martes, 25 de abril de 2017

Crítica: LUZ DE GAS

A la tercera va la vencida

Luego de dejarnos desconcertados en su irregular debut en nuestro país, con una apócrifa adaptación llamada Lima Laberinto XXI (2015) y de regalarnos, posteriormente, dos antológicas actuaciones en otro atípico montaje llamado Clausura del amor (2016), el español Darío Facal vuelve a hacer de las suyas, dirigiendo esta vez una pieza clásica como lo es Luz de gas (1938) del británico Patrick Hamilton, que llegara a la pantalla grande en dos oportunidades: en 1940, dirigida por Thorold Dickinson; y en 1944, dirigida por George Cukor y protagonizada por la notable Ingrid Bergman, quien ganó por ella su primer Oscar. La mención de las adaptaciones cinematográficas no es impertinente: Facal, dentro de su puesta en escena, le rinde tributo a la versión fílmica en una decisión que, como para no perder la costumbre, dividirá opiniones y creará polémica.

Como ya es sabido, “luz de gas” hace referencia al muy efectivo método psicológico de acoso, basado en la malvada manipulación de la realidad, que consigue que la víctima dude de sus sentidos y razonamiento, y por consiguiente, de su propia voluntad. Método que emplea Jack Manningham (Javier Valdés) para volver loca a su esposa (Lucía Caravedo, musa de Facal en nuestro país), quien escucha inexplicables ruidos en el ático, a su vez que pierde misteriosamente objetos personales dentro de su habitación. Testigos del progresivo deterioro mental de la mujer, las sirvientas Nancy (Stephanie Orúe) y Elizabeth (Delfina Paredes), dentro de la casa; y el inspector Rough (Alfonso Santiestevan) con el sargento Cobb (Eduardo Camino), fuera de ella. La tensión de la obra se mantiene gracias al brillante aprovechamiento del espacio que ofrece el Teatro Británico y a los aciertos en la producción y dirección artística, así como a las impecables actuaciones del elenco.

Se mencionó anteriormente que Facal le rinde tributo a la versión para cine de Luz de gas, tal como lo escribe en el programa de mano: “Me resultaba imposible eludir la intertextualidad que un texto como este establece con la tradición cinematográfica de la que es deudora y añadir así otro nivel de lectura y complejidad al montaje”. Pues bien, el irreverente Facal inicia su espectáculo proyectando un fragmento inicial de la cinta de Dickinson ¡sobre los mismísimos Valdés y Caravedo, mientras actúan sobre el escenario la misma escena proyectada! Además, diversos fragmentos son insertados a lo largo de la puesta, en una arriesgada decisión que puede ya sea distanciar al espectador (que puede tomar la obra como una simple teatralización de la película) o convertir al presente montaje en una delicia visual con visos de genialidad. Este tercer proyecto de Facal no solo alerta oportunamente sobre una problemática tan actual que afecta a la mujer, sino que acaso redime a su director con un muy interesante montaje. Luz de gas confirma que a veces, a la tercera va la vencida.

Sergio Velarde
25 de abril de 2017

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