viernes, 26 de octubre de 2012

Crítica: PERVERTIMENTO Y OTROS GESTOS PARA NADA

Abajo la cuarta pared

Una verdadera sorpresa resultó el estreno de la obra Pervertimento y otros gestos para nada del director y dramaturgo español José Sanchis Sinisterra, en el Teatro El Olivar. Y es que por el título podíamos suponer cierto estilo enfermizo o chirriante, pero nada más ajeno de la verdad: la puesta tiene que ver más bien con la perturbación del estado natural de los elementos teatrales, proponiéndonos una serie de viñetas en las que los creadores de un espectáculo de teatro se ven enfrentados a su propia existencia. Doce escenas que tiran abajo la cuarta pared, que semejan demasiado a ejercicios propuestos para el entrenamiento de los actores y para el lucimiento del autor, y que alteran con gran estilo la clásica estructura de una puesta teatral.

El límite que separa a los actores de carne y hueso con sus respectivos personajes se encuentra bastante difuso, pues al inicio no sabemos a ciencia cierta quién es el que aparece en escena para contarnos su conflicto: ¿es el actor hablando del personaje o de sí mismo, o es acaso el personaje hablando del actor o de sí mismo? He ahí la verdadera atracción del drama, pues todo resulta clarísimo en escena, a pesar de su aparente complejidad: esta realidad meta-teatral resulta entendible y fresca, con algunas bizarras secuencias como en Al lado, en la que adrede se nos niega la apreciación del supuesto conflicto principal; o en Discronía, en la que las realidades paralelas se aproximan peligrosamente.

Con algunas escenas más conseguidas que otras, pero todas muy fluidas y entretenidas, el elenco resulta bastante competente y se desenvuelve con mucha naturalidad: Laura Aramburú, Michella Chale, Alexia Brazzini, Pietro Sibille y especialmente, Carlos Victoria, en su monólogo final, La puerta; todo un regalo para el experimentado actor, quien declama con absoluta veracidad (y con la ayuda del prompter, como lo comentó él mismo) los últimos minutos de existencia de su personaje, antes de salir por la puerta y acabarse la función. Pervertimento y otros gestos para nada, primer y auspicioso montaje del actor Alejandro Córdova, es otro interesante estreno independiente, insólito, perturbador y muy recomendable.

Sergio Velarde
26 de octubre de 2012

jueves, 25 de octubre de 2012

Crítica: NUESTRO PUEBLO

Conmovedora historia de amor

El Oficio Crítico se ha caracterizado en los últimos años por comentar obras de teatro independiente o alternativo, con el único propósito de convertirse en una de las poquísimas ventanas que tienen dichos espectáculos para darse a conocer. Pero ello no implica, por cierto, que este servidor tenga alguna animadversión hacia aquellos espectáculos comerciales con precios superiores a los 30 soles, que simplemente no necesitan más ventanas, como la de este humilde blog, para promocionarse. Es por ello que, haciendo honor a mi anterior afirmación, puedo afirmar, con cierta discreción, que la nueva puesta en escena del Teatro La Plaza Isil, Nuestro pueblo de Thorton Wilder, dirigida por la experimentada Chela De Ferrari, es un espectáculo completo, conmovedor y muy disfrutable.

Ganadora del Premio Pulitzer en 1983, la obra nos muestra, con la más demoledora sencillez, la vida cotidiana de una pequeña y apacible ciudad del estado de New Hampshire en los Estados Unidos, entre los años 1901 a 1913. Un director de escena nos presenta, en tres actos, la historia de amor entre dos jovencitos de familias vecinas. Utilizando únicamente la mímica de los actores, así como el preciso manejo de luces y sonido, todo el pueblo se nos muestra con absoluta veracidad ante nuestros ojos, ahora desde los extremos del escenario, en una interesante propuesta por parte de la directora. La anécdota en sí puede parecer sencilla, pero encierra un gran contenido, en el que la fe juega un papel fundamental en los actores y el público, para comprender así el esperanzador mensaje del autor.

Un notable e intachable elenco le da vida a los entrañables personajes que pueblan esta apacible ciudad; gran pareja protagónica formada por Gisela Ponce de León y Rómulo Assereto, con secundarios de lujo como lo son Sofía Rocha y Gabriela Velásquez; todos ellos dirigidos en el mismo escenario por Paul Vega. Nuestro pueblo sostiene su dilatada duración con algunas memorables escenas, en las que los sencillos diálogos esconden tantas emociones juntas, como el primer acercamiento de los protagonistas en la fuente de soda o aquel abrazo entre madre e hijo antes de la boda. El Oficio Crítico recomienda que Nuestro pueblo debería ser visitado por todos aquellos que apreciamos y disfrutamos del buen teatro, cueste lo que cueste.

