conocía, solo sabía que lo quería (para la obra). Así que tuve que aprender cómo se usa una interfaz de 5.1, cuáles son los parlantes que necesitábamos, y todo a nivel técnico; además, tenía la loca idea de que quería que esto se hiciera en una casa, que sea la casa de Diego (personaje), entonces dije va, hagámoslo en una casa minimalista. Entonces, tuve que aprender también de conexiones técnicas a nivel de iluminación y todo. Ha sido muy difícil, tengo mucho miedo y ansiedad de saber qué es lo que va a pensar la comunidad con discapacidad visual sobre los temas que se tratan”.

La propuesta sonora es una técnica especial, cuéntanos más acerca de ella.
D.G.S: “Lo que permite es tener una atmósfera sonora para que el público pueda sentir o escuchar de otra forma, o tal vez, darse cuenta de algunos detalles, que no los escuchamos por estar todo el tiempo atareados, o todo el tiempo escuchando en estéreo como dicen los músicos, y lo que queremos acá es que escuchen en 5.1”.

Agregando acerca de la dinámica de la propuesta: “Hay algunos episodios que son satíricos y que en definitiva cuestionan, porque la sátira lo que hace es cuestionar; hay otros que son un poco más dramáticos, tratamos de integrar todo el sentir de la persona que nos daba su testimonio. Por eso hay algunas historias que no terminan, hay solo una que termina y eso es lo que queremos, que sea un gran collage (ensamblaje), que sea como una gran muestra de cuál es la situación íntima, privada y pública de una persona con discapacidad visual”, finalizó.

Por su parte, el actor Josué Parodi, nos contó acerca del proceso de investigación que dio como resultado esta novedosa propuesta. “Somos varios miembros del grupo CAPAZ, nos reunimos hace casi ya dos años, porque este proyecto nació como una pequeña experiencia universitaria que nos invitó a la investigación y a conocer un poco más de la comunidad con ceguera. Así se fue incorporando más gente al equipo y nos fuimos sumando, creció la familia de CAPAZ y nació este producto Carga Visual, que es realidad una creación colectiva que surgió de la exploración, de la improvisación, de la investigación, de muchísimas cosas y lo que pretende es estimular todos los sentidos”, puntualizó.

La actriz Andrea Valdivia, habló de lo que significó para ella participar en este proyecto. “Ha sido un proceso de reconocer que si estábamos dando el mensaje de convertirnos en una sociedad accesible e inclusiva, teníamos que irnos al extremo, que es lo que es (la obra), para que esta experiencia escénica pueda ser sentida por todas las personas, tenemos que ahondar en otros sentidos que normalmente no son tomados en el teatro convencional, por ejemplo, los olores, el sistema de sonido 5.1 que tenemos acá, que te permite escuchar en diferentes espacios y diferentes tonalidades, tenemos varias plataformas de reproducción de sonido (la radio, los parlantes) y apuntábamos a eso, a poder estimular diferentes sentidos”.

Finalmente, el actor Richard Picón, dio detalles de cómo llegó a formar parte de esta obra. “Sucede que yo me he rehabilitado en el Centro de Rehabilitación de Ciegos de Lima. Desde que quedé ciego, tuve un tiempo de duelo por unos meses y luego entré a ese centro, y ahí es que encontré sin buscarlo realmente un taller de teatro, dirigido por Lucho Cáceres, que es un taller muy lúdico, que este año cumple diez años, yo tengo seis años participando. Por eso, tengo cierta experiencia, sobre todo, con la improvisación, es ahí que Déborah me vio y me invitó a esta locura, porque realmente vengo y estoy como un niño en la juguetería, escuchando, escuchándolos a ellos (Josué y Andrea) qué hacen, qué actúan y ahora con este loquerío de la iluminación, el sonido y todo, para mí es un aprendizaje también. He descubierto que esto me agrada mucho, yo no he hecho nada (de teatro) ni siquiera en el colegio”. Añadiendo que “cuando Déborah me comentó del proyecto, yo demoré mucho en entenderlo, porque yo tenía la idea de un teatro con un escenario y gente mirando al frente, esto para mí es completamente nuevo, pero tengo la confianza de que estoy con gente muy profesional, muy responsable, todo el grupo que he conocido; soy fan de estos dos jóvenes (Andrea y Josué), entonces, me han hecho venir con gusto y con agrado a cada cita que tenía, cada ensayo, para armar el monólogo (con Déborah) era muy temprano, o muy tarde y no tuve mucho problema, me adapté porque la energía de todos me ha jalado y hemos hecho un buen equipo, así que espero no desentonar”, concluyó.

Maria Cristina Mory Cárdenas
8 de setiembre de 2018

viernes, 5 de octubre de 2018

Crítica: 7 PECADOS


Payasos, pecadores y humanos

Gestus es un espacio de formación escénica para artistas y público en general, donde se usa el humor como una herramienta de transformación en cada una de sus producciones. Esta vez, con motivo de uno de sus talleres montaje “Muéstrate 2018”, nació 7 Pecados, una muestra del trabajo de un grupo de payasos en formación dirigidos por Paloma Reyes de Sá. El hilo conductor de este montaje clown fue jugar con el imaginario de los siete pecados capitales, jugando con el tabú que un tema como este puede representar en la sociedad – conservadora – limeña.

7 pecados fue una composición del trabajo de dieciséis payasos que fueron parte del taller ya mencionado, entre ellos actores y artistas en general. Desde el ingreso a la sala, el programa de mano que se otorga al público se encarga de introducirnos al código clown y a la temática que se aborda: un tríptico con la foto del payaso que cada artista va a representar, acompañada de una breve descripción juguetona personal. Incluso, lejos de querer ser formales, se les llama a los actores “pecadores”. Este fue un detalle definitivamente atinado y  que familiarizaba a los asistentes con la puesta en escena.

Al ser esto un taller montaje, había una necesidad básica que debía cumplirse: cada actor debía mostrar el trabajo realizado en el taller. La mano de la directora Paloma Reyes de Sá se encargó de unir la línea y la historia de cada payaso para convertir el espectáculo en una especie de trenza escénica, de modo que los payasos tenían participación en los momentos donde era claro que uno de ellos tenía el protagonismo. Los payasos fueron divididos entre ángeles y diablos, de modo que en su caracterización tuvieron distintivos que los alineaban con todo un imaginario del cielo y el infierno. Estuvo presente un jugueteo escénico, muy al estilo de Paloma, que establecía que hubiese momentos breves de cruces de payasos en los cambios de escena, o aparición de gags propios de cada uno; incluso se hacía referencia a escenas concluidas para potenciar las que estaban en curso. Esto permitió que el espectáculo fluyera, sin sentir que se trataba de la muestra de dieciséis escenas por ver.

Es enriquecedor ver un montaje en el que se perciba que el proceso creativo ha sido disfrutado por los actores. Definitivamente, fue una muestra donde se entendió que cada actor partió de sus propios miedos, estigmas y defectos para poder, a través de los payasos que trabajaron, quitarles importancia. El humor es una herramienta cuyos beneficios no solo se los lleva el espectador: el actor que pasa por un taller como este, pasa por un proceso de transformación en relación a cómo ven sus defectos y miedos personales. La misma temática es una invitación a pensar en que temas como los pecados son, al fin y al cabo, inventos para la restricción de la esencia humana. Como se menciona en la “Música de los pecados” presente en este montaje: “La soberbia es humana, no de Satanás. Eso han inventado para asustarte, porque alguien libre va a cualquier parte”.

Stefany Olivos
6 de octubre de 2018