domingo, 13 de octubre de 2013

Crítica: EL CANTO DEL CISNE y CAMILA CANTA A LA VIDA

Reflexiones sobre la condición del artista

Luego del estreno, este mismo año, de la entretenida ¡Baila con lamuerte! Tragicomedia de arquetipos, el director de la ENSAD, Jorge Sarmiento, viene presentando dos obras dentro de un mismo espectáculo: El canto del cisne, de Antón Chéjov; y Camila canta a la vida, de Ernesto Ráez. Dos piezas que giran en torno al arte escénico, al teatro dentro del teatro, y especialmente a la dura vida que enfrentan los actores de trayectoria, que durante años han dedicado sus vidas a entretener a las demás, descuidando las propias. El mensaje es bastante claro y comprometido con la labor pedagógica que viene realizando Sarmiento en la institución que dirige, y el montaje nos muestra una oportuna reflexión sobre la condición del artista.

El canto del cisne fue concebido por su autor como un “estudio dramático” escrito en 1886, es decir, hace 127 años. Chéjov nos presenta en esta pieza corta a Vacili Vacilich (Rafael Hernández), un actor entrado en años, que reflexiona sobre su profunda soledad en el foso, aquel oscuro lugar bajo el escenario, luego de haber recibido un homenaje por su carrera artística. La aparición de Nikita Ivanich (Arturo Villacorta), el apuntador del teatro, le permite a Vacili recrear fragmentos de las obras clásicas que le tocó representar durante su dilatada trayectoria. Se trata de su sentido canto de cisne (estas aves cantan al acercarse su fin), ya que la muerte merodea acercándose el final de la escena. Oportuna reflexión sobre la sacrificada labor del actor de teatro, pero ejecutada de una manera muy densa y dilatada, debido principalmente a las solemnes actuaciones de Hernández y Villacorta.

Mejor suerte tiene Pilar Núñez en Camila canta a la vida, en la que el autor Ernesto Ráez la presenta como una veterana actriz, que se rehúsa a aceptar un papel menor en una próxima temporada teatral, mientras escenifica clásicos de nuestra dramaturgia peruana, en complicidad con un aprendiz de actor (Emilio Montero) y la joven asistente del teatro (Laura Pereyra). Así vemos extractos de Ña Catita, El Sargento Canuto, Domingo Siete, entre otras obras; escenificadas con bastante energía y vitalidad. Eso sí, algunos vestuarios resultan incongruentes con el supuesto contexto contemporáneo. El canto del cisne y Camila canta a la vida pueden ser considerados como dos espectáculos independientes, pero que comparten la misma reflexión sobre el importantísimo papel del arte teatral que tuvo, tiene y tendrá en nuestra sociedad.

Sergio Velarde
13 de octubre de 2013

1 comentario:

Unknown dijo...

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