domingo, 30 de noviembre de 2014

Y los ganadores (según encuesta de El Comercio) son…

Ganadores del Premio Luces 2014

Ya se anunciaron los ganadores del prestigioso Premio Luces. He aquí los que vencieron en la categoría de Teatro:

Mejor obra dramática
Todos eran mis hijos









Mejor dramaturgia nacional
Rafael Santa Cruz por Duelo en Malambo









Mejor musical o comedia
Blanca Nieves: El musical












Mejor director
Juan Carlos Fisher por Incendios









Mejor actor teatral
Alberto Ísola por La controversia de Valladolid










Mejor actriz teatral
Gisela Ponce de León por Sobre lobos









Mejor actor de reparto
Sergio Galliani por La tiendita del horror








Mejor actriz de reparto
Anahí de Cárdenas y Laly Guimarey por Sweet Charity










¡Felicitaciones a los ganadores!

Mañana: 
LA ENCUESTA PARA LO MEJOR DEL TEATRO ALTERNATIVO PARA ESTE AÑO.

Sergio Velarde

30 de noviembre de 2014

Crítica: AMA… EL ÚLTIMO RECUERDO


Las múltiples lecturas sobre un ama de casa desesperada

Ama… El último recuerdo es ante todo, un espectáculo unipersonal que se decanta en múltiples interpretaciones. Desde el mismo título, tal como lo menciona el crítico Percy Encinas, que puede hacer referencia ya sea al imperativo del verbo amar, pero también a dos significados diametralmente opuestos: la criada obediente o la propietaria autoritaria. Todo un juego de simbolismos que asoma orgánicamente en el escenario, a cargo de la compañía chilena Reverso Teatro, de la mano de la versátil actriz Valeria Salomé Martínez y de la acertada dirección de Carola Soto Monsalve. Un intenso e inteligente trabajo que manifiesta la postura del grupo, en favor del valor que debe tener la mujer en nuestra sociedad. 

La temática de la pieza comparte muchas similitudes con nuestra realidad, convirtiéndola en universal. Con ligeras adaptaciones para ubicarla dentro de nuestro contexto, Ama… El último recuerdo nos presenta a Lucía, un ama de casa aburrida y frustrada con su vida matrimonial, pero que debe aparentar todo lo contrario ante la sociedad. Es esta la principal virtud de la obra: el juego de apariencias que marca el tono del montaje, el que debe enfrentar Lucía día a día, y que también se deja ver en la abstracta presencia del esposo, llamado convenientemente Henry Peter Schmidt Mamani, con los dos nombres y el primer apellido de “alcurnia”, pero que su segundo apellido delata sus verdaderos orígenes, e involucrado éste a su vez, con el conflicto armado que azotó la nación.

El tono expresionista y los atisbos de sobreactuación de la actriz son coherentes con la propuesta escénica, muy surreal y onírica, con una interesante dirección artística que conjuga los colores negro (la violencia, la muerte) y rojo (la pasión, la sangre). El público es testigo entonces, de una sólida denuncia sobre la situación de la mujer latinoamericana y de aquel injusto rol a la que se le ve relegada, incluso ahora, en estos tiempos de cambios y apertura. Ama… El último recuerdo es un interesantísimo montaje teatral, que estará de vuelta en diciembre en la Casa Espacio Libre de Barranco, siempre a cargo de Reverso Teatro. ¿Algún doble lectura en el nombre del colectivo? Pues es el reverso de la situación, lo que no se ve a simple vista, lo que precisamente explora el grupo y que debe alcanzar al espectador. Ama… El último recuerdo lo logra con creces. De visión obligatoria.

