viernes, 6 de febrero de 2015

Entrevista: RAFAEL HERNÁNDEZ

La constancia es la clave para ser actor

Una de las mejores actuaciones del 2014 fue la que nos regaló el veterano actor, profesor y director Rafael Hernández, interpretando nada menos que al pintor nacional Víctor Humareda en la pieza Noches de luna, de César Vega Herrera, dirigida por Jorge Sarmiento en la Sala ENSAD. “Empecé con mi gusto por el teatro desde niño”, recuerda Rafael. “Yo  estuve en el Puericultorio Pérez Araníbar, huérfano de madre desde los cuatro años; mi padre, por su trabajo, nos internó ahí. Tuve la suerte de tener como profesores a Luis Álvarez y a Jorge Montoro, desde los 11 años hasta los 14. Fue un buen comienzo.” Si bien a Rafael le gustaban las artes escénicas, no participaba activamente debido a su timidez. “Cuando salí del colegio, don Lucho Álvarez me inscribió como niño socio en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), así que también entré a mirar las obras con Ricardo Blume, Carlos Tuccio, Pablo Fernández, Saby Kamalich Jorge Montoro y el mismo Lucho Álvarez. Siempre he tenido contacto con el teatro, porque he visto obras muy importantes de compañías españolas, argentinas, entre otras.”

Toda una larga trayectoria de la que puede sentirse orgulloso Rafael. “Tengo 51 años en el teatro. Cuando me inicié en el Club de Teatro de Lima con Reynaldo D’Amore y Germán Vega Garay, la actividad fue más intensa: veíamos zarzuelas, la Comédie-Française y a grandes actores como Vittorio Gassman y Vivien Leigh.” Sobre el maestro D’Amore, Rafael lo considera como el profesor que lo estimuló para continuar en el teatro. “No sé si vale mencionarlo, pero mi padre, que era militar, me prohibió que entrara en el teatro, entonces me cambié el apellido para ir al Club de Teatro de Lima. Conocí a muchos artistas como Sebastián Salazar Bondy, Gregor Díaz y Hudson Valdivia.” Fue una etapa productiva su paso por el Club, pues tuvo de compañeros de promoción a Eduardo Cesti, Arturo Valero y Oswaldo Fernández.

Actuación, docencia y dirección

“Postulé a la Escuela e ingresé en 1965”, menciona Rafael, quien tuvo destacados profesores dentro de la institución. “En actuación, recuerdo a Mario Rivera; Carlos Gassols; Ada Bullón; con Washington Delgado hacíamos análisis del texto dramático; con Rubén Lingán, historia de teatro; con Marco Mattos, también historia del teatro.” Rafael también tuvo la fortuna de ser asistente de Atahualpa Del Chioppo y de Augusto Boal, a quienes les debe su pasión por Brecht. “Yo actuaba en muchas obras. Hice La alondra de Jean Anouilh con el personaje del presidente del tribunal que juzga a Juan De Arco. Es entonces que Ricardo Roca Rey me invitó a la AAA, en donde hicimos varios autos sacramentales. También trabajé con la BBC de Londres. Egresé de la ENSAD y entré nuevamente en 1973, pero como docente. Me fascinaba la enseñanza, actuaba y enseñaba, pero a la pedagogía le daba más peso.”

A Rafael se le grabaron tres preceptos acerca de las cualidades que debe tener un buen actor de teatro, según el gran actor Vittorio Gassman, en una visita a Lima, “Primero, trabajar; segundo, trabajar; y tercero, trabajar”, afirma. “Ése es un criterio pragmático, pero interesante. Fue un poco mi guía, yo soy de la promoción de Maura Serpa, Reynaldo Arenas, Oswaldo Fernández, Humberto Cavero y Haydeé Cáceres. Nosotros trabajábamos las 24 horas del día, pero el trabajo bien entendido. La constancia es la clave para ser actor.” Y un buen director de teatro, debe “tener una formación integral, debe conocer de música, escenografía, maquillaje. Él es el que orienta a que la gente produzca. No se puede ser director solo sabiendo el aspecto literario del texto, tiene que saber hasta semiótica, debe ser un hombre enciclopédico.” Además, afirma que todo director de ser una hormiga del teatro debe tener un requisito fundamental: el talento, que debe educar, trabajar y formar intensamente.

Noches de luna

Rafael logró darle vida en escena a un ícono del arte peruano, llamado Víctor Humareda, en la puesta en escena de Noches de luna, de César Vega Herrera, bajo la dirección de Jorge Sarmiento. “En primer lugar, yo lo conocía. Dirigí una obra de Brecht con alumnos de la ENSAD, El alma buena de Sechuán, en una peña del Rímac  y Humareda iba todos los días. Tenía como 30 apuntes y bocetos de Humareda sobre la obra, que lamentablemente se los llevó un alumno y estamos tratando de localizarlo.” Rafael recuerda que Humareda era un tipo huidizo, tímido, cándido y muy sencillo. “En el tiempo que yo lo conocí, vi un niño extravagante, estrambótico, raro. Usaba cosas fuera de lo común, se ponía las chalinas de los personajes. Además, con las chicas era muy coqueto, enamoradizo. Me decía que le gustaban las nalgas con celulitis, la cosa carnal. También tenía un rollo con los grandes pintores. Lo recuerdo vívidamente. El director me exigía ser el voyeurista, el pajero, el vulgar, el putañero, todo mezclado con el genio que habitaba dentro de él, pues pintando fue uno de los grandes del siglo XX.”

El mayor reto para Rafael fue pintar y actuar a la vez. “Jorge (Sarmiento, el director) me decía que si haces de Caruso tienes que cantar; si haces de Humareda, tienes que pintar. Si no pintas en la obra, no funciona. Fue un desafío muy fuerte y de alguna manera se logró. Conservo el último cuadro que pinté en la puesta en escena, tengo la Muerte de Humareda, hecho por el actor que hace de Humareda y firmado por todo el elenco.” Si bien es cauto para revelarnos sus futuros proyectos, Rafael nos cuenta que tiene en mente personificar a Carlos Marx en un monólogo llamado Marx in soho (Marx ha vuelto), que sería una co-producción peruano-uruguayo. Todos los éxitos para Rafael en su nueva aventura.

Sergio Velarde
6 de febrero de 2015 

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