lunes, 27 de octubre de 2008

Crítica: PERUCHOS



Las trampas del estereotipo    

¿Se estrena una nueva obra con personajes estereotipados extraídos de nuestra realidad? ¿Es que acaso nuestra creatividad no da para más? ¿Se nos acabaron las ideas? ¿Qué de novedoso puede ofrecer una historia en la que una tía charapa y su engreída sobrina deciden alquilar cuartos de su propia casa, recibiendo a un puñado de peruanos clichés, desde el actor fanfarrón que se cree argentino hasta la cucufata vecina que lee la Biblia? Pues siendo sinceros, y a pesar de la gran trampa que representa el jugar por enésima vez con los trillados clichés que nos ofrece nuestra sociedad, el saldo final de la puesta en escena de “Peruchos” de Omar Honores con la dirección de Pipo Gallo en el Teatro de Cámara, resulta positivo. Pero más por algunos esfuerzos aislados, que por el trabajo en conjunto de dirección, actuación y dramaturgia. Y es que el esfuerzo realizado por parte del elenco durante los ensayos es evidente, pero merecieron una mejor suerte y una mejor oportunidad para crear algo verdaderamente novedoso.

Ver “Peruchos” es como apreciar en vivo un capítulo largo de Friends o Seinfeld (salvando las distancias), pues la dramaturgia y la dirección nos remiten irremediablemente al formato televisivo. Existen en la obra un par de buenos gags, pero los enredos físicos entre los personajes, que constituyen el mayor atractivo de las sitcoms, están completamente desaprovechados por parte del elenco y la dirección. La obra no puede sostenerse sólo de los algunos ingeniosos diálogos, definitivamente presentes en la dramaturgia. Más aún cuando existe un gran desnivel en el trabajo actoral: destaca nítidamente Ana Pfeiffer en el papel de la tía charapa, quien sin proponérselo se convierte en la gran atracción de la puesta en escena. Ante ella, resultaba preferible para el resto de actores mantener un perfil bajo y contención en la interpretación del personaje, lo que logran en gran medida Mario Rengifo como el artesano marihuanero y Marietta Tonsmann como la pituca con ganas de expandir su universo. El resto del elenco logra contados buenos momentos en forma aislada, pero pecan de extremadamente sobreactuados como en el caso de Claudia Rua como la sobrina aniñada, o en el del mismo autor de la obra, Omar Honores, como el arquetípico cholo recién llegado a la capital.

A pesar de sus defectos este “Peruchos” se deja ver y no tiene como objetivo principal enviar un mensaje a nuestra conciencia. Resulta válido como un simple entretenimiento, que fue en principio la razón misma de su existencia. Y todo ello a pesar de haber caído en otra trampa: la de remarcarnos el mensaje final antes que se cierre el telón: “Los peruanos debemos estar siempre unidos”, como si el público no fuera lo suficientemente inteligente como para no percatarse de lo evidente. Demasiadas trampas pudieron echar abajo este proyecto. No lo hicieron, sin embargo los realizadores deben estar más atentos y no bajar la guardia. “Peruchos” necesita una reestructuración urgente si desea seguir en la brega.

Sergio Velarde
27 de octubre de 2008

domingo, 26 de octubre de 2008

Crítica: LA PERA DE ORO

Revitalizando el teatro infantil 

Qué reconfortante es apreciar una obra de teatro infantil que no trate a los niños como retrasados mentales, que no mezcle personajes de cuentos de hadas con populares ídolos televisivos y que no se limiten, con regular o menor fortuna, a plagiar descaradamente alguna película de Disney con el único fin de lucrar en la taquilla. Como dice la crítica Sara Joffré, los peores trabajos teatrales ocurren en las obras infantiles. Y esta reflexión viene al caso, luego de apreciar una de las excepciones a la regla, uno de los montajes más bellos e impecables del año, en cuanto a teatro para niños se refiere: “La pera de oro” de César de María con la dirección de Patricia Romero.

La historia, basada en uno de los cuentos que el autor le narraba a su propia hija, nos presenta a la niña Alicia, quien deberá encontrar un remedio para la enfermedad que aqueja a su hermanita, con la compañía de su inseparable gato de peluche. Se inicia así una entretenida aventura, en la que la protagonista aprenderá grandes lecciones con simpáticos personajes que se le cruzarán en el camino, hasta dar con la recompensa final, una pera de oro capaz de curar cualquier enfermedad. Se trata de una historia que recoge situaciones y elementos de otras fuentes, pero que en escena lucen originales y frescas, volviendo la puesta en escena más atractiva.

Romero logra un montaje ágil, ameno y muy lúdico, con un buen manejo del espacio, y con escenografía y luces que crean y delimitan acertadamente los lugares en los que se desarrollan las diversas escenas. Anneliese Fiedler y Guillermo Machiavello como Alicia y el Gato, respectivamente, aportan energía y precisión a sus personajes, guiando y haciendo partícipes a los niños de sus aventuras, siempre con la ayuda de la Narradora, interpretada muy acertadamente por Angela Zignago. Masha Chavarri y Nicolás Fantinato tienen la misión de crear a los diversos personajes que aparecen en el camino y logran su cometido con gran convicción.

“La pera de oro” es un montaje que revitaliza el teatro para niños, y nos invita a mantener viva la esperanza de que este tipo de teatro puede brindarnos verdaderas y muy gratas sorpresas, con el único fin de educar a los más pequeños en la visión de las artes escénicas, pues serán ellos quienes elijan qué espectáculos ver en el futuro. No se trata de lucrar a corto plazo, sino de arriesgar para lograr buenos frutos, como “la pera de oro”, a largo plazo.

Sergio Velarde
26 de octubre de 2008