Sergio Velarde
30 de noviembre de 2014

domingo, 23 de noviembre de 2014

Crítica: LA CAUTIVA

Estreno peruano de visión obligatoria

Para el público que acostumbra asistir al Teatro La Plaza, ha debido de ser toda una atípica experiencia el apreciar una obra del calibre de La cautiva, escrita por Luis Alberto León y dirigida con mano firme por Chela De Ferrari. Y es que esta pieza, ganadora del premio especial del jurado Sala de Parto 2013, es una de las poquísimas incursiones de teatro escrito en el Perú en dicho escenario: estuvo nuestro clásico autor Manuel A. Segura con Ña Catita (2004) y el notable contemporáneo Alfonso Santistevan con La puerta del cielo (2010). León, por su parte, constituye una gratísima revelación: La cautiva sí cautiva de verdad, por el perfecto equilibrio conseguido entre los horrores de la guerra interna en nuestro país a mediados de los ochentas, y el lenguaje escénico lleno de “fantasía lírica”, que vuelve inquietante y contundente el resultado final.

La cautiva no sea acaso para todos los gustos, especialmente para aquellos que afirmen que ocuparnos por enésima vez de nuestro particular problema “histórico”, resulta a estas alturas, por lo menos, trillado. Sin embargo, dos excelentes montajes recientes, ambos escritos por Eduardo Adrianzén: La eternidad en sus ojos (2013) y Cómo crecen los árboles (2014), lograron cada uno a su manera, escenificar con momentos de brillantez, el azote terrorista dentro y fuera de la capital. Pues La cautiva nos lleva a su mismísimo centro neurálgico, al Ayacucho de 1984, en donde una jovencita asesinada llamada María Josefa (Nidia Bermejo) es preparada en el depósito de cadáveres por Mauro (Alaín Salinas), antes de ser ultrajada salvajemente por la tropa. María Josefa despierta mágicamente de su trance y entonces Mauro se apiadará de ella, haciéndole creer que se trata de las festividades para celebrar los 15 años de la muchacha.

Toda esta grotesca situación resulta aún más espeluznante, al recordar que todo esto pasó en realidad. De Ferrari, por su parte, corrige en gran medida la esmerada estilización que convirtió a la celda de El beso de la mujer araña (2008) en una confortable e iluminada habitación: el depósito de cadáveres de La cautiva luce oscuro y tétrico; y las imágenes que se logran a lo largo del montaje son sobrecogedoras, especialmente las últimas, cuando se recrean las postales de fiestas patronales. El elenco está soberbio: la actuación de Bermejo es sobresaliente y desgarradora, muy bien acompañada por Salinas (premio El Oficio Crítico 2013 por su participación en Bolognesi en Arica) y por los experimentados Carlos Victoria y Elmiram Cossio. La cautiva le hace sobrada justicia al Festival Sala de Parto y se constituye en un sorprendente montaje que nadie debe perderse.

Dato anecdótico: Mencionábamos anteriormente que para el público recurrente del Teatro La Plaza, este estreno le debe haber parecido un hecho sorprendente. Pues bien, este servidor logró escuchar el siguiente comentario, dicho en voz alta y entusiasta por un elegante caballero a sus también elegantes amigos, al terminar la función: “¡Qué buenos estos actores, seguro los deben haber traído de Yuyachkani!” Como diría Vallejo: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Sergio Velarde
24 de noviembre de 2014

sábado, 22 de noviembre de 2014

Entrevista: ALBERTO SIERRA

“Si un profesor de teatro no fascina, no sirve”

Azul Crisálida, grupo de teatro de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia, estrenó su obra titulada Las heridas del silencio, un homenaje a las víctimas de la toma del Palacio de Justicia, ocurrida el 6 de noviembre de 1985. La obra se presentó en el marco del Festival iberoamericano de Teatro Universitario de la Garcilaso de la Vega de este año. El director del colectivo Alberto Sierra (en la foto, el segundo desde la izquierda) conversó con El Oficio Crítico, en un alto de los ensayos previos a su presentación en nuestro país. “El grupo Azul Crisálida ya tiene 20 años de actividad”, refiere Sierra. Las heridas del silencio narra la historia de Ismenia, una mujer solitaria que desde pequeña se enamora de Amarales. Con el tiempo se convierte en espiritista y a través de la lectura de cartas comienza a buscar a su amor platónico entre todas las ánimas, pero una serie de espíritus impide que llegue al lugar donde se encuentra enterrado.

