domingo, 28 de diciembre de 2008

Crítica: ARSÉNICO Y ENCAJE ANTIGUO


Estilos actorales diferentes 

¿Por qué un espectáculo teatral con un buen texto, un buen director y un buen elenco, no logra alcanzar la perfección al ser llevado a escena? Las razones pueden ser varias, pero existe una muy particular, que ha sido una constante en varias obras que tuve ocasión de ver: son los diferentes estilos de actuación los que generan el desnivel en la puesta en escena. No se trata de que existan estilos malos o buenos, sino que simplemente son diferentes y el director de la obra tiene la responsabilidad de orientarlos hacia un mismo objetivo.

Existen directores de teatro que aún persisten en juntar en escena a actores de diferentes calibres, niveles y talentos, para darle (según ellos) mayor variedad y dinamismo a sus montajes, cuando lo único que consiguen son espectáculos irregulares con algunos momentos soberbios, pero rodeados de escenas sin fuerza y sin ritmo. Y los ejemplos saltan a la vista: los elencos de “Interruptor”,Los ríos profundos” o “N. A. Ninguna de las anteriores” manejan los mismos códigos y estilos, logrando montajes inolvidables. En cambio, otros elencos no logran actuaciones parejas como en los casos de “Karaoke” (destacando Manuel Gold) o en “Peruchos” (destacando Ana Pfeiffer). Y la lista sigue.

Arsénico y encaje antiguo”, último montaje del año que alcancé a espectar, no escapa a esta regla. A destacar eso sí, el riesgo del director David Carrillo por llevar a escena una obra que puede ser anticuada para pocos pero con gran “encanto” para muchos. Escrita en 1939 por Joseph Kesselring, “Arsénico…” logró un fulgurante éxito en Broadway e inspiró una notable comedia cinematográfica dirigida por Frank Capra y protagonizada por un divertidísimo Cary Grant.

Un joven crítico de teatro, llamado Mortimer Brewster (Marco Zunino), debe enfrentar en una sola noche a su desquiciada familia: sus tías Martha y Abby (Hertha Cárdenas y Elva Alcandré), que pasan los días envenenando a solitarios ancianos con una copa de vino; su hermano Teddy (Oscar López Arias), quien cree ser el mismísimo presidente Roosvelt; su prometida Elaine (Natalia Cárdenas), constantemente relegada y la inesperada llegada de su otro hermano Jonathan (Pietro Sibille), un maniático prófugo de la justicia con la cara desfigurada por su compinche, el Dr. Einstein (Gonzalo Molina).

Una obra divertida y entretenida, con luces, sonido y escenografía sin tacha, como nos vienen ofreciendo de un tiempo a esta parte David Carrillo y Giovanni Ciccia en el Teatro de la Biblioteca Nacional, pero con un elenco numeroso que genera un notorio desnivel actoral en el resultado final.

Ahí está Pietro Sibille, un actor competente de cine y teatro, ganador de algunos premios internacionales, pero completamente sobreactuado como el hermano maléfico de Mortimer, gesticulando y gritando desaforadamente y sudando copiosamente desde el inicio. En contraste, la madurez y el oficio de Gustavo Mac Lennan se dejan notar en dos sensacionales y precisas caracterizaciones como el cura y el inspector, verdaderamente irreconocible.

Ahí está Marco Zunino, buen actor y mejor cantante con estudios en Broadway, demostrando como se pueden dejar de lado la chispa, la gracia y la emoción, por la precisa marca de movimientos, el exacto decir de los chistes (arrastrando en su camino a la guapa y débil Natalia Cárdenas) y respetando al dedillo esa gran coreografía que termina siendo toda su participación. Frente a ellos, dos correctos actores en papeles secundarios se roban cada momento en que aparecen en escena: Oscar López Arias y Gonzalo Molina, en hilarantes caracterizaciones desprovistas de cualquier exageración inútil, plenas de vida, carisma y verdad.

Y el desnivel alcanza hasta a la pareja veterana de la obra: las consagradas Elva Alcandré y Hertha Cárdenas. La primera cumple correctamente su cometido, pero la última interpreta con tal energía y desparpajo su personaje, que termina opacando a su compañera de elenco. “Arsénico y encaje antiguo” es una buena obra de teatro, a no dudarlo, pero que con un ajuste más preciso por parte del director, pudo haber sido la comedia del año.

Sergio Velarde
28 de diciembre de 2008

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