sábado, 14 de febrero de 2015

Crítica: LA REBELIÓN DE LOS VILLANOS

Los cuentos infantiles en peligro

Escrita por el dramaturgo y periodista peruano Benjamín Sevilla, la obra La Rebelión de los Villanos (llevada a escena en el 2005 por Teatro de la Resistencia) regresa a los escenarios, pero esta vez en la Asociación de Artistas Aficionados y con la Asociación Cultural Tallo, que se declara como “un grupo amateur con espíritu y actitud profesional”. De entrada, para cualquier apreciación hacia el presente montaje dirigido por Eduardo Torrejón, debe tomarse en cuenta la realidad del colectivo. Y esta realidad debería figurar en el afiche promocional para no confundir (o sorprender) al espectador promedio. Y es que los problemas de dirección, de construcción de personajes y de valores de producción resultan en escena, abrumadores. A pesar de todo, la pieza se deja ver y hasta resulta por momentos entrañable, gracias al innegable esfuerzo que pone el elenco para llevar esta “sátira” de personajes infantiles a buen puerto.

La Rebelión de los Villanos plantea un universo atemporal, en el que los malvados de los cuentos infantiles se encuentran hartos de ser como son y deciden acabar con todas estas historias a través de una nefasta máquina, mientras que las princesas y los héroes se hallan inmersos dentro su rutina, hasta que ven peligrar su posición ante la ausencia de villanos. Así, veremos al Lobo Feroz huyendo de una calenturienta Caperucita; a una manipuladora Cenicienta enfrentando a la Madrastra; a Hansel amenazando a la Bruja; y a la cucarachita Martina desesperada por la limpieza. Y desde el País de las Maravillas, la joven y perdida Alicia será la pieza clave del entuerto. El texto encierra algunas ideas interesantes, como la temida pérdida del cómodo status quo, o como la imposición de esquemas y modelos por parte de una salvaje sociedad hacia sus habitantes. Pero en escena, estas ideas resultan muy difusas, como también lo es la salida que aquellos Enanos perdidos buscan dentro del limbo.

Resulta meritorio, eso sí, que la Asociación Cultural Tallo promueva la inclusión dentro de sus montajes, como por ejemplo, a través de la participación de actores en roles femeninos. Lamentablemente, al tratarse una obra de arte, el estilo elegido y pobremente desarrollado para la puesta en escena juega en contra. Por ejemplo, si bien la Cenicienta resulta muy ambigua, no sucede lo mismo con la Reina de Corazones o con la misma Alicia, ambas descalzas, seguramente por lo difícil que resulta encontrar calzado femenino para tallas mayores. Vestuarios, máscaras y pelucas (especialmente la de Alicia) deben revisarse. Esta puesta en escena de La Rebelión de los Villanos le debe servir al colectivo como un paso adelante hacia su urgente profesionalización, ya que el talento y el empeño que destilan sus integrantes resultan evidentes.

Sergio Velarde
14 de febrero de 2015

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