“Como integrantes del grupo tenemos estudiantes de varias carreras como medicina y economía, con ellos realizamos un taller de iniciación teatral con juegos escénicos durante un año; todo redunda en un montaje final”, manifiesta el director. La preparación de sus estudiantes dura entre año y año y medio, dependiendo de las características del montaje. “Normalmente, yo mismo escribo las obras, pero hemos tenido ocasiones en las que trabajamos obras de autor; normalmente son los mismos muchachos y según retos de formación los que deciden las obras que haremos, pueden ser temas que nos inquieten de orden social, pedagógico, académico o alguna campaña que la universidad quiera hacer, según el momento”, cuenta. Azul Crisálida, en sus 20 años ha visitado escenarios de Perú, Chile, Ecuador, Brasil, Argentina, Cuba, Venezuela, El Salvador, República Dominicana y México; y ha presentado aproximadamente 30 obras de teatro, entre originales y adaptaciones.

Entre sus puestas en escena figuran, por ejemplo, Amor adicto, que nació debido a que la Facultad de Cultura y Bienestar Universitario había detectado problemas de depresión por causa de enamoramientos. “Algunos cogían como un objeto al sujeto amoroso; nos pusimos la tarea de indagar sobre los afectos, reunimos material y la obra se llamó Amor adicto, relata Sierra. Hace dos, la noticia de moda era la gente que era encontrada, de manera muy cruel, sin pupilas y sin riñones en hoteles; indagamos entonces sobre el comercio de órganos que existía en la ciudad. “A veces nos planteamos preguntas muy teatrales, como por ejemplo: ¿qué pasaría con un hombre sin nariz? Así como en el cuento del ruso Gogol, nos preguntamos qué seriamos nosotros sin la nariz, si se nos caerían las gafas, si nos cambiaria el rostro; hicimos una farsa sobre el cuento. Con diferentes tipos de nariz, la nariz cornuda, la nariz garfio y todo tipo de narices”.


Ser un profesor universitario de teatro

Consultado sobre las ventajas que tienen los estudiantes universitarios que llevan talleres de teatro dentro del centro educativo, Sierra nos contesta que “la  más importante es el despertar de ellos frente a un elemento de la fantástica, pues la universidad forma a un sujeto en función a unas lógicas que tiene la profesión para desarrollarla en la sociedad, pero nosotros despertamos en el estudiante unas sensibilidades, sensorialidades ante una forma de ver el mundo desde la imaginación, a partir de esa cosa ilógica pero lógica que tiene el teatro”. Refiere también que ayuda a la expresión corporal, no en cuanto al físico, sino a la expresión del cuerpo sobre cómo manejar la expresión que pueda dar mi corporalidad y también, por supuesto, la expresión vocal. “El muchacho que se inicia en el teatro, entra casi nulo en expresión vocal, pero luego comienza a despertar su expresión, y también va desarrollando un trabajo con el público, ya que muchos de ellos serán conferencistas y qué más que el teatro para ir desarrollando estos elementos”.

Entre las características que debe tener un buen profesor de teatro, Sierra menciona que debe tener el poder de la fascinación. “Si un profesor no fascina, y tiene toda la pedagogía, los títulos, es el mejor actor, sencillamente no sirve”. También debe querer a sus alumnos, pues refiere que “yo, como profesor, he venido a querer a mis muchachos y no a que ellos me quieran a mí. Eso sí, todo el tiempo tiene que haber rigor, sin confundir terror; uno exige disciplina, estudio, comportamiento, una cantidad de cosas que tiene que ver con el querer. Y yo les exijo eso: que se concentren en eso, que aprendan que el teatro los puede querer y no al revés”. Sierra explica también que debe existir “el sentido de alteridad; es decir, que la verdad está en el otro, la verdad no está en mí”, finaliza.

