viernes, 4 de agosto de 2017

Crítica: UN CHICO DE BOSNIA

Un refugio en tiempos de guerra

Un escenario ocupado tan solo por maletas, las mismas que  en principio, eran silenciosas testigos del dolor, la injusticia y la miseria que deja una guerra a su paso. “Un chico de Bosnia” es un relato que tiene como protagonista a Mirad, un chico que al cumplir 13 años en 1992, se convirtió al mismo tiempo en una víctima de la guerra interna entre Bosnia y Croacia. De la dramaturgia de Ad de Bont, bajo la dirección de Felien de Smedt y producida por Idea Original, esta pieza de teatro se presenta en el Centro Cultural Ricardo Palma.

La obra es contada por los tíos de Mirad –Djuka y Fazila- y es a través de ellos que el público experimenta y siente por momentos la crueldad con la que seres deshumanizados actúan en contra de quienes son distintos por su lugar de origen y sus creencias religiosas. Sin temor a equivocarme, y tal como la propia directora expresó en sus palabras de agradecimiento, las maletas tenían un vivo protagonismo debido a su utilidad para desarrollar las escenas y reflejar los sentimientos y emociones de cada actor. Un elenco conformado por Sergio Armasgo (Mirad), Jorge Armas (Djuka), Katya de los Heros (Fazila) y Andrea Chuiman (Verica), el cual a su vez desempeñaba otros roles que describían con particularidad la crudeza de los conflictos armados.

Una característica resaltante de la puesta fue el hecho de ser contada (literalmente) por varios lapsos, situación justificable porque los tíos eran los encargados de contar la historia –viviendo ellos al mismo tiempo sus propios problemas-; sin embargo, era inevitable no caer en un ligero tedio, producto de la intensidad del contenido. De cualquier modo, la intención en cada una de las interpretaciones fue genuina, conmovedora. Cabe cuestionarnos aquí: ¿Quién podría ponerse en los zapatos de un casi adolescente que, en vez de pedir algún obsequio especial por su cumpleaños, lo único que deseaba era PAZ? Aquella que estaba a punto de ser interrumpida por la inminente llegada de la guerra. Viéndose obligado a refugiarse en Holanda, lejos de todo lo que tenía, de lo que alguna vez conoció.

En suma, Mirad y su familia viven episodios que marcan sus vidas y las cambian en forma contundente, después de todo la guerra no es más que una acumulación de años de odio, rencor y amargura. ¿Volver a empezar? Siempre se puede volver a empezar y Mirad lo tenía claro, pero no empezaría solo, en un país donde se sentía ajeno, lejano. Así que toma una decisión tan valiente como arriesgada, volviendo allí, al lugar que un día fue su hogar, en búsqueda de algo o alguien que le devuelva la esperanza. ¡Les dejo a ustedes la misión de averiguarlo en el teatro!

Termino reflexionando acerca de las consecuencias de los conflictos armados, que obligan a sus víctimas a inmigrar. En esta época, aunque lejos de esa realidad (en nuestro país) sí vivimos otra, como consecuencia de los conflictos políticos de un vecino país. Pues bien, que esto no nos mantenga indiferentes, y por el contrario, que nos haga más empáticos y sensibles frente al tema de los refugiados en tiempos difíciles.

Maria Cristina Mory Cárdenas
4 de agosto de 2017

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