Sergio Velarde
25 de octubre de 2012

sábado, 20 de octubre de 2012

Crítica: TE ODIO Y TE QUIERO

Bosquejo del teatro del absurdo

Podemos definir al Teatro de lo Absurdo como aquella tendencia en la literatura dramática (surgida entre los años cuarenta y cincuenta) en la que el tratamiento de la realidad buscaba ser extravagante y contrario a la razón, con algunos geniales autores al frente como Fernando Arrabal, Samuel Beckett, Jean Genet o Eugene Ionesco. Sus imágenes y diálogos asumen por completo su calidad de fantástica y surreal, sin importar cualquier viso de realidad objetiva; podemos afirmar entonces, que esta necesaria auto-identificación onírica para cualquier obra que se diga afín a esa tendencia, debe tener historias que aparenten no tener sentido, diálogos absurdos sin secuencia dramática, así como mucha incoherencia y disparate en el vestuario, la escenografía y en toda la producción en general.

El estreno de Te odio y te quiero, a cargo del grupo TAP Teatro Arte Peruano, dirigido por Yvonne Dávalos de Saettone y estrenado en el Club de Teatro de Lima, se queda corto en el intento de ser una verdadera comedia del absurdo, quedándose en el bosquejo. Basada en El cepillo de dientes de Jorge Díaz, esta adaptación peca precisamente de no entrar de lleno en la convención del género, “naturalizando” la acción y toda la puesta en escena en general, y por ello, negando su propia condición. Un aparente matrimonio no se soporta, ambos hablan y discuten naderías aparecidas en revistas y diarios, mientras ella le confiesa al público que envenenó el desayuno de su pareja; el disparate estaba servido, pero la escasa escenografía realista, así como los vestuarios y el estilo de las actuaciones no terminan de envolver al público con lo absurdo de la situación.

Por su parte, la adaptación de Dávalos de Saettone sobre la obra original, sólo abarca el primer acto de ésta, lo cual también desconcierta, ya que precisamente el verdadero “absurdo” de la trama se encuentra en ese tramo final. Resulta inexplicable el hecho de no haberlo trabajado para este montaje. Te odio y te quiero sí tiene a favor las canciones en vivo, el carisma de sus intérpretes (la misma directora y Sydney Estacio) y toda la secuencia del cepillo de dientes de Él, usado por ella para echarle betún a sus zapatos, para luego Él estallar en ira, diciendo que su sagrado objeto personal ha sido profanado y posteriormente estrangularla. Una divertida secuencia que bien vale la pena su visionado.

Sergio Velarde
20 de octubre de 2012

lunes, 8 de octubre de 2012

Crítica: BUENAS NOCHES, MAMÁ

Las inexorables decisiones de una suicida

Arrancó el XI Festival de Teatro Peruano Norteamericano ICPNA 2012 con muy buen pie, con el estreno de Buenas noches, mamá, de la dramaturga norteamericana Marsha Norman y dirigida por Pablo Luna. Se trata de una pieza galardonada en 1983 con el Premio Pulitzer a la mejor obra de teatro, nada menos, y que aborda la conflictiva relación entre una madre y su hija. Estrenada en Broadway un año después, contó con las actuaciones de Kathy Bates y Anne Pitoniak; tanto la producción en general como ambas actrices recibieron sendas nominaciones en los premios Tony. En el 2005 la obra fue reestrenada, esta vez con las no menos notables Edie Falco y Brenda Blethyn. También pudimos ver su adaptación cinematográfica en 1986, escrita por la misma autora, con otro par de extraordinarias actrices: Sissy Spacek y Anne Bancroft. La versión nacional sale airosa gracias a una correcta dirección de actores, que saca provecho de las inspiradas actrices Ana Rosa Liendo y Lilly Urbina.

Lo que parece ser una apacible tarde para Thelma, madre de Jessie, se convierte en una verdadera pesadilla cuando esta última le anuncia que piensa terminar con su vida. La fatal decisión que ha tomado Jessie, saca a relucir los secretos y las tragedias en la vida de ambas, no carentes de ironía y humor. El director, por su parte, recarga el escenario del ICPNA con demasiados elementos de color blanco y marca la ubicación de los muebles con cinta del mismo color; el efecto es logrado con creces, ya que se muestra a una Jessie completamente cuadriculada en un espacio aséptico, organizándolo todo ante la atónita mirada de su madre. El reloj en el escenario marca el paso inexorable del tiempo que le resta a Jessie y el apremio de la madre por detenerla, lo que genera el angustiante suspenso que termina en un desgarrador clímax.

Muy buenas actuaciones de las intérpretes: Liendo convence como la impávida suicida, con una inquietante seguridad de lo que quiere hacer; por su parte, Urbina logra construir otra madre en aprietos, muy diferente a la de Un verso pasajero, sorteando toda una serie de emociones con gran soltura y oficio. La fluidez del montaje se mantiene todo el tiempo y los picos dramáticos se ejecutan sin desbordes. ¿Por qué Jessie le revela a su madre de sus intenciones, sabiendo las consecuencias que acarrearía? ¿No pudo hacerlo simplemente y dejar una nota? Acaso se trate de una verdadera historia de venganza, en la que la hija desea castigar a su progenitora de la peor manera. Buenas noches, mamá es un excelente montaje que aprovecha al máximo el drama familiar que ofrece este premiado texto; y también es un serio candidato a convertirse en el ganador del Festival del ICPNA del presente año.

Sergio Velarde
08 de octubre de 2012