Sergio Velarde
22 de noviembre de 2014 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Crítica: CÓMO CRECEN LOS ÁRBOLES

Explotando las cómodas burbujas 

Eduardo Adrianzén es uno de los dramaturgos peruanos que mejor sabe plasmar en sus obras el tiempo que le tocó vivir. Además, el 2013 fue el año en el que, sin proponérselo, se convirtió en el autor más representado en nuestra ciudad, a través de las numerosas reposiciones de sus piezas. Entre ellas, El día de la luna(1996) y El nido de las palomas (2000) fueron textos que exploraron, cada uno a su manera, las tribulaciones de una generación golpeada por la crisis social y política, con temáticas como la incomunicación reinante entre padres e hijos, la primera; o como la latente posibilidad de escapar de nuestro golpeado país, la segunda. Ese mismo año, Adrianzén estrenó la notable La eternidaden sus ojos, en la que el público, gracias a la certera dirección de Oscar Carrillo, se transportó hacia aquella década nefasta y violenta que nos tocó vivir.

Con Cómo crecen los árboles, que vio la luz por primera vez en el programa Sala de Parto 2013, el autor supera su propia valla con un hermoso texto, pletórico de emocionantes imágenes, contundentes diálogos y una desgarradora violencia contenida, que todo peruano, especialmente el que aún vive dentro de su cómoda burbuja, debería ver. El título pareciera apuntar hacia el conocido refrán: Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza. Y es esta problemática la que efectivamente atormenta al protagonista de la obra: Dante debe conocer sus orígenes para poder llegar a la adultez, con la madurez necesaria y sin peligro de “torcerse”. Su apellido provisional, Casona, se lo debe a su madre, admiradora del autor de Los árboles mueren de pie, y que también le ocultó la identidad de su padre.

La historia de Cómo crecen los árboles inicia con una escena aquí, en nuestra ciudad y en nuestro presente, dentro del acogedor comedor de una familia acomodada, con Dante (Emanuel Soriano), un joven estudiante de gastronomía que prepara el almuerzo, en compañía de su madre Maritza (Denisse Arregui), una activista que trabaja en una ONG, y de su novia Vania (Camila Zavala), una despreocupada estudiante de cine. Ellos tienen una conversación sobre asuntos triviales, que termina cuando nuestro pasado reciente aparece haciendo explotar la burbuja, gracias a las palabras pronunciadas con apabullante naturalidad por la empleada Paulina (Sylvia Majo): ella es una sobreviviente de la guerra interna que castigó a nuestro país. Luego, aparece sorpresivamente otro personaje, el ex-militar Tomás (Carlos Mesta), que no solo revela ser el padre de Dante, sino que además es un prófugo de la justicia, pues es responsable directo de la muerte de familias enteras acusadas de terrorismo, en una comunidad campesina de Ayacucho en 1991. Dante se ve entonces obligado a enfrentar a toda una generación, aquella que vivió en los convulsionados ochentas y noventas, una tan diferente a la actual.

El director Gustavo López Infantas dirige con precisión al elenco y potencia sus habilidades para darles vida a estos complejos personajes, que incluyen también a Cristóbal (Gonzalo Molina), el profesor de Kung Fu de Dante, con ideas extremistas. Lo verdaderamente notable de la obra, es que Adrianzén no comete el error de tomar partido por algún punto de vista en específico: cada personaje expresa sus motivaciones frontalmente y recibe un mismo tratamiento por parte del director, enriqueciendo así el producto final. El montaje nos regala algunas escenas memorables, como el inquietante monólogo de Tomás, narrando los horrores de una guerra que muchos se negaron a tomar en cuenta en su momento; o como las sentidas líneas que recita Paulina, luego de encontrarse en medio del fuego cruzado desatado por Tomás y Cristóbal.

Pero acaso la escena con mayor dosis de violencia contenida, sea la conversación entre Vania y Paulina, cuando la primera quiere convencer a la segunda de protagonizar un corto experimental: ante nuestros ojos aparecen dos mundos completamente ajenos el uno del otro, incapaces de comprenderse, retratados en personajes que conviven dentro de un mismo país, e interpretados de manera notable por Camila Zavala y Sylvia Majo. Sin embargo, la surrealista escena onírica de Dante merece una revisión, pues la música, la coreografía y los diálogos se confunden en medio del alboroto, tornando dicha secuencia en peligrosamente prescindible. El epílogo, con Dante observando la garúa desde la ventana de su casa, nos remite a los finales de otras puestas destacables del año, como lo fueron Incendios de Wajdi Mouawad o Calígula de Albert Camus, que también utilizaron el agua como símbolo de la calma tras la tormenta, de la esperanza luego de la desilusión. Cómo crecen los árboles, presentada en el Auditorio AFP Integra del MALI, logra explotar esas cómodas burbujas, se convierte en una de las puestas en escena más destacables del año y consolida a Eduardo Adrianzén como uno de nuestros dramaturgos más completos y consecuentes del medio.

Sergio Velarde
Publicado originalmente en La Lupe #5

Crítica: UN FRAUDE EPISTOLAR

Impecable tragicomedia de Plan 9 

Escrita por Fernando Ampuero y dirigida por Giovanni Ciccia, la tragicomedia Un fraude epistolar consolida a la Asociación Cultural Plan 9 en el Teatro Larco, como un punto de referencia teatral indispensable. El impecable programa de mano nos informa que la trama está inspirada en un hecho real: en la Lima de 1904, los versos publicados del joven poeta español Juan Ramón Jiménez, genera el entusiasmo de dos muchachos, también poetas, José Galvez y Carlos Rodríguez. Para obtener más poemas de Jiménez, ellos deciden inventar a una muchacha que firme la epístola solicitándole sus poemarios, para así asegurar el éxito de su empresa. Es entonces que Jiménez recibe en España, el pedido de una tal “Georgina Hübner”, convirtiéndola así con el tiempo en su musa inspiradora. Por supuesto que el entuerto poco a poco se saldrá de control a lo largo de los años, generando divertidos enredos pero también haciendo colapsar la estabilidad emocional de Jiménez.

Con unos exquisitos valores de producción, la puesta en escena orquestada por Ciccia brilla en cada momento. Los cuidados vestuarios, la caracterización de los personajes a través de los años y la acertada composición musical de Karin Zielinski suman al montaje. La trama se sigue con interés, en todo momento, intercalando cuadros entre Lima y España, que incluye también la aparición de la verdadera Georgina Hübner y un simpático grupo de coristas. Un fraude epistolar no solo se limita a documentar esta anécdota que inspiró a Jiménez a escribir el celebrado poema "Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima", sino que además explora tímidamente la relación del alter ego de Ampuero, el dramaturgo (Sebastian Monteghirfo), con sus personajes.

Roberto Ruiz (a quien vimos hace poco en la notable Metamorfosis) interpreta de manera muy convincente, con dejo peninsular incluido, al autor de Platero y yo, conjugando con maestría la coquetería que emplea hacia las monjas con las que convive en un convento, con su posterior depresión al enterarse de la supuesta muerte de su amada a la distancia. Por su parte, los jóvenes Emanuel Soriano (de Cómo crecen los árboles) y Sergio Gjurinovic (de Confusiones) se lucen como los jóvenes poetas y sostienen los, por momentos, dilatados diálogos con mucha frescura y vitalidad. La presencia de Tatiana Astengo se reduce únicamente a darle vida a una serie de personajes de apoyo de manera muy correcta, pero sin mayor relevancia. Alicia Mercado (de Lo raro) aporta dignidad en el rol de la verdadera Georgina. En suma, Un fraude epistolar es un distinguido espectáculo de Plan 9 que nadie debe perderse.

Sergio Velarde
19 de noviembre de 2014

martes, 18 de noviembre de 2014

Crítica: KAPITAL

Krimen. Kaos. Korrupción. Así es nuestra Kapital. 

Lima. Retratada mil veces y desde diferentes puntos de vista en el escenario, como por ejemplo, en Los funerales de doña Arcadia (2014) de Espacio Libre, una aguda y estilizada crítica hacia nuestra “Lima, la Horrible” de Sebastián Salazar Bondy; o en Palintrópolis (2006) de Cuer2 Teatro, brutal y cruda exploración sobre todo lo violenta y salvaje que puede ser nuestra maltratada ciudad; o en The Reality Lima Pipol Chou (2010), una desordenada y estrafalaria farsa sobre nuestros tan queridos personajes que pululan en nuestra urbe día a día; o en Madrugada (2012) de Viaexpresa, visitando nuestros mejores antros de diversión. Pues bien, la novel agrupación El Sótano, conformada por egresados del Club de Teatro de Lima y que sorprendió hace poco con su debut La niña se mató y punto (2014), vuelve a la carga con una puesta en escena diferente, que aborda los problemas de nuestra querida Ciudad de los Reyes, con su particular estilo: el riesgo.

Con todos los años y muestras estrenadas que tiene a cuestas el profesor Paco Caparó en el Club de Teatro de Lima, no es de extrañar que su sentido de creatividad y riesgo, junto con el del joven actor Joseph Palomino, haya resultado en un espectáculo jamás visto en el espacio que fundó hace 61 años Reynaldo D’Amore. El público participa activamente en Kapital; luego de un primer cuadro, en el que todo el elenco (vestidos de negro y con un par de cubos) escenifica la educación y cortesía de los pasajeros de un bus, todos los espectadores son divididos en tres grupos sobre el escenario, para luego ser llevados simultáneamente a distintos espacios (las salas 1, 3 y la de espera) para apreciar tres cuadros de exacta duración sobre las diversas taras que afectan nuestra ciudad, en un verdadero circuito con tres paraderos.

En la Sala 1 somos testigos de una acertada parodia de nuestra vida electoral, en la que tres candidatos a la alcaldía (Sofía Espantoso, Cintia Díaz del Olmo y Juan Carlos Ñiquen) se enfrascan en un duelo para obtener los mayores votos; en la Sala 3 nos espera una sentida interpretación de cómo educa el limeño promedio a sus hijos (buena dupla de Maykol Ascencios y un emotivo Hendrick La Torre); y en la Sala de espera, una migrante (Jannina Vargas) y un capitalino (José Gómez) desnudan a través de sus diálogos toda la discriminación, el abuso y la injusticia que cunde en la capital. Finalizan el espectáculo, todos los actores en escena en un emotivo epílogo que invita a la oportuna reflexión.

Los directores Caparó y Palomino logran con estas cinco breves historias de creación colectiva sobre nuestra Kapital dentro del Club de Teatro de Lima, lo mismo que Mario Ballón y Nudos Teatro con Generación en liquidación (2007) en el Teatro de Cámara. Acaso el mayor reto de los actores y directores haya sido el de haber cuadrado exactamente la duración de las tres escenas en simultáneo, sin por ello afectar la veracidad y coherencia de las mismas. Kapital no solo revive literalmente al Club del Sr. D’Amore, sino que nos ofrece un efectivo mosaico teatral que desnuda las carencias y falencias de nuestra tan ultrajada y violenta Lima. El grupo El Sótano se las trae.

Sergio Velarde
18 de noviembre de 2014

domingo, 9 de noviembre de 2014

Comenzaron las apuestas: PREMIO LUCES A LO MEJOR DEL TEATRO 2014


Se anunciaron ya los nominados para el Premio LUCES 2014, organizado como ya es costumbre por nuestro Decano de la Prensa Nacional. Y si bien es cierto no hay mayores sorpresas acerca de las únicas salas que frecuentan sus periodistas, esta vez las mejores puestas del año se dividen en dos categorías: Dramas y Comedias o Musicales (acaso sirva nuestro humilde blog como una confiable fuente de consulta).

Se repite, eso sí, la saludable propuesta del año pasado de premiar a los mejores actores y actrices de reparto, y también el de reconocer a la mejor dramaturgia peruana, sin cometer esta vez el error del 2013 de premiar re-estrenos tardíos, como fue el caso de Números reales.

Notables puestas en escena y mejores directores y actores forman parte de esta lista. Por supuesto, imaginando que El Comercio no tiene más espacio para incluir a otros artistas un poco más alternativos (por llamarlos de alguna manera), El Oficio Crítico presentará su particular encuesta  este 1° de diciembre, como ya es costumbre.

He aquí los nominados de este año para el Premio LUCES 2014, y podrán votar a partir del miércoles 12 de este mes:

1. Mejor obra dramática
"Incendios"
"La cautiva"
"La controversia de Valladolid"
"Todos eran mis hijos"
“Vergüenza"

2. Mejor dramaturgia nacional
César de María y Marisol Palacios por "Horas extra"
Eduardo Adrianzén por "Cómo crecen los árboles"
Luis Alberto León por "La cautiva"
Mariana Silva Yrigoyen por "Sobre lobos"
Rafael Santa Cruz por "Duelo en Malambo"

3. Mejor musical o comedia
"Blancanieves"
"Horas extra"
"Sweet Charity"
"La tiendita del horror"
"Los mataviejas"

4. Mejor director
Jorge Villanueva por "Al otro lado de la cerca"
Carlos Tolentino por "Todos eran mis hijos"
Jorge Chiarella por "La controversia de Valladolid"
Juan Carlos Fisher por "Incendios"
Chela de Ferrari por "La cautiva"

5. Mejor actor teatral
Marcello Rivera por "Calígula"
Alberto Ísola por "La controversia de Valladolid"
Miguel Iza por "Vergüenza"
Pietro Sibille por "El hombre del subsuelo"
Víctor Hugo Vieyra por "Todos eran mis hijos"

6. Mejor actriz teatral
Attilia Boschetti por "Todos eran mis hijos"
Gisela Ponce de León por "Sobre losobs"
Jimena Lindo por "Dueto en mí"
Nidia Bermejo por "La cautiva"
Norma Martínez por "Incendios"

7. Mejor actor de reparto
Alberto Ísola por "Incendios"
Carlos Mesta por "Cómo crecen los árboles"
Leonardo Torres Vilar por "Vergüenza"
Roberto Ruiz por "Un fraude epistolar"
Sergio Galliani por "La tiendita del horror"

8. Mejor actriz de reparto
Anahí de Cárdenas y Laly Guimarey por "Sweet Charity"
Ebelin Ortiz por "Vergüenza"
Gabriela Velásquez por "Incendios"
Sandra Bernasconi por "Bernarda"
Vanessa Saba por "Vergüenza"

Si se fijan bien, nuevamente los autores de las obras nominadas a la mejor del año han sido dejados de lado, pero para su suerte, al menos no fueron confundidos con sus respectivos directores como el año pasado. Pero para ello está El Oficio Crítico, siempre en defensa del dramaturgo, ya sea peruano o extranjero.

Los autores de las obras en competencia son los siguientes: 

Incendios es de Wajdi Mouawad
La cautiva es de Luis Alberto León
La controversia de Valladolid está basada en la obra de Jean-Claude Carrière.
Todos eran mis hijos es de  Arthur Miller
Vergüenza es de Ayad Akhtar

Blancanieves, el musical es de Mariana Silva, responsable del guión original
Horas extras es de César de María y Marisol Palacios
Sweet Charity tiene música de Cy Coleman, letra de Dorothy Fields y su libro original es de Neil Simon
La tiendita del horror es de Howard Ashman y Alan Menken
Los mataviejas es de Graham Linehan

¡Muchas felicitaciones a los nominados!


Sergio Velarde
9 de noviembre